Capítulo 3
Wayne & Bradford era una empresa de seguridad muy conocida, habían logrado tener grandes contratos y tenían a los mejores especialistas. Nunca había sido una sorpresa cuando se trataba de dos hombres altamente preparados. Tanto Alec Wayne y Justin Bradford sabían que la popularidad de su empresa no solo traería ganancias y popularidad, sino que también vendrían enemigos.
Justin Bradford miraba ansiosamente a su socio/amigo y algunas veces, mucho más que eso. Wayne estaba concentrado en los nuevos miembros de la empresa y en los más recientes contratos, sin saber el peligro que se asomaba en el horizonte.
Los ojos verdes esmeralda se fijaron en el gran rubio. Apretó las manos juntas sobre la mesa, sus ojos vagaron al par de asistentes a las orillas de la mesa, donde ambos hombres jóvenes se encargaban de tener todo en orden y apuntar cada cosa que sus jefes decían. Principalmente lo que Alec decía, era este después de todo, él que hablaba más intensamente sobre lo que pensaba o creía necesitaba agregar a los contratos. La mirada verde se concentró en el más joven de la habitación, la mirada miel no se alzó en ningún momento, estaba totalmente concentrado en sus notas. Tanto como lo estaba Alec.
Justin cerró los ojos y se recostó hacía atrás en su cómoda silla. Había tanto rondando en su mente pero no podía decirlo en voz alta, nunca antes se había encontrado en la posición que no podía siquiera decirle una palabra a Alec, pero ahora dependía su silencio la seguridad de ambos. Estaba seguro de que Alec no se lo iba a perdonar cuando llegará el momento que se enterará de las cosas, pero en este momento, era mejor mantenerlo en la ignorancia de lo que pasaba.
Su seguridad siempre había sido lo primero.
—Entonces... ¿dime qué piensas?
Escuchar la ronca voz hablándole, porque no había duda de que era con él, siempre causaba que su piel se erizara. Alex tenía un control incalculable sobre sus reacciones y pensamientos, el hombre podía leerlo como ninguno y siempre acertaba adivinando sus pensamientos.
No era una sorpresa que buscará sacarlo de su mente centrada.
—No entiendo a que te refieres, —contestó simplemente. No necesitaba darle leña al fuego, no solo Alec se metería en algo que no podía controlar, sino que podía provocar que lo matasen.
Alec se burló con una ligera sonrisa, sus ojos brillaron con diversión. Claro, era diversión a su costa pero verlo sonreír tan pacíficamente era siempre un fiel recordatorio del porque había aceptado fundar al lado de su amigo la agencia de seguridad.
—Sabes a que me refiero, —comentó Alec entre dientes, se recostó en su silla luciendo muy complacido mientras los asistentes detenían sus acciones y miraban cordialmente en otras direcciones. —Sloan, Alden. Nuestro nuevo asesor.
Justin miró de reojo a su amigo, sabiendo lo que buscaba una reacción de él y más importante, molesto porque no deseaba más que ahorcarlo por sus ideas tontas. Alec era un genio para encontrar hombres capacitados para todas las cosas que necesitaban, la agencia de seguridad necesitaba de hombres capaces de leer las peores mentes y actuar a consecuencia sin una clase de resentimiento o dobles pensamientos.
Pero Alden "Sloan" no era cualquier hombre.
Cruzó su pierna derecha sobre la rodilla derecha, inclinó su cuerpo en dirección de los enormes ventanales. La razón por la que había aceptado la decisión de Alec en ese edificio eran de hecho las largas ventanas y el bello paisaje que podían admirar desde esa altura. La ciudad se movía abajo mientras ellos podían admirar la luz del sol extinguirse lentamente a través de los rascacielos.
Cerró los ojos. —Sloan parece ser un hombre lo suficiente capacitado para lo que necesitamos, —dijo sin ver a su amigo, no podía mentirle viéndole a los ojos. —Creo que será un gran aporte a la empresa.
