Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 5



—Mi bienvenida es algo repentina. No estoy aquí para estrechar la mano con aquellos que me sujetan de la muñeca, pensando solamente en perjudicar donde mi deber es brindar apoyo. —Su boca hizo una ligera mueca, y sus ojos no tenían más que apartarse de Gunner —Se despedirá a Ramón con su debido respeto. Es todo lo que tengo que decir, no espero una bienvenida célebre, solo su colaboración en el trabajo. Que tengan buen día.

Y así, con una ligero inclinación de su cabeza salió de la sala, dejando en ella un enorme vacío.

Suspiré con alivio, y una sonrisa nerviosa cruzó mi rostro. Toquetee el brazo de Alaska a mi lado, dije:

—Además de habernos robado el espíritu, dejó el olor de su perfume. Aun huelo el infierno aquí. —Pero mi sonrisa se desvaneció al voltear a ver a Gunner. Abrí mis ojos, saltándome el corazón —Izquierda equivocada —Reí nerviosa —Es que soy disléxica.

Su entrecejo se frunció. Y después de unos segundos me di cuenta de lo que había dicho.

Quería llorar.

—Perdón.

Di un paso atrás cuando el brazo de Alaska se enredó en el mío. Y llevándome fuera dejamos a Gunner atrás.

Esto solo le puede pasar a Candy. ¡Candy!

—Alguien tenía que salvarte de tremenda pena.

Asentí, caminando junto a ella fuera de la sala —Admito que me estaba humillando sola. 

Me estrujé la cara con frustración.

—Este día iba bonito hasta ahora — Solté.

—Sí, ni siquiera nos explicaron mucho. Soltó todo así de la nada. ¿Cómo que robo? —Preguntó— ¿Pero, que era lo que robaron? Sé que tendrán su política, eso no evita que me dé curiosidad —Soltó un leve gruñido.

— ¿Ah? —Me devolvió una mirada, rara — Ah, sí. También eso.

— ¿Eh, Candy? —Me llamó — ¿Hay algo peor que una acusación flotante de robo? Porque me gustaría saber.

Solté una risa nerviosa. Palmee su brazo, tratando de calmar su curiosidad, o un intento de calmar mi ansiedad.

—No creo.

Ella murmuró en voz baja, deteniéndome a un lado del pasillo —Yo sí creo. Dime, Candy.

— ¿Puede ser después?

Sus ojos mostraron duda, pero asintió con comprensión — Está bien. Igual no hay tiempo. Ya entramos a horario laboral.

Le sonreí, agradecida.

Alaska era muy curiosa, pero en lo poco que sabía, ser invasiva no era parte de ella, respetando la privacidad. Trataba de comprender por encima de lo que creyera, y me agradaba que no me empujara a nada.

Caminamos a cambiarnos manteniendo una conversación neutral, pero incluso antes de entrar al vestuario, alguien llamó mi atención.

—Señorita, Candidiana.

Mirando sobre mi hombro, me encontré los ojos azules de Levián.

— ¿Levián?

—Buenas noches, Señor James. —Saludó, Alaska al notar la presencia sorpresa de Levián.

Tarde me di de cuenta de mi error en tutearlo, y no perdí de vista su identificador dorado que contenía su apellido en elegantes letras encima de su uniforme. Pero contando que lo conocí en un parque, que mi perro mordió su lado trasero, y le robó un par de medias, en definitiva el tuteo no era parte en mi cabeza. Sin embargo, eso podría haberse usado antes de descubrir que es el nuevo chef jefe, y que de alguna forma es mi jefe de manera indirecta.

Además, estaba asegurándome de no haberme vuelto loca cuando el identificador parpadeaba su brillo contra las luces recordándome una y otra vez que quien golpee no era alguien común y corriente en mi nuevo trabajo.

Era mi jefe.

Mi. Jefe.

Jefe.

— ¿Su compañera está bien?

Alaska chasqueo la lengua, dejando notar una mueca de lado.

—Sí, solo denle un momento a que se desconecte de su burbuja. Hace eso cuando está pensando, ya me acostumbré, Señor.

— ¿Eh? —Murmuré.

—Mire, ya volvió. —Me palmeó el hombro —. Es normal que haga eso alguna vez. Pero díganos ¿Qué necesita, Señor James?

Levián ni se inmutó, sin reflejo alguno de una mínima expresión. Solo nos veía, esperando algo.

—Buenas noches, Señor...eh, James. —A duras penas pude decir algo, me sentía avergonzada mientras mi cuello comenzaba a picar en calor.

Y comezón.

—Señorita, Candidiana, quisiera que ma acompañase, por favor.

— ¿Yo?

—Si no es molestia.

—En definitiva no, pero mi horario indica...

—Entenderé su motivo de retraso, soy yo quien se lo está pidiendo.

— ¿Y el Gerente?

—Creo que entenderá si soy yo soy quien le pide un momento de su tiempo, Señorita, Candidiana.

—Bueno...

Miré a Alaska, quien sonrió entre Levián y yo, limitándose a despedirse. Cuando la vi marcharse juro que mi espíritu se iba con ella.

—Acompáñeme.

Asentí y lo seguí a la oficina del gerente. Tomé asiento cuando me lo indico, mientras en señor Levián revisaba lagunas gavetas del escritorio.

La picazón se volvió más intensa y difícil de mantener, y con un suave toque, mis manos tocaron mi cuello tratando de que se disipara.

—¿Esta nerviosa, Señorita, Candidiana? —Su voz, ahora, era un tono más suave que el que utilizó en el pasillo.

Me tomó por sorpresa, y no pude mantener alguna expresión sin que se notará ella.

—Estoy bien, estoy bien. —le respondí, en un intento para que no me preguntara más cosas que me pusieran nerviosa.

Levián volvió a sus asuntos manteniéndome espectante de su búsqueda, tomando asiento detrás de escritorio. Pasaba página tras página mientras lo veía sumergirse en lo que sea que estaba buscando, su mente totalmente concentrada, en tanto leía levemente los documentos que ocupaba.

Continuaban los minutos en un ansioso silencio que solo las páginas tras paginas que pasaba, se oían en la habitación. Levián solo estaba siendo una presencia, mientras que mi cuerpo no estaba tranquilo ahí, y mi picazón comenzaba a empeorar con los segundos.

—Disculpe, Señor James.—Al final me armé de valor para preguntar— ¿Para que me quería exactamente? Me mantiene aquí, mientras lee documentos y no me dice por lo que realmente fue a buscarme.

Sus ojos que se habían mantenido todo este tiempo observando los papeles en sus manos, se alzaron chocando con los míos. Se sentía como una latigazo inesperado, algo que fue doloroso y me hizo cuestionar si lo que dije fue una buena idea.

—Si, tiene razón. — Dejó los los papeles a un lado, y acomodándose en la silla hacia atrás, me preguntó sin remedio:

—¿Sabe algo usted, Señorita Candidiana del robo a este restaurante?

—¿Qué?

—¿Sabe usted algo del robo al restaurante? —Volvio a repetir, con un tono más fuerte, dejándome en shock —Responda con sinceridad.

—¿Qué? No, no se nada.

—¿Segura?

—¿Porque no debería de estar segura?

—Esta nerviosa.

—No estoy nerviosa —Negué con la cabeza.

—Desde que hablé del robo a estado demostrando signos nerviosos. — Explicó, tomando una postura sería a esta situación—Esta inquieta, su pierna se mueve involuntarimente, sus ojos tropiezan al mirar en cortos períodos de tiempo con cosas para evitar mi mirada. Y sin mencionar que su picazón en el cuello se está volviendo más grande. ¿Esta nerviosa por eso, Señorita Candidiana?

—No, no es por eso.

—¿Porque es, entonces? Expliquese —Me alentó, dejando los codos sobre la mesa, mientras estrujaba sus manos con interés.

—¿Acaso, estaba estudiando el comportamiento de todos en la reunión, o solo el mío?

—No evite mi pregunta con otra pregunta, responda.

—Si, si estoy nerviosa.

—¿Porqué?

—Pues por usted. Obviamente por usted.

Sus frente se frunció, pero no me dejó de interrogar por ello.

—Digame sus razones para estar nerviosa con mi presencia.

—Es abrumador tenerlo cerca. —Me sinceré inhalando aire para mis pulmones, bruscamente. —Tengo derecho a sentirme inquieta cuando mi jefe es aquel hombre en el parque que mi perro mordió su lado trasero. Y que además, me acusa de mala cuidadora. En si, no sé que esperar de usted, tampoco sé que clase de persona es. No me puede culpar por ello.

Guardó silencio. Me observaba sin rayos de vida en sus ojos, que asustaban la forma en que estaba tomando la situación.

Demasiado quieto para mi gusto.

Tragué ondo.

—¿Hace cuánto trabaja aquí?

No pude evitar que la pregunta se me hiciera rara, pero era mi deber contestarla.

—Hace un poco mas dos semanas.

Murmuró algo entre dientes, asintiendo. Su cuerpo volvió a enderezarse. Se levantó lentamente, solo para abrirme la puerta, una clara señal de que ya me despedía de este encuentro.

Me mordí la lengua para no decir alguna maldición que saliera despavorida de mi boca.

—¿Eso era todo? —Aunque no podía maldecir, las preguntas sarcásticas no fueron fáciles de detener —Solo me convocó para acusarme de robo, y claramente decirme que sospecha de mí.

—Señorita ¿Que más esperaba?

—Creo que de usted, sospechaba que no debía esperar nada.

—¿En que categoría debería estar al decirme estás cosas, Candidiana? —En un abrir y cerrar de ojos, el ambiente se volvió pesado. La respiración pareció convertirse en algo de absoluta necesidad con la pronunciación de cada palabra que soltaba este hombre —¿Es usted muy valiente, o muy impulsiva para acusarme con mis acciones?  No creo que quiera una respuesta.

La picazón volvió de repente con más fuerza, y en el peor momento. Me arrepentí por un momento de haber llegado a esta situación, pero era imposible durar mucho con el temor hacia el Señor James. No cuando lo habías visto en un momento vergonzoso que continuaba llegando a mi cabeza.

Al menos me aliviaba, pero no creía que el Señor James le gustará que pensara eso mientras me estaba preguntando algo serio.

Me mordí con fuerza mi mejilla interna, cuando la imagen de él, tirado en el suelo con un Beagle mordiéndole, fue difícil de no recordar.

No duró mucho el hecho de tratar que el Señor James no se diera cuenta que estaba manteniendo a raya una sonrisa. El ambiente pesado ya no parecía rodearme a mí, sino, solo a la expresión del Señor James.

—¿Que hace?

—Creo...que si no hay nada mas, debería retirarme. Con permiso, Señor James.

Me dejó ir ¿Que más podía hacer?

Regresé a la cocina a trabajar. No pude evitar las miradas de algunos compañeros. También los comprendía un poco.

Recién llegada de un nuevo Jefe, y ya me llamaba para hablar conmigo. Eso se me haría raro hasta a mí.

Lo único que esperaba de esto es que no se convirtiera en un drama más. Y que mi vida continuará como venía desde que nací, aburrida.

***

—Auch — Exclamé en dolor cuando el aceite recibió con violencia una gota de agua que había caído al tratar de escurrir las manos —Mierda. Como odio esto.

—Candy ¿Estás bien, chica? ¿Que pasó? —Alaska preguntó por el altavoz del teléfono.

Estábamos teniendo una charla mientras cocinaba mi cena. Por así decirlo era una noche aburrida y cuando me animé a llamarla fue lo mejor. Y tal vez la llamaba para alguna que otra duda en la cocina. Alaska tenía experiencia pero no era experta cocinera, no necesariamente tendría que tener de ello en cuanto trabajas en una cocina. Un buen ejemplo; yo.

Pero tenía uno que otro truco y, además, era ya parte de mi vida como mi amiga. Quería aprender a cocinar otras cosas, experimentar, aún si me quemaba la mano con aceite en el proceso. La tenía a ella.

—Es la cuarta vez que me quemo este dia.

Alaska soltó un suspiro por el altavoz, lo suficientemente fuerte para escucharlo en tanto se tornaba lentamente en una risa divertida.

—Dios, si que eres un desastre.

—Necesito ayuda —. Solté con lamento —No sólo me quemo, sino que quemo. El arroz parece simple y sin sabor, las papas en el agua se queman ¿Imaginas eso? ¡Se queman!

Alaska se carcajeo con más energía.

—Ahora veo quien hacia las comidas en tu hogar.

—No es que no lo hiciera nunca, solo que no de manera tan frecuente y con una casa sobre los hombros. No sólo estoy cocinando, sino atendiendo a Artur, barriendo, lavando la ropa y tratando de que todo esté en orden. No todo a la misma vez pero me distraigo fácilmente, y... además, no se cocinar otra cosa que no sea pasta, arroz y pollo. Y tal vez carne.

Apagué las hornillas, y me recargué de cadera con el mesón, rendida.

—No puedo, soy terrible.

—Que positiva eres.

—Es la realidad —me encogí de hombros.

—Entonces, tengo algo en mente escuchando tus lamentos —el entusiasmo en su voz era notable. Me asustaba —Prueba con curso de cocina.

Hice una mueca.

—Sí, ya vi esa opción. No funcionará. 

— ¿Porque?

—No puedo sin una ayuda presente. No podré con cursos online.

— ¿Has cursado alguno? —Preguntó

—Eh ¿No...? —respondí con duda. —Pero yo sé que no funcionara.

Un silencio nos envolvió, perduró por un tiempo hasta que Alaska volvió a hablar.

—Enciende la opción de la videollamada, Candy —La tranquilidad en su voz me hizo obedecerla sin rechistar.

En el segundo que su rostro apareció en la pantalla de mi teléfono, me asustó

—Niña, será mejor que no juegues conmigo. Te envié un link de una página, revisaremos las opciones y te inscribirás. Te pagaré el curso si quieres, pero de ahí no vas a salir hasta que terminemos.

—Pero...—me cortó antes de poder continuar hablando.

—Y mejor ve buscándote un vino.

—No tengo vino.

—Entonces agua, "Dulce" —Trató de pronunciar mi abreviado en español, lo que me produjo ternura por su toque americano.

Sin evitarlo, sonreí. Trataba que no se notara pero era inevitable.

***

Unas horas después estamos muy inmersas entre muchos cursos, presentaciones y fotos, muchas fotos de chefs.

—¿Sabes? Este no está mal — Comentó, Alaska. En su voz se notaba un indicio torpe provocado por un poco de borrachera, aunque seguia estando conciente después de más de un par de copas de vino que eventualmente fueron reemplazadas por jugo de naranja antes de emborrachanos, por nuestro bien. Pero creo que fue demasiado tarde para Alaska —. Míralo, no está mal el asiático. ¿Crees que me acepte un curso? De repente no es mal la idea de inscribirme en uno.

Me reí.

—Pero este no tiene muy buenas reseñas comparado con los demás —.Señalé, apartantando la vista de la pagina abierta en la laptop que estaba en el mesón. A través de la pantalla del teléfono se notaba la incredulidad de Alaska mientras tomaba asiento en la mesa del comedor para más comodidad.

—Pero si ve bien bonito. —Hizo un punchero  — ¿Como es posible eso?

A veces parecia una niña, se tomaba el papel a gusto cuando estaba con síntomas de borrachera, al parecer.

—Alaska, es mejor descansar, creo que ya está comenzando afectarte el vin...—.me interrumpió, no era la primera vez. Cuando estaba borracha era terca.

—¡Mira, mira! —. Exclamó con estusiasmo. Sus ojos brillaron con una luz, y sonrió tentadoramente.

—¿Que pasá?

—¿Ese no es nuestro compañero de trabajo?

—¿De quién hablas, Alaska? —. Pregunté, curiosa.

¿Tal vez era alguien que le atraía como los demás chefs? A juzgar por sus expresiones, o ¿solo ya estaba afectandole el vino demasiado?

—Ah...¿Creo que es...? —Cerró los ojos, en busca de un recuerdo. Su cara de distorsionó con fuerza, hasta que cambió abruptamente por una risa escandalosa —Ah, claro. Creo que ya recuerdo. Era Gumier.

—¿Gumier? —Ella asintió, perezosa —No querrás decir ¿Gunner? Tal vez.

Chasqueó los dedos acercándose a la cámara de su teléfono, dejando notar sus pupilas.

—Que inteligente eres. Si, ese mismo, Dulce. Esta aquí, está muy muy guapote. Míralo, míralo.

¿Gunner ofrecía servicios de cursos online? ¿Que tan inesperado era eso para mí? Una persona que no conocía en lo absoluto.

Gunner trabajaba de camarero, parecía un principiante que buscaba abrirse paso en el mundo de la cocina desde ¿Abajo? Considerando aquella conversación de la otra vez, no creo que quisiera estar tan abajo. Pero la cosa estaba en esto: ¿Si Gunner es solo un principiante, que hace en una página de cursos de cocina?

Para trabajar en la página pasaba un control de verificación y confirmación de identidad.

¿Que significaba?

Tendrías que tener un certificado, algo que te reconozco perfecto a candidato para ofrecer servicios de cocina, y más en cursos.

Entonces ¿Gunner no era solo un hombre caprichoso sin experiencia en la cocina como creí?

—¿Puedes enviarme el link, porfavor, Alaska?

—Claro, amiga. Ahora mismo te la envío, amen —Asintió repetidamente, tanto que me dió miedo que se descalambrara el cuello — Pero te advierto, está muy bueno en su foto de presentación. Solo mira esa carita amargada.

Rodé los ojos, como apto voluntario.

—Después de que me envíes ese link, debes ir a dormir.

Alaska gruñó, como berrinche.

La tranquilicé con una sonrisa, aunque sabía que seguro no me haría caso.

Iba a terminar en una parte de su casa,nseguramente encima de la lavadora, abrazada con un detergente.

Pero, recordando lo de Gunner.

En mi mente me mataba la curiosidad.

Quiero saber, entender.

¿Si debía interesarme? En lo absoluto. Tal vez ignorar esto era mejor, pero ese hombre, me daba una sensación...

Justo en ese momento alguien tocó la puerta del apartamento.

Fruncí mi ceño.

Era muy tarde en la noche, tal vez las 10 y algo.

—Alguien está tocando la puerta —dije, mirando sobre mi hombro.

—Entonces ve a atenderle. — contestó, Alaska como lo único obvio.

—Entonces me tendré que despedir.

Alaska sacudió la mano repetidamente, invitándole a dejarla atrás.

—Ve, ve. No hay problema de cualquier forma, tengo toda la noche para mí.

—Eres tan dulce.

Ella negó.

—No, no, no. Tu eres "Dulce" —. Se señaló —Yo no soy dulce. No, claro que no.

—Porfavor, no hagas ninguna locura. Ve a dormir. No salgas de tu casa. —Le aconsejé, y me despedí.

Yendo hacia la puerta me arreglé mi pobre peinado y me acerqué para mirar por la perilla.

Una vez más tocaron la puerta, está vez con más agresividad logrando hacerme retroceder antes de poder ver quién era. Era un golpe más fuerte que el anterior, uno con furia.

—Espere, no es necesario que toque así.

Me acerqué a la perilla de nuevo, encontrándome con el rostro de mi vecina. Las facciones desagradables adornaban su rostro. No me trajo una buena sensación, sin embargo para no ser maleducada, abrí.

—Buenas noches, vecina...

Incluso antes de completar una mínima muestra de buenos modales, un empujón fue mi respuesta apresurada. La puerta hizo presión contra mi pecho cuando mi vecina interrumpió a mí apartamento, empujando la puerta con fuerza, tomándome desprevenida.

Un ardor se apoderó de mi pecho, mientras en mi mente preguntaba:

¿Que le pasaba?

Desde ese momento comenzó a ocurrir el desastre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro