Parte/9/La entrevista
La entrevista.
A la entrada de la hacienda, un trabajador me abordó.
—¿Quién vive?
—Mi nombre es Alejandro y vengo a ver al patrón.
—¿Y cuál es el asunto a tratar con don Silvestre?
Es por el asunto de un trabajo.
—Espere aquí voy a avisarle al patrón que usted lo busca.
Mientras esperaba al hombre con la razón del patrón, no pude dejar de admirar la fachada de la casa, ésta destilaba lujo por dondequiera que se viera, poco después regreso el hombre que después supe que se llamaba Agapito, me llevó al despacho del patrón, éste estaba sentado en un sillón alto, forrado de cuero color negro tras un escritorio de madera de caoba, las paredes estaban cubiertas de estantes atestados de libros, había una vitrina grande llena de costosos adornos, de una pared colgaba un cuadro al parecer pintado a mano donde aparecía el señor sentado en el mismo sillón cruzando una pierna y descansando una mano en la codera derecha en su dedo anular lucía un anillo con un inmenso diamante, en la otra mano sostenía un bastón con empuñadora de oro macizo, yo le calculé unos cuarenta años o más, el hombre infundía respeto, desde que lo vi me dio mala espina, aunque el hombre no era mal parecido, era güero de pelo rubio, con los ojos muy azules; su cara dejaba ver lo prepotente y despiadado que era, sin embargo, el individuo me trato con amabilidad.
—Pase tome asiento si me hace favor, recibí una carta de mi amigo Raymundo diciéndome que quizá usted se presentara, ¿Me puede mostrar su carta de recomendación? —Se la entregué y después de leerla detenidamente me dijo.
—Pues viene muy bien recomendado ¿Cuántos hombres tenía a su cargo? —Contesté a todas sus preguntas.
Como usted comprenderá, aunque viene muy bien recomendado por mi amigo yo necesito ver sus capacidades personalmente así que, si usted acepta el trabajo va a estar a prueba, el sueldo es de... Pero si usted hace bien su trabajo recibirá un buen aumento ¿Qué le parece?
Me parece bien, acepto.
—Siendo así, lo llevaran al lugar donde va a vivir, descanse y mañana lo veo a las cinco de la mañana, al salir del despacho me estaba esperando el mismo hombre, salimos de la casa.
—¿Así que usted es el nuevo capataz?
—Pues si paso la prueba, Dios mediante sí.
—He de decirle que el patrón es muy estricto, así es, que, si se quiere quedar, es mejor que haga muy bien su trabajo y para eso tiene que llevarse muy bien con los trabajadores, porque para prepotentes ya tenemos con el patrón.
Mire señor ¿Cuál es su nombre? —Agapito me llamo Agapito Solís —mucho gusto Agapito yo soy Alejandro, y no tengas pendiente primero ves mi trabajo y luego opinas.
Después de esas palabras caminamos en silencio, a nuestro paso nos topábamos con chiquillos zarrapastroso sucios de la ropa que más bien parecían harapos con la cara llena de mocos, llegamos a un caserío, yo esperaba ver las casas de adobe, pero nada de eso, éstas eran de ladrillo, solo tenían un cuarto bastante grande una cocina pequeña y una letrina al fondo del corral, mi casa quedaba más retirada de las demás ésta era más grande.
—Esta es la casa onde va a vivir el tiempo que dure trabajando en la haciendo, esta es la llave de la puerta, aunque no hay necesidad que cierre con llave aquí somos pobres, pero bien honrados.
Diciendo eso se alejó, en el primer cuarto había una cama matrimonial un viejo ropero y dos sillas, en la cocina una hornilla y un pretil, me disponía a echarme en la cama, cuando tocaron a la puerta, creí que era Agapito que se le había olvidado algo, pero me encontré con una mujer como de unos treinta y tantos años, aunque se veía mayor.
—Permiso señor, soy Jacinta me manda el patrón pa dejar presentable la casa, como no sabíamos que venía nos agarró desprevenidos, como me imagino que no ha comido le traje un taquito, cómaselo antes de que se le enfrié, yo me voy a encargar de hacer el quehacer de la casa, arreglar su ropa y traerle su comida, a no ser que quiera comer en la casa grande.
Gracias señora prefiero comer aquí, mientras yo comía lo que la amable mujer me trajo, ella diligentemente sacudió la cama, le puso sábanas limpias que saco del viejo ropero, enseguida aseo el lugar, yo en verdad estaba muy hambriento y cansado, cuando termine de comer, hice caso omiso de la mujer y me acosté al momento me quede profundamente dormido, ni siquiera sentí cuando se fue.
-o-
Actividades.
Al día siguiente desperté a las cuatro de la mañana descansado y fresco como una lechuga, poco antes de las cinco de la mañana salí de la vivienda, había dos grupos de trabajadores, poco después llego el patrón, montado en su caballo, con voz de trueno se dirigió a uno de los grupos de trabajadores
—Yo soy el patrón y este hombre es el nuevo capataz, y esto es para los nuevos, si quieren trabajar aquí necesitan seguir las ordenes al pie de la letra y al que no le guste que se largue de inmediato, al que se quede no le faltara comida y un techo donde vivir, pero tendrá que esforzarse, no quiero huevones, revoltosos ni gente insolente ¿Me oyeron?
—Si patrón lo oímos, nos quedamos.
—¡¡En ese caso, la fiesta se acabó a trabajar!!
Los hombres se alejaron con sus herramientas de trabajo el patrón me dijo— Sígame.
El hombre era el clásico terrateniente sus tierras abarcaban hasta donde la vista alcanzaba a ver, gran parte estaba sembrada con maíz, el hombre era dueño de vacas lecheras, caballos de pura sangre, ganado porcino, aves de corral, gallinas ponedoras, gallos de pelea, guajolotes, patos, palomas mensajeras y dos hermosos pavos reales, me llevo dos semanas contabilizar de todo lo que me iba a encargar, afortunadamente el hombre contaba con un administrador y un contador, para mí era un gran reto, pero yo sabía que lo iba a superar, como así fue, el primer día que empecé a trabajar el hombre me entrego un caballo y un látigo diciéndome—No dude ni un minuto en usarlo contra esa bola de haraganes esta gente son como los animales solo a latigazos entienden use el caballo mientras se repone el de usted.
Yo nunca use el látigo contra un ser humano esas prácticas no iban conmigo. Esa misma tarde hablé con Agapito.
Mira amigo, yo no sé cómo los haya tratado el otro capataz, pero yo no soy él, y si me ayudas ya verás como no hay necesidad de usar el látigo.
—¿Y cómo quiere que le ayude, si se puede saber? —Me contesto con altanería.
—Si sigues en ese plan creo que no nos vamos a entender, es mejor que te vayas a trabajar, buscaré a otro hombre que si quiera cooperar conmigo—
Al escuchar mis palabras, cambió su actitud hacía mí.
—Usted dispense dígame como le puedo ayudar.
—Tú conoce muy bien a los trabajadores, sabe cuáles son sus capacidades y en lo que son más buenos—, el hombre aceptó ayudarme y juntos hicimos muy buen equipo, el trabajo pesado lo hacían los más fuertes, dejando las tareas más livianas para los viejos y niños, de ese modo el trabajo de la hacienda marchaba muy bien, pronto me gane el respeto de los trabajadores y Agapito y yo terminamos siendo muy buenos amigos.
Agapito y su mujer eran padres de un gran número de hijos como la mayoría de los trabajadores. En esa hacienda trabajaban tanto hombres, niños y mujeres, éstas últimas se encargaban del manejo de la hacienda y la casona, las cocineras hacían una gran cantidad de comida para los trabajadores y sus familias.
-o-
A los pocos días me dijo el patrón.
Estoy muy satisfecho con su trabajo, eso se verá reflejado en su sueldo, mire Alejandro, yo no soy un mal patrón, si no dígame, a que patrón conoce que les de comida a sus trabajadores y a su familia, además les tengo una escuela para que aprendan a leer y a escribir, ya que no quiero analfabetas en mi hacienda, pero solo a leer y a escribir poquito, ya que no conviene que sepan más de la cuenta si no acaban alzándose contra su patrón, tú eres el único que recibe dinero en efectivo por tu trabajo, a los otros solo les doy cupones para que los cambien por mercancía en la tienda de raya, así me cercioro de que no usen el dinero para comprar tequila, un borracho y un hambriento no rinden en el trabajo y yo quiero a pura gente que rinda al cien por ciento.
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