Cinco cosas
Disclaimer: Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada.
-X-
1)
Aioros miró la computadora portátil como si fuera un bicho especialmente raro.
Los engranajes de su mente giraron y giraron, armando pensamientos y sopesando distintas opciones. Las cejas del hombre, oscuras y delicadas, estaban fruncidas en la más absoluta concentración.
Pensar largo y tendido sobre lo que tenía en frente le tomó casi veinte minutos, y ni aún así llegaba a una respuesta factible; su situación actual era complicada, y hasta vergonzosa. Y que algo le llevara tanto tiempo a un Caballero Dorado, era verdaderamente inconcebible. ¿Qué dirían los demás? Entonces, como una densa niebla, la frustración se apoderó de sus sentidos.
No sabía qué hacer.
Para alguien que podía darle entre 8 y media vueltas a la tierra en un segundo, o destrozar una montaña de un puñetazo (hazañas tan naturales para él como el mero hecho de respirar), debería haber sido sencillo. Ésto, en cambio, superaba con creces cualquier destrucción atómica que pudiera infligir con un dedo.
Miró por el rabillo del ojo a los cinco niños que holgazaneaban en su sala de estar, no muy diferente a lo que él hacía en ese momento. Seiya, Shun, Hyoga, Shiryu e Ikki se veían sorprendentemente atentos a sus ademanes.
¿Lo habían estado observándo? Rayos...
Agarró los auriculares que colgaban de un perchero y los inspeccionó, como si éstos pudieran darle alguna respuesta. Los Santos de Bronce siguieron su accionar con variadas expresiones, desde la perplejidad (Shiryu y Shun), la curiosidad (Hyoga), hasta la franca diversión (Seiya e Ikki).
Los miró en silencio, aclarándose la garganta.
—Eh... ¿chicos? —el sonido de su voz pareció sobresaltar a los Caballeros. Si hubiera sido Géminis, Cáncer o Escorpio, se habría regocijado ante la reacción; él no—. ¿Cuánto ha progresado la tecnología desde que estuve muerto?
Esperó mientras los niños intercambiaban miradas entre ellos.
—Bueno —empezó Shun, su voz ligera y dulce—, Empresas Kido pudo recrear armaduras a partir de Sagitario. Es armamento militar bastante poderoso y tiene muchas funciones. Llamamos "Caballeros de Acero" a los chicos que las portan. Por supuesto, no es nada comparable a una armadura viva como la nuestra, pero aún así es impresionante lo que se puede hacer con tecnología.
Aioros parpadeó, desconcertado. ¿Que habían hecho qué... ?
—Ah, eso es bueno, supongo —señaló la computadora portátil—. Entonces imagino que sabrán cómo encender esta cosa.
—Eeeh... Señor Aioros, debe cargarla primero...y ni siquiera está enchufada.
2)
Saga observó el techo de Géminis, incapaz de dormir. No conocía momento en su vida en que el insomnio no formara parte de ella, pero al menos ya no estaba directamente relacionado con sus pesadillas y ahora podía acogerlo como un viejo amigo.
Después de lo que parecieron horas, se le ocurrió algo.
—Kanon, escucha esto... —susurró, sonando casi horrorizado por lo que acababa de descubrir, mientras sacudía a su gemelo como un muñeco de trapo
—Dioses, hoy no... no... —gimió Kanon, que sólo quería dormir y que lo dejara en paz un maldito segundo. Mantener el Atlántico Norte libre de basura marítima no era precisamente una tarea fácil—. Saga, por lo que más quieras... duérmete —masculló, quitándose de encima las manos del mayor.
Hubo un silencio contemplativo, como si estuviera considerando sus palabras.
Y entonces Saga, el bastardo, volvió a hablar.
—Los dientes son huesos —afirmó—. Eso significa que cuando usas el cepillo de dientes, estás cepillando tus propios huesos desnudos, ¿no?.. y, Kanon... la pasta de dientes es en realidad jabón para huesos —dijo, aparentemente complacido por su aleatoriedad de pensamientos a las 3 AM.
Kanon se irguió, de repente siguiendo el juego.
—¿Y sabías que existe un buitre que come huesos? Le gusta pintarse las plumas con la sangre de sus víctimas para lucir más intimidante. Dicen que tiene ojos de dragón.
—Oh, suena como Deathmask.
—Y le gusta comerse los dientes de las personas a las tres de la mañana, ¿oyes ese ruido?
3)
Ambos hombres observaron estupefactos el montón de chatarra abollada que sería el avión privado de la diosa Athena. Era como si un gigante lo hubiera tomado en sus manos para luego estrujarlo y arrojarlo al fondo del precipicio. La imagen era incluso un poco aterradora. Alguien había tenido la fuerza, la facilidad para destrozar las aleaciones metálicas (carbono, fibras de acero, magnesio, titanio, aluminio, etcétera), reduciéndolas a restos humeantes.
Si Tatsumi viera esa escena, habría caído de rodillas, ahogado en su propia desesperación.
—... y pensar que hiciste todo esto sólo para cazar un estúpido gremlin en el compartimiento de equipajes; y ni siquiera eran muchos, sino uno, ¡uno solo! —la voz de Camus, por una vez, se oía alterada, al contrario de su tono usual, generalmente frío y moderado—. ¡¿No puedes controlar un segundo tu irascibilidad innata, Milo?!
Pateó con frustración el cadáver agujereado de lo que parecía ser un pequeño diablillo... aunque ya no podía diferenciar al malvado engendro de su mejor amigo. ¿Quién era peor, el bicho muerto, o aquél que lo había dejado así?
—¿Qué... ? —Milo lo vio con incredulidad, como si no pudiera entender la gravedad de sus actos—. Sólo me aseguré de que las cosas estuvieran en orden. Es extraño que el mayordomo... ¿cómo se llamaba,Tatsuki,Takumi... ?
—Tatsumi.
—Tatsumi, siguiera vivo junto con el piloto después de albergar a esa cosa durante tanto tiempo. Y más extraño aún, que el avión siguiera de una pieza.
—El avión estaba de una pieza hasta que decidiste hacerlo el blanco de tu ira. Y para colmo lo aventaste al precipicio. Hasta el maldito gremlin tuvo más decencia al no dañar el avión . Y tú... tú... tú vas y lo-
—Entonces lo arreglaré.
—¿Cómo piensas hacer eso?
Sin formular respuesta, Milo encendió su cosmos y el montón de chatarra se elevó abruptamente, rodeado por un brillo dorado. Luego, los restos del avión empezaron cambiar, el núcleo mismo de cada átomo siendo alterado y manipulado por la fuerza primordial del hombre. Milo debía ser extraordinariamente cuidadoso si quería restaurar el avión a su antigua forma, y no destruir los átomos...
Que fue exactamente lo que sucedió después, cuando el pájaro de metal desapareció completamente, y de él ni siquiera quedó polvo de estrellas.
—... Conseguiré dinero para pagarlo.
—¡¿Y cómo planeas hacerlo?! ¡¿Y ahora en qué rayos se irá la diosa a Japón?! ¡¿Cómo es que dejaron el avión solo?! ¡¿Por qué yo?!
Milo se encogió de hombros.
—Respondiendo a tu primer grito, no es difícil para mí. Voy a-
—No robarás un banco.
—Pero-
—No, Milo.
Milo resopló y blanqueó los ojos. No era posible que Camus fuera tan malditamente correcto. No conocía otra manera de ganar dinero que no involucrara funcionar en sociedad. Y si bien tenía suficiente sabiduría y conocimiento como para dejar en ridículo a cualquier prestigioso oficinista, carecía de la paciencia. Los instintos de Escorpio estaban profundamente arraigados a una necesidad de destruir.
El griego no servía para convivir con simples mortales. Eventualmente terminaría asesinando a alguien...
Camus se giró.
—Hay un trabajo que podría funcionar contigo, que no involucra matar o robar.
—¿Y eso sería... ? —los ojos del hombre perdieron brillo, invadidos por una extraña sombra—. Espero que no-
—Serías un buen stripper —Camus miró al griego de pies a cabeza, esbozando una sonrisa maliciosa—. Tu cara, tu cuerpo y tu cabello te convertirían en un gran stripper, ¿sabes? Podría funcionar. Las mujeres acudirán a ti en masa y obtendrías mucho dinero en poco tiempo.
Milo ladeó el rostro, y de pronto sonrió. Era una sonrisa absolutamente salvaje que le otorgaba a sus rasgos la peligrosidad de un animal carnívoro.
—Nah. Voy a robar un avión de algún lado. Eso está bien para mí. Sabes que no tengo la mejor moral, y no duraría de stripper...
4)
Aldebarán se aseguró de mantener una cara neutra, a pesar de que el nerviosismo lo estaba matando. No quería llamar la atención sobre él innecesariamente. Tenía un asunto muy importante entre manos, algo que preferiría guardar en secreto... por el momento.
Se acomodó el largo abrigo negro que llevaba puesto. Era extrañamente voluminoso, pero no del todo descabellado para su imponente estructura. Aún así, era el tipo de ropa que no usaba con mucha regularidad, menos en esa época del año, por lo que debía admitir que era bastante sospechoso incluso para él.
Tenía que actuar rápido.
Presionó muy cuidadosamente el abrigo contra su cuerpo, la suavidad de su toque completamente ajena a la brutalidad con la que se lo asociaba. Una lenta sonrisa se formó en sus labios cuando el gesto fue correspondido, sintiendo una ligera vibración debajo de la tela.
El Templo de Tauro no estaba muy lejos, nada más que un par de escalones que debía sortear. Mu no estaba en su casa y su camino había sido relativamente pacífico, sin interferencias.
Pronto llegaría. Casi podía saborear su victoria...
Aldebarán empezó a divisar la fachada de su Templo. La vista hizo que una oleada de alegría se apoderara de él. Tampoco parecía que alguien estuviera cruzando Tauro, lo cual agradeció profundamente. Dio un suave suspiro de alivio y siguió con su marcha.
Hasta que frenó en seco, los pies congelados en su lugar, cada músculo del cuerpo absolutamente tensado como si no pudiera moverse. Allí, varios escalones arriba, estaba la figura más intimidante que hubiera conocido nunca, pese a que fuera unas pulgadas más bajo que él y notablemente menos fornido: el Caballero de Géminis.
Observó con nerviosismo al griego, y le dedicó la mejor sonrisa despreocupada que pudo formar.
—Hola, Aldebarán —saludó el otro, su voz sorprendentemente tranquila.
—¡H-Hola, Géminis! —respondió Aldebarán, no dispuesto a revelar el hecho de que no sabía con cuál de los gemelos estaba lidiando.
Entonces soportó el escrutinio del hombre, sin exhibir nada en su rostro. La mirada esmeralda se movió a lo largo de su abrigo negro como si sospechara algo. Si Aldebarán no hubiera estado tan nervioso, habría notado el destello de diversión en los ojos del Santo de Géminis, que parecía disfrutar su creciente alarma. Saga y Kanon, viéndolo desde cualquier ángulo, eran dos lunáticos empedernidos.
Así, el hombre frunció ligeramente el ceño y entrecerró los ojos, regresando su mirada a Aldebarán, quien le devolvió el gesto.
—¿Qué pasa con el abrigo? —preguntó finalmente Saga, Kanon, no estaba seguro.
El Santo de Tauro abrió la boca, pero se detuvo al último segundo, no dispuesto a dar más infoŕmación. Géminis era excepcionalmente inquísitivo. Tendía a reparar en detalles que la gente común pasaba por alto. Aldebarán había aprendido eso desde muy pequeño. A veces era para bien, otras para mal... O quizá sólo estaba exagerando y aquello no era más que la curiosidad innata del Tercer Signo siendo manifestada.
Sin embargo, cuando intentó avanzar unos escalones, sucedió lo impensable. Se escuchó un maullido salido del abrigo de Aldebarán.
Ahora sí, el griego lo miró con evidente sospecha. El Taurino sintió que la sangre se congelaba en sus venas.
—¿Eso fue un gato... ? —murmuró Géminis.
—No, no... —se excusó—. Sólo fue un extraño pájaro que visita las Doce Casas a estas horas —intentó ahogar la risa mientras se apresuraba al interior de Tauro—. Se llama Seiya Segundo, por cierto.
Lo último que escuchó Adebarán detrás de él fue la malvada risa del Santo de Géminis resonar en las escalinatas.
5)
Los tres hombres se sentaron en la mesa. Era bastante raro observar que los dos primeros lucían impecables como hermosas estatuas, y el tercero relativamente desaliñado.
Aioria se frotó el rastrojo de la barbilla. El Santo de Leo parecía que había pasado unos días viviendo en las calles. Tenía la ropa descuidada, el cabello desordenado y los ojos rodeados por manchas oscuras que aumentaban la sensación de estar viendo a un vagabundo increíblemente apuesto, o un príncipe azul exiliado del palacio.
—Ok —dijo, dándole un sorbo a su chocolate caliente—. Ustedes me invitaron a jugar un juego, ¿no?
Shaka y Mu asintieron simultáneamente.
—Sí.
Aioria parpadeó.
—Eso es extraño viniendo de ustedes. Hagámoslo, ¿de acuerdo?
Ambos hombres volvieron a asentir.
Mu se aclaró la garganta, intercambiando miradas con Virgo, luego regresando su atención a Aioria.
—Muy bien —dijo—. ¿Verdad o reto?
—Verdad —respondió Aioria con convicción, muy seguro de sí mismo.
Inesperadamente, Shaka sonrió.
—¿Cuánto has dormido esta semana?
Aioria tomó un trago de la humeante taza, manteniendo el contacto visual. Ya entendía de qué iba el asunto, y no le agradaba en lo más mínimo. Esos dos lo habían metido en una trampa.
—Paso —dijo—. Prefiero reto.
La sonrisa de Shaka se ensanchó.
—Te reto a que te vayas a bañar.
Aioria retrocedió. La mirada de Aries y Virgo era aterradora.
Sin previo aviso, los dos Santos se abalanzaron sobre él y lo arrastraron al baño.
—¡Es una maldita apuesta que perdí! ¡Todavía no cumplo el plazo! ¡Dejn-
-X-
Gracias por leer :)
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