Afortunadamente el patrón tenía una casa en el pueblo, el hombre estaba fuera de sí, seguía vociferando diciendo que él tenía influencias y que pronto iba a recuperar su hacienda, al parecer estaba bloqueado y no podía escatimar la magnitud del problema, la señora me dijo.

―Por favor Alejandro regrese a la hacienda y saque a su familia de ahí, tráigalas al pueblo, por esta noche nos acomodaremos aquí en la casa, nosotros mañana tomaremos el tren para ir a la ciudad y ustedes se pueden quedar aquí el tiempo que sea necesario.

El patrón al oír a su esposa grito muy alterado.

―¡¡Nada de eso, tú tienes que regresar a la hacienda, tu obligación es cuidar de mis intereses que buen dinero que te pago!!

Agradecí a la señora―. Muchas gracias por su ofrecimiento señora, yo volveré a la hacienda, le prometo que si veo que mi familia corre peligro no dudaré en ponerla a salvo. Y usted don Silvestre su deber es ir con su familia... ―El hombre ya no me dejo seguir.

Yo sé lo que es mejor para mi familia y no me moveré de esta casa y te ordeno que en cuanto esa bola de alzados abandone mi hacienda vengas inmediatamente a informarme.

Doña Celia le dijo―Muy bien si te quieres quedar, quédate, pero lo harás sin mí.

―¡¡Eso sí que no, tu deber es quedarte a mi lado!!

―¡¡Y el tuyo es protegernos y si para ti es más importante tu hacienda que tu familia, te puedes quedar!!

Yo salí de la casa y regresé a la hacienda, ya estaba oscurecido cuando llegué, los revolucionarios estaban sentados alrededor de una fogata asando un puerco y bebiendo las botellas de tequila que habían sacado de la bodega del patrón. Los niños y los perros jugaban iluminados por el fuego de la fogata esperando que el puerco se terminará de cocer para recibir su parte, yo iba a pasar de largo, pero Eleuterio al verme me dijo, siéntese Alejandro, vamos, brinde con nosotros ni a usted ni a su familia les va a pasar nada, usted siempre se portó a toda ley con nosotros, pero del administrador, no se puede decir lo mismo siempre nos trató con la misma crueldad que el patrón se sentía el dueño de todo esto.

―¡¡Espera por qué hablas de él en pasado...!!!

―No se esfuerce Alejandro, ese desgraciado recibió su merecido.

―Yo no los juzgo, ustedes sabrán como cobran sus deudas lo que si tengo claro es que yo nunca tomaré la venganza con mis propias manos.

Estuvimos conversando durante un tiempo, los hacendados habían sembrado mucho odio entre sus trabajadores ahora estaban cosechando lo sembrado, antes de reunirme con mi familia le hice una petición a Eleuterio.

―Yo sé que no estoy en condición de pedirte nada, pero...

―Por favor Alejandro, pídame lo que guste y si está en mi mano se lo concedo.

―Lo que quiero si es que es posible, es que respeten la casa grande, no te lo pido por el patrón si no por la señora Celia.

―Pos de mi parte esta concedido, mis hombres respetarán la casa, pero no respondo de algún otro regimiento que caiga por aquí. 

Eleuterio cumplió su palabra de respetar la casa grande, pero no pasó lo mismo con los animales, ni el maíz ni el frijol, permanecieron tres días y así como llegaron se fueron.