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━━━Prefacio

WARNING:

violencia intrafamiliares/ abuso de poder /maltrato verbal y psicológico.

Un omega no valía nada. Esa era la mierda más estúpida que los alfas le habían hecho creer a todo el mundo.

Los omegas valían hasta más que un alfa, de ellos dependía la creación de vida, cuidar y educar a los cachorros. Una beta no podía hacer eso ni por más que tuviese útero.
Aunque tuvieran un gran valor los seguían pisoteando, lastimando, creyendo que son inferiores, arrebatándoles todo lo que aman.

Hoy te empezaré a contar algo doloroso, con un sufrimiento palpable.

Esta es la historia de Hansa.

—¡Eres un inservible omega!—exclamó un alfa furioso empujando y enviando al suelo a su pareja que sollozó pidiendo que no lo volviera a lastimar.

—No hice nada malo alfa—lloriqueó sin mirarlo.

—¿Nada malo? ¡Eres un idiota!—gritó antes de sujetar el rostro del contrario— Te dije que mientras ese lindo moretón este en tu ojo no salieras de la maldita casa. ¡¿Y qué hiciste?! Saliste y fuiste con tu padre, que ahora quiere ser un hombre sin pecados y me quitó  10% de mis acciones por tu estupidez.

—No debiste golpearme—murmuró antes de sentir un puñetazo contra su pómulo. Golpe que lo dejó tirado en el suelo.
Escupió la sangre que se había acumulado en su boca y alzó la mirada para ver a su esposo.

—Te he dicho cientos de veces que no me respondas. Eres mi esposo y por lo tanto me perteneces y puedo hacer contigo lo que desee.

El omega negó llorando antes de soltar un alarido de dolor en el momento en el que su esposo lo sujetó del cabello obligándolo a levantarse, apenas estuvo en pie volvió a ser golpeado en el rostro, seguido fue maltratado en varias áreas del cuerpo.
Lloró, pidió clemencia pero nadie lo ayudó, ni siquiera los alfas que trabajaban en su hogar.

—Eres mi omega, mi esposo, mi juguete, una marioneta la cual controlo—dijo de manera mordaz aquel alfa que le llevaba 8 años.

Dejó de llorar en el momento en que hubo más dolor. Otro golpe fue a su cuerpo, en específico a su abdomen, y él solamente bajó la mirada a sus piernas al sentir algo cálido correr por su piel.

Él era una marioneta, y estas no sangraban, entonces ¿de quién era la tibia sangre que manchaba sus muslos?

«Duerme, solamente duerme» habló su lobo haciendo que cerrara sus ojos. Por lo menos en sueños no sentía dolor.

Trató de salir de la oscuridad; sin embargo su cuerpo no deseaba colaborar. Lucho hasta que pudo abrir los ojos. En verdad sólo uno. El otro estaba tan hinchado por el golpe que le era difícil usarlo.

Jadeó aterrorizado cuando se encontró con la mirada de su esposo.

—¿Por qué no me habías dicho?—preguntó el mayor cruzado de brazos— ¿Por qué no me habías dicho nada, Chakdramont Hansa?

El omega se había encogido por el miedo al sentir las feromonas amenazantes del mayor.

Un golpe en la puerta hizo que el alfa detuviera sus palabras antes de permitir el paso. Un viejo médico beta que le había ayudado en muchas ocasiones, fue quien ingresó.

—Veo que el joven al fin ha despertado—dijo el beta acercándose al omega—. Joven Chakdramont debe tener más cuidado, su caída por las escaleras preocupó mucho a su esposo.

«¿Caída por las escaleras? Esa era la estúpida mentira que Tawan le había dicho» Fue lo que se dijo en su interior mientras observaba como el médico palpaba sus moretones , provocándole  sisear por la molestia.

—Umm—moduló tratando de aclarar su garganta—. ¿Q-Qué me pasó?

—Fue espantoso por lo que su esposo me contó. Sufrió de una caída violenta en las escaleras, quedó inconsciente con un gran charco de sangre bajo suyo. ¡Gracias a la luna su esposo lo encontró!—el omega maldijo al escuchar esa historia— Él me contacto para que lo atendiera, las heridas sanarán algunas en unas semanas otras en un mes y medio o un poco más de tiempo; sin embargo—el hombre lo miró con algo de lástima—, lamento la perdida de su bebé.

—¿Bebé?—preguntó en un susurro mientras veía al contrario.

—¿No sabía que esperaba un cachorro?—el omega negó algo en shock— Joven usted tenía 11 semanas de embarazo. Ante la caída sufrió un aborto espontáneo, lo ha perdido.

—No...

—Lo lamento—exclamó el médico mostrando algo de empatía—, lo lamento mucho joven Chakdramont—volvió a decir dejando su mano en la espalda del omega que solamente veía un punto en la pared frente a él.

—Vete—ordenó Tawan mirando al médico—, yo me encargaré de mi esposo.

—Esta bien, señor Tawan, pero trate con suma delicadeza a su esposo, se recupera de una caída que lo lastimó mucho  y, sumándole a eso la perdida de su primer hijo.

—Lo haré—y el beta salió.
Apenas la puerta se había cerrado, cuando el alfa le sonrió al contrario que ni siquiera le veía.

