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🥀Capitulo 3🥀

Una hermosa rosa roja
¿le crecen espinas para protegerse? O ¿para dañar?
—V

Vivamos en la fantasía que queremos vivir, desde muy pequeña lo tuvo que aprender, no era de la mejor manera que se pudiera hacer pero en su mente es lo mejor.
Los Románov es y serán una familia que nunca entenderá, eran extrañas personas que idealizan el poder la belleza y sobre todo la lealtad, siempre están cuando más les necesites y ella suponía que a su manera siempre lo estarían, ellos nunca le dejarían.

Una niña perturbada en sus manos.

Aún seguía parada en el mismo lugar su padre beso su frente sin borrar esa sonrisa escalofriante de su rostro, él realmente estaba feliz por lo que había hecho.

Si, si lo estaba.

Y le odiaba, se odiaba tanto por eso.

—Mi printsessa no llores.—sisea el a modo de cariño pero eso a ella no le reconfortó en nada, se sentía sucia.—Esa escoria no merecía vivir.—responde como respuesta a lo que había hecho.

—Pero el era una persona.—replica, estaba temblando con sólo ver la sangre se quería vomitar ahí mismo.

Sentía sus pies débiles.

—Alessia, esa persona no merecía seguir viviendo, este era su destino, al igual que tu destino era eliminarlo.—su respuesta fríamente le detuvo a decir lo que pensaba.

—Perdona padre pero no lo creo.—no pude retener las palabras.

En eso él le quería golpear como lo había hecho con su hermana anteriormente, pero en ese momento llega alguien interrumpiendo por la puesta ve a un chico vestido muy elegante a la habitación, justo a tiempo.

Deja de temblar por un instante.

—Ya está todo listo Señor Románov.—sisea el no sin antes darle una mirada rápida al desconocido, tirado en el suelo.

—Damián, cuida de mi hija, iré a buscar a las otras.—ordena

—Si señor.—contesta, antes de que su padre salga del lugar, es cuando por fin puede respirar correctamente, aún estaba asimilando todo lo sucedido, el terror le estaba invadiendo.

Estaban mareada, temblores en sus manos aún manchadas, casi caía al piso de no ser por su ayuda, en cuanto me recompongo le suelto aun estando en estado de shock. Trato de no prestar más atención al cuerpo que se encontraba a su lado, algo imposible.

—Sígueme, que esto apenas está comenzando.—emite el con una voz encantadora antes de salir y comenzar a caminar a través de esos pasillos.

Era un chico cinco años o más mayor que ella muy alto fornido para su edad, su cabello es negro y tenía el rostro tan pálido, pero el no lucia sorprendido a lo que sucedía aquí.

¿Quien era el?

—¿Qué más sigue?—pregunto en un pequeño murmullo que él y apenas escucha.

—Ya lo verás, pero antes debes de limpiar tu rostro.

Ahora es cuando cae en cuenta de que tenía salpicada su cara con sangre.
Su vestido de igual manera lo estaba, pero al ser de color rojo este lo disimulaba.

—¿Por qué no me lo dices y ya?.—pregunta, mientras él se acerca y trata de limpiarle con un pañuelo que traía.

—Alessia te daré un consejo.—sisea el deteniéndose abruptamente hasta estar a su altura.

Tenía el rostro serio.

—No necesito de tus consejos.

Él me ignora.

—Haz todo lo necesario para sobrevivir a código de sangre, porque lo que viene te cambiará para siempre. Apenas eres una niña pero eso no será por mucho tiempo, es mejor estar preparada para todo.—su voz mecánica me produce un mal presagio.—Se todo lo inteligente y astuta que puedas y estarás a salvo.

—Mi familia no es lo que creí.—siseo en un murmullo asqueada.

—Y no lo es, por eso mismo haz todo lo que te pidan, tienes la ventaja de ser la favorita de tu padre.

—El no quiere a nadie más que a el mismo.—contestas bajo dudando.

Y ella tenía razón. Ese ser despiadado solo quería a una, pero esa no era ella. Agnes era la única persona que le podía poner un alto. Ella era la mujer de su vida, a pesar de todo veía el amor, un amor extrañamente hermoso entre sus padres.

***

Ya en la entrada del gran salón había una puerta más que daba directamente hacia el jardín, el cual era muy grande incluso como el de su hogar.
Al observar a las personas ve a algunos de los chicos que estudian en el internado ahí se encontraban muy cómodos y felices en este habiente tan tétrico para ella.
Una de sus maestras de ballet por ejemplo estaba danzando un baile muy extraño pero ella se encontraba encerrada en una celda en medio de la multitud que la observaba complacidos.
No quiso verla más, en eso Damián le hace una seña para que le siga por un momento se queda parada observando a todas las personas, antes de salir del lugar, el viento sopla en su cara, haciendo que le de frío por un instante, la noche estaba gélida y ella no traía ninguna capa o abrigo que le protegiera, sólo tuvo que aguantarse.

En las escaleras había rastro de sangre, ahí es cuando ve que no era la única con un poco de sangre en su vestido, a lo lejos ve a su hermana Alisson junto a un escolta de su padre al igual que ella también estaba siendo vigilada.

¿Porque nos vigilan?

Alisse también estaba junto con ella pero está no lucia afectada, realmente a ella no parecía importarle nada. En eso siente una mano posarse en su hombro izquierdo, asustada se quiso alejar pero sólo era su madre, ya su rostro no lucia tan perfecto como siempre, ella estaba llorando, se le notaba en el maquillaje corrido, que sutilmente quiere ocultar.

Su padre empieza a hablar.

—Querida familia, Código de sangre agradece su presencia, ante esta iniciación, les digo orgullosamente que mis hijas ya son parte de nosotros.

En eso aplauden, sonriendo eufóricamente, su madre se le queda observando mal ella en silencio no decía nada.

—Alisse, Alisson y mi querida Alessia, Poydem v labirint.—vamos al laberinto.

Damian mueve la mano en un pequeño movimiento, para que camine, por lo que se veía el no vendría con ella, así que sin más comienza a caminar junto a sus hermanas.

Si había un laberinto en esa casa no queria imaginar que escondería dentro de él.

El camino duro apenas unos minutos, hasta que llegaron al lo que se suponía era una fuente de agua, pero esta no contenía agua precisamente, eso que estaba ahí era sangre, horrorizada da un paso hacia atrás, en el piso había rosas blancas, estaba lleno de ellas, Analisse se acerca a la fuente metiendo la mano y de ella manchándose.

Pero ¿Que querían lograr? Estaban locos. Quería huir, pero ¿a donde? No hay lugar del que pueda escapar. No hay lugar seguro al cual ocultarse.

Ella ya no soporta ver eso y se vomita ahí mismo, todo el sitio le daba vueltas, se sentía muy mal eso... Era lo que creía que era, no quiso saberlo.

—¿Las rosas rojas alguien sabe cómo se crearon?—pregunta nuestro padre seriamente sin importarle cómo se encontraba ella.

Su madre le ofrece un dulce pero ni siquiera con eso se le quitaría el olor nauseabundo de su boca.

—Se crearon por la naturaleza, a quien le importa realmente.—le contesta Alisse sin pensar bien la pregunta ya que su padre cambia radicalmente su rostro a uno de molestia.

—Una maldición las hizo cambiar, el blanco es pureza esparcida entre la perdición, el destino, el tiempo ha sido cruel con ellas.—sisea su padre observándolas a cada una de ellas.

Alisson su hermana se encontraba callada sin decir nada, ella siempre obedecía a todo lo que ese señor dijiera.

Nunca replicaba.
Nunca preguntaba.
Solo observaba y hacía lo que se tenía que hacer.

Ella no quería hacerlo, pero tampoco es como si tuviera alguna opción.

—Pero todos llegan al mismo lugar.—termina por decir su madre.

—Ahora lo que sigue es que esa sangre tiene que estar esparcida en todo este lugar.—ordena su padre y yo sólo pienso en que tenemos que hacer exactamente.

Alisse sin rechistar se mete en la sangre sin dejar de observarlo fijamente, se sumerge en la fuente por unos segundos y sale de ella sonriendo como una loca, estaba escurriendo sangre entre las rosas bailando mientras observa la luna creciente quien iluminaba todo el siniestro escenario ante mis amigos ojos.

Estás rápidamente se manchan de sangre, pintándolas de un carmesí obscuro, la maldición de los Románov eran ellas.

—Las rosas somos nosotras.—contesta Alessia pensando en todas las palabras que había dicho su padre anteriormente.

—Printsessa, has acertado, siempre tan brillante.—le hace la señal de que hiciera lo mismo en esa fuente del terror.

Ambas voltean a ver a su madre estas solo recibe una mirada penetrante que sabia muy bien lo que quiere decir, así que sin mas levantan sus pies sin quitarse los zapatos y se hunden en la viscosidad, salen rápidamente tosiendo fuertemente, el olor se había metido en sus fosas nasales, provocando que saliera de ahí lo más pronto posible, alejándose lo más pueda de esa fuente roja.

Nadie se lo impidió, había cumplido lo que querían, no sabía muy bien el camino pero eso no importaba, lo que importaba era no estar cerca de ellos.

Cuando se alejó lo suficiente comenzó a llorar, se tumbó al suelo y su cuerpo comenzó a temblar, todo de ella lo hacía.

—Te lo advertí.—escucha el murmullo de Damián sin ningún tipo de emoción en su rostro.

Estaba de pie entre las sombras observándome.

—Podrías irte, no quiero a nadie conmigo.—solo quería desaparecer, por un instante quería dejar de pensar.

—Lo siento.—replica.—Ahora yo te cuidare.

Lo ignoro y sigue llorando sin importarle cuán ridícula se podría ver y más llena de sangre y mal olor nauseabundo.

De sólo recordar le provocaban más náuseas.

—No te servirá de nada llorar, realmente nada te servirá desde ahora.—suelta el fríamente.

—Te dije que te fueras.

—No lo haré y ya es hora de que nos vayamos.—le toma el brazo con suficiente fuerza para levantarla de un jalón.

—¿A donde?—pregunto con desconfianza.

—Nos vamos a casa, aquí ha terminado por ahora.

—¿Por ahora? ¿Aun hay mas?

—Deja de hacer tantas preguntas y mejor avanza.

Camina en silencio, hasta salir de ese laberinto, para ese momento ya no había personas, ya era muy de noche en la entrada estaba una persona quien le hace entrega de una bata larga de color negra, la tomo de mala gana y se dirigió a la salida de esa casa, ve a lo lejos como sus padres se despiden de los abuelos.
Sin pensarlo mucho se quita el horrendo vestido con la mirada intimidante de los hombres presentes, debajo de el tenía un camisón así que no le importó poco dejarlo en la entrada de esa casa. Solo quería quitarse esas ropas.
Se sujeta bien la bata a su pequeño cuerpo y sube al auto.

***

Esa día se encontraba en las clases de arte, su maestra estaba muy feliz ese día y nos había pedido que dibujásemos lo que nos hacía feliz por ejemplo ella adoraba a los conejos así que eso fue lo que hizo, su bosquejo era muy realista y con muchos colores.

Su hermana y ella no tenían las mismas clases, según su padre cada una por su parte tenía que progresar, sin la ayuda mutua.
Desde ese día ya nada fue igual ahora todo había cambiado, a las tres les habían dicho que tendrían un entrenamiento difícil, el cual ya había empezado hacía cinco meses atrás, desde ese día cuando vio morir a una persona.

Tenía ballet los lunes y viernes después de las clases, ejercicio de defensa personal todos los días, excepto los domingos.

Los domingos solo era en familia.

No se les dejaban tareas, todo lo hacían en cada clase, si acaso sólo se la pasaban releyendo lo aprendido. Eso estaba bien por qué de todas formas no podrían con todas las actividades extras, su padre era un controlador que quería que ellas estuvieran lo suficientemente ocupadas y aprendiendo mientras ellos hacían sus negocios.

En eso timbra la campana sacándola de sus pensamientos, esa había sido la última clase de ese día.

—Bien, se pueden retirar los que han terminado.—comenta la maestra pasando por las sillas revisando los dibujos de todos.

Hasta que llega al suyo.

—Alessia ¿ya terminaste?—pregunta analizando el dibujo.

—Si, es un conejo negro con ojos grandes.—responde con una sonrisa, quisiera tener alguno. Pero eso no pasaría.

—Al igual que sus orejas.—sigue hablando.

—Antes quería uno, pero no creo que pueda tenerlo.—admite en voz alta

Su maestra se le queda observando sin saber qué más contestarle pues sabía muy bien el por qué de su respuesta.

—Puedes salir.—sisea con una media sonrisa, la cual era una mentira.

Ella sabía muy bien lo que Código de sangre era, ahí todos lo sabían pero se escondían en perfectas sonrisas, tras de los muros sin saber la maldad  pura se escondía en este lugar.
Ahí todos eran unos asesinos, de la mafia más importante y gran imperio de Rusia.
Ellos reclutaba a jóvenes hasta niños, para convertirlos en armar mortales, para su conveniencia la mayoría eran miembros de su propia familia. Porque eso era lo más seguro, la lealtad no se puede comprar, pero el compromiso con lazos es deber y eso lo manipulaban a su antojo.

Levantó su dibujo y lo guardo en su libreta junto a los demás libros, dejando a un lado esos pensamientos que le provocaban escalofríos.

Ya en la salida todos estaban en el comedor, sólo su familia pasábamos a otro aparte del instituto , en donde sólo estaba mi padre y sus otras hermanas, ese día su madre y el tío Rou habían salido a la ciudad desde muy temprano.
Se dirige hacia el comedor cuando ve a una chica a lo lejos, esta era una rubia con unos ojos azules, parecía tener su misma edad, la rubia solo se limitaba a observar, nunca la había visto en este lugar antes.

Mucho menos a alguien tan rubio como lo era ella.

—Hola Alessia ¿ese es tu nombre?—le pregunta una chica algo mayor, traía puesto uno de los uniformes del área administrativa del lugar, seguro era una asistente.

—Si ese es mi nombre.—responde sonriéndole, ignorando la penetrante mirada de aquella niña.

—De acuerdo, esto es para ti.—entrega una caja con un listón rojo y negro traía varias más en su mano.

Seguro que vio su mirada de desconcierto que enseguida agregó:

—Regaló de tu padre, me ha dicho que te lo entregará y te lo pusieras.

—Está bien, gracias.

La chica sale apurada subiendo las escaleras.

Cuando se fue decide tomar la pequeña caja para abrirla sin esperar más, dentro de esta encontró un hermoso brazalete de oro el cual era tan delicado tenía unos pétalos de rosas, con pequeños rubíes incrustados.

Ese era lo más hermoso que había visto.

—Veo que te ha gustado.—sisea Damián tomándola por sorpresa, como si fuera una sombra detrás de ella.

Apareciendo de la nada.

—Así es y mucho a que es muy lindo.

—No ya byl by ostorozhen s etim.-pero tendría cuidado con eso.

A pesar de no saber demasiado del idioma sabía lo que quería decir.

—No creo que esto me pueda hacerme algún daño. No es peligrosa.

—Que inocente eres, pero en fin Printsessa ya te están esperando para comer.—se burla del apodo.

—No tengo ganas de ir.—hago puchero.

El solo se limita a sonreír por primera vez genuinamente.

***

—¿Como estuvieron sus clases?

—Bien.—contestan al mismo tiempo su hermana y ella.

—Mal.—fue la respuesta de Alisse.—Esos profesores son unos idioty-idiotas.

—No hables así en mi presencia.—le grita con voz enfadosa.—Nadie debe de faltarle al respeto a los miembros de esta familia.

—Ellos no son nuestra familia.—contesta ella sin pensarlo, Damián al fondo de la estancia niega con la mirada.

—Veo que siguen sin aprender aún, tendré que ser más duro con ustedes mis niñas. A ver si así cambian de parecer.





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