XXIV
Mu.
Kiki, por suerte, llegó dos días después. No dejaba de platicar a cerca de que era lo que había hecho, comido, jugado, platicado y atrapado. Hoy teníamos una reunión urgente entre Caballeros Dorados. Debíamos ir a la Sala del Patriarca, y Kiki seguía tan emocionado como cuándo recién había llegado. Teníamos que apresurarnos, pero a la vez no deseábamos interrumpir a Kiki.
- ¡Y entonces salté! - fue lo único que logré escuchar de todo su relato, pues me preocupaba la causa de la reunión.
- ¿Podemos hacer algo, Kiki? - preguntó Aldebarán sonriente.
Suspiré aliviado, pues sabía que había encontrado nuestra salvación.
- ¿Hacer qué? - contestó Kiki. A decir verdad, tan curioso como siempre.
- Debemos ir hasta arriba, en lo más alto del Santuario. Pero te debemos un paseo, ¿no? ¿Qué te parece si mientras nosotros no estamos, tu practicas tu telequinesis, y cuándo lleguemos, salimos a caminar?
Kiki no se lo pensó dos veces. En seguida aceptó, y por fin tocó su tazón de frutas. No lo había hecho por estar parloteando.
- Volveremos lo más pronto posible. Pórtate bien, ¿si? - dije mientras posicionaba adecuadamente mi capa.
- ¡Claro maestro Mu!
A penas pestañé, Aldebarán y yo ya estábamos listos, y salíamos casi corriendo de la Casa de Aries. Además, mientras subíamos, colocábamos correctamente cada una de las piezas de nuestras Armaduras Doradas. No habíamos podido hacerlo. Nos esforzábamos por subir rápido los finitos aunque extensos escalones del Santuario. Inclusive llegamos a saltarnos algunos. Finalmente llegamos hasta arriba. Los demás ya estaban ahí, y sinceramente desde lejos se notaban sus expresiones de preocupación. Hasta la de Shaka, y eso que casi nunca demostraba con sus facciones lo que sentía.
- Por fin llegan - dijo Aioria.
- Lo sentimos. Tuvimos ciertas dificultades - contestó Aldebarán.
- Lo importante es que ya están presentes - expresó Milo.
- ¿Qué es lo qué está sucediendo? - pregunté confundido.
- Mandamos Caballeros de bajo rango a patrullar. Volvieron con malas noticias - dijo Shaka.
- ¿Qué malas noticias? - preguntó Aldebarán.
- Aseguran que percibieron una cosmo-energía maligna - continuó Milo - . Creemos que puede ser Hades.
Tanto Aldebarán como yo soltamos un suspiro. ¿Hades? ¡¿Tan pronto terminaría la paz?!
- ¿Estamos preparados? - expresó Aldebarán.
- No podemos asegurar nada - contestó Shaka - . Somos los únicos Caballeros Dorados. Además, no podemos arriesgar las vidas de los demás residentes del Santuario. Para eso entrenamos.
Los cinco asentimos al mismo tiempo. ¿Y si Hades mandaba a sus tropas en este preciso momento? Kiki estaba abajo, solo, en la primer Casa. ¿Qué pasaría? ¿No cumpliríamos la promesa de llevarlo a pasear esta misma tarde?
- ¿No se sabe nada de los espectros? - pregunté.
- El maestro Dohko envió un mensajero - prosiguió Aioria -. Nos prohibió abandonar el Santuario mientras los Caballeros de Bronce luchaban contra Poseidón por que el sello que Atena puso en la Torre de los 108 espectros se estaba debilitando. Asegura que pronto se romperá. Hades atacará sin duda alguna.
- ¿Ahora qué? - dije a Aldebarán algo preocupado.
- No hay otra opción más que hablar con Kiki.
Ya habíamos regresado. Volvimos después de un par de horas a la Casa de Aries. Enseguida, sacamos a Kiki del lugar, y empezamos a caminar por uno de los prados cerca del Santuario. En ese momento, el pequeño jugaba entre los arbustos, mientras nosotros discutíamos cual sería la mejor opción para los tres en este caso. Gracias a la ya cercana batalla, no nos habíamos alejado demasiado, y había muchos chicos cerca. Tanto aspirantes a Caballeros como los de Bajo rango.
- Están las cartas. Atena nos aseguró que lo resguardarían en un lugar adecuado y protegido. No le pasará nada.
- No me refiero a eso - repliqué - ¿Cómo se sentirá o reaccionará al saber que ninguno de los dos estará más en el mundo?
- No puedes estar seguro de ello.
- Nuestras probabilidades de sobrevivir a 108 espectros, 3 jueces del inframundo y un Dios son muy bajas. No quiero mentirle.
- Entonces contémosle la verdad.
- ¿Así sin más?
- Así sin más.
- No puedo.
Suspiré. Estaba tenso. No iba a permitir que alguien le hiciera daño a Kiki. Por nada del mundo.
- Quieres asegurarte de que el pequeño tenga un gran futuro, ¿no? Entonces hay que contarle lo que en verdad está sucediendo. No podrá vivir oculto del resto del mundo todo el tiempo. Si quieres que aprenda a defenderse, debes dejar que explore a su al rededor y se de cuenta de como es esto realmente.
- ¿Tan solo eso?
- Tan solo eso, Mu. Vayamos de una vez por el. No perdamos tiempo.
Aldebarán se levantó, y yo rápidamente lo sujete de la mano. Volteó desconcertado. No quería levantarme. No sabía como iba a terminar todo esto. No sabía si estaríamos bien. No sabía si Kiki o Aldebarán saldrían lastimados. Muy probablemente si.
- Mu...
El no dijo nada más. Se limitó a levantarme de dónde estábamos, y luego me abrazó. No había lágrimas esperando su partida, pero había una especie de sensación de vacío. Impotencia, mejor dicho. Los golpes, armaduras o cosmo no funcionaban para este tipo de batalla. Tan solo la fuerza de voluntad, y en estos momentos no me era suficiente. ¿Entonces qué?
- Vamos. Estoy aquí contigo, y no te voy a soltar en ningún momento.
Volteé a ver a mi alrededor. Empezaban a formarse pequeños grupos de personas que deseaban saber lo que sucedía. Y nosotros éramos el centro de atención. Las Armaduras Doradas no estaban ayudando.
- Nos vieron, ¿no es así? - dije avergonzado. Todo empeoraba.
- Muchos.
- Y abrazándonos en medio del drama.
- Exacto.
- ¿Nos vamos?
- Estoy de acuerdo.
- ¿Tu puedes decírselo a Kiki?
- Lo haremos los dos, ¿si?
- Y si termino llorando, o frustrándome demasiado, ¿entonces cómo actuará Kiki conmigo a partir de ese momento?
- El te ama Mu, y lo sabes. Lo cuidas desde que es un bebé. No tiene por que odiarte. Le explicaremos lo que sucede, y le pediremos a alguien más que le de las cartas si nosotros no estamos para hacerlo. Todo saldrá bien.
- Entonces salgamos de aquí. Nos están observando demasiado.
Si este era nuestro último día como familia, entonces no me obligaría a evitar todo acto afectivo. Nadie nos impediría demostrarnos que nos amábamos. Y a pesar de todo aquello que nunca imaginamos que viviríamos, fuimos felices.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro