Capítulo Dos
« —El trabajo es simple, —comentó Darius con su mirada pérdida en la ventana con vista a la ciudad. Continuó sin volver la vista, —debes de infiltrarte, mismo nombre nuevo apellido. La precisión lo es todo, debes reportarte cada semana conforme lo habitual.
El jefe de escuadrón, el cerebro tras la operación de infiltrados de la agencia, se volvió girando la silla para enfrentar a uno de sus mejores agentes. Él sabía las dificultades que había atravesado Alden para estar parado frente a él, anteriormente ni siquiera lo habría escuchado darle instrucciones de cosas que él ya conocía, pero ahora le miraba, los frívolos ojos grises buscaban en él dirección. No porque no pudiera hacer su trabajo, sino porque el hombre sentía que había fallado, cosa que estaba muy lejos de la verdad.
Pero Alden buscaba perfección.
Lanzó el archivo sobre el reluciente escritorio, Alden lo detuvo de caerse, sus ojos en ningún momento se apartaron de los de Darius.
»—Encárgate de tu blanco y vuelve a casa, ¿entendido? —exigió con un tono fuerte de comando.
Los ojos grises brillaron ligeramente mientras Alden tomaba el archivo y salía de la oficina sin dedicarle una palabra más que un ligero bufido y un encogimiento de hombros casi imperceptible.
Darius hizo la silla volver a su posición anterior. Estaba seguro de que el resto del equipo iba a querer su cabeza pero por el momento, él iba a tener un ojo sobre su agente, por más que sabía que Alden podía cuidarse solo. Algunas veces, él tenía que hacer el trabajo casi como un padre. »
Datos generales: Alden Sloan. 27 años, 3 meses y 18 días. Capricornio. Sangre tipo AB negativo. Alergia al maní, huevos y penicilina. Datos profesionales: Primer sargento en escuadrón de reconocimiento. Francotirador probado y certificado. Agente especial del F.B.I con rangos alto en misiones encubiertas. Alto grado computacional, además de un alto puntaje en competencias de estrategia.
Alden miró el currículo desinteresadamente el currículo que yacía en la mesa, no solo estaba muy cerca de la realidad sino que consistía en todas las inconexas pruebas físicas que había tenido que hacerse para mostrarse capaz para sus misiones. No fue sorpresa que su último altercado estuviera entre la lista que el médico había hecho. Cada herida; por arma de fuego o pulso cortante; estaba registrada a detalle. Odiaba que un trabajo consistiera en tener toda la información de su persona, pero su cubierta necesitaba estar lo más cerca a la verdad posible. No podía engañarse con facilidad a Alec Wayne y a su equipo de técnicos. Aunque ese no era un problema verdadero y él siempre podía desaparecer si algo cruzaba su línea de comodidad.
Lo que ese informe personal estaba haciendo era poniendo en tela de juicio su capacidad, tanto mental como profesional. Lo odiaba, pero era necesario.
Además, había cosas que ciertamente le preocupaban más que algo tan trivial como su vida en tela de juicio. Como la facilidad con la que él había entrado su querida Walther al edificio custodiado, claro, él era un profesional pero los que estaban detrás de la compañía también lo eran. No había necesitado mucho, solo una falsa sombrilla y distraer el guardia de seguridad.
Cosas que debería tomar en consideración para su operación.
Alden era un hombre preparado en muchos sentidos, era un equipo entero en un solo hombre. Él se encargaba de sus objetivos sin necesidad de un equipo de refuerzo, él y su equipo eran los asesinos encubiertos de su agencia, hombres que trabajaban en inteligencia sin necesidad de otros para ello. Nadie debía saber de su existencia especial en la agencia, pero Alden mantenía oculta su placa, él era un agente federal pagado por el gobierno para los casos más recónditos, pero eso no significaba que fuera a ser usado como carne de cañón. Un hombre que no tenía nada en el mundo más allá de su trabajo, no existía y al mismo tiempo lo hacía.
—... entonces, ya que tenemos todo esto, es hora de que le muestre donde será su oficina y le ponga al tanto de el material que deberá repasar para la última entrevista, aunque el señor Wayne no lo ha dicho, estoy seguro de que el señor Bradford va a querer conocerle.
Alden fijó su mirada en el hombre frente a él. Qué era la razón misma por la que estaba ahí en primer lugar; Naoe Mitchell. El asistente personal de Alec Wayne y el creador del sistema de seguridad más avanzado del estado. Un hombre que tenía en su poder una gran cantidad de información... Naoe era peligroso en muchos sentidos, la más importante, la razón por la que Alden había sido enviado ahí.
Aunque primero debía investigar a fondo que tan correcta era su información infiltrada. Él no podía simplemente ir por ahí matando gente, primero debía hacer su caso y luego vendrían las consecuencias. Era un gran soldado, pero solo porque se encargaba de tener toda la información antes de dar su golpe. Nadie podía juzgarlo de holgazán u obsesivo, él hacía lo que tenía que hacer.
Miles de vidas dependían de ello. Y no había un solo hueso de arrogancia en él, eran simplemente los hechos.
—De acuerdo, —aceptó escueto poniéndose de pie.
Naoe Mitchell tomó un par de archivos, su celular y la tablet del escritorio antes de ponerse de pie. Las cosas parecían cerca de caerse mientras las acomodaba una sobre la otra y metía el celular en el bolsillo delantero del costoso traje.
Alden lo vio alzarse varios centímetros más alto que su metro setenta, lo cual no era novedad, él era lo suficiente hombre para admitir que la falta de altura era algunas veces un problema pero por lo demás, le daba lo mismo. Nadie podía decir que sus patadas y golpes no harían el mismo daño que un hombre de dos metros. Él era capaz de poner a un gran idiota de rodillas si era provocado. Pero Naoe Mitchell no era un gran idiota, por lo contrario, parecía ser un hombre completamente intelectual ajeno al mundo violento del que Alden estaba constantemente rodeado.
Incluso como infiltrado. Está sería la primera vez que estaría alrededor de una persona que no era... un asesino o maleante.
Era algo difícil de entender.
Alden salió primero al pasillo, mantuvo la puerta abierta para el alto y engarabatado hombre. Los ojos marrones brillaron con agradecimiento. Alden solo asintió sin saber exactamente como debía tratar a un hombre que parecía demasiado delicado para el ambiente en el que estaba. Tal vez sería más fácil simplemente seguir sus órdenes, odiaba la complicidad que las mentes humanas civiles podían tener, ya era suficiente con tratar con un intelectual. Tal vez sería más fácil. Él no era apto para los ambientes sociales, era demasiado oscuro y había sido acusado de tétrico incluso morboso; cosa que era de sobra decir era muy cierto. Pero era eso mismo lo que hacía de él muy bueno en su trabajo, aunque ahora mismo no entendía porque Darius había pensado que él era bueno para ese trabajo.
Él no entendía a los hombres tanto como no entendía a las mujeres, los seres humanos en general no eran seres racionales la mayor parte del tiempo, prefería evitar los dolores de cabeza. Por lo que no lo intentaba, aunque tenía que admitir que Naoe Mitchell atraía su atención de una manera inquietante. No sexual, por el contrario, parecía un niño que necesitaba cuidado. Lo que era absurdo en el mejor de los casos, él no era niñera de nadie.
Era extraño de cierta manera, lo fácil que podía leer la debilidad en el hombre, no era algo común. La mayoría de hombres preferían alzar el orgullo y desmentir sus pocas habilidades, eso mismo hacía que su trabajo fuera mucho más fácil. Él podía ver la cubierta falsa sobre sus enemigos, pero Naoe Mitchell no parecía tener esos complejos.
Era algo... curioso.
—Bueno, como puedes ver... los cubículos están llenos de secretarias, secretarios, encargados y entrenadores. —Naoe hablaba ajeno al escrutinio del hombre un paso detrás de él.
Alden notó las cinco líneas horizontales de cuatro cubículos cada una, así como las miradas que se fijaron en él, al mismo tiempo que consideraba al asistente de gerencia. Su mirada seria y concentrada en cada cosa que señalaba, al mismo tiempo que parecía ignorante de las miradas filudas que lo fulminaban. Antes de salir había colocado un par de lentes sobre su nariz haciéndole ver más como un profesor que como un asistente.
»—Normalmente puede encontrarse a los líderes de equipo rondando por aquí cuando no están fuera, —agregó señalando un par de puertas cerradas y un par que estaban abiertas donde entraban y salían cada poco un par de personas. Se encogió de hombros. —Los asesores pasan más tiempo dentro del edificio que en campo, solo cuando se prepara a algún elemento.
Aquello le llamó la atención. Entendía la necesidad de mantener a los asesores dentro, pero desde que entró no había visto a los que se rumoreaba eran los más peligrosos hombres del estado. Había muchos hombres con los que él tendría problemas para eliminar, y varios de ellos estaban en ese mismo nivel. Él estaría compartiendo su aire, ellos podían buscar matarlo, por lo que debía mantenerse al margen para cumplir su misión. La idea de que fuera un trabajo tranquilo había pasado por su mente, pero no estaba muy seguro.
Darius lo conocía lo suficiente para no ponerlo en un juego fácil, sin embargo, él no había estado actuando como sí mismo por lo que no sabía que esperar.
Mucho menos con Naoe Mitchell como primer plano de los problemas que resolver.
~0~
El hombre tenía unos ojos impresionantes, tanto o más, como su increíble currículo.
No era muy inteligente de su parte fijarse en los ojos o en su capacidad, no habían muchos hombres que fueran considerados como un arma andando y de hecho anduvieran con calculados pasos como si fueran una persona cualquiera. Sin mencionar que él podía sentir lo peligroso que ese hombre podía ser. No estaba seguro del porque pero podía sentir la mirada perforando su espalda, era casi como si estuviera siendo medido por una fiera cerca de atacar.
Era... excitante y tenebroso, al mismo tiempo.
Después de acomodar a Alden en la que sería su oficina, dejarle los documentos que tenía que firmar, lo dejó solo para acomodarse.
Regresó el camino a su oficina con la barbilla en alto y los hombros rectos, sus ojos tras las gafas miraban al frente sin prestar atención a las miradas ceñudas que seguían cada uno de sus pasos. El ver al asistente "mejor capacitado" fuera de su cueva era algo que no estaban acostumbrados a ver, principalmente porque Naoe Mitchell no era muy apreciado por sus compañeros de trabajo. Agregando a ello era el hecho del nuevo asesor, no era necesario saber su nombre o que pasará un informe dentro de las oficinas, la ropa y su forma de ver alrededor lo demostraba.
Los hombres y mujeres de la oficina principal podían identificar a otros como ellos, razón por la que no dudaban que el bajo hombre iba a ser un nuevo líder al que tendrían que seguir.
Naoe cerró la puerta y se apoyó contra ella, miró alrededor de su oficina algo ansioso. Odiaba las miradas que le perseguían, casi como si quisieran partirlo en pedazos y descubrir que era lo que lo hacía tan especial. Lo que era ridículo, él había sido creado por una mujer que trabajaba mucho tiempo y pasaba mucho tiempo detrás de los ordenadores. No era un ser social y encontraba intimidante cualquier cosa que necesitase de él en otro sentido que no fuera mental.
Pero todos querían un pedazo de él, nunca de buena manera. Lo odiaban o le ignoraban, las dos cosas dolían pero él prefería ser ignorado. Muchos habían buscado aprovecharse de sus capacidades hasta que se encontró bajo la tutela de su jefe, el señor Wayne no permitiría que nadie lo lastimara. Claro que eso no había evitado que él cometiera el error de creer en otros, había sido muy ingenuo cuando joven.
Cerró los ojos y negó para sí mismo. No necesitaba traer esos tontos pensamientos a su cabeza en ese momento, era un hombre adulto con una vida ordenada. Tenía todo lo que su madre había querido para él, que no pudiera mantener una amistad en su oficina no era importante.
Con ánimo renovado volvió a su escritorio, donde empezó su labor del día.
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