🥀Capitulo 8🥀
Creamos o no el siempre estaría a su lado cuidándola protegiéndola y tú en el fondo harías lo mismo.
—V
Abril 1991
Doce años
El tiro con arco y las clases ayudaron, ayudaron en que yo fuera una de las mejores, Alisse era buena si pero con los cuchillos, ella podía matarte en segundos con esa pequeñas armas, nosotras habíamos logrado utilizar cualquier cosa como un arma, un arma letal o no, pero lo logramos, nuestro padre estaba más que satisfecho, estaba orgulloso de ambas, de lo que habíamos logrado. Cómo lo había dicho mi madre en su carta, esto sólo era de acostumbrarse o fingir hacerlo como lo hacía yo, sabía que nunca me acostumbraría a un lugar así, no era sano, todo esto no lo era, cada año se convertía en más dificultoso.
Las actividades y ejercicios se volvieron más severos con el tiempo, cada prueba cada acertijo era más compleja y más doloroso, él era igual que uno, no sabía predecir lo que pasaría, cómo podía me las arreglaba para superarlas, tuve que esforzarme, entrenar más duro, las peleas cuerpo a cuerpo, el tiro con armas, con cuchillos, debía de ser perfecta en todo.
Una noche más de insomnio, sucedió uno de los hechos más melodramáticos para mi vida, uno el cual esperé más no lo imagine así, uno el cual me avergonzaría, desperté con dolores y calambres en mi abdomen, los cuales eran incómodos, pues dolían como el infierno una de las maneras peor para morirse, estuve dando vueltas y vueltas en mi cama, hasta que empecé a sentir, sentir algo entre mi cuerpo, una sensación extraña, algo que nadie me había explicado.
O tal vez si...
Cuando veo hacia abajo grito del susto.
Mi hermana fue la primera en llegar, pues su habitación estaba continua a la mía, ella parecía estar medio adormilada, aún así traía una vela en su mano empezó a prender las demás con su fuego, se acerco hasta que estuvo lo suficientemente cerca para verme a los ojos muy abiertos, con impresión.
—¿Que te ha pasado? !Que te hiciste!.—parecía sorprendida.—Oh no.—estaba preocupada.—A la Printsessa le llegó su periodo.
Le volteo a ver con lágrimas en los ojos por el dolor, en eso entra Damián al verme le molesto la imagen, más él no parecía sorprendido o preocupado, más bien lucia... incómodo. Y demasiado.
—Llamaré a Milla.—sale sin verla más.
Damián había cambiando y no hablando del físico si no también en su manera de ser, estaba siendo más rudo más estricto y frío con todo y todos, es como si estuviera de mal humor siempre.
Alisse había salido a traerle tés y demás para calmar el dolor, su padre no estaba esa noche, había salido a hacer unas entregas importantes.
—Oh dios, por fin te has convertido en una señorita.—entra ella dando grandes pasos vestía una pijama de seda color blanco, parecía haber sido despertada, llega hasta mi lado, dándome un beso muy sonriente con orgullo.
Cómo podría estar ella feliz mientras yo estaba con este sufrimiento.
—Duele.—emito en un murmullo.
Pocas veces me sentía realmente mal.
—Si y dolerá más.—eso no me calmo en absoluto.—Vamos, un baño con agua caliente, eso te ayudará.—¿a estas horas? No quería pero estar así me hizo sentirme sucia, no me gusto la sensación.
Con su ayuda salgo de la estropeada cama y me dirijo al baño, ella ahí me ayuda a quitarme todo, ya para entonces estaba exhausta, incluso sudaba, la bañera ya tenía el agua y las lociones, mi abuela traía esos paquetes explicándome, mientras me daba un baño, los cuales servían para contener el sangrado, así no me pasaría lo que me pasó hoy, ahí fue en donde me dio una platica de cosas de mujeres de cuidados de higiene de ser virtuosas con nuestro cuerpo y de otras cosas más que no escuche, el dolor no me lo permitía, yo solo asentía cómo si le prestara atención.
Cuando termine ya habían traído ropa limpias, me sentía más cómoda, el té y las pastillas estaban haciendo su efecto, al salir veo mi habitación impecable, habían cambiando las sábanas las cobijas, todo estaba perfecto, mi hermana me sonríe con comprensión.
—Es horrible el dolor.—me dice Alisse.—Con el tiempo te acostumbras. A parte sólo son unos días al mes.
—¿Esto tengo que pasarlo todos los meses?.—ella asiente indiferente.
—Deberías de asistir a las clases de anatomía humana y esas cosas.—comenta ella.—Pero por estar en otras, te pasa esto.
Niego, no era por mi culpa, mi padre había quitado unas clases y las había sustituido por otras que eran más importantes a su parecer.
—Lárgate de mi habitación, no te quiero ver.—suelto mi grito malhumorado.
Mi abuela se queda, ahí tratando de hacerme sentir bien cuando todo se sentía horrible muy feo muy mal.
Ay no y soportarlo todos los meses.
Verdadero fastidio.
—Esto no es nada, solo no te muevas y duerme.—ella aconseja.
Por supuesto que lo hizo, no quería saber nada de su malestar.
***
Desde ese día mi cuerpo había cambiado, de pronto me empezaron a crecer partes de mi cuerpo mis curvas se notaban, o eso me decía mi abuela, mi cabello lucia más bonito, el color rojizo me empezó a agradar, nadie más que ellas tenían el pelo de ese color ni la belleza que empecé a notar.
Era bonita, demasiado a mi parecer, ahora que me veía al espejo estando desnuda lo empece a creer, estuve tan sumergida en mis pensamientos que no escuché el toque en mi puerta hasta que en el espejo veo a Damián entrar.
—¡Damián!.—exclamó aturdida.
Se había quedó en piedra, cómo si estuviera procesando todo, tomo mi toalla y rápido me la pongo, me le acerco.
—Hey te estoy hablando.—le reclamo molesta.—Toca antes de entrar a mi habitación.
—¿Que se suponía que hacías?.—pregunta el serio, eso me saco de órbita. Ahora mirándolo mal.
Y eso a él ¿Que le importaba?
—¡Que pregunta es esa!.—niego.—Te prohíbo que vuelvas a entrar así a mi habitación.—siseo realmente molesta.
Parece ignorarme, el solo me da una leve mirada de frialdad, no le había gustado mi respuesta.
—Tú niña no me puedes prohibir nada.—sisea entre dientes, ahora el estaba molesto, genial.—Tu cuerpo no puedes verlo de esa manera. Está prohibido.
Eso era algo que ya todos sabían, sonrió con sorna, eso poco me importaba, ¿Porque debería? Es mi cuerpo y hago lo que quiero.
—Claro que puedo.—comienzo a hablar dulcemente. Sin quererlo me acerco a él tanto que logro ponerlo nervioso o eso creí, solo me queda viéndolo profundamente unos cuantos instantes antes de seguir hablando.—¿Que pasaría si mi padre te ve ahora mismo?.—el era un hombre, como todos con escasos diecisiete años pero lo era y a su padre no le agradaría encontrarlos de esa manera.—¿Que pasaría si el me ve así contigo?.—le pregunta sin más, mientras tiro de la toalla, me abrazo a él y tirándolo del cuello hacia mí, retándolo con la mirada juguetona.
Le sonrió con superioridad. Quería besarle, pero antes de que pase algo él me repele, con brusquedad hasta alejarme casi dejándome caer, me toma de los brazos fuertemente, haciéndome daño, estaba hecha una furia, la bromita no le agrado.
—Eso niña.—me mira con fuego en su mirada.—No va a funcionar conmigo.—le empuja antes de salir furioso de la habitación.
Azotando la puerta detrás de él.
Había logrado lo que quería. Sonrió.
***
El desayuno paso de algo agradable a silencio total mi querida hermana estaba comiendo fruta, algunas fresas manzanas rojas, yo solo quería panqueques con mucha maple, Damián estaba enfrente de mi en la pared solo observándonos, estudiándonos, mi padre comía tranquilamente, parecía estar de buen humor este día.
Terminaba la mitad de mi plato cuando uno de los socios de mi padre entra interrumpiendo, llega hasta el y se sienta a su lado. Yo y mi hermana estábamos en el lado derecho juntas.
—¿Como están yendo los negocios, Berlín?—le pregunta mi padre mientras toma.
Este no desaprovecha y comienza a tomar un poco del vino tinto que le ofrecía.
—De lo mejor mi amigo, eso de la infiltración y espías a sido toda una maravilla.—lo dice con tanto entusiasmo.—Son todo un encanto.
Asiente con orgullo, le encantaba que le adoraran.
—Lo se, estamos creando un imperio indestructible.
Asiente, mirándonos a ambas, notando nuestra presencia.
—Con ellas a tú lado más si que lo serán.—sonríe viéndolas.
Mi padre nos ve con amor orgullo y sobretodo con ambición, lo sé. Lo notaba en su mirada.
—¿Padre puedo irme ya?.—preguntó.
No quería escuchar más. Berlín no era de sus personas favoritas, no que le provocaba confianza.
El asiente.
—Vayan a sus clases.
Y eso hacemos, la hora del tiro de ballesta, fue la más complicada, esa arma era pesada y complicada, eso que tenía de estratégico, por qué para mi no tenía nada. O eso pensaba, apenas estábamos entrenado con ella. Prefería el arco fácil y más práctico.
Pero aquí nadie quería lo fácil. Si no todo lo contrario.
—Alessia ¿Que se supone que estás haciendo?.—me pregunta mi maestro.
Parecía molesto, al no poder cargarla estuve estirándola agresivamente, pero ni así pude engancharla, ya enfadada tiro el arma. No podía. No por ahora.
—Se supone que cargándola. Pero si me estará interrumpiendo a cada instante eso no sé podrá lograr.—estaba enfadada y su reclamo no ayudaba,
El niega. Estaba exasperándose de mi.
—Largo. Es todo por hoy.
Felizmente me voy de su clase, la última era de defensa personal, no quería pero mi padre me había presionado a hacerlo. Según el tenía que aprender a defenderme a usar armas a persuadir y de algún modo me decía que debía de usar mi belleza para eso y muchas otras cosas más.
Era asqueroso el siquiera pensarlo.
Bajo unas escaleras mientras unos alumnos pasan a sus habituales clases o qué se yo.
Todos tenían diferentes actividades, en especial nosotras.
—Ya terminó tu clase Alessia.—pregunta mi tío Rousseau. A lo cual yo asiento.
—Eh si, soy tan ágil con la ballesta que me dejo salir mucho antes.—miento.
—Claro eso me dices tú, pero el me ha dicho todo lo contrario.
Sin duda ellos de todo se enteraban.
—Es pesada, no es muy cómoda aparte que haré con una de esas.
—Matar animales.—responde él sarcásticamente.
—En serio.
—¡No! Es hora de que te vayas a la sala de entrenamiento.
Lo sabía mi estricto control de tiempo lo dictaba así, todo lo tenían perfectamente controlado.
Odiaba eso.
Me mantenían todo el tiempo ocupada.
***
Llego a la sala en donde Damián ya la esperaba vestía ropa deportiva al igual que yo, tenía unos pantalones deportivos negro con franjas rojas junto a una camiseta de color negra.
Algo singular.
—¿Listo para golpear mi bello rostro?.—le preguntó haciendo pucheros.
El solo niega, parecía no estar de buen humor.
—Cállate, mejor ven y dame tu mejor golpe niña.—le reta volviéndole a llamar así.
No me gustaba.
—Eso me agrada más.—me acerco a él, tratando de darle un golpe en su cara pero el rápidamente lo esquiva. Teniendo buenos reflejos. Sonriendo con superioridad.
—Deberías de ser más rápida.—sisea el comenzando con sus reproches.—así no estarás muerta.
El da vueltas hacia mi como si quisiera provocar mi ira.
Le doy un golpe en su abdomen haciéndolo tambalear hacia un lado, sacándole el aire, solo esa vez ya las demás la mayor parte del tiempo era yo quien estaba tirada.
¿Cómo puede hacer todo eso?
Se más ágil. Lo trataba pero su fuerza era mayor a la mía eso ni que dudarlo, Cuida tus movimientos. Si que lo hacía pero el lograba que me equivocara o trastabillaba a los lados.
Debes de tener la guardia alta.
Nunca te distraigas en una pelea.
Te dije que no te distrajeras.
Con todo lo que me decía y me reprochaba me hacía perder la poca energía y paciencia.
—Eres horrible en esto.
—Ay en serio, por lo menos no lo soy en...—le doy una mirada de soslayo.—Me voy.—no quería estar más ahí. Tenía calor y hambre, para mi suerte aún faltaba para la cena, así que tendría que aguantarme hasta más tarde. Me levanto dispuesta a irme pero el me detiene.
—Alessia, esfuérzate más.—después de eso último, me deja ir.
Me regalarías un bonito comentario y voto 🥀
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro