Parte/13/Mis hijos
Hijos.
Alfonsino, Bruno, Rafaela y Martina, fueron los hijos que engendramos Juana y yo. Nunca supe si mi mujer me llego a querer o no, ella nunca me lo dijo y nunca se lo pregunté, lo que sí sé, es que era alegre, limpia, trabajadora y una madre amorosa al menos en mi presencia, una mujer de comportamiento intachable, nunca dio nada de qué hablar.
Eva, aunque no corría mi sangre por sus venas siempre la vi como mi primogénita la quise como a mi propia hija.
Eva
Parte/1
Nacimiento
Juana sintió un leve dolor en el vientre, era igual al que le avisaba que su regla se aproximaba, pero este era más fuerte, era el aviso de que el nacimiento de su hijo se avecinaba, quito la colcha de ganchillo que cubría la cama y la dobló cuidadosamente, dejó la cama lista para acostarse cuando todo terminará, fue a la cocina y trajo una olla con agua que previamente había hervido, se sentó en una silla a esperar y se abandonó al sufrimiento, para Juana el nacimiento de su hijo no era causa de alegría al contrario, aún antes de nacer ya sentía que lo odiaba, que diferente hubiera sido si ese hijo fuera de Alejandro, que a esas alturas ya lo amaba con toda el alma―pero, No ese engendro que estaba a punto de nacer, era el fruto de una terrible violación por el hombre que más odiaba en el mundo.
Los dolores iban en aumento, pero aun así no pedía ayuda una idea maquiavélica se fijó en su mente, ahí iba a esperar la salida de su hijo, en cuanto esto pasará se iba a sentar en la criatura hasta escuchar cómo se le quebraran los huesos y dejara de respirar. Cuando los dolores se intensificaron, puso una manta en el suelo, se colocó en cuclillas, tal como había visto a su madre cada vez que traía al mundo a cada uno de sus hermanos, estaba bañada en sudor, puso un trapo en su boca para acallar sus quejidos, cuando llegó el momento pujo para ayudarse a traer al mundo a ese hijo o hija que se aferraba a ella, pese a todos los intentos que hizo para que no naciera, nada hizo efecto, en cuanto su madre le dijo que estaba preñada fue con el curandero, don Joaquincito, un anciano casi ciego, pero muy bueno en su oficio, con solo tocar con sus manos sabía el mal que aquejaba a la gente, cuando la reviso le preguntó.
¿Ese hijo es del patrón?
―Si señor.
―¿Por qué estás tan segura que es del patrón?
―Yo nunca he estado con otro hombre, el patrón me forzó a estar con él, después de eso me llevó a vivir a la casa grande y cuando se dio cuenta que estaba panzona, me corrió, por eso no quiero esto que traigo en la panza.
―Por qué no viniste en cuanto se te paro la regla.
―Porque no sabía que estaba panzona hasta que me creció la panza y el patrón me corrió, mi mama me dijo lo que me pasaba, en cuanto me lo dijo vine con usted, por favor Simoncito, deme algo yo no quiero tener a este hijo del demonio.
―Calma muchacha, te voy a dar unas hierbas, las hierves en dos litros de agua, y te lo tomas como agua de uso, si con esto no se te sale, ya no habrá nada que hacer.
Bebió el brebaje que sabía a diablos, agarraba el caballo y corría a todo galope a ver si con los brincos se le salía más pronto, levantaba piedras grandes, saltaba de la barda, se pegaba en la panza, pero todo fue inútil.
Y ahora estaba a punto de parir.
No fue tarea fácil, pero afortunadamente contaba con músculos fuertes lo que le sirvió para parir. Respiró profundamente y con un último gemido sintió que algo se rompía en el centro de su vientre, enseguida sintió que algo se deslizaba entre sus muslos, lo primero que vio fue la cabeza, seguida por el cuerpecito y al final dos pequeñísimos pies que se movían a gran velocidad como si intentara dar sus primeros pasos, sintió un alivió. Cuando vio el pequeño cuerpo de su hija se conmovió tremendamente, pero no tanto como para hacerla desistir del instinto de matarla.
Eva parte/2
Salvada.
La llegada providencial de doña Celia, que siguiendo a su sexto sentido había corrido en auxilio de la recién nacida impidió que Juana asesinara a la recién nacida, ella al oír la dulce voz de la señora no tuvo otra alternativa que desistir de cometer su crimen, le sonrió a la dama y ésta sin decir ni una palabra la ayudo a levantarse del suelo tomó en sus brazos a la recién nacida, ayudo a ponerse de pie a Juana y la condujo al lecho, la señora cortó el cordón umbilical para separar a la madre de la niña, limpió cuidadosamente a la criatura, la vistió, la envolvió en una frazada y la puso en brazos de su madre al tiempo que le decía.
―Felicidades Juanita es una hermosa niña.
Juana la miro largamente, gruesas lagrimas rodaban por sus mejillas, pero no eran lágrimas de felicidad, eran lágrimas de coraje por no haber cumplido el propósito de matar a la recién nacida, doña Celia diligentemente la ayudó a retirar la placenta, aseo su parte intima, recogió la manta sucia del y piso, en ese momento Juana reaccionó y le dio las gracias.
―Gracias señora, usted no tenía ninguna necesidad de ayudarme, usted es la patrona, que puedo hacer para pagarle por todo lo que hizo por mí y por mi niña.
―Querer mucho a tu hija, recuerda que ella no tiene la culpa de nada, los hijos no deben pagar por las culpas de los padres.
―Mi hija llevará su nombre como prueba de mi gratitud hacía usted.
―Creo que le gustará más el nombre de Eva, ¿No crees?
―Si usted así lo desea, mi hija se llamará Eva.
Doña Celia se despidió, no sin antes decirle unas palabras a la recién nacida.
Adiós angelito, ya pasó el peligro.
Así como llego se fue, Juana quedo presa del terror, se preguntaba una y otra vez.
―¿Acaso la señora supo mis intenciones de matar a mi hija y por eso se presentó tan inesperadamente? Con esto que pasó, creo que es cierto lo que dice la gente que ella es adivina, además como pudo entrar, yo estoy segura que cerré bien la puerta.
Cuando la señora Celia salió de la casa se cercioró de dejar la puerta semiabierta, es por eso que cuando llegó la madre de Juana ésta, pudo entrar sin dificultad alguna quedo muy sorprendida cuando encontró a su hija recién parida.
―¡¡Juana ya nació el niño!! ¿Por qué no me hablaste? ¿Lo tuviste sola o te ayudo alguien? ¿Pero quién? Y a todo esto ¿qué es niño o niña? ¿A quién se parece?
―Ya paralé ama, ya me aturdiste con tanta preguntadera, no te hablé porque no me dio tiempo, todo fue muy rápido, me ayudo la señora Celia, es una niña, y no sé a quién se parece ni me importa.
―Pero ¿Cómo fue que te ayudo la señora Celia? ¿Quién le aviso? No puedo creer que mejor le hayas hablado a ella que a mí que soy tu madre.
―Cómo crees que la iba preferir a ella que, a ti, ella llegó sola y muy a tiempo, porque si ella no hubiera llegado yo hubiera matado a la niña, por eso no te avise.
―¡¡Juana por el amor de Dios ¿Qué estás diciendo?!!
―¡¡Eso que oíste, que me iba a sentar en el engendro yo no la quiero!!
―Pero hija por favor, ni siquiera lo pienses ¿Acaso yo mate a tu hermano Anacleto? No claro que no, la criatura no tiene la culpa de lo que me hizo su padre.
―¿Quieres decir que a ti también te violo el patrón?
Este no, a mí me violó su padre y a mi madre su abuelo, todos los patrones son unos puercos, desgracian a las mujeres se sacuden la berga y si te vi no me acuerdo, muy afortunadas son las que no quedan panzonas, pero las que por desgracia nos dejan su maldita semilla, no nos queda otra más que aceptar y querer al fruto, las criaturas no tienen ninguna culpa, somos afortunadas de que a pesar de ya no valer ni cinco centavos, tenemos un hombre bueno como tu padre y Alejandro que lavaron nuestro honor, no rechaces a esta criaturita es tuya y solo tuya, mírala que chula esta, se parece a ti.
Juana la tomó en sus brazos la miró detenidamente, pero no encontró ningún parecido con ella, ni siquiera el cabello que cubría tenuemente la cabeza de su pequeña, hija al parecer iba a ser güero como el de los hijos del patrón, la niña empezó a llorar clamaba por alimento, por lo que su madre le dijo.
―Juana la niña quiere comer, pégatela a la chichi.
―No, si la patrona evito que me sentara en ella, la voy a matar de hambre.
Petra le quito la niña de sus brazos y le dio dos tremendas cachetadas.
―¡¡Ya estuvo suave, retuércele el pescuezo como a los pollos, al menos así no sufrirá tanto como si la mataras de hambre!! Aquí la tienes yo me voy y olvídate que tienes madre, yo no crie hijos asesinos, la gente no se enterará de tu crimen, pero Dios si, prepárate para recibir el castigo divino. Petra salió de la vivienda temerosa de que su hija cumpliera la amenaza de matar a su nieta, Juana medito las palabras de su madre, se sacó el pecho y amamantó a su hija, cuando llego Alejandro se quedó maravillado con la criatura una lagrima corrió por su mejilla esa niña, esa criatura, iba a ocupar el lugar de su hija fallecida.
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