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Capitulo 2


***

Cuando el teléfono sonó, me encontraba en la cocina ordenando la comida que había comprado. Estaba segura que era mi mamá otra vez, pero mi frente se arrugó cuando vi que era un número desconocido.

Contesté dejando el teléfono en alta voz encima del mesón, mientras tomaba unos tomates de la bolsa para lavarlos.

— ¿Hola?

— ¿Señorita, Candidiana? —La voz se me hizo conocida, un tanto delgada y pacífica —. Soy la chica que la guió en "Georgina".

Ah.

Me detuve un momento antes de acercarme al teléfono y tomarlo, dejando los tomates de vuelta. Busqué la silla más cercana en el comedor, y me senté buscando estar más cómoda.

—Hola, sí. Sé quién es.

—Me llamo, Everett. Disculpe que no me haya presentado antes —Dijo.

—Un gusto, Señorita Everett.

Dejé que continuara la conversación. Esto era una buena señal al final de cuentas, podría obtener un puesto. Mi pulso comenzó a acelerarse por la idea de poder obtener un puesto. Y es que Georgina parecía ser el mejor lugar para trabajar, prometía un buen sueldo y buenas críticas según algún par de personas que fueron empleados de paso.

Estaba tan inmersa en mis pensamientos que cuando mencionó algo de no ser aceptada, mi burbuja de ensueño explotó.

— ¿Qué dijo, disculpe? —Le interrumpí, tomando el teléfono en mis manos con fuerza creyendo que tal vez había oído mal —. No oí bien.

Hubo un momento de silencio cuando volvió a hablar —Lamentablemente se decidió entregar los puestos de camareros a otras personas más capacitadas a los requerimientos del Gerente. No pudo calificar.

Estaba confundida.

¿Pero, porque me llamaba?

Esto me sentía mal. Era mis primeros intentos de conseguir un trabajo y estaba fallando miserablemente. Arlington mantenía un buen número de trabajos, y yo mantenía tan poco interés que ninguno me empleaba. ¿O yo era muy específica?

Existía algo peor que la desgracia, y ese era el nombre "Candidiana".

—Pero...hay un puesto que está disponible, fue de última hora. Tal vez si le interesa, podríamos hablar de el —Ofreció.

El tema me interesó, logrando captar más mi atención al teléfono sobre la mesa.

— ¿Entonces, me está ofreciendo reemplazar el puesto de camarera por otro?

—Disculpe esto, Candidiana. Me cayó muy bien para cualquier puesto, y lamento que no se le pudiera proporcionar. —Se lamentó — No sabía si usted quería cambiar su interés por otro. Nunca se sabe.

Ni siquiera hablamos mucho, tampoco estuvo presente en mi conversación con el Gerente como, para saber algo mínimo de mi. Podría estar siendo buena por apariencia.

Pero...

Después de esperar e intentar con otros locales, no había tenido suerte, y este se presentaba como una luz en el camino. Otros no pagaban bien, y todo me dirigía a cambiar mi interés por el puesto. Sin embargo, Georgina pagaba mejor que cualquier otro local que había visitado.

—La verdad...me interesa.

—Excelente.

— ¿Cuál podría yo...? —Me lo pensé, no sabía nada. Estaba navegando en un mar, explorando algo que no me pensaba que me iban a ofrecer. Esto era...en realidad no me lo espera.

—Bueno, hay un puesto que podría interesarte, y permanece dentro del restaurante.

Fruncí mi ceño, y mi curiosidad sobresalió.

— ¿Cuál?

Esto podría ser bueno.

Aunque había perdido un puesto, ahora me estaban ofreciendo otro. Uno que permanecía dentro del restaurante.

Mi oportunidad.

—Necesitaremos crear un curriculum tipo de chef.

¿Que?

***

Una semana después, me detuve en las puertas de Georgina.

Everett dejó de comunicarse conmigo desde aquel día, en cambio recibía un par de llamadas sobre cuando empezaría mi nuevo trabajo por alguien llamada Clary.

Me acaricié los brazos al entrar en contacto con el frío que perduraba a minutos de anochecer. Eran las seis, y el clima se mantenía nublado como habían declarado. Empezaba a sentir la brisa a pesar de mi abrigo. Era un contacto tan suave y que podía hacerme sentir aún más nerviosa después de todo.

Tomé un suspiro de aliento. Normalmente mamá me animaba para decirme que no quería una hija "Pendeja".

Eso me hizo reír.

Observando un momento más las puertas cerradas del restaurante, que no tardarían en abrirse, me di vuelta y busqué la entrada trasera. Clary me había indicado donde estaba en llamada. Otra cosa seria de verdad saber dónde estaba, ya que parecía que yo fácilmente me podía perder. Por suerte, solo di la vuelta en la esquina y en un callejón, ahí estaba.

Primero me detuve en frente y me preparé para tocar, pero mi mano quedó suspendida cuando la puerta se abrió. Al ver grandes cuerpos venir a mi encuentro, retrocedí apresurada para no tropezar a nadie.

Tres hombres, de gran musculatura, trotaron a una camioneta blanca que estaba estacionada en el callejón, y colocaron en sus hombres costales para de nuevo entrar en la parte trasera del restaurante. Dos de ellos siguieron con su deber, ignorandome, mientras el último se detuvo junto a mí. Me miró como si fuera una cosas fuera de su lugar.

— ¿Qué haces por aquí, chica? —Preguntó — ¿Te has perdido?

Tragué.

—Me llamo Candidiana. Clary me dijo...

Interrumpió —¿Eres de los nuevos? —Asentí —Sígueme. Seguro ya les están dando una charla motivadora y esas mierdas.

Si ya estaba nerviosa, ahora estaba que necesitaba un hospital.

El hombre me guió hasta la cocina en general, donde un grupo de personas rodeaba a una mujer y un hombre que daban una charla a los que les rodeaban. Si hablábamos de actitud, estos dos parecían ser los jefes entre todos. Mantenían una postura sólida. Agradecí al hombre que me ayudó y acercándome al grupo, pude oír el resto de lo que hablaban, normalmente la atención de los detalles, la puntualidad, reglas y políticas dentro de todo antes de que dieran por finalizada la pequeña reunión.

No me había perdido mucho.

Al final, nos ordenamos para obtener nuestros uniformes de trabajo, que era un mantel azul oscuro muy parecido a los de los camareros, un par de guantes de goma y como regalo extra por parte del restaurante; una liga de cabello. Con entusiasmo, coloque mi pequeño carnet en el huequito trasparente, justo en mi corazón. Lo había sacado algunos días atrás para esto.

Ahora oficialmente era lavaplatos.

Sonreí por mi logro en cuanto me ataba el cabello en una coleta en el pequeño vestidor.

Como diría mi prima; Que todo el mundo comience a pelármela ahora.

Cuando finalmente estuve lista, me di vuelta para salir. En cuanto di el primer paso, en mi vista parabólica observé un objeto ir directo a mí. ¿Instinto? No, no lo era, el instinto te ayudaba, y el mío...fallaba miserablemente.

Lástima que no reaccioné a tiempo y una botella de agua potable me terminó golpeando el costado.

Solté el aire cuando impactó.

¡Santa verga! Hijoe'suputa...—Agonicé en español mientras aguantaba una mueca. Busqué un lugar para sentarme —Ama'....—Solté entre maullidos.

Normalmente me avergonzaría de estar llamando a mi mamá cuando he sido golpeada, normalmente es ella la que me lanzaba una "chancleta". Creo que agonizo su nombre por la costumbre.

Al final me senté en un banquito en la esquina al tiempo que una voz femenina me pedía disculpa:

—Lo siento, lo lamento. Fue un accidente —Repetía una y otra vez. Su cuerpo se encogía con duda cuando lentamente se acercaba a mí. Cada aullido que daba la hacía distorsionar su rostro en lamento. —No fue intencional. Estaba jugando con la botella y se me fue...

Entre mis quejidos logré reírme apenas. Miré hacia la chica, quien estaba en espera de que diría. Pero solo podía ver su cabello dorado opaco que cubría su cara cuando se inclinaba.

—Sí, te sugiero que no juegues más con la botella, es muy peligroso —Le sonreí — para la próxima puedo perder la memoria.

— ¿Próxima?

—Mejor que no haya próxima.

Ella rió y fue suficiente para que se atreviera a acercarse a mí. Me extendió una mano mientras me ayudaba a levantar.

—Disculpa mi exageración, pero golpear a alguien es golpear a alguien —dijo —Me llamo, Alaska.

Sujeté su mano, para darle un apretón.

—Un gusto. Soy Candidiana. Nombre peculiar porque mi mamá quería que fuera especial, lo único diferente es que hago más desastre del que hace normalmente una persona.

La chica curveó su labio a un lado, destacando un pequeño hoyuelo escondido.

—Qué bonita presentación. Mi nombre no es tan especial, solo es Alaska — se presentó.

—Yo tampoco veía un significado bonito, hasta que lo encontré. —Nuestras manos se soltaron. Pero mis ojos fueron a su identificación en su bolsillo.

Alaska Rose Bennett. Nº 0024

Restaurant Georgina

Zona de limpieza.

—También eres Lavaplatos —No preguntaba, afirmaba al ver su identificación. Siendo más clara. —Yo también trabajo en el área de limpieza, justo iba hacia allá. ¿Vamos juntas?

— Claro, después de ti.

Aun me dolía el costado, como la mierda. Y aun así no se sentía tan mal, en el sentido de que por ese golpe tal vez pudiera comenzar una amistad, o alguien que conocer. Después de mudarme a Arlington, sabía que estaría sola. Nadie estaría para mí, o al alcance de mí.

Sin embargo, no era muy diferente a donde vivía con mamá. Solo tenía amistades que podía contar con una sola mano, y hasta ahora ninguna me llamó para saber de mí.

Triste, cierto. Pero estando aquí podría comenzar todo de nuevo. Si nadie se acordaba de mí, no tenía excusa para guardarlos yo en mi memoria. Aunque ahora no me molestaba.

Para los nuevos integrantes recibimos un poco de instrucción. Resaltando de nuevo las políticas, reglas de limpieza y el trato de algunos utensilios.

Todo estaba tranquilo, Alaska y yo decidimos mantener el ambiente profesional, comenzando por no hablar a menos que fuera necesario. Las primeras horas de abrir el restaurante fueron para aprendizaje y tomar un ritmo a las cosas, pero en la siguiente hora el lavavajillas comenzó a llenarse. Manteníamos un ritmo, pero no pensé que las cosas se ensuciaran rápido.

— ¡Candidiana! Necesito que...—Dejé la olla a un lado en cuanto volteé hacia Bratt, quien traía una olla en sus manos.

La cocina se mantenía activa. Oía algunas órdenes y los gritos de algún chef, pero no oía a todos con claridad.

— ¿Bratt, que ocurre? —Le pregunté, con curiosidad. Era un poco joven y formaba parte de los ayudantes en la cocina. Joven e inexperto, dirían algunos

—Necesites que botes esto, por favor —Se acercó a mí, para dejarme ver lo que traía. —No le digas a nadie. Solo hazlo.

La olla contenía algo, bolitas negras flotando en el agua de esta.

—Se te quemó...

Me silencio con la mirada.

—Bótalo. Y no digas nada.

Ahora que lo veía a los ojos, su mirada era tensa, su frente comenzaba a formular pequeñas gotas de sudor, al momento que alguien se acercaba o pasaba por el pasillo, ver a otras personas cerca lo ponía nervioso. En estas horas de servicio había oído el trato exigente de los encargados de la cocina. La cocina era un mapa de estrategias en el que todos trataban de no cometer un error, algo que les podría costar. Aunque no había visto algún castigo o error corregido por los jefes, por lo normal al no haber fallas, pero al ver a Bratt mirando con esos ojos a una chica que apenas conoce, daba un indicio de que podría ser catastrófico al encontrar la falla.

Me encontraba vacilante, si me encontraban con eso...

— ¿Qué tanto piensas? Bótalo ahora. —Fruncí mi ceño hacia él, no tenía por qué tratarme de ese modo. Bratt suspiró, tranquilizándose y aprovechando para acercarse más a mí—Por favor. Solo...lleva esto.

Entré en dilema.

¿Me podría meter en problemas? Se notaba que si.

Sentía que mientras tiempo estaba Bratt aquí, junto a mí, más personas comenzaban a notarnos. A atraer la atención de todos.

—Si, yo...lo lavo. Permíteme —Tomé la olla y con una mirada le advertí que se alejara, que yo me encargaría.

No sé qué me ofendió mas sí que solo asintiera y se marchara, o que el mismo no pudiera aceptar sus fallos. Cualquiera los cometía, no era muy...la verdad...

Agache mi cabeza viendo mi reflejo en el agua sucia de la olla.

Yo también se lo permití, debería a prender a rechazar cosas que no me convienen. Tomando con más fuerza los mangos, coloque una tapa y mire a ambos lados. No debería, tal vez era paranoia, sin embargo, sentía que en cualquier momento alguien me descubriría.

Pude salir de la cocina, y en ese momento pude respirar de nuevo. Recorrí el no tan largo pasillo hacia la parte trasera.

Solo botaría esto y ya. Solo eso y ya.

Reí de os nervios.

—Si me vieran seguro dirían que estoy loca. Pero claro que estoy loca, como se me ocurre aceptar esto. Por eso te pasan las cosas, Candy. ¿Cuándo aprenderás, pinche pendeja?... ¿Cuando? Pero no...

Entretanto me insultaba a mí misma, la voz de Aleska me hizo sobresaltarme. Me llamaba, pero mientras toda mi atención se centraba en verla, la puerta de salida en la que estaba parada se abría con ímpetu. Me sobresalte buscando la puerta pero era muy tarde para detener...la catástrofe.

Solté la olla y está por el su grado y dirección el agua comenzó a desparramarse encima aquella persona. Solo cerré los ojos y mis oídos se encargaron de oír el desastre ocurrir, por último la olla cayó en el piso con escándalo. Y yo solo pude entreabrir los ojos para ver el agua encima de la persona. Goteaba de su camisa blanca hacia sus pantalones negros, el agua comenzaba a marcar su pecho rodeándolo mientras el hombre se mantenía estático en su lugar.

Mi respiración se cortó.

Coñoe'lamadre. —No pude evitar soltar un insulto, tapándome la boca con mi mano.

El hombre soltó un gruñido que me hizo erizar la piel. Y de manera tortuosa pude ver sus ojos, que contenían un azul peligroso en ellos. Uno inexplicable que me dejaba corta.

¿En cuántos problemas estaba ahora?


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