—Entonces no eres infértil, eso es bueno. Alégrate, no te he de tocar mientras sanes—el alfa se acercó al oído del omega—. Cuando te recuperes exitosamente prepárate porque haré que esperes a otro cachorro.

«Jamás. Jamás te permitiré que me vuelvas a embarazar» se dijo antes de cerrar sus ojos.

Que su padre lo perdonara pero rompería la promesa que le había hecho a su familia al casarse con Tawan porque apenas el alfa se alejara, él se largaria de Tailandia.

El aire caliente y húmedo de Bangkok envolvía a Hansa mientras corría por las calles oscuras, sus ojos llenos de pánico y desesperación. No podía mirar atrás, sabía que Tawan no tardaría en notar su ausencia. Su respiración se volvía más rápida y entrecortada, y su corazón latía con fuerza en su pecho.

Llegó a un parque casi desierto, donde solo unas pocas personas paseaban a pesar de la hora tardía. Sus ojos buscaron frenéticamente algún refugio, alguna esperanza de ayuda. Fue entonces cuando vio a una mujer caminando con un niño pequeño. Con un último esfuerzo, se acercó a ellos, casi cayendo de rodillas frente a la mujer.

—¡Por favor, ayúdame! —suplicó Hansa en un inglés precario pero desesperado, sus ojos llenos de lágrimas—. Necesito... necesito escapar.

La mujer, sorprendida pero claramente preocupada, se inclinó hacia él, sosteniéndolo para que no cayera.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó, con un acento coreano pero perfectamente comprensible—. ¿Quién eres?

—Mi nombre es Hansa —dijo él, su voz temblando—. Estoy huyendo de mi esposo... Tawan. Es un alfa... peligroso. Por favor, no me devuelvas a él.

La mujer frunció el ceño, visiblemente conmocionada por la historia que acababa de escuchar. Miró a su alrededor, consciente del riesgo que corrían al permanecer allí.

—Soy Hwang Damin, y este es mi hijo Ni-Ki —dijo finalmente, en voz baja pero firme—. Vamos, te llevaré a mi hotel. No puedes quedarte aquí.

Damin ayudó a Hansa a levantarse y lo guió hacia su coche, un vehículo acogedor. Ni-Ki, el niño, observaba a Hansa con curiosidad y simpatía, percibiendo la angustia en sus ojos.

Mientras conducían hacia el hotel, el pequeño Ni-Ki sacó un juguete de su mochila y se lo ofreció a Hansa con una sonrisa inocente.

—¿Quieres jugar conmigo? —preguntó Ni-Ki, sus ojos brillando con una bondad que hizo que Hansa casi rompiera a llorar nuevamente.

—Gracias, eres muy amable —respondió Hansa, tratando de sonreír pese a su terror—. No sabes cuánto agradezco esto.

Damin lo miró por el espejo retrovisor y le dio una sonrisa reconfortante.

—Estaremos en el hotel en unos minutos. Allí podrás descansar y pensar en tu siguiente paso. No estás solo, Hansa. Te ayudaré en lo que pueda.

Llegaron al hotel, un lugar discreto pero seguro. Damin llevó a Hansa a su habitación, dándole ropa limpia y algo de comida. La calidez de Damin y la inocencia de Ni-Ki le brindaban a Hansa un pequeño respiro en medio de su tormenta personal.

—Gracias, Damin. No puedo regresar con mi familia; me devolverían a Tawan. No tengo a dónde ir —dijo Hansa, sus ojos llenos de lágrimas una vez más.

—Encontraremos una solución, Hansa —respondió Damin con determinación—. Aquí estarás a salvo, y no permitiré que te hagan daño.

Hansa se dejó caer en la cama, agotado pero sintiéndose, por primera vez en mucho tiempo, un poco esperanzado. Había encontrado una aliada en Damin.

Mientras Hansa cerraba los ojos, Ni-Ki se acercó con cuidado, dejando su juguete a su lado antes de darle un abrazo suave. Hansa sintió una calidez en su corazón, algo que no había sentido en años.

Una vez, con Ni-Ki dormido y Hansa acostado, Damin se sentó a su lado y le pidió que le contara su historia.

—Tengo 24 años —comenzó Hansa con la voz entrecortada por la emoción—. Estoy casado desde los 21 con Tawan. Pero nuestra unión fue un infierno desde el principio. Él... él me maltrata, física y emocionalmente. Incluso me provocó un aborto hace dos meses...—explicó mostrando las marcas ennsu piel.

Las lágrimas brotaban de los ojos de Hansa mientras relataba su tormento.

Damin sintió una mezcla de indignación y compasión. Decidió en ese momento que llevaría a ese joven lejos de su abusador, lejos de Tawan. Incluso si eso significaba recurrir a la corrupción para asegurarse de que Hansa tomara un vuelo a Corea del Sur.

—No te preocupes, Hansa. Te llevaré a un lugar seguro, lejos de ese monstruo. Te llevaré a Corea del Sur conmigo —dijo Damin con firmeza, determinada a proteger a ese chico como si fuera su propio hijo.

Hansa, con una mezcla de alivio y gratitud, asintió, confiando en que finalmente había encontrado una luz de esperanza.

Al fin podría estar lejos de ese monstruo.

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