Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 4

***

—Debería saber que un perro no es algo de juego, señorita —Me escarnió el hombre, quien se encontraba sentado en una banca, con mi ayuda.

Así me regañaba mi mamá.

Arturo ya le había dejado de gruñir después de arrancarle...esa parte del pantalón.

Buen momento para que empiece a comportarse.

—Lo siento, no creía que fuera hacer eso. Arturo es un perro muy energético, pero no agresivo.

—¿A su parecer también piensa eso de usted, verdad? -Me interrumpió - he de decir -Me reservé una mueca cuando de reojo, observó a Arturo quien tenía a su antiguo bolsillo en su boca.

Por suerte Arturo solo había arrancando el bolsillo de hombre, aún seguía manteniendo su pantalón en su...lugar. No todo completamente, pero muy suertudo que no tenía una parte trasera al aire. Solo que ahora mi perro se estaba gozando un trozo de bolsillo ajeno.

Debería quitárselo de la boca. Espero que no pueda tragar tela y solo lo esté masticando de juguete.

Bueno, yo estaba llena de vergüenza también, por lo que le dije.

—Si me da su número, podemos contactarnos. Le depositaré algo como pago...

El hombre asintió mientras afirmaba, distraído, entonces vi sus ojos oscurecerse cuando me vió de manera que comenzó a ser muy intensa. No pude evitar preocuparme por mi misma y tragar hondo, presintiendo más problemas. Sus cejas rubias se fruncieron, y veía como poco a poco aparecía una mueca en su boca.

—El calcetín de mi sobrina —Musitó.

—¿Calceta? Señor...

Ambos no miramos y lo devolvimos al Beagle. Esto era una muy mala noticia. Pésima tanto para mí, el hombre que parecía que el calcetín parecía su herencia familiar, o tenía una esencia especial y para el Beagle.

Mal día para morder bolsillos.

Presintiendo que esto sería una catástrofe cuanto más pasara el tiempo. Me acerqué rápidamente a Arturo, lo sujeté del lomo manteniéndolo quieto. No quería que se escapara y ocasionara más problemas de los que tenía ahora con el hombre guapo, y del que estoy tratando de comprender su molestia. Tomé su hocico y busqué en su boca, sin embargo, no había nada.

Me volví al hombre. Aun no sabía su nombre, pero no creía que fuera el momento para preguntárselo.

—¿De qué color es el calcetín? —Indagué. Ambos no veíamos mutuamente. No sabía qué imagen tenia de mi misma, solo esperaba que no fuera de la "Loquita". Porque tenía material de sobra para esa, tampoco es que me esforzara por tenerla.

Simplemente; las situaciones.

El hombre sujetó sus pantalones logrando afincarse en una pierna junto a mí. Agarró mis manos apartándolas de Arturo y tomando a este de un brazo, lo cargó como si fuera pluma, en realidad tenía una gracia no muy musculosa. No fue sorpresa encontrar el calcetín, solo que esta estaba aplastada junto a otra, que parecía ser un par, por su estómago.

No fue difícil saber porque Artur lo había mordido, bueno, solo yo podía saber porque nadie conocía tan bien a Artur. No era un perro de caza, pero si le gustaba apropiarse de las cosas que el encontraba. Tal vez el había encontrado una, y había olido la otra, lo que lo había atraído y llevado a atacar al hombre rubio. Encontrando el olor similar de lo que era suyo.

Mi pregunta es: ¿Cuándo había encontrado el otro calcetín, era eso que mordía y pensé que era una rama?

Las agarré por él, y así hicimos un intercambio. Me devolvió a Arturo por lo que yo le dí el par de calcetines.

No podía mentir. Se veía feo, babeado, sucio y mordido, pero el hombre permanecía estoico. No sé si era masoquismo, pero esperaba muchos insultos de cualquier tipo, sin embargo solo me había dicho lo mal dueña que soy y mi poco control con Artur.

—Tío —Una pequeña niña se acercó al rubio. Su tímida mirada se desplazó de mí con rapidez al echarme un vistazo. —Quiero mis calcetines, por favor.

Me avergonzaba, Y seguro tenia un leve sonrojado. Mordí mi cachete derecho, incómodamente.

—Te compraré otros.

— ¿Y los míos, ya los conseguiste?

—No —El hombre tomó a la niña en sus brazos para cargarla. La niña se aferró a su cuello con fuerza y no tuve nada más para que se me arrugara mi corazón, que con cada latido me recriminaba haber comprado una correa de mala calidad.

Abracé a Arturo en mis brazos. Aun se mantenía inquieto, buscando sus tesoros arrebatados, apenas oía que gruñía en un volumen bajo no oliéndolos cerca. Vi la intención del señor de irse, así que lo detuve diciéndole que esperara un momento. Anoté mi número en un trozo de papel y un lápiz que siempre tenía encima, se lo entregué. Me ahorré la lástima que sentiría si viera el rostro de la niña y solo me fijé en que el señor entendiera que si me llamara por si quería cobrarme.

Irónico ¿Cierto? Quiero que me cobre, era preferible que sentirme tan mal por no pagar el precio de mi descuido.

—Llámeme si quiere que le pague —Le dije. Guardó el papel en uno de sus bolsillos delanteros y siguió acariciando a la niña en su pecho.

—Solo espero que no vuelva a salir con su perro nunca más. Por el bien propio, y el de mi aparato también.

Se lo iba asegurar hasta que oí completo lo que dijo.

—Ey —Me quejé -Entiendo su molestia, pero solo se me rompió el collar de Artur. No esperaba que eso pasara y le mordiera su...—Señalé, con mimicas exageradas a su...—parte trasera.

Levantó una ceja.

—Si mi sobrina hubiese visto como un perro me atacaba ¿No sería traumático?

—Mi mamá lo hubiera llamado "Aprende a no ser tan confiada al final" —Le respondí, esta última en español.

El hombre me miró con un signo de pregunta flotando en su cabeza.

Pasé mi mano por la cara, ásperamente, y le dí mi traducción.

—El miedo para mi mamá, era el mejor método para no correr peligro. Si tienes miedo, huyes de él. No tienes curiosidad, no intentas atraerlo y tampoco pasar la línea. El miedo alimenta la obediencia.

Él negó.

—El miedo solo limita las capacidades, la curiosidad es la clave para sobresalir. Viene tanto de buena manera como mala, pero siempre obtienen algo. Generar traumas a sabiendas solo hace que las personas se asfixien en sus miedos. Habrá un punto en el que dejaras de sentir que respiras y ya serás muerto en vida.

Asentí, lentamente —Tu punto es bueno, porque tiene razón. El que te mencioné está bien, pero bien mierda.

— ¿No era opinión? —Indagó.

—No, es el punto de vista de mi mamá. Siempre reflejaba su punto tan firme que pensaba que era el único cuerdo y sincero. Puntos sobre otros, siempre el que parecía correcto termina siendo lo contrario.

—O no en totalidad.

— ¿Ah?—Giré la cabeza a un lado, curiosa.

—Un cierto punto de control a que tenerle miedo es bueno, pero que no nos supere. Saber a qué tenerle es difícil en nuestra cabeza todo es una posible causa, pero no imposible. Para eso se utiliza el instinto; es nuestra premonición.

—¿Tío? Me quiero ir ya—Rogó la niña. El hombre asintió, y calmándola con una caricia en su cabeza, dijo para mí:—Nada es bueno en exceso...

Le curvee una pequeña sonrisa, asintiendo.

—Al final se verá que tan bueno fuiste a qué tenerle miedo, y a que creerle.

Y yo creo que viví casi toda mi vida aterrada.

Se dió la vuelta, estaba dispuesta a hacerlo también junto a él, lista para llevar a Artur y castigarnos juntos, hasta que vi su nalga, literalmente estaba viendo su nalga. ¿Ese hombre no usa calzoncillos? No me digas que le gusta estar con los huevos de pascua al aire.

Se movía de arriba hacia abajo en cada paso, como un grande y fuerte balón. Un balón de carne muy liberal de trasero.

Señor, Jesús...

Me das tus peores pruebas como si yo te hubiese colgado en la cruz.

—Se...señor, oiga —mi voz murió en cuanto no me escuchó. —¡Señor, su mandarina esta visible, señor!

 Oh, mierda. No me escucha.

Buen momento para ser sordo, sordo y nudista.

Él lo descubrirá por el mismo, seguro. O eso espero antes de que le pongan una orden de restricción por exhibicionista. 

Hice una mueca sin despegar esa mirada. Se nota el ejercicio, me dieron ganas de entrar al gimnasio.

***

—Alaska ¿que crees que quieran hablar en la reunión de hoy? —No pude evitar preguntar, tomando un sorbo de mi té helado.

Alaska y yo tomábamos algo en el café de la calle, era temprano y ambas habíamos recibido un mensaje general: Una pequeña reunión antes de comenzar el horario laboral. Después de la penosa escena en la mañana decidí brindarle atención a Arturo y jugar con él, lo que era un poco pobre ya que había tratado de entregárselo a mi vecina pero esta fingía dormir, o me ignoraba muy pobremente ya que la había oído murmurar cuando la llamé a la puerta. Tampoco es como si hubiera tenido más tiempo para llamar, porque cuando me rendí, fue cuando recibí la información, y luego Alaska y yo quedamos en pasar un momento entre nosotras antes de llegar la hora.

A Arturo le había dejado su tazón lleno de comida y agua, aunque no faltaba mi preocupación por dejarlo solo. Ya lo sentía como un hijo perruno, y algunas veces lo dejaba dormir en mi cama o cerca de mí, cosa que casualmente no era algo que me gustara con los demás.

—Pueden ser nuevos contratados —Lazó la duda.

Coloqué mi codo sobre la mesita de madera, y con mi palma abierta apoyé mi mentón. Observé mi té y pensando un poco concluí que no podría ser, era otra cosa, estaba segura.

—No creo. Ya todos los contratados empezamos a trabajar desde la semana pasada, cuando entramos nosotros. —Le expliqué mi punto —Y aunque Georgina sea un éxito, apenas tiene un año. Arlington tampoco es un lugar muy concurrido y, esto no es Los Ángeles. Aquí vemos gente normal. No creo que ganen muchísimo dinero como para pagar más de los trabajadores que tienen aquí. Que ya son una cantidad moderada.

—Nunca se sabe —Se encogió de hombros, mirando a sus alrededores —Pero dicen por ahí que el bar...

—¿El bar qué? Recibe la misma clientela del restaurante.

Bufó

—Ese no, Candy. El otro bar.

—¿Ese?

—Son rumores, pero mantienen una parte muy privada. Todos saben que existe, pero nadie de nosotros afirma haber entrado. Y nadie entró, nadie que no sean los que ellos quieren —Se echó atrás en su silla, cruzando los brazos y mirándome como si hubiera soltado un dato totalmente misterioso. Alcé una ceja pero entonces se rió —La verdad, no sé. Son rumores sobre que supuestamente gente importante va. En realidad no sabemos si de verdad el bar está dentro de Georgina. Pero, ¡Vamos! nunca nadie ha ido, no nosotros.

—Con esa premisa que dices, parece ser un lugar de lavado de dinero.

—O, un Burdel. Todo es posible —Me lanzó una sonrisa sugerente.

Me reí, negando.

Alaska tenía una personalidad muy diferente a lo que presentaba con su imagen. Mientras los demás destacaban un ángel de la delicadeza con su cabello rubio, piel de durazno y ojos esmeraldas, tenía palabras en doble sentido y chistes negros para momentos inesperados.

Era un sol de persona.

Aparté mi té a un lado, y me incliné sobre la mesita como un secreto entre las dos.

—Sabes que no es posible; hacer galletas que no sepan a cenizas.

—Por favor, no puede ser tan mala intentando cocinar —Dijo, incrédula.

—¿Quieres apostar?

Nos miramos con reto, sosteniendo una sonrisa. Era muy relajante hablar con Alaska. Me animó a encontrar el gusto en la cocina. Ahora estaba intentando aprender a hacer postres, podía con las recetas sustentables para un desayuno, almuerzo y cena común, algo monótono, y rápido. Lástima que nunca en mi vida había preparado un postre. Si trataba de hacerlo cuando era pequeña, bien sabido era que iba a hacer un posible desastre que mi mamá no le agradaría y que tampoco me dejaría hacer, nunca quise hacerla enojar si llegaba a desobedecerla asique no me animé.

—No arriesgo....

La alarma de mi teléfono interrumpió, avisando que era casi la hora para la reunión. Tomando nuestras cosas, nos marchamos juntas. Hablábamos de algunas teorías más de la reunión mientras nos vestíamos con el uniforme, manteniendo viva el misterio con ideas posibles e imposibles.