Alec miró a su socio con una ceja alzada, de reojo miró a su asistente con cierta diversión. El niño de hecho lo miró con desaprobación, era claro que no disfrutaba de verlo pinchar a su otro jefe, mucho menos cuando este estaba actuando de manera rara.
Alec no sabía qué era lo que estaba pasando por la cabeza de Justin pero lo que fuera no creía que fuera malo. Después de todo, su amigo no le ocultaría algo importante, esa era la razón por la que era tan buen equipo.
—Lo es, —agregó Alec tras un momento de silenciosa reflexión. —¿Anda todo bien, Justin?
La calmada mirada helada de Justin se fijó en la de Alec, ambos hombres guardaron silencio un momento, luego Justin volvió a ver hacía la ventana. Melancólico y distante.
—No pasa nada, —mintió con tanta seguridad que Alec no lo notó. Pero Justin sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que no pudiera ocultarlo.
Trató de ignorar la presencia del par de oídos extra en su despacho, principalmente, tras saber que había un traidor entre ellos y le carcomía el no poder señalarlo con el dedo.
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Una semana se había transformado rápidamente en un mes, los días pasaron en un borrón de actividades cotidianas. Acomodarse a un horario nuevo, a una vida nueva y a un personaje muy parecido al verdadero, no había sido exactamente un desafío. Estaba seguro de que esa había sido la principal razón por la que había sido asignado a ese caso. Moverse lento, no tener que disfrazar tanto su personalidad y principalmente, no tener que usar su mente en cosas complejas era de hecho algo que estaba apreciando demasiado.
Eso no significaba que no hiciera su trabajo.
Había tardado un poco en dar con el patrón de viaje de los gerentes así como las horas de llegada al edificio. Lo único que podía decir a su favor era que los hombres no tenían un patrón exactamente, ellos más bien, eran demasiado neuróticos por sí mismo y tendían a cambiar a último minuto. El par de asistentes lo tenía difícil tratando de leer la mente de sus jefes, aunque debía decir que Naoe lo hacía muy bien y sin mucho esfuerzo además. Lo cierto es que el hombre era demasiado ensimismado para ser un genio encargándose de las dos agendas cuando el segundo asistente no tenía idea de que hacer.
Naoe era una persona bastante indescriptible, un Criptólogo[1] experimentado y un ingeniero capaz, no entendía que hacía trabajando como asistente en una empresa de seguridad cuando podía estar en una de las mejores empresas de computadoras.
Alden había encontrado sumamente interesante los datos cifrados que componían el sistema de seguridad más robusto y prácticamente inviolable, tanto que se había tomado el tiempo de analizar cada cadena de datos y descubrir el código del cifrado. Como sus compañeros, él tenía una especialidad como hacker y era muy bueno analizando cifrados, había sido interesante toparse con algo que era difícil de entender, hasta que claro, lo había logrado.
Eso lo había hecho entender un poco más a Naoe Mitchell, aunque aún no entendía la razón de su silencio. Era casi como si se tratase de un hombre con diferentes capacidades, inconscientes una de la otra, parecía ser un hombre seguro cuando se trataba de cifrar y crear programas, pero cuando se trataba de hablar con los demás parecía un niño pequeño incomodo consigo mismo. Lo que hacía decaer todo lo que le había sido contado sobre lo experimentado que era el hombre y lo peligroso que podía ser. Alden no estaba seguro de poder colocar a Naoe y 'peligro' en la misma línea, pero él no era quien lo decidiera hasta que tuviera las pruebas suficientes. Por el momento Naoe estaba demostrando ser un sujeto capaz de entrar, por medio de sus programas, en muchos lugares que estaban restringidos y ni siquiera era descubierto.
Una hoja en blanco en lo que a Alden respectaba no era exactamente una prueba de su inocencia o culpabilidad. Pese a ello lo encontraba hilarante.
Sus pasos fueron medidos mientras caminaba alrededor de los cubículos, la ropa oscura lo hacía casi invisible con las cuantas luces encendidas. Era tarde, la noche había llegado muy rápido, junto a una estrepitosa lluvia. Trozando y brillando, los rayos eran los pocos que iluminaban de vez en cuando, más que las pequeñas luces de los cubículos ocupados. Los ojos tormentosos miraron a las pocas personas que trabajaban, ignorantes de su presencia. No eran más que secretarias y algunos asistentes haciendo trabajo de última hora. Siguió su recorrido, oculto en la sombra de los corredores, se movió a paso lento, no necesitado de apresurar lo que había planeado.
No solo por el placer de una cacería, sino porque disfrutaba mucho de la paz que le daba centrarse en un objetivo. Las cosas que había pasado en Moscú habían hecho que su mente olvidará lo mucho que disfrutaba su trabajo, él había sido preparado para lidiar con las peores situaciones, pero nunca para matar al que se le enseñó amar. Alden no amaba muchas cosas, no tenía sentido cuando la mayoría de ellas habían desaparecido, pero lo que había pasado en Moscú, eso había matado más que figurativamente, algo dentro de él. Algo que no lograba entender, pero que sabía faltaba.
Los pasos fueron amortiguados por la alfombra que protegía el caminó dentro de la elegante oficina. Habían quedado atrás las pantallas oscuras y los pocos que trabajaban hasta tarde, ahora se encontraba en la oficina principal. Donde encontraría las respuestas que había estado buscando y que se negaba a ignorar. Se deslizó como una sombra entre las puertas que resguardaban un lugar impenetrable, sus ojos se posaron en la delgada figura detrás de un cuarteto de monitores, el sonido del tecleó era diminuto comparado con el sonido estrepitoso de la lluvia afuera. La mirada helada recorrió cada monitor, notando los patrones de datos acumulándose y como señales eran enviadas en otro, al mismo tiempo que uno de los monitores parecía mantener un control con lugares y personas. Pero el que atrajo la atención del agente fue el último de los monitores al lado izquierdo, el que tenía una imagen satelital donde Wayne y Bradford parecían estar tomando una copa mientras charlaban.
Sus ojos cayeron nuevamente sobre la espalda del hombre, los hombros bajos mientras la cabeza estaba en alto moviéndose de uno en uno en los monitores.
Alden se encontró divertido por la situación, aunque no dejó que ello escapara de su mente y transformará su rostro con una sonrisa. Pegó su espalda contra la pared a un lado de la puerta, dejando que la misma se cerrará con suavidad. Miró con curiosidad como la espalda se ponía recta y los hombros se enderezaban, al inicio su idea era pasar desapercibido, pero había cosas que solo podía lograr preguntándolas de cara.
Había estudiado lo suficiente a su blanco, sabía lo que debía hacer y lo que quería preguntar. Aún no entendía porque debía aniquilar a Naoe Mitchell, así como la razón de que ese hombre fuera más peligroso de lo que cualquiera pudiera imaginar cuando él no sentía peligro salir de él. Pero iba a averiguarlo.
—Buena noche, Mitchell —comentó lentamente tras un minuto de tensión.
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Sus ojos se desorbitaron y casi podía sentir su corazón buscando la manera de salirse de su pecho. Sus ojos fueron reflejados en los monitores frente a él, así como su rostro pálido por el susto. No era suficiente con que odiará las noches lluviosas, sino que tener que ser sorprendido por el nuevo asesor tenía que ser una de las peores cosas que podían sucederle. Odiaba tener que quedarse hasta tarde actualizando el sistema de seguridad y asegurándose que trabajará correctamente en esa noche de lluvia que parecía quería convertirse en una tormenta en proporciones épicas. Pero el señor Wayne era muy específico sobre las pocas personas que podían hacerse cargo del S.S.W.B.[2] cuando él no estaba cerca y, aparte de él mismo, Naoe era el encargado cuando sus jefes decidían tener una noche tranquila.
—Buena noche, señor Sloan —logró finalmente decir.
No podía voltearse, aunque sus dedos habían dejado de acumular datos, la verdad es que no podía dejar de ver la pantalla. Cuando estaba concentrado en algo, por mucho que había sido interrumpido abruptamente, la verdad es que no podía dejar de prestar atención. Su madre se quejaba de su mente multifacética y su TOC, pero eso mismo era lo que lo hacía perfecto para resolver los mayores acertijos y le ayudaba cuando encontraba un código demasiado encriptado que no podría resolverlo sin usar más de cinco o seis programas.
Podía manejar la presión cuando era necesario
Sin embargo, había una pequeña parte de su mente que estaba realmente asustada. No se suponía que nadie pudiera entrar a la oficina sin una clave especial, seguía sin entender cómo es que el nuevo asesor había logrado tener el acceso y eso le asustaba al mismo tiempo que le molestaba, su sistema era perfecto. Entonces, ¿cómo diablos podía pasar con tanta facilidad?
—Déjame preguntarte algo, ¿quieres Mitchell? —la suave y ronca voz le recorrió la espalda como un escalofrío.
Entre todos los asesores que trabajaban a su alrededor, era Alden Sloan él único que había encontrado indescifrable. Había pasado poco más de un mes desde que empezó a trabajar y había demostrado ser todo un profesional guiando a un par de equipos de campo, pero era un misterio andando. No almorzaba junto a los demás, no entablaba relaciones con nadie y su secretaria estaba temerosa de acercársele. La mayoría de movía incómodamente cuando estaba alrededor y todo debido a que aparecía sin que nadie lo notará, era diferente a los demás, de eso no había duda. Pero esa más que eso, Naoe estaba seguro de que Alden era un peligro andando, solo que no entendía porque había tomado interés en él.
Tragó con fuerza, tratando de ignorar los rayos relampagueaban, iluminando y oscureciendo la oficina por segundos. El vidrio podía estar revestido pero el sonido inconsciente de la lluvia atravesaba su mente. Así como las pequeñas ventanas que le daban aire a sus plantas, dejaban que el húmedo olor y el frío se filtrarán pese a la calefacción.
—Claro, —respondió tratando de ver donde estaba el hombre. Sigiloso como era Alden, no creía que estuviera en el mismo lugar donde lo había visto.
El parpadeó de las luces lo confirmó, cuando miró a la puerta y este ya no estaba ahí.
—De acuerdo, quiero ser brutalmente honesto —el eco de la voz resonó a su alrededor, se sintió inquieto mirando las pantallas sin tener el reflejo del hombre. —No te entiendo y eso está comenzando a molestarme, así que quiero saberlo para así poder proceder como mejor me parezca.
Eso no tenía sentido, aunque al mismo tiempo lo hacía. Muchas personas intentaban descubrir que era lo que hacía especial a Naoe, pero nadie había sido tan astuto como para ir y preguntárselo directamente.
Naoe frunció el ceño. —¿Disculpe? No... no entiendo a que se refiere —dijo.
Un grito quedó atrapado en su garganta cuando el cielo se iluminó a través de las amplias ventanas, sus ojos se ampliaron cuando la figura oscura se cernió sobre él. Heladas manos sostuvieron las suyas sobre los brazuelos de la silla, el cálido aliento golpeó su rostro cuando se encontró viendo directamente a los ojos grises que carecían de una expresión.
Borrando todos sus anteriores pensamientos racionales, ahora, él estaba completamente aterrado. No era solo la lluvia que detestaba a un nivel celular, sino el hombre que había aparecido desde la oscuridad y le había tomado por sorpresa.
No tenía sentido, pero estaba congelado en su lugar mirándole a los ojos y sin poder desear soltarse. Su cuerpo parecía un gran bloque de hielo.
—Dime... ¿porque has traicionado la confianza de Wayne y Bradford? —las palabras resonaron como los truenos en el cielo. Naoe apretó su rostro en una expresión desconcertada.
Mientras Alden encontraba hermoso el miedo que podía ver en las expresiones puras, Naoe temía estar a punto de ser asesinado sin entender que era lo que pasaba.
Nada... tenía sentido.
[1]El objetivo de la criptología se ha generalizado para estudiar las técnicas que se encargan de proporcionar seguridad a la información. Wikipedia.
[2]Sistema de seguridad Wayne y Bradford
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