Lapso 1
Me retuerzo perezosamente en la cama de hojas que me hice la noche anterior.
Su tacto y sonido al romperse me recuerdan a aquellos cereales que engullía todas las mañanas en mi adolescencia...
¿Qué adolescencia? Aún soy un adolescente.
Un maldito adolescente.
—¡Buenos días mundo! —grito estirandome en el suelo de la azotea del edificio.
El mundo no me contesta.
Me levanto de mi lecho. El sol está casi encima mía por lo que... creo que casi es mediodía.
Me asomo por la azotea y miro a todos lados. La noche anterior había llegado después de una persecución con unos antiguos vecinos, pero por lo que veo, ellos ya se han ido.
—¡Volved maldita sea! —grito aporreando el aire.
Un soplo de viento me da de lleno en la cara. Esta sensación... es muy agradable.
No siento las piernas.
Me pongo mi mochila y aspiro el aire "puro". Hay un cambio muy notorio en el olor del aire antes y después de el aquello.
Claro, ahora no hay coches contaminando las calles, ni tampoco aviones ni barcos...
Yo voy en bicicleta.
Bajo del edificio por la escalera de incendios cuando la suela de una de mis botas se suelta levemente.
Tengo que ir a por otro par. A saber cuando volverá la siguiente temporada, y ahora casi no tengo comida.
¿Tal vez debería ir a la ciudad?
Descarto esa idea con un movimiento de cabeza. Es una idea descabellada, es...
Alto.
Podría funcionar.
Puedo hacer algún tipo de bomba (no se nada de bombas en realidad) y matar algunos miles de centenares de transeúntes.
Después, me colaría en algún edificio... y conseguiría más comida para la próxima temporada. Si no la consigo... solo podre mirar a un mar de cuerpos durante lo que dure.
La primera temporada (la más desastrosa y denominada por mí como el aquello) ocurrió de la noche a la mañana y duró cinco días.
Era sábado, por lo que yo dormía plácidamente en mi cama.
Como hecho de menos mi cama.
De repente, una ola de personas enfermaron, expandiendo una nueva pandemia que invadió las calles de todas las ciudades del mundo. Lo vi en la televisión.
No tengo padre, solo madre, y ahora está mordiendo unos barrotes de la cárcel por haberme intentado matar.
Irónico, ¿no?
La mujer que me dio la vida me la intentó quitar... menuda ironía.
Aterrizo con un leve "Clap" en la calle y ando silbando por el centro de la carretera.
Me siento poderoso por poder andar por una carretera.
—¡Hoooly Bible what did you do to me...! —canturreé caminando.
Me detengo al ver a Lizzie, la chica más guapa del barrio.
—¡Hola Lizzie! —grito saludandola.
No me responde, solo se mantiene quieta en esa posición tan rara. La cabeza volcada completamente hacia atrás y las manos dislocadas.
—¿Tienes planes para luego? —pregunto.
—Grriaa... —oigo que me contesta.
—Es una pena —digo mirándola—, te podía haber invitado a cenar.
Ella gruñe mientras intenta zafarse del cepo para osos que la mantiene en el sitio.
Después de una sacudida fuerte el tobillo cede, deshaciendo la carne y separando el cartílago que antes unía los huesos.
—Lizzie —digo viendo como se acerca—, no me obliges a matarte, aunque ya estés muerta.
Lizzie se queda quieta, mirándome con esos típicos ojos muertos y cocidos al sol.
Parece un besugo.
La sola idea hace que me salga una risa.
—Grrrr —dice Lizzie.
—Ya, ya... lo siento. No está bien reírse de la gente.
Vuelve a gruñir.
—De los muertos —corrijo—. No está bien reírse de los muertos.
Lizzie gruñe levemente y se coloca donde siempre.
A lo mejor en un rato algún gato despistado pasará por allí... y ella tendrá la cena servida.
Me despido con un gesto de la mano y sigo caminando por las calles. Tengo algo de hambre, así que voy a un WalMart que hay por aquí cerca, me apetece una chocolatina... ¿o tal vez una barra de regaliz?
Llego a la puerta de la tienda. A lo lejos oigo algo... extraño. Algo que hacía mucho tiempo que no oía.
Un motor.
Me escondo detrás de un cubo de basura y veo a lo lejos como una chica rubia, con kilos de maquillaje en la cara, pasea con un coche familiar sin las ventanillas delanteras y sin el cinturón.
—¡Hey! —grito al coche— ¡ponte el cinturón!
La chica rubia me mira por un segundo, después un neumático revienta y el coche se estrella contra una farola.
Mientras veo como el cuerpo de la chica vuela en dirección a Lizzie oigo en mi cabeza aquella canción tan graciosa.
<<I believe I can fly...>>
Después veo como Lizzie se agacha hacia la chica, preparándose para disfrutar de su cena aún viva.
Esa escena la he visto (lamentablemente) centenares de veces, por lo que desvío la mirada y grito al aire mientras agito la mano:
—¡Bon apetit!
Me pongo los auriculares de Apple (que son los mejores) y camino hacia el WallMart escuchando "migraine", de Twenty one pilots.
Hay un par de muertos deambulando. Mierda.
¿En serio la siguiente temporada está tan cerca que hasta hay muertos de avanzadilla?
Suspiro y saco un cuchillo de trinchar. Es la única arma de filo que me atrevo a llevar encima. Los muertos que conozco... se ponen nerviosos si me ven con armas.
Como si sintieran daño.
En realidad no se si sienten daño, y tampoco pueden decírmelo.
Las cuerdas vocales se les atrofian en el cambio. Cuando pasan de humanos a... a... lo que sea que sean ahora.
Avanzo lentamente, sin agacharme, solo caminando cuando de repente una luz del techo se funde.
Me pongo nervioso.
Los muertos que conozco son... "amigables" en cierta manera conmigo, pero porque llevo con ellos mucho, muchísimo tiempo, y ya no me ven como comida.
Sólo me ven como un ser que no está a su alcance.
Pero claro, soy humano. La enfermedad o lo que sea que convierta a los humanos también me afecta.
Pero... no me he contagiado aún, y eso me parece... Muy raro.
Hasta donde yo se, la enfermedad se contagia por el aire y por los fluidos, y he estado muy cerca de varios de ellos.
Incluso dormí una vez en un sitio infestado de ellos, y aun no me he infectado.
Suspiro y cogo el cuchillo como me enseñé.
—¡Panda de putrefactos! —les grito.
La visibilidad es... casi nula. Casi.
Apreto el cuchillo hasta que mis nudillos se ponen blancos al ver que sus ojos de besugo se posan en mi.
Ojos de besugo.
Uno abre la boca, enseñandome la dentadura (extrañamente entera).
El otro me sigue mirando.
Doy un paso.
Hay que proceder con cautela, he visto a muchas personas confiarse y acabar en el estomago de los muertos.
Otro paso.
Uno de ellos gruñe, no se cual de los dos.
Otro paso.
Ya estoy lo suficiente cerca como para incrustar el cuchillo en el craneo de ese muerto.
Un momento.
Hay algo que no cuadra.
Me alejo un paso y miro a mi alrededor. Esta situacion me parece demasiado... familiar.
La semana pasada habia visto una pelicula (que encontré en una casa) llamada Jurasic Park.
Y esa escena de los raptores... se parecia demasiado a mi situacion actual.
Di otro paso atras. Y luego otro.
Oi un gruñido y un quejido que venian de la zona oscura del WallMart.
Salí corriendo.
Y tal como me imaginaba, me habian intentado hacer una emboscada.
Clavé el cuchillo en la cabeza de uno de los muertos que me bloqueaban el camino y ahí se quedó.
No pude recogerlo.
Corri hacia la puerta y sali al exterior con una gran zancada.
Al salir, miro hacia atras y veo a una ola de cuerpos podridos intentando alcanzarme.
De eso nada.
Cierro la puerta y la bloqueo con un palo que había tirado al lado de la puerta.
La madera del palo está podrida... pero aguantará lo suficiente como para que me aleje.
Corro en dirección a mi casa y hago una parada en un bar que no habia visto hasta ahora. Quizá y solo quizá...
Entro y veo lo que busco.
Una botella de Whisky del año 1956 semi-vacía.
La recogo y la pongo en mi mochila, mi colección de botellas de alcohol está un paso mas cerca de estar completa.
Si es que hay algun final para la colección...
Yo solo cogo botellas de alcohol que no haya en mi colección, así, algun dia... puede que tenga todas las clases de alcohol de la región...
Ya se que es raro que un adolescente coleccione alcohol, pero hoy en dia encontrar motivaciones y metas... es un poco difícil.
En una de las mesas del local veo a un hombre alto, con una gabardina de cuero y un sombrero al estilo del lejano Oeste. Bebe en silencio.
—Hola —digo saludando.
Quizá sea un muerto que se ha quedado atascado, o que estaba allí bebiendo cuando se infectó.
—Estás vivo —dice el hombre.
Abro los ojos de par en par. Es un humano.
—Eres, eres un...
—¿Un? —pregunta el hombre interesado.
Maldita sea.
La iluminación de este sitio no me deja verle la cara.
—Eres un humano —digo dirigiendo la mano al lugar donde antes tenia el cuchillo.
El cuchillo.
No lo tengo, está en el craneo de un muerto.
El hombre levanta la cabeza y me mira.
Ahora si que puedo verle la cara.
Es un varón, de unos... treinta años, tiene una barba poco poblada y una mandibula rectangular.
Ademas, tiene unos ojos... extraños. Son de un hipnotizante color gris.
—¿Qué iba a ser si no? —pregunta el hombre dando otro trago a la bebida.
—Un muerto.
El hombre me mira sorprendido y suspira.
—¿Cuanto has estado solo? —me pregunta levantandose de la mesa.
—No estoy solo, tengo conocidos por todo el pueblo —contesto oliendo el interior de una botella de ginebra.
—¿Hay mas personas aquí?
—Depende. ¿Vivas? No lo sé, ésta mañana he visto a una pero... se la han comido. ¿Muertas? A centenares, algunos amigos mios.
El hombre me estudia con la mirada.
—¿Cuanto tiempo hace que no estás con un vivo?
—Desde que todo ésto comenzó, desde que la primera temporada llegó aquí —digo sentándome.
—¿Temporada?
—Es... —digo gesticulando— cuando llegaron los primeros muertos. Cada cierto tiempo llegan... llegan marabuntas enteras, oleadas, mares... de ellos. Yo llamo a eso temporadas.
Giro la cabeza hacia el hombre para ver su expresión, pero ya no está.
Eso... ha sido muy raro.
—¿Señor? —digo mirando alrededor.
No hay nadie. Ni vivos... ni muertos.
Salgo del bar aun mirando a mi alrededor.
Al no ver a nadie me encojo de hombros y me voy a mi casa.
Creo que me queda algo de esos cereales.
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