Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Lapso 8

Agarro el cuchillo de mi cinturón (uno de cocina, nada especial) y derribo a Damien.

—¿Con que eres un extraño que pasó por aquí y decidió comer gratis eh? —pregunto rozando el cuchillo por su nuez.

—¡Yo no he dicho éso!

—¡¿Y entonces qué?! —grito perdiendo los estribos—. ¡Me has engañado! ¡Y lo peor es que te creí porque eres un PUTO ser sobrenatural que viene aquí y dice que va a enseñarme nosequé mierdas del destino!

Damien mantiene el silencio.

—¿No dices nada? —pregunto apretando un poco el cuchillo contra la carne.

Sería tan sencillo matarlo. Un simple degollo, y toda la presión saldría de golpe... y la sangre bañaría el suelo.

No. Concéntrate.

—¿Me dejas hablar? —pregunta Damien con total naturalidad.

—Tienes veinte segundos.

—Para que me entiendas, soy un viajero del tiempo y el espacio que tiene como misión protegerte hasta que estés instruido y preparado.

Miro impresionado a Damien.

Ha soltado todo éso en menos de tres segundos.

—¿Ah sí? Es una lástima que no crea en eso —digo apretando más el cuchillo contra la piel.

La sangre fluye.

—¡Soy tú! —grita Damien— ¡Soy tú de otra dimensión! ¡Tengo tu ADN, tus gustos, y algunas manías pero me crié de manera diferente! ¡Por eso soy diferente a tí! ¡Por eso he dicho que puede ser que no seamos la misma persona!

Miro extrañado a Damien. ¿Pero qué había en esos huevos que he comido antes?
Seguro que tenían alucinógenos o algo así.

Damien palidece (mirando algo que hay encima de mi hombro) y me tumba al suelo de un empujón.

Oigo un disparo.

Un tropiezo.

Oigo un grito de dolor.

Me recupero del golpe y miro la escena.

Damien, quien ahora sujeta su pistola (que echa humo por el cañón), está forcejeando con una criatura... amorfa.

No, ésa no es la palabra. Quería decir asquerosa. Criatura asquerosa.

Damien está forcejeando contra un hombre (creo) completamente de color negro. Incluso su piel lo es, haciendo que su ropa le camufle. Está vestido con una gabardina, y una... ¿cartuchera? que le cruza el pecho desde el hombro hasta el riñón derecho.
La cara parece un revoltijo de gusanos en la etapa de descomposición.

¡Lleva una escopeta en la espalda!

Desenfundo el revólver y mis manos caen, pesadas, hacia el suelo.
Puta pistola.
Pesa una tonelada. 

—¡Shooter! —grita Damien—. ¡Shooter!

Y entonces lo sé.

Puede que él pueda resucitar (o lo que sea) si se lo comen... o si muere por una pelea, o si muere por cualquier maldita falacia que se te pueda ocurrir... pero contra ése monstruo no puede hacer nada si muere.

Si muere, será su fin.

Game Over.

Grito con todas mis fuerzas y levanto el revólver, dándole un golpe en la nuca al monstruo.

Creo recordar que no he recargado el revólver.
Mierda.

Pero no hay tiempo. No hay tiempo.

Veo cómo el monstruo alarga su brazo para alcanzar su escopeta, cuando cargo el martillo del arma y se la pongo en la nuca.

—Quieto —mascullo con tanta violencia que me hago daño en la lengua.

—Menudo honor —sisea el monstruo—. Voy a ser asesinado a sangre fría por el que se supone que es el hijo pródigo de Dios.

Ahora que me doy cuenta, lleva un sombrero igual al de Damien.

—¿De qué hablas? —pregunto apretando el cañón de la pistola.

Damien le da un puñetazo en la boca.

—¡Calla! ¡No digas nada maldito ser! —grita Damien agarrándolo por el cuello de la gabardina.

—¿Qué pasa? —pregunto, entre la incertidumbre y la ira.

—¡Eres el hijo pródigo de Dios! ¡Por eso has sonrevivido a la purga! —escupe el monstruo.

Otro puñetazo. Ésta vez a la boca del estómago, haciendo que un botón de la gabardina salte por los aires.

—¡Calla! ¡Calla miserable!

—¿Y ella? —rie el monstruo señalando al cuarto de Selenne—. ¡Será la que portará al anticristo! ¡Óyeme! ¡Será la que portará el anticrist...!

Un disparo resuena en el aire y el cuerpo muerto del monstruo se desploma en el suelo.

Mi revólver humea.

¿Por qué he hecho eso? ¿Por qué? ¡Podía haber conseguido información!

Espera. ¿Información de qué?

Miro la puerta y veo a Selenne horrorizada, mirándome con miedo, ira, terror, y asco a la vez.

—¿Qué ha dicho que portaré? —pregunta pálida.

—Nada cariño, tú no debías haber visto ni oído na...

—¿Cómo que cariño? —interrumpo a Damien.

Damien frunce el ceño un momento.

—Es una... forma de hablar —dice—. ¿Y tú no se suponía que no tenías balas?

—Se suponía... —susurro mirando el revólver.

El mío... es distinto, ahora que me doy cuenta.
Es... bastante grueso en la zona del tambor, pero a medida que va creciendo hacia el cañón veo que los dos tubos se van juntando, haciendo que parezca un triángulo.

Parece un triángulo.

Éste no es un revólver cualquiera. És un revólver de esos antiguos que tenías que cargar el martillo antes de disparar.
Pero en todos los tiros.

Abro el tambor y veo tres círculos dorados. Saco uno y veo que es solo un casquillo. No tiene ni la parte delantera ni la pólvora. Es un simple casquillo.

Quedan dos balas.

—Tenemos que irnos —digo guardando el revólver.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta Selenne.

—No hay más agua. No hay más comida. Me iba a ir antes, abandonandoos a vosotros dos, pero... ahora... no se qué pensar —suelto de un tirón.

—Ya te digo yo lo que debes de pensar —dice Damien acercándose a mí—: Debes estar alerta, mirando la carretera por si hay más criaturas como ésta. Si alguna de ellas logra matarme yo...

—Morirás —completo mirando por la ventana—. Lo sé.

—¿Cómo...?

—Simplemente lo sé.

Damien guarda silencio, y entonces Selenne agarra una escoba de un armario de la cocina. Viene tranquilamente, hacia mí, y me da un escobazo en la cabeza.

—¡A qué ha venido éso! —grito.

En serio, ésa niña se está ganando que coja mi cuchillo, y que vaya junto a ella mientras duerma para clavarle hasta el mango el filo de...

¡No!

No.

Calma. Relájate. Prometí (¿Lo hice?) protegerla.

—¡Decidme qué sucede! —grita Selenne.

Otro escobazo.

—¡Aparta la puta escoba! —grito.

—¿Qué? —pregunta Damien recolocandose un brazo roto.

Oigo un "Tchlack" y el brazo se endereza.

Que mal rollo.

—¡Ayúdame joder! —grito protegiéndome de los escobazos.

El pelo se zarandea de lado a lado y me cubro más la cabeza.

Damien se levanta, agarra la escoba (que ya se empieza a astillar por el mango) y la deja lentamente en una esquina.

—Calma —dice Damien acunándo la cabeza de Selenne—. Calma.

Pongo una mueca.

—Tío.

—¿Qué? —pregunta Damien aún con un poco de sangre de ése monstruo en las manos.

Selenne está con los ojos abiertos de par en par.

—Tío, la estás traumatizando —digo andando hacia donde están.

—¿Yo la estoy traumatizando? —pregunta Damien extrañado—. Pero si yo no le estoy haciendo nad... oh, las manos.

Se aleja de Selenne y va corriendo al baño a lavarse las manos. Cuando acaba, vuelve con una toalla y le limpia la sangre del pelo a Selenne.

—Lo siento, lo siento... —susurra limpiándole el pelo cuidadosamente.

—Pareces su padre —suelto.

La noticia le sienta como una bomba a Damien, porque se gira hacia mí y me apunta amenazadoramente con un peine.

—¿Y qué? —dice. El sombrero se le ha inclinado y le da un aire justiciero—. No soy su padre, pero hoy en día debido a la purga, a la enfermedad que la provoca y a las fuerzas de la oscuridad... debemos cuidarnos unos de otros.

Suelto una carcajada.

—¡Ja! Que te crees tú que te ayudaré más vec... un momento. ¿Qué es eso de la purga?

Damien abre los ojos de par en par y sigue limpiándole el pelo a Selenne.

Ella está inmóvil. No hace nada, ni dice nada. Sólo disfruta del peinado.

¿En qué estará pensando?

—No he dicho nada —dice Damien.

—Sí que lo has dicho.

Damien se rasca la barba de dos días, mira al cielo por una ventana y luego se coloca bien el sombrero.

—No. No lo he dicho.

—¿Ah no? —digo frunciendo el ceño.

Las amenazas físicas no sirven. Tal vez las psicológicas...

¿Qué sé de él?

Poco o nada.

Creo que le gusta cocinar, es yo (¿O se dice "soy"?), pero criado de diferente manera y por lo tanto de diferente mentalidad, y es MUY sentimental a veces. Además de enigmático.

¿Y por qué se viste como un vaquero?

—No prepararás más la comida —pruebo cruzándome de brazos.

Surte efecto.

La cara de Damien se vuelve blanca como el marfil y me mira.

—¡No! —grita—. O sea, no es que me guste cocinar es solo que...

—No pondrás un pie en una cocina lo que te queda de vid...

—¡Vale! —interrumpe Damien.

¿Cuándo se ha vuelto a poner la gabardina?

—¿Y bien? —pregunto interesado.

Ésto se va a poner interesante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro