XXIII
Mu.
- Te amo - dije lentamente.
Tanto Aldebarán como yo permanecíamos recostados en nuestra cama. No teníamos la intención de hacerlo enseguida.
- Yo también Mu - contestó Aldebarán.
Fui consciente de que esa sería nuestra primera vez como pareja. Empezamos a platicar sobre trivialidades, como si de un día normal se tratara, aunque claro, el único objetivo de lo que hacíamos era tranquilizarnos. Estábamos nerviosos, sin duda alguna, y no nos esforzábamos por mantenerlo en secreto. ¿De qué serviría? A mi me temblaban mis brazos y piernas, y Aldebarán no dejaba de jugar con sus dedos. Poco a poco recobramos la cordura, y me di cuenta de que éramos afortunados. Para suerte nuestra, Kiki había querido ir a los Cinco Picos. ¿Cuán mal nos habría ido si el hubiera estado ahí en aquel momento? No deseaba si quiera imaginármelo. Decidimos que era momento de empezar. Tampoco es que deseáramos terminar hasta el otro día. Merecíamos dormir un poco, al menos. Luego, repentinamente, se produjo un enorme y tranquilo silencio. Aldebarán se acercó más a mi, pues todo este tiempo había estado en la orilla de la cama. Quizá era tiempo de empezar. Unimos lentamente nuestros labios. El roce era tierno y delicado, pero conforme pasaba el tiempo fue haciéndose cada vez más veloz. Había un sin fin de emociones colapsando e interactuando entre sí. Además, como si nunca antes hubiera besado a alguien, sentí escalofríos en mi nuca, e inclusive sentí el golpe de adrenalina recorriendo mi cuerpo. Era simplemente hermoso. Me recosté en la cama, y Aldebarán se posó tímidamente sobre mi, aún sin detener el beso. Las demás extremidades de nuestro cuerpo no se rozaban. Cuidábamos mantener cierta distancia, sobre todo mi novio. Procuraba no ser brusco con sus movimientos, como si temiera lastimarme de alguna forma. Finalmente nos detuvimos, pero entrelazamos nuestras manos. Iniciamos otro beso. Decidí avanzar un poco, posando mi mano sobre el abdomen de Aldebarán. El se estremeció, y luego de algunos segundos recupero la cordura. Lentamente fui subiendo mi mano hasta llegar a su pecho. Al contrario mío, Aldebarán abandonó mis labios para bajar su rostro hacia mi cuello, que empezó a acariciar y besar también. Seguimos con lo nuestro, y poco a poco fui despojando a Aldebarán de su playera. El verlo descubierto de cintura hacia arriba hizo que me sonrojara. Por un lado, estaba alegre de que nuestra relación amorosa hubiera llegado a tal grado, pero, por otro, era vergonzoso estar en esto por primera vez. No sabía que le gustaba a Aldebarán, o que le molestaba. El decidió hacer lo que yo había hecho con su abdomen momentos antes, y metió su mano, directamente hacia mi pecho. Abracé su cuello con mi brazo, logrando por fin sentarme después de un largo rato, y empecé otro beso. Yo permanecí sin hacer nada más que unir nuestros labios, mientras Aldebarán se abría paso a mi cuerpo. Cuando logró quitarme a mi también la playera, solo nos miramos. Habíamos estado de tal forma en el lago, y aún así no habíamos prestado atención a nuestros cuerpos. El sonreía con ternura, sin despegar sus ojos de los míos. Yo, por el contrario, reprimía el deseo de seguir. Debía intentar controlarme, aunque sinceramente no me estaba siendo fácil.
- ¿Sucede algo malo, amor? - pregunté preocupado.
- No. Nada - contestó. Luego besó con rapidez mi frente - . Sólo estoy feliz.
Ambos esbozamos una sonrisa. Aldebarán posó su mano en mi cintura, y volví a poner la mía en su abdomen. El siguió acariciando mi cuerpo, logrando que se me erizara la piel. Cada centímetro que el tocaba de mi cuerpo se sentía...caliente. Ahora ya no pensaba nada que no fuera mi relación con Aldebarán. Dudé un poco en hacerlo, pero fui bajando lentamente mi mano hasta llegar al miembro de mi novio. Abrió enormemente sus ojos por segundos, y después volvió a lo suyo. Ahora sin dudarlo estaba seguro de que Aldebarán no se sentía incómodo, así que proseguí con lo que hacía. En algún momento paré por la excitación que sentía, y logré distinguir que Aldