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Cuando despierto encuentro la cama vacía, aún tengo sueño así que me niego a abrir los ojos y es con la mano derecha que descubro la ausencia al lado mío. Entonces sí que me incorporo para ver. En efecto, está vacía... y si no fueran por las arrugas en la sábana o la depresión en la almohada donde descansó la cabeza de Alexander, creería que haber dormido con él es solo una alucinación mía.

Paso la mano por su lugar y no hallo calor, mi corazón gime al imaginar las razones por las que se ha levantado tan temprano... Yo suelo hacerlo también, pero solo cuando hay algo que me incómoda o preocupa. Pronto mi traicionera mente concluye que se ha marchado al no poder dormir en absoluto, soy una extraña al final de cuentas. Mi corazón se contrae... Sin embargo, también tengo los últimos segundos de la noche anterior repitiéndose en un gran proyector al interior de mi cráneo que es difícil elegir qué pensar.

Me incorporo y voy al lavabo para deshacerme de los restos del sueño; sin embargo, hay una nota esperándome en el espejo.

Si quieres bañarte, hay toallas limpias en los cajones debajo... y también ropa limpia para ti

Frunzo el ceño ante lo segundo, y me cuesta creerlo. ¿Tendrá alguna hermana que yo en mi papel de acosadora fracasé en descubrir? Sigo sus instrucciones, y tal como menciona hay toallas pulcramente acomodadas debajo y a un lado hay una bolsa de papel, la abro y encuentro dentro todo un conjunto de ropa para chica. Continúo revisando. Es nuevo. Mis manos lo sueltan de inmediato, el asombro que me causa es demasiado, pero... no más que mi curiosidad, así que exploro las prendas. Es un pantalón oscuro de mezclilla y una playera suelta de tirantes gruesos rosa. Sé que es de algodón con tan solo tocarla, y le agradezco en silencio por el detalle. Hasta el fondo descubro ropa interior esperándome.

Mi rostro se calienta y no necesito mirarme al espejo para corroborar el tomate que soy ahora mismo, no curioseo la ropa interior, pero es imposible no saber su color y textura. Suave y oscura. Devuelvo todo a la bolsa. No obstante, tres minutos después estoy bajo el agua caliente de la regadera.

Tenía que bañarme por dos simples razones, la primera es higiene y la segunda, no quisiera que mamá descubriera mi mentira por el olor... Siempre he pensado que las personas tienen una esencia única que las distingue de las demás, así se bañen de perfume; no sé si mamá crea lo mismo o sea capaz de detectar las diferencias, pero por si acaso, mejor no jugarle al vivo...

Al salir, me visto con la ropa que Alexander me ha facilitado. No pienso en la comodidad de las prendas más pequeñas, ni tampoco el subidón de autoestima que me dan al ver mi reflejo en el espejo, mucho menos en que fue el chico a quien intento salvar quien las ha comprado... Sin embargo, tan pronto esta realidad pasa por mi cabeza, una explicación aflora en mi cabeza. Guarda ropa de chicas para dárselas cada que trae a una a casa. De pronto, me siento sucia y la imagen en el espejo ya no es tan bonita como momentáneamente había creído.

Decido apresurarme, ahora que he encontrado la razón de la ropa nueva, comprendo por qué se levantó tan temprano de la cama. Me imagino que es un poco molesto tener que correr a compañeras de cama de viva voz, así que es lo bastante inteligente para dejar señales sutiles. Mi pecho quema de dolor y algo más al imaginarlo, y por más que me repito que yo estoy intentando salvarlo y nada más, no puedo dejar de pensar que quizá se ha tomado tan natural la revelación porque ha creído que es mi juego para seducirlo.

¡Por la Diosa! Es ridículo.

Guardo mis pertenencias en la mochila que traje la noche anterior y me la cuelgo a la espalda. La habitación otrora enorme, se ha vuelto tan pequeña que me cuesta respirar. Salgo de ella y, aunque quiero salir sin avisar ni nada, me obligo a ir a la sala a buscarlo y despedirme. No obstante, él no está. Su preciosa figura no está por ninguna parte.

—¡Alexander! —llamo elevando la voz solo un poco.

—Aquí —responde—, en la cocina.

Camino hacia él, decidida. Diré muchas gracias, y me iré. Tengo todas mis palabras planeadas y los posibles escenarios que podría encontrarme; sin embargo, enmudezco cuando veo que está en pijama todavía y la cocina es un desastre.

—Lo siento —dice con una tímida sonrisa y se da vuelta, olvidando lo que tiene al fuego—. Quise hacerte algo de desayunar, pero... creo que podría intoxicarte sin querer.

Sus ojos brillan ilusionados, y sus mejillas tienen un suave color melocotón, uno que por más que quiero ignorar no puedo... Me obligo a recorrer visualmente la habitación, hay sartenes con bolas oscuras adheridas a ellos, tres bowls con harina y algo similar a masa, solo que de un color verduzco que no parece muy sano.

—Pediré algo —resuelve Alexander, y su mirada sostiene la mía por un segundo, antes de caer en mis hombros, en las asas de la mochila—. ¿Ya te vas?

Sufro de un acceso de culpa, y quiero enterrar la cabeza en el suelo. Su mirada pasó de ser dos cuencas vacías y tristes.

—No, no... —me apresuro a decir—, yo solo no quería dejar todo desordenado —miento.

—Genial. —Parte del brillo antiguo de sus ojos regresa—. ¿Qué te gustaría que pidiera? —Comienza a buscar su celular entre susurros.

—Oh, no, no... seguro que podemos rescatar algo de aquí.

Dejo la mochila sobre una silla alta de la barra, y empiezo a inspeccionar el desastre para ver qué rescatar y con qué podríamos callar el ruido de nuestros estómagos.

—María José me va a matar. —Ríe.

—¿María José? —Sé que es la señora que lo ayuda con la limpieza, pero es mi oportunidad para refutar mi pretérita teoría sobre por qué tiene ropa nueva de chica—. ¿Es tu hermana?

Él suelta una suave carcajada.

—No, pero podría ser mamá. —Recoge los sartenes quemados y los lleva al fregadero—. Me ha cuidado desde hace mucho tiempo...

Todavía hay huevos indemnes, seis. Debería ser suficiente para ambos. Cojo un bowl y casco primero cuatro huevos. No sé qué tanto coma, pero dicen que los niños siempre comen más que las niñas, si eso es cierto en la infancia, no tendría por qué cambiar en la adolescencia.

—Bien, ¿qué pretendías hacer? —pregunto a la par que hago un pequeño espacio en la isleta de la cocina, y luego con tanta naturalidad como me es posible añado—: ¿tienes hermanos?

Él continúa limpiando y haciéndome espacio para que yo pueda acomodarme mejor, lo hace a la par que me responde.

—Leí una receta de internet de un omelette en donde mezclaban el huevo con harina y le ponían mantequilla. ¡Te juro que decía que hasta para un principiante sería fácil de hacer, Karim! —jadea fingiendo indignación y es imposible no reír con él.

Voy al frigorífico y lo abro para buscar algunas verduras con las cuales rellenar el desayuno. Hay tomates, champiñones y chiles morrón, tomo también el empaque de queso.

—Y... no, no tengo hermanos —añade un minuto después—. Ni hermanas.

El misterio de la ropa continúa apuntando a una reserva para compañeras de una noche. Sin embargo, resulta demasiada molestia y dinero... claro que, bien podría para él representar un gasto nimio si consideramos las dimensiones y decoraciones de su casa. Es mejor que lo ignore, no tiene caso que piense en ello.

—Ah, ¿te gustan todas las verduras?

—Sí, ¿en qué te ayudo?

—¿Las cortarías en cuadritos pequeños por favor?

Él asiente y las lava antes de ponerse en ello. El sonido constante y casi rítmico del cuchillo gol penado la tabla llama mi atención y viro hacia él. Sus movimientos son fluidos, calculados y letales; mi frente se arruga al no comprender el contraste entre su habilidad con el cuchillo y su torpeza con la cocina. Entonces, me pasa las verduras picadas y me dispongo a continuar con el desayuno.

2 días. 







Nota: le cambié el nombre a la persona que ayuda a Alexander con la limpieza, jijiiji 

Espero no confundirlos C:


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