Y es que era divertido agregar más misterios de lo adecuado. Las ideas imposibles eran divertidas con ella, y las posibles destacables. Yo no era una persona que resaltara entre las amistades. No siempre, pero en su mayoría mis amistades eran más que un dúo, era un paquete completo en el que yo sentía sobrar, como el moño bonito, pero que era solo un adorno del regalo. No era destacable sino la contraparte, casi ignorada pero que tragaba sus opiniones y escuchaba las de los demás.

Esperamos en una pequeña sala, un área que ahora era una zona para reuniones pero que se transformaría en un almacén según Will. Saludamos algunos y nos integramos con otros. En el horario laboral se necesitaba un ambiente estricto, pero también un ambiente agradable con sus formas firmes y poco tímidas fuera de ella, en la cocina se requería carácter y pasión, cosa que en su mayoría eran así, con excepciones, claro. No pasó mucho cuando los encargados de esta reunión hicieran acto de presencia.

Ramón, el chef jefe de la cocina hizo acto de presencia con Albert, todos nos guardamos las palabras cuando pensamos que eran los únicos. Pero esta vez no venían solos...había una persona más.

Fue cuando reconocí la persona que presenció mi peor momento esta mañana.

El hombre sobresalió fácilmente de entre todos como diamante en pecera.

Me tragué mis palabras, aun si no soltaba ninguna. Y, los latidos en mi pecho comenzaron a tomar impulso. Estaba iniciando un desorden dentro de mi cuerpo que no quería que comenzara.

Una persona no tan desconocida en tanto vi sus facciones. Logrando que abriera los ojos por el shock, rápidamente miré al suelo para calmarme. Pero iba hacer difícil cuando comencé a sentir el ambiente más pesado y caluroso, diferente a cuando llegué.

¿Qué está pasando?

¿Qué hace aquí?

¡No me digas que...!

Sus afilados ojos cayeron sobre cada uno de los presentes mientras caminaba junto a Ramón y Albert. Su prenda era elegante y casual, no tan diferente cuando lo conocí en el parque.

¿Siquiera se podía ser elegante y casual al mismo tiempo?

El hombre mantenía el porte seguro, y totalmente diferente al que vi en el parque con su sobrina. Me arrastré hasta atrás para evitar que me viera.

Me coloqué detrás de Alaska, tomando sus hombros, esta me observó de pies a cabeza con total curiosidad.

Sí, yo también me miraría así.

Sobre su hombro, me susurró:

— ¿Qué ocurre? —Levantó una ceja, esperando mi respuesta.

Hice una mueca.

—No creo que quieras escuchar, mujer.

—Tal vez deberías enderezarte, te están viendo.

Me mordí el interior de cachete, y soltando un suspiro de aliento, me enderecé para tomar un lugar parada junto a Alaska, detrás del sofá. Esta línea me hacía sentir segura, y a la vez tonta por dentro.

En mi cabeza oía con su propio eco la voz de mi mamá pidiéndome que no fuera tan infantil.

Lo sé, madre. Pero...es que lamentablemente mi perro le mordió prácticamente el trasero a alguien por el olor de una media, ahora y posiblemente tenga conexiones con mis superiores.

Tengo derecho a preocuparme.

Primero tendría que asegurarme si es, o no lo suficientemente infantil, incluso más que yo, para tomar represalias contra mí a través de su lengua.

No tenía apariencia de tomar su tiempo en venganzas estúpidas, pero por la apariencia la gente piensa que todos son santos, y otros son diablos. No podía determinar aun si parecía un hombre de negocios, incluso esas personas dan miedo.

En cuanto me acomodaba empujé sin querer el brazo de una persona a mí alrededor, un pequeño rozamiento de brazos que bastó para que mi piel se erizara con una cosquilla al contacto con aquella persona. Me giré para disculparme, en cambio observé a Gunner junto a mi lado, parecía ignorar toda presencia cercana, ahí cruzado de brazos. Después de "aquel" día no hubo contacto, ni esfuerzo de ello.

No me exigió nada, pero tampoco quise agobiarlo, aunque aún quería disculparme con él de alguna forma no verbal, porque Gunner hacia transmitir su parecer todo el tiempo, con una fuerte aura de querer evitar hablar con las personas con quien trabajaba, a menos que fuera de manera laboral.

—Lo siento.

Me ignoró.

Si, tenía el presentimiento de que lo haría, pero me valía el intento...a pesar de ser un poco amenazante.

Ya hasta este punto ni me molestaba en torturarme.

