XXVIII
Kiki
Me llevaron hasta una de las Casas del Rodorio. El pueblo estaba abandonado. Supuse que todas las personas se habían ido de ahí. Intentaron recostarme en una cama, pero no era la mía. Yo quería estar con mi maestro Mu y con el señor Aldebarán, no en esa casa.
- ¡No! - grité.
Pateaba y golpeaba a los Caballeros que me habían llevado hasta ahí. Yo iba a volver al Santuario costara lo que costara. Salté y empecé a correr. Al poco rato me alcanzaron y volvieron a meter al horrendo lugar de antes.
- ¡No quiero estar aquí!
- Aquí no corres peligro, pequeño.
Intentó abrazarme, pero yo me alejé rápidamente. Solo mis papás podían hacer eso.
- Lo espectros no entrarán aquí - dijo el que me había cargado - . No te pasará nada.
- El pueblo está antes que el Santuario. ¡Obvio que van a pasar por aquí!
- No es así - contestó el que se había acercado demasiado a mi - . Quieren a Atena. Por eso ella estará en la Sala del Patriarca. Los Caballeros Dorados se encargarán de todo.
- Solo los están usando - dije casi susurrando - . ¡¿Cómo pueden hacerlo?! ¡Ustedes también son Caballeros! ¡Pueden ayudar! ¡¿Cómo se atreven a quedarse aquí parados como tontos sin hacer nada!
Volví a correr. Mi maestro Mu me habría regañado si hubiera escuchado lo que había dicho, pero ahora no importaba. Iría con el y lo ayudaría. No podía dejarlo solito. El siempre me ayudaba, y yo iba a hacer lo mismo ahora. Volteaba a ver hacia atrás para darme cuenta de si me estaban siguiendo o no, pero olvidé de observar a al frente también. Terminé chocando con Atena.
- ¡Auch!
Ella se volteó, y me miró sorprendida.
- ¿Qué haces aquí Kiki? - preguntó preocupada.
- No quiero estar allí. Iré con mi maestro Mu.
Atena sonrió, aunque no de alegría. ¿Alguien puede estar triste y feliz al mismo tiempo?
- Mu y Aldebarán me pidieron que te entregara esto cuando la batalla terminara, pero veo que es mejor hacerlo ahora.
No entendí a que se refería. Simplemente me entregó dos sobres de papel.
- Puedes leerlas, pero, ¿me prometes que te quedarás en la Casa?
- Tengo que ir a ayudar a...
- No - dijo interrumpiéndome - . Puedes lastimarte.
- Pero nadie más los ayudará si yo no lo hago.
Ella se agachó, en intentó posar su mano en mi cabello. ¿Por qué todos querían tocarme? Solo Aldebarán y mi maestro Mu podían hacerlo. ¿Por qué no lo entendían? Di un paso hacia atrás.
- Solo lee las cartas. Después decides si vas con ellos, ¿si?
A lo lejos vi las siluetas de mis perseguidores. Ahora entendía por qué no querían luchar. Eran muy lentos.
Decidí sentarme en una banca que estaba cerca. Atena asintió, y simplemente empezó a caminar. Los otros dos copiaron lo que hacía yo, solo que en otro lugar cerca de dónde estaba. Abrí el primer sobre. Ambas cartas las leí mentalmente. Nadie escucharía.
Hola Kiki. Entiendo que todo esto sea de lo peor. Mu y yo solo queríamos que estuvieras bien. Me gustaría decirte todo esto en persona, abrazarte y luego jugar a atrapar mariposas, pero ya no tenemos tiempo. Lo único que quiero para ti es bienestar. Lo poco que logré vivir contigo me fue suficiente para darme cuenta de que eres un niño increíble, y que llegarás a ser grande. Nunca te dejes llevar por los comentarios ofensivos de los demás. ¡Cumple todo lo que te propongas! Tampoco te rindas tan fácil. Todo en este mundo tiene solución, y por más fácil que resulte hallarla, ¡debes esforzarte por encontrarla! Recuerda que te quiero, y agradezco que me hayas dado la oportunidad de ser tu maestro y padre. Cuídate, ¿si? :)
Lo único que puedo decir es que estoy orgulloso de ti. Eres noble, amable, bondadoso, honesto, juguetón, simpático y muchas cosas más. Eso es lo que te hace ser Kiki. Nunca lo cambies por nada. Yo te quiero tal cual eres, sin importar las decisiones que tomes. No pasa nada si decides irte del Santuario, y vivir como cualquier otro niño. Si eso te hace feliz, entonces hazlo. No quiero que pienses que te estoy obligando a ser Caballero. Eres dueño de tu destino, y tu lo haces. A pesar de todo esto, sabes que estaré ahí para ti, siempre que me necesites. La constelación de Aries estará siempre disponible. Tampoco quiero que te hagas daño. Solo obedece, ¿de acuerdo? Atena y los demás te protegerán. Eres un niño muy inteligente, y lograrás cambiar al mundo si así lo deseas, por más mínima acción que hagas. Lo importante es siempre dejar por delante al corazón, y seguir nuestros instintos. También te doy las gracias por preocuparte por mi, y dejarme toda tu confianza. Eso me hace muy feliz. Te dejo para que puedas descansar. Y recuerda, que sin importar lo que suceda, te amamos.
Me levanté lentamente de dónde había permanecido. Miré en ambas direcciones, y la verdad es que el Rodorio estaba tan vacío como antes. Doblé cuidadosamente las hojas, y las guardé en el sobre del que habían salido. Las iba a conservar para siempre. No podía dejar que se arrugaran ni mancharan, mucho menos dejarlas abandonadas en un lugar como ese. Los dos Caballeros que me "vigilaban" estaban completamente dormidos. También roncaban. De hecho, estaba amaneciendo. El Sol salía, y no había señales de alguno de mis amigos. Permanecí poco tiempo ahí parado, y finalmente decidí que no me iba a quedar de brazos cruzados como la mayoría. Iría a salvar a mis maestros. O cualquiera que necesitara de mi. Tal vez no tenía un gran poder, pero para eso entrenaría. Todos y cada uno de los días de mi vida hasta que yo lograra conseguir la Armadura Dorada de Aries. Y la utilizaría para el bien. Mi maestro Mu había dicho que siguiera mis instintos, y mi corazón decía que debía dirigirme al Santuario. Corrí lo más rápido que pude. No volteé para atrás en ningún momento. No paré para descansar aunque mis pies dolían un poco. Me encontré con los otros Caballeros de Bronce. Intentaban ayudar a Hyoga y los otros, por qué estaban en el inframundo. Yo también lo haría. Me uní a ellos, y utilicé todas las energías que me quedaban. Ese era mi deber, y lo cumpliría por siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro