XXVI
Mu.
El Santuario en sí era un caos total. Todos corrían por todas partes, buscando refugio o ayudando con lo que podían. Durante cierta fracción de tiempo, Aldebarán, Milo, Shaka, Aioria y yo habíamos sido parte de todo aquello, hasta que llegó la hora de ir a nuestras respectivas Casas. La de nuestros otros tres compañeros eran las más alejadas, así que apresuraron su paso. Nosotros también caminábamos rápido, pero no con la magnitud de los demás. Ya era de noche, y hacía frío. Entramos a Aries, sabiendo que pronto empezaríamos a pelear. Nos sentamos en el sofá, sin saber que decir o hacer. Estaba claro que el ambiente no era el mejor, pero intentábamos cambiar eso.
- Hagámoslo por lo que no pueden protegerse - dijo Aldebarán. Yo asentí.
- ¿Qué pasará después? - pregunté.
- ¿De qué?
- De la Guerra Santa. ¿Crees qué podamos estar juntos?
El no respondió, y yo me arrepentí enseguida de haber hecho tal pregunta. Simplemente no había logrado contenerme. Además, nuestras posibilidades eran escasas. Solo éramos cinco Caballeros Dorados. Quería disculparme con Aldebarán, o simplemente decirle algo por última vez. Ahora que más valor necesitaba, no aparecía. ¿Qué mencionaría? Había gastado todo lo que me quedaba con Kiki. Tan solo lograría empeorar la situación.
- ¿Qué está pasando? - expresó Aldebarán sobresaltado.
- ¿Eh?
Presté atención. Poco a poco percibí cosmos que se acercaban. Estaba completamente seguro de que eran los espectros de Hades. 108 guerreros se acercaban a nosotros con velocidad. Había sed de venganza y muerte en su energía. Volteamos a vernos. Nuestras miradas eran de preocupación, pero poco a poco recobramos la cordura.
- Te acompaño - dije tímidamente.
Mi novio asintió, y entonces empezamos a caminar hacia la puerta trasera de la Casa de Aries. ¿Qué más podíamos hacer en nuestro estado? Cuándo finalmente llagamos al lugar, nos detuvimos en seco.
- Iré contigo en cuanto pueda.
- No te arriesgues así - contestó Aldebarán - . Tu mayor prioridad debe ser impedir que el enemigo entre al Santuario. No más.
- No puedo dejarte a la deriva así como así.
- Pero, ¿arriesgarías la vida de cientos solo por alguien?
- Ese alguien eres tu. ¿Por qué no lo haría?
- Yo puedo defenderme. Personas como las que habitan el Rodorio están en situaciones contrarias. No quiero que salgas lastimado solo por que tu preocupación se excede.
Asentí. Me sentí como si estuviera recibiendo u sermón, aunque no era así. Aldebarán solo quería mi bienestar, ¿no? Me di media vuelta, dispuesto a montar guardia, pero mi novio me detuvo.
- Mu - exclamó.
- ¿Qué sucede?
- Pase lo que pase, sabes que te amo. Hasta el final. Eso nunca va a cambiar.
Solo sonreí, y el también. Mientras yo llegaba a la puerta principal, Aldebarán subía escalones listo para llegar a Tauro. ¿Este era el fin, definitivamente? A lo lejos, un inmenso cosmos maligno se estaba extendiendo.
- ¿Hm? No puede ser.
Ráfagas de viento habían aparecido de repente. Se arremolinaban en lugares distintos, como si tuvieran vida. Estrellas fugases cruzaban el cielo a una gran velocidad. Baje los últimos tres escalones que restaban, y prácticamente me encontré en una superficie completamente plana. A lo lejos, una negra silueta se acercaba a dónde yo estaba. Ya no había vuelta atrás.
- ¡Alto! Quiero que te detengas. No seguirás con vida si no te detienes, ¡¿me oíste bien?!
Hizo caso omiso de mi comentario.
- Mu, ¿Cómo te atreves a atacarme?
- ¿Qué? - expresé exaltado. ¿Cómo era posible que un espectro supiera mi nombre? ¿Acaso se habían infiltrado desde hacía tiempo y no nos habíamos dado cuenta de ello?
- ¿Acaso... ya has olvidado mi rostro?
El se acercó mucho más a mi. Abrí enormemente mis ojos. ¡¿Pero qué?!
- No puede ser - dije tartamudeando - . Esto no es posible. ¿Tu?
- ¿Cómo te has atrevido a amenazarme? - dijo la sombra a la defensiva - ¡Arrodíllate ahora mismo!
- ¡¿Qué?!
Lo único que llegaba repentinamente a mi cabeza era: ¿En qué momento mi maestro Shion había traicionado de tal modo al Santuario? ¡Se había unido a Hades!
- Dime que es lo que pasa. ¿Qué acaso no escuchaste lo que te he ordenado?
Por más que me había esforzado, no pude resistir el impulso de obedecer. Malo o no, había sido mi maestro y el Patriarca. Además, necesitaba averiguar lo que estaba sucediendo.
- Así está mejor - mencionó complacido. Ahora, el estaba mucho más cerca de Aries - . ¿Sabes que... no puedes desobedecerme?
Permanecí en silencio.
- ¿Mu? Lo sabes muy bien. Te daré una orden: tráeme la cabeza de Atena dentro de doce horas. Tu puedes hacerlo.
- ¡¿Qué?! Pero yo...
- ¿Por qué dudas? - dijo interrumpiéndome - Apresúrate y tráeme la cabeza de Atena.
- Aunque es una orden de Su Ilustrísima, ¡esto va más allá de cualquier cosa!
De pronto, pétalos de rosa empezaron a caer del cielo. ¿Qué rayos estaba sucediendo?
- Sabes que es un crimen no obedecer una orden de su ilustrísima.
- Conozco esa vos...
Otra sombra apareció a lo lejos. Reía burlonamente.
- Pero... Son ustedes.
- ¡Ah! Parece que si nos recuerda - dijo risueño. Otra sombra se asomó a su lado.
- ¡Ustedes dos!
- Soy Máscara de muerte de Cáncer - dijo una.
- Y yo soy Afrodita de Piscis - siguió otra.
- Así que no han podido ingresar... al más allá después de todo.
- No somos almas en pena. Hemos jurado lealtad al rey Hades. Somos sus aleados.
- ¡¿El rey Hades?! ¡¿El rey del Inframundo?! A cambio de nuevas vidas, ¿se han convertido en súbditos de Hades, e incluso pretenden tomar la vida de Atena? ¿Todo, a pesar de haber sido sus Caballeros? ¡¿Cómo no les avergüenza?!
Permanecimos discutiendo algún tiempo más. Finalmente tuvimos que pelear, como era de esperarse. Era simplemente decepcionante ver que antiguos aliados ahora estaba en nuestra contra. Cuando finalmente logré deshacerme de ellos, Shura, Camus y Saga aparecieron. También luchamos, eso hasta que el maestro Dohko llegó para combatir contra mi maestro Shion. Había pedido que les ayudase a mis amigos y a Aldebarán. Lo más extraño de todo lo que había estado sucediendo, es que las almas de mis últimos tres combatientes lloraban. ¿Cuál era la verdadera historia de su traición?
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