Parte14/Parte 3
Juana quedo muy sorprendida con la actitud de su esposo, no era posible que él sintiera amor por esa niña que, después de todo, ni su hija era, esperaba que él, al verla, la repudiara tal como lo hacía ella, se sintió avergonzada, en el tiempo posterior se le quito la idea de matar a la niña, pero contra su voluntad seguía rechazando a su hijita, un buen día llego doña Celia a la vivienda de Juana portando una caja grande, a la hora que Alejandro ya estaba en casa, Juana se quedó muy sorprendida con la visita de la mujer.
―Buenas tardes doña Celia ¿A que le debemos el honor de su visita? Pero, pase, pase a su pobre casa.
―Vengo a comunicarles que mañana viene el padre Froilán a oficiar misa y creo que debemos aprovechar para bautizar a la pequeña Eva.
―Ah que gusto me da que venga el padrecito, tanto a Juana y a mi nos da mucho gusto ya que la niña ya está grandecita―Contesto Alejandro muy contento, sin embargo, Juana protesto.
―Pero como se te ocurre Alejandro, si ni siquiera tenemos padrinos...
―Eso no es problema yo me encargo de eso.
―Siendo así, este es mi regalo para la pequeña, yo me encargo de decirle al padre Froilán para que Eva sea la primera en ser bautizada, ya que van hacer varios niños los bautizados y algunos matrimonios, mañana nos vemos en la capilla.
Y diciendo esto se despidió y salió de la casa, Alejandro se ofreció a acompañarla hasta la entrada de la casona, Juana en vez de sentir gusto sentía coraje, que ni ella misma se lo explicaba el porqué, cuando regreso Alejandro, su mujer le preguntó.
―¿Y se puede saber a quién le vas a pedir que sean los padrino de la niña?
―A tus padres, mis suegros, que mejor que ellos para que velen por el bienestar de la niña, ahora vamos a ver el regalo que le trajo doña Celia.
Dentro de la caja estaba un hermoso atuendo para la criatura y todo lo que un bautizado requiere, Agapito y Petra estuvieron encantados de ser los padrinos de la pequeña Eva, doña Celia siempre organizaba una comilona para festejar tanto a los bautizados, como a los niños que hacían su primera comunión, como a los que unían sus vidas en presencia de Dios.
Cuando Petra vistió a su ahijada no pudo negar el gran parecido de su nieta a su abuela paterna la madre del patrón, una mujer altiva, arrogante, que trataba a la servidumbre no como empleados, si no como viles esclavos, trataba mejor a los animales domésticos que a la gente a su servicio. Tanto Alejandro como sus flamantes padrinos caminaron hacia la pila bautismal, cargando a la preciosa niña, no así Juana, cada que una persona se acercaba a su hija para hacerle una caricia, sentía que le refregaban en la cara que había sido burlada por el patrón.
Eva nunca recibió de su madre ni una caricia, ni una palabra tierna, solo regaños, que, porque lloraba, que, porque se ensució, que, porque comía mucho, que, porque comía poco, que porque jugaba con el gato etc. pero nunca recibió su amor. La primera palabra que pronuncio fue papá, y la primera frase que aprendió, fue "no sirves para nada" de tanto escucharla de boca de su madre cuando se dirigía a ella. Su situación empeoro cuando nacieron sus hermanos, los regaños de su madre se intensificaron, que porque ya lloro el niño, que porque le pego al niño, que porque esta mojado, que porque se cayó, que porque al niño le dolía la barriga y sabrá Dios que le diste de comer, cuando cumplió seis años, la cosa cambió un poco para ella, a esa edad empezaban a ir a la casa de la maestra Teodora a recibir sus clases de lectura y escritura, Juana no tuvo otra opción que dejar que fuera ya que, aprender a leer y a escribir era una orden del patrón que todo padre de familia debía acatar.
Desde el primer día que Eva asistió a sus clases la maestra se dio cuenta que la niña era más inteligente que los otros niños, era la primera que llegaba y la última en abandonar el aula, es por eso que en unos cuantos meses la niña aprendió leer y escribir, la maestra tenía ordenes especificas del patrón que en cuanto las criaturas se enseñaran a deletrear y garabatear algunas frases, hasta ahí terminaba su obligación con el niño, pero con Eva hizo una excepción, aun corriendo el riesgo de que el patrón se enterar y la corriera, le dedico un poco más de tiempo a la inteligente niña, la dejo que asistiera a su clase hasta que la niña fue capaz de leer y a escribir correctamente usando todos los signos gramaticales, pero hasta ahí llegaron sus clases ya que un buen día se presentó Juana a hablar con la maestra.
―¿Dígame Juana en que le puedo servir―, le preguntó educadamente la maestra.
―Usted dispense señorita si la interrumpo, pero ya paso mucho tiempo y por lo visto esta muchacha burra no aprende, es por eso que hasta ahora va a venir, usted ya cumplió y no creo que usted tenga problemas con el patrón ya que él ni cuenta se da de nada, muchas gracias por todo.
Diciendo esto Juana se llevó a Eva a jalones sin darle tiempo a la maestra de decir ni media palabra. La niña se sintió muy abatida ya que solo estando en el aula se libraba del maltrato del que era objeto por parte de su madre, Eva lloro en silencio su desdicha.
Parte/4
Golpiza
No paso mucho tiempo para que Juana descargara su ira contra la inocente niña, Eva y su hermano Alfonsino estaban en la cocina, el niño quebró una olla, los dos niños se aprestaron a recoger los pedazos, pero cuando Juana escuchó el estruendo fue hasta la cocina y vio los tepalcates regados por el piso, Alfonsino rápidamente salió corriendo dejando a su hermana a merced de su madre, Juana sin darle tiempo a la niña de defenderse la empezó a golpear con una reata de las que se usan para arrear al ganado, en ese momento la mujer descargo en la niña toda la furia acumulada desde el mismo momento que fue violada por el padre de la pobre criatura, Alfonsino se asustó tanto que fue corriendo hasta la casa de su abuela y le dijo lo que estaba pasando,
―¡Abuela mi mamá va a matar a Eva, le está pegando con la reata y le grita que la va a matar!
Petra salió disparada a la casa de su hija, encontrando a esta encolerizada golpeando a su hija sin ninguna consideración, rápidamente le detuvo el brazo gritándole.
―¡¡Pero ¡¡qué haces insensata, la vas a matar!!
Juana salió de su enajenación al oír las palabras de su madre.
Petra tomó en sus brazos a la pequeña que yacía en el piso semi inconsciente en un charco de sangre, ésta le grito a su hija.
Pídele a Dios que no llegue Alejandro, porque si ve a la criatura en...
Ya no pudo seguir, la tronante voz de Alejandro las hizo palidecer.
―¿Qué está pasando? ¿A dónde lleva a Eva? ¿Pero qué diablos le paso?
Miro a su mujer, ésta aún llevaba la correa en su mano, Alejandro le grito.
―¡¡Tú eres la causante de esto!! Pídele a Dios que mi hija no se muera, porque si eso pasa, tú también la seguirás, Deme a la niña―le dijo a su suegra.
―La llevaba con don Joaquincito el curandero, ahora no es día que viene el doctor, pero don Simoncito cura mejor que él.
―No perdamos más tiempo, dígame donde vive.
Juntos se dirigieron a la casita del curandero, cuando llegaron salió a su encuentro un anciano corto de vista debido a su edad, en cuanto el señor vio a la niña dijo en un susurro de voz.
―Esta vez si se le pasó la mano al patrón.
Alejandro no lo sacó de su error.
La estancia se veía más grande de lo que era por falta de mobiliario, solo había dos sillas y un destartalado camastro ahí acostó Alejandro a la niña. En las cuatro paredes de la habitación había varias bolsas de mecate pendientes de clavos rebosantes de hierbas medicinales, de la nada apareció una jovencita, podría tener unos catorce años, o más, el anciano le dio instrucciones, enseguida pasó sus manos por todo el cuerpo de la niña, para esos momentos Eva se había desmayado, Alejandro le preguntó.
―¿Por qué no despierta?
―Calma señor, por el momento es mejor que siga así, le voy a curar las heridas.
Poco después llego la joven que respondía al nombre de Lola, llevando una olla con varios retazos de tela que mojó con el líquido del cocimiento de la olla, diligentemente empezó a ponerle fomentos por todo el cuerpo, mientras el curandero molía varias hierbas medicinales en un molcajete, hizo un emplasto, después puso algo en la nariz de la niña, a los pocos minutos la criatura abrió sus ojitos se encontró con la mirada de su padre, levemente le sonrió y volvió a cerrar los ojos, el curandero se dirigió a Alejandro y a Petra.
―La niña se va a poner bien, afortunadamente no tiene ni un hueso roto, hay que ponerle los fomentos tres veces al día junto con esta pomada, hay que darle a beber del cocimiento de las hierbas que les voy a dar para los golpes internos, no vaya a ser que más adelante le repercutan, con esto va a tener y por favor díganle a la niña que cuando vea al patrón se esconda, ese viejo es un bárbaro, pero hasta ahora no entiendo que cosa tan grave haya hecho esta criatura para que hiciera que el patrón la chicoteara con tanta furia la dejo como santo cristo, yo apenas puedo mirar, pero a pesar de eso bien que puedo reconocer a los hijos de ese engendro y nadie me va a quitar de la cabeza que esta criatura es su hija.
―Está equivocado, esta niña no tiene más padre que yo―Le dijo Alejandro al curandero.
―Usted dispense si mis palabras lo ofendieron, ya se puede llevar a su niña y cúrenla tres veces al día.
Alejandro agradeció y le pagó al curandero por sus servicios, tomo a la niña, salió de la casa seguida por su suegra, caminaban en silencio, cuando casi llegaban a la casa Petra le dijo a su yerno.
―Por favor Alejandro, no seas muy severo con Juana, ten en cuenta que cada que ve a la niña le recuerda lo que le pasó.
―Entonces a usted le parece bien lo que hizo, esa mujer casi mata a su hija y si usted no llega tan a tiempo lo hubiera logrado, esta inocente no tiene la culpa de nada.
―No te confundas Alejandro y no me juzgues tan mal, no me parece nada bien lo que le hizo Juana a la niña, te prometo que hablare con...
Alejandro ya no la dejo seguir, le dijo tajantemente a su suegra.
―Yo pondré fin a esto y muchas gracias puede irse a su casa sin ningún pendiente.
Petra no tuvo más remedio que quedarse en su casa y ver a su yerno alejarse con su nieta en brazos, Juana lo esperaba llena de temor, Alejandro acostó a su hija en la cama enseguida le preguntó a su mujer con una aparente calma.
―¿Qué tan grave fue lo que hizo la niña, para que casi la mataras?
―Quebró una olla.
Y para ti ¿es más valiosa una olla que la vida de tú hija?
―No, pero es que, en ese momento no pensé, me cegó el coraje.
Alejandro reunió a sus hijos y les pregunto.
―¿Quién quebró la olla? Quiero la verdad, al que lo haya hecho no le va a pasar nada.
Alfonsino dio un paso al frente y con la cabeza gacha le contestó a su padre.
―A mí se me cayó la olla, Eva solo me estaba ayudando a recoger los tepalcates.
―¿Por qué no le dijiste a tu madre que tú la habías quebrado?
―Por qué me iba a pegar como le pego a Eva, pero yo fui corriendo a decirle a mi abuela Petra para que dejara de pegarle.
―Vayan a jugar.
Juana temblaba de miedo esperaba que Alejandro la tundiera a golpes, pero nada de esto pasó, solo le advirtió.
―Que sea la última vez que le pegas a la niña, ni a ninguno de mis hijos, la siguiente vez, no voy a ser tan condescendiente contigo― y haciendo la señal de la cruz con su mano derecha llego la amenaza― Te juro por esta, que, si vuelve a suceder una cosa como esta, te voy a refundir en la cárcel y curas a la niña hasta que esté completamente restablecida.
Diciendo esto salió de la casa subió a su caballo y corrió sin rumbo fijo y no regresó a la casa hasta que estuvo completamente calmado. Esto no ayudo a que Juana cambiará su actitud hacía la niña, la atendió siguiendo las instrucciones que dio el curandero, no por la criatura si no por miedo a Alejandro y en pocos días la niña quedo totalmente curada.
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