—Buenas tardes a todos. —Todos respondieron al unisonó respondiendo un "Buenas tardes". Albert asintió y continuó: —Esta reunión aunque no se extenderá demasiado, para el bien de todos, será directa y con algunos temas de interés tanto para ustedes, como nosotros —. Alaska y yo nos miramos — Ramón bien ha sido el chef en jefe de la cocina desde que se abrió "Georgina" y tiene un gran trayecto desde mucho antes con los dueños, pero lamentablemente, Ramón ha decidido ceder su puesto con el objetivo de retirarse —Albert le colocó una mano en el hombro a Ramón, y este le sonrió hacia abajo con aprecio.

—Mi hora en la cocina ha llegado a su límite —Dió un paso enfrente, sus manos atrás mientras se despedía —Muchos me habrán conocido estos años atrás, y unos que otros me tomaron como un maestro a pesar de mi carácter. Pero si algo he demostrado; es mi pasión en cada platillo. Mi excelencia por lo mejor y esmero por la calidad. Pero aun así, siento que es la hora de dejar esto a la siguiente generación de chefs profesionales. Y no hay mejor ejemplo que el linaje de chefs de Levián. —Ramón tomó su delantal, y retirándoselo se acercó a Levián. En honor este se inclinó, algunos mechones de los sueltos en su medio moño en la cabeza cayeron sobre sus hombros, y dejó que este le colocara el delantal en el cuello. —Es un honor para mí que no seas una decepción como muchos otros antes de ti.

—Levián. —Susurré, mordiendo mi labio inferior para evitar que alguna cosa más saliera de mi boca.

¡Es el nuevo chef jefe!

¿Es mi jefe?

Levián levantó la mirada y le respondió en un susurro que solo se podía entender entre ellos dos. Fue inevitable no mirar sus labios moverse con calma en tanto el Señor Ramón fruncía el ceño con lo que sea que le respondía.

Tragué saliva. Levián se enderezó y logrando alterarme con tan simple acción, se ató el delantal mientras hablaba distraídamente.

—Tomaría mi parte en una presentación, pero ya conocen mi nombre. Dejando el ambiente triste y poco célebre, hay cosas que valen más en este momento —. Su mirada recayó en cada persona sin mínima excepción. No podía mentir que el color celeste en ellos me hacían las cosas más complicadas ahora, los sentía amenazantes igual que los de Gunner, solo que Levián mantenía una cautelosa y calculadora mirada, algo diferente a la del parque. No pasó ni medio segundo cuando notó mi presencia entre todos, pero contrario a lo que pensaba, no hubo indicio de reconocerme o, mínimo, sorprenderse. Contrario a mí —. Hay algo que vale mucho aquí en Georgina y que no fue muy difícil de saber. La calidad. Dan su esfuerzo y su esmero por y para la perfección, pero he de decir que soy un creyente; lo que se logra entre todos, también, se derrumba por una sola persona. A excepción de la imagen de sabiduría y enseñanza que dejó Ramón es ustedes, yo seré un ejemplo de lo exigente y poco tolerante puedo llegar a ser aun si mantengo una imagen joven.

—Una imagen guapa, además -Murmuró alguien.

Levián sonrió de lado, contrario a ser una coquetería, no era un indicativo agradable.

— ¿Aun tendría una imagen coqueta si despidiese a medio personal responsable de robo? - ¿Qué...? —.Es decepcionante darse cuenta que la lealtad no es prioridad para alguno, o algunos de ustedes. ¿Cuándo hay ratas en la alacena, que más podríamos hacer que exterminarlas? Hace un tiempo Georgina contó con múltiples faltas de sustentos. Los pedidos por comida para bastecer el almacén eran mucho más frecuentes de lo normal.

<<Mi trasladación para el reemplazo de Ramón inicio mucho antes de los problemas presentados, y aun así se me notificaba de todo dentro de Georgina por pedido propio. Sin embargo, debido al último incidente en este tema, fue más que claro que...ya no se tolerará más. Y se iniciará una investigación en el que procederá de manera legal, posiblemente a juicio. >>

—Está diciendo que hay un ladrón aquí.

Levián asintió, deteniéndose un momento para mirar en donde me encontraba y nos dijo:

—Hay ratas en la cocina.

Pero mientras lo decía, nos miraba a Gunner, y a mí, a ninguno más.

***

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro