Parte/6/Se han ido
Se han ido.
Lucía paso los siguientes seis meses de espera sin pena ni gloria, solo con los achaques de todas las mujeres que van a ser madres, y se llegó el día que mi mujer sintió el primer aviso del nacimiento de nuestro hijo, ésta se preparó para el feliz acontecimiento, los dolores eran aislados, pero cuando éstos se hicieron más continuos fue hasta la casa de su madre para ponerla al tanto.
—Mamá creo que ya va a nacer el niño.
—¿Por qué lo dices, ya te empezaron los dolores?
—Si desde hace como dos horas.
—Vamos hacer una cosa, déjame decirle a Carmina que le encargo a tus hermanos, luego nos vamos a la tuya a preparar todo.
Así lo hicieron, cuando todo estuvo preparado Eustolia le dijo a su hija.
—Bueno ya quedo todo listo, voy por doña Martina.
—No mamá, Alejandro ya quedó con el doctor, para que venga a atenderme aquí en la casa, así es que si no es mucha molestia le pido que me haga el favor de ir por él, o mande a alguien en su lugar.
—De ninguna manera mija, no le vamos hacer ese desaire a doña Martina, ella te ha atendido desde que saliste panzona, ella te conoce mejor que el doctorcito.
—Pero mamá no quiero contradecir a Alejandro, él se va a enojar mucho si no atiendo su recomendación.
Nada, nada, vas a ver como se le pasa el enojo cuando tenga a su hijo en sus brazos.
—Al menos mande a alguien para que le avisen a Alejo.
Si, mija yo me encargo de eso, aunque no se para que lo quiere aquí, los hombres solo estorban en estos casos.
Diciendo eso Eustolia salió de la casa regresando poco después acompañada de la partera, ésta reviso a Lucia y confirmo el veredicto faltaba poco para el feliz acontecimiento, en menos de una hora Lucia gritaba de los fuertes dolores, Martina diligentemente ayudaba a su paciente, pero por más esfuerzos que hacia la mujer, la criatura no bajaba, fue cuando Martina se dio cuenta con horror que el niño venia atravesado, hizo varios intentos para acomodar a la criatura, pero todo fue inútil, otro problema se le presento, Eustolia le grito a la desconcertada partera.
—¡Doña Martina Lucía se está desangrando!
Y así era, de su parte intima salía un torrente de sangre tal como si fuera una llave de agua, finalmente Lucía falleció de un infarto por toda la sangre perdida, Eustolia le pregunto a la partera.
—Martina por Dios ¿Qué le pasa a mi hija, porque no se mueve ni se queja parece muerta?
—Eustolia tu éstas de testigo que hice cuanto estuvo a mi mano para que esto no pasara, solo queda tener resignación, Dios así lo dispuso.
—¡Dime Martina, que esto no está pasando, mi hija no puede estar muerta!
—Valor Eustolia, Dios sabe porque hace las cosas.
Había pasado una hora cuando Alejandro llegó a su casa, sin imaginar la tragedia que se estaba viviendo en la misma, en cuanto traspasó la puerta le extraño que su mujer no saliera a recibirlo como todos los días, un mal presentimiento lo embargo, fue rápidamente a la recamara y lo que vio lo dejo horrorizado de espanto, ahí tendida en la cama yacía su mujer en medio de un charco de sangre, Eustolia estaba abrazada al cadáver llorando desconsoladamente, mientras Martina balbuceaba algunas palabras de consuelo, al ver que las dos mujeres no habían reparado en su presencia les gritó.
—¡¡¿Qué está pasando aquí!!?
Eustolia al escuchar su voz, se abrazó a al hombre al mismo tiempo que le decía con voz ahogada por el llanto.
—Alejandro se murió mija.
—¡¡Qué dice que mi mujer está muerta, y mi hijo!!
—El no pudo nacer, hay que respetar la voluntad de Dios.
Al oír sus palabras, le dijo al mismo tiempo que señalaba a Martina con el dedo.
—¡¡Qué voluntad de Dios ni que la chingada, esta vieja asesina me los mató!!
—¡¡No seas injusto Alejandro yo estoy de testigo que doña Martina hizo todo lo que estuvo en su mano para salvarlos a los dos!!
—¡¡Usted también es culpable, no le dije varias veces que en cuanto Lucía sintiera los primeros dolores le avisaran al doctor, ¡¡SE LOS DIJE O NO SE LOS DIJE!!
—Si, pero creí que no era necesario.
—¡¡No sé porque chingados no me mandó llamar, si lo hubiera hecho yo hubiera traído al médico y esto no hubiera pasado!!
En esos momentos la partera les dijo.
Bueno yo me despido, Dios les de fortaleza para...
—Alejandro siquiera la dejó terminar le gritó lleno de rabia ¡¡A NO VIEJA DESGRACIADA, USTED NO SE MUEVE DE AQUÍ, HASTA QUE NO VENGA EL DOCTOR Y LA AUTORIDAD Y SI EL MÉDICO DICE QUE USTED FUE LA CULPABLE DE ESTO, ¡¡USTED SE VA A IR DERECHITO A LA CARCEL!! —Eustolia intervino.
—Por favor Mijo, no seas injusto, yo estoy de testigo que doña Martina hizo todo lo que estuvo en su mano, para salvarlos, pero Dios no lo quiso, y cuando Dios no quiere santos no pueden.
Usted no se meta suegra, esta mujer no se mueve de aquí hasta que me confirme el doctor que esta mujer no mato a Lucia ni a mi hijo.
Se abrió paso entre los vecinos, que al oír sus gritos fueron a ver qué pasaba, le dijo al primer joven que encontró a su paso.
—Jerónimo hazme el favor de ir hasta la casa del doctor y te lo traes, le dices que vas de mi parte ¡Pero jálale, que esto urge, y tu Chencho vete por el comisario!
Diciendo esto regresó a la recamara Eustolia y Martina se disponían a asear a Lucía, pero Alejandro se los impidió.
—No muevan nada, hasta que venga el doctor y el comisario.
—Pero Alejandro, sigues de necio con eso, que te digo que doña Martina es inocente.
—Eso lo va a determinar el doctor.
No paso ni media hora, cuando el galeno llego acompañado del comisario.
—Buenas noches.
—Pase doctor.
—En el camino Jerónimo ya había puesto al tanto al doctor.
Pase doctor al cuarto, quiero que revise a Lucía y me diga si esta mujer no tuvo nada que ver con su muerte.
El doctor entró a la habitación y se espantó al ver el cuadro, estaba visto, que si había habido negligencia por parte de la partera, estaba visto que, a Lucía ni él mismo la hubiese podido salvarla, ya que en esos años aún no se practicaban cesáreas, sin embargo, en el momento que la madre deja de respirar le habrían el vientre y extraían al niño antes de que muriera asfixiado como había sido el caso del hijo de Alejandro, el doctor reflexiono unos momentos llegando a la conclusión, que no tenía caso delatar a la partera con la autoridad, después de todo ella era muy necesaria en la comunidad, ya que la mayoría de las mujeres no querían ser atendidas por un hombre por pudor, es por eso que le dijo a Alejandro.
Alejandro aquí no hay delito que perseguir, la señora Martina hizo bien su trabajo, este fue un parto difícil de los pocos que se presentan, ni yo hubiera podido salvar a tu mujer ni a tu hijo, te acompaño en tu pena. Diciendo eso, extendió el acta de defunción hizo el intento de salir del cuanto, pero Alejandro lo detuvo.
—Doctor hágame un último favor, por favor quiero conocer a mi hijo, sáquelo por favor.
—Está bien, sal de la recamara y dile a Eustolia que entre por favor.
Despidió al comisario y se dispuso a esperar, no supo cuánto tiempo paso hasta que la voz del doctor lo saco de sus cavilaciones.
Ya puedes entrar Alejandro.
—Gracias doctor, luego paso por su casa para pagar por sus servicios.
Al entrar a la habitación Lucía seguía en su lecho de muerte, su madre se encargó de asear a su hija y a su nieta se la puso sus brazos.
—Es una niña, enseguida salió del cuarto llevando con ella la ropa de cama ensangrentada, duró un tiempo en la recamara abrazado al cadáver de su pequeña, parecía que estaba dormida, solo por el color morado de su rostro por la asfixia, delataba que ya no pertenecía a este mundo. Su color contrastaba con el de su madre este lucia tan pálido por la pérdida de sangre.
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