☆🄲🄸🄽🄲🄾☆
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Hijo de la Noche y la Oscuridad (Nix y Erebus) y hermano de la Miseria y la Venganza (Oizys y Némesis) las credenciales de Momo como dios benéfico para la humanidad no parecen ser las mejores.
A menudo representado como un varón con máscara y un muñeco o cetro rematado en una cabeza grotesca, su imagen podría confundirse con la de un bufón o el joker de una baraja, pero, a pesar de su siniestra parentela, Momo era, en la mitología griega, la personificación del sarcasmo, las burlas y la agudeza irónica. Dios de escritores y poetas Momo era un espíritu de implacable crítica.
Termino de leer y subo la mirada discretamente, cuidando de no dejarlo encontrar mis ojos medio ocultos tras la pantalla del computador. Él, a su vez, está entretenido viendo un programa en la televisión y sus gafas de montura ancha, antes verde y rojo, ahora son doradas y redondas. Hundo los hombros y vuelvo a la lectura.
Jamás encontró a ninguna divinidad, ni siquiera las más sagradas, que no mereciese su censura. Cuenta Hesíodo que Momo se burló cruelmente de Hefestos (Vulcano) por haber creado al hombre sin una ventana por donde mirar en su interior y conocer sus verdaderas intenciones.
Considerado como el dios de la crítica sin maldad la realidad es muy distinta: Momo no cree en el ser humano y sigue buscando incesantemente la puerta a través de la que poder leer las verdaderas intenciones del alma humana. Bajo la máscara amable que siempre lleva puesta Momo esconde su faz rebelde y por eso, cada año, al final del invierno viene a abrirnos a todos ventanas en el alma.
Contrariada bajo el teléfono y lo apoyo en mi pecho. Esta vez no disimulo a la hora de mirarlo. Goliat -Nestor- se está riendo mientras mira fijamente la pantalla, un tazón lleno de palomitas a llegado a su mano izquierda sorpresivamente, mientras que en la otra sostiene un juego de cartón. No sé si reírme o llorar ante la estampa; lo que si es seguro, de dios Momo no tiene ni un pelo. La descripción que leí sobre "el dios Momo" la vez pasada lo descubría como alguien fiestero al que los humanos habían elegido como "el rey de los carnavales". Pero al verlo tan... común, viendo la tele, sentado cómodamente en mi sillón reclinable y comiendo -comida cuya procedencia aún desconozco-, me inclina a verlo en un molde desigual que se queda justo en el medio de las dos caras que le pintan: ni se ve muy rumbero ni ha sido directamente crítico. Y mira que para criticarme tengo mucho, eh.
La ansiedad comienza a arañar dentro de mí, pidiendo salir.
Sigo sin creerme todo este asuntillo de ser "la elegida" de un dios que de dios no pinta nada. Sin embargo, no me explico como logró levantar el techo del edificio o mejor dicho, cómo logró hacerme creer que lo había levantando. Él mismo me lo dijo: "he creado una ilusión. Pero si quieres que te levante el techo enserio, solo di la palabra clave".
Estoy perpleja, desconcertada, estupefacta, atónita y un montón de sinónimos más. De verdad, es que aún si decidiera hacer que un perro me hable, no acabaría de creérmelo.
Cierro los ojos y me pellizco el antebrazo, fuerte. Cuando mis párpados se abren, Goliat -Nestor- sigue ahí, pero ahora en vez de tenerlo a un par de metros de distancia, su aliento mentolado calienta mis labios y el fuerte olor a limón que deja a su paso me envuelve como una manta. Sus ojos rojos se ven todavía más impresionantes y atemorizantes desde tan cerca, libres de ningun cristal, me miran fijamente. Entonces sonríe y me corazón da piruetas descontroladas.
-Veo que ya comienzas a asimilarlo. Bien -se impulsa de la pared en la que estoy apoyada, dándome espacio. Vuelvo a respirar sin darme cuenta de que contenía el aire en primer lugar-. Es hora entonces de que empecemos seriamente.
Él arrodillado frente a mi me hace sentir como un pequeño conejo acechado por una bestia. Solo que este conejo sabe usar sus uñas y también sus dientes. Se lo hago saber.
-Primero vamos a dejar algo en claro.
La sonrisa se curva en una burlona.
-Te escucho, Alétheia.
Me piel hormiguea nuevamente al oírlo decir mi nombre. Y quiero pensar que es grima.
-Punto uno: necesito un resumen detallado de porque estas aquí. A parte de lo que tú supones como "lo obvio".
Abre la boca. Continúo.
-Punto dos: exijo distancia. El contacto humano o de cualquier vida en general me causa ansiedad. Así que abstente de volver a acercarte a mi como ahora.
Cierra la boca y asiente, en acuerdo.
-Punto tres: no vivirás aquí.
Levanta un dedo, pidiendo intervenir. Acepto.
-Alquilé el cuartucho de al lado, el que está más cerca de las escaleras. Pero eso no significa que no pasaré gran parte del día aquí.
Una mueca se escabulle de mi máscara indiferente.
-Será mejor que tu explicación del porqué de esta extraña situación sea lo suficientemente convincente. O de lo contrario llamaré a la poli y a alguna institución mental.
Levanta el dedo meñique, sonriendo.
-Promesa.
Mi respuesta es un suspiro cargado de arrepentimiento.
-Soy hijo de Nix, la diosa de la noche, que a su vez es una de las hijas directas de Caos. Todos sus descendientes hemos sido conocidos en el Olimpo como unos mezquinos y quizás demasiado insurrectos para nuestro propio bien -hace una pausa mientras se lleva una taza con chocolate caliente a los labios. Yo imito su acción, un poco curiosa de oírlo narrar lo que ya he leído de su propia boca.
Hemos trasladado nuestra conversación alrededor de la mesita japonesa y he tenido que encender el ventilador para refrescar un poco la estancia. Porque mientras afuera ha vuelto a llover, aquí dentro se siente como estar bajo una tarde de verano. ¿La razón? Los poderes inexplicables de Goliat.
-Así que... -Carraspeo-. ¿Tus hermanos son Oizys y Némesis?
-Si. Pero además de ellos hay muchos más, como Tánato, la personificación de la muerte no violenta.
-¿Muerte no violenta?
-Se entiende por muerte natural.
-Oh.
Nestor suspira y deja a un lado la taza medio vacía.
-¿Y tú padre es Erebus?
-Érebo -corrige, luego hace una mueca-. La mayoría de los dioses son hermanos y hermanas que decidieron unirse para extender su legado. Nix y Érebo son un ejemplo; pero también hubieron uniones mucho más incestuosas como la unión entre una madre y su hijo.
Parpadeo.
-¿Eres...?
Por primera vez desde que invadió mi espacio, "el dios Momo" se ve incómodo.
-Mi padre es Hipnos, el dios del sueño y uno de los hijos que tuvo mi madre sin intervención masculina.
-Oh, vaya. Eso es... ¿eso es posible?
-¿Qué? ¿Ser hijo de una madre y su también hijo? Claro que sí. Si fuiste a clase de biología durante tu segundo o tercer año de preparatoria, te habrán explicado que...
Me ahogo con el chocolate. Sabiamente decido dejarlo a un lado también.
-No, calla. Me refiero a tener un hijo sin mantener relaciones íntimas. Y dado que en ese tiempo no habían médicos o humanos en general, dudo que lo tuviera por inseminación artificial.
-¿Crees en la biblia?
La pregunta tan fuera de contexto me deja sin palabras.
-Yo... Pues en la biblia como tal no. Pero si en que hay un Dios todopoderoso que nos mira desde arriba.
-Entonces crees en la virgen Maria.
Trago-. Las preguntas sobre mi fe me incomodan muchísimo, así que vamos al grano.
Algo parecido al reconocimiento relámpaguea en sus ojos, pero tan rápido como este llega, se va.
-Mi madre, al igual que la virgen Maria, no necesitó consumar el acto para traer vida al mundo. Sin embargo, contrario a la conocida madre de Jesucristo, Nix no consideró precisamente a estos sus hijos.
-Guau, es...
-¿Perturbador? Si. Pero es incluso más incómodo tener que lidiar con Hipnos.
Me remuevo, muy consiente de que comienza a verse sombrío.
-No le dices... ya sabes, ¿papá?
Aspira bruscamente por la nariz-. Que Caos maldiga el día que considere a esa mierdecilla algo más que solo un pariente indeseable.
Re fuerte, esto... incluso los dioses tienen sus problemas familiares.
Nestor sacude la cabeza, como intentando quitarse de encima la conversación.
-En fin. Los hijos de Nix no somos muy dóciles y mucho menos ante dioses que nacieron después que nosotros. Sin embargo, nunca tuve un problema verdadero con Zeus desde que ocupó el asiento especial del Olimpo. Pero si tuve innumerables disputas con otros a los que parece, ciertamente, si ofendí. Comenzando por Hefesto, el necio que los hizo tan imperfectos.
-¿Hefesto hizo a los dioses imperfectos?
Suelta una carcajada. El semblante opaco e iracundo borrado completamente.
-Oh, cariño. No, "tu creador'.
Frunzo el ceño.
-Pero según la biblia...
Menea la mano, restandole importancia.
-La biblia sólo es un papel cargado de historias de muchas mentes inquietas y, ya te digo yo, demasiado imaginativas -recupera la taza olvidada y, de la nada, una jarra humeante vuelve a servirle chocolate. Siento que parpadeo demasiado rápido y un tic nervioso comienza a tirar de una esquina de mis labios cuando la misma jarra mágica se dirige a mi taza y también la rellena.
-... Algo para nada extraño viniendo de los seres humanos. Su imaginación los hace seres muy inteligentes. Es por eso que defiendo su ingenio a capa y a espada -se detiene al verme mirar fijamente el vacío que antes ocupó su jarra mágica. Sonríe-. Pero en fin. Hefesto, el dios del fuego y la forja, y de los artesanos, contribuyó a la creación de la primera mujer, no obstante, la hizo sin darse cuenta de un pequeño detalle.
-¿Cuál?
Mira mi pecho, pero su mirada es calculadora, así que evito llamarlo pervertido, por ahora.
-Me burlé de Hefesto porque a su obra, el ser humano, le faltó una ventana en el corazón para poder conocer sus intenciones y pensamientos secretos -suspira-, es por eso que el ser humano tiende a volverse loco en muchas ocasiones intentando conocerse internamente, porque esta tan cerrado que no puede ni siquiera conectar con sus pensamientos más profundos. Buscan respuestas en los lugares más equivocados sin saber que la solución está dentro suyo.
-Eso es... -sacudo la cabeza, olvidando la taza de nuevo-. ¿Eso hubiera sido posible?
-Claro que sí. Un dios lo puede todo -ríe sin entusiasmo-. O casi todo -rectifica.
Suspiro. Es demasiado para procesar.
-Vale, entonces él se ofendió ¿y qué? Porque me supongo que después de esto hubo un castigo.
Pareciendo inquieto de pronto, se pone de pie y comienza a pasearse por la pequeña estancia.
-Si, bueno. No precisamente por él se me castigó. También me reí de Poseidón cuando creó al toro, señalando que le había puesto mal los cuernos -se ríe ante el recuero, viéndose extrañamente infantil-. A Atenea le critiqué su casa -levanta las manos en defensa cuando le frunzo el ceño-. ¡Lo admito! Quizás fue demasiado presuntuoso de mi parte, pero por culpa de ella y de su casa tan pesada, el mundo siguió su ejemplo y por ello nadie puede mover sus casas del lugar en que la construyeron, incluso si llega el día en que dejan de soportar a sus vecinos molestos. Si quieren irse, su hogar deberá quedarse ahí, arraigado a la tierra.
Vuelve a pasearse cuando asiento en acuerdo.
-Ajá..., eh. Creo que también una vez me burlé de Afrodita porque hablaba mucho y porque sus sandalias hacían mucho ruido al andar. Me ponía de los nervios reconocer el arrastre de las suelas de sus sandalias cuando se acercaba desde alguna habitación. Sé que le critiqué más de una vez a alguien el como escribía, no recuerdo muy bien a cual de todos, pero de seguro se lo tenía por merecido. En ese tiempo muy pocos dioses podían jactarse de poseer una letra agradable y mucho menos una buena ortografía.
Puff. Si..., al verlo expresarse así, creo que me hago a una idea de como fue antes.
-Me metí en muchos problemas por dar mi opinión incluso cuando no me la pedían. Así que Zeus se hartó de mi y decidió expulsarme del Olimpo por un tiempo. Ahí fue cuando coincidí con los humanos por primera vez y, en medio de mi despecho por haber sido botado de mi hogar di una fiesta que duró seis días. Después, Zeus me llamó de vuelta. Pero al año siguiente quise regresar y desde ahí, todos comenzaron a conmemorarlo como la fiesta de carnaval.
Apoyo los codos en la mesa y mi barbilla sobre mis palmas abiertas.
-Entonces tu castigo solo duró una semana.
Se detiene justo al lado de la venta y corre la cortina. Afuera, sorprendetemente, no llueve.
-Si. Pero no aprendí la lección. No del todo -sus dedos largos y elegantes, como los de un pianista, aprietan la tela de la cortina-. Me gustan los climas cálidos, es por eso que siempre vengo después de terminarse el invierno. Este año ha sido la primera excepción en siglos.
Verlo ponerse inquieto me incómoda. Me enderezo y hago la pregunta que ambos queremos oír.
-¿Por qué fui tu excepción esta vez?
No aparta la mirada del exterior. La mueca en sus labios al ver el clima nublado me confirma que no disfruta demasiado esta estación del año.
-Hace algún tiempo, mucho después de relacionarme tan activamente con los seres humanos. La idea de que Hefesto había hecho un trabajo demasiado imperfecto me molestó mucho más ahora que tuve la oportunidad de conocerlos y conocer sus temores. Se lo hice saber -suelta la cortina y apoya la espalda en la pared. Me mira-. Le dije que el ser humano habría podido lograr ser mucho más inteligente que nosotros. También nos fuimos un poco de las manos. Y mientras estábamos en nuestro momento más animal de quien era más fuerte, Zeus llegó con cara de mosqueado. No le importaba si nos partíamos los huesos o si nos enviabamos a la nada. Lo que le molestó fue mi comentario; al niño sabelotodo no le agradó la comparación, su arrogancia se sobrepuso y su ego salió herido.
Contengo la respiración.
-Y te castigó.
Asiente.
-Lo hizo. Ahora, debo conseguir la forma de demostrar que Hefesto estaba equivocado al no darles la oportunidad de conocerse internamente. Y de que tienen potencial suficiente como para haber logrado ser mejores que nosotros.
Niego con la cabeza, estupefacta.
-La prueba es el mundo en sí mismo. Tu que has estado aquí tantas veces puedes comprobarlo. El ser humano es increíble -trago-. Hay... hay seres despreciables que no merecen la vida, claro está, pero hay muchos más que gozan de tener la capacidad crear cosas. Casi todas maravillosas.
Me sonríe-. Lo sé, Alétheia. Pero Zeus quiere una prueba más espiritual. Algo así como que el ser humano tiene mucho más auto control del que ha demostrado hasta ahora.
-¡Tenemos auto control! Y no hablo de mi, precisamente. Pero hay muchas personas muy capaces de evitar sucumbir a sus instintos.
Suspira con pesadez.
-Le he llevado mis análisis cada vez que regreso de algún carnaval. Pero el tiempo se me ha acabado -se muerde el labio inferior, distrayendome brevemente de la charla-. Tengo este año para darle un reporte mucho más fructífero. Y la condición es que, sino llego a conseguir la respuesta que busca, quiere que ayude a un ser humano.
Mi atención vuelve a su eje. Todo cobra sentido.
-¿Quieres que sea tu rata de laboratorio?
Ahora su ceño también está fruncido. Lo que es toda una hazaña, en visto de que no lo había hecho incluso cuando habló de sus padres.
-Sé que Zeus no es conocido por ser misericordioso y que todo lo que hace o pide que hagamos es por puro egoísmo. Pero yo enserio quiero ayudarte.
La conversación ha tomado un giro que comienza a molestarme mucho más que su inoportuna presencia.
-No soy un caso de caridad, querido dios Momo. Además, existen personas con situaciones peores que las mías. No entiendo porque has decidido elegirme precisamente a mí, sacrificando también tu buen humor al venir en una época del año que detestas.
-Como he dicho. Eres la excepción -se pasa una mano por el cabello, aflojando el moño. Y confiesa-: Fue Zeus quien me dijo que te escogiera a ti. Lo que probablemente solo se trate de una trampa. Pero no me importa.
-¡A mi si! ¿Porqué demonios el rey del Olimpo se fijó en mi para este disparate? Es... ¡Es una idiotez!
Nestor asiente, despegandose de la pared. Su rostro ahora muestra signos de cansancio y toda la alegría que desbordaba al principio se ha esfumado por completo.
-Sé que es mucho para asimilar. Pero no tengo tiempo y si quieres que desaparezca de tu vida lo más pronto posible, debo pedirte que cooperes.
Se acerca a la puerta y la abre con un movimiento del dedo índice. Desde ahí, me advierte.
-: Te doy una semana. Luego vendré aquí para buscarle una solución a tu desastre.
-Vaya, gracias -murmuro con sarcasmo.
Él hace una pausa y luego niega con la cabeza.
-Nos vemos pronto, Alétheia.
Cuando se va, mi pequeño apartamento vuelve a ser frío. Y además del silencio ensordecedor, en el aire solo quedan a flote todas mis interrogantes. También mis inquietudes.
Un dios ha decidido convertirme en su proyecto de caridad y no puedo hacer nada para evitarlo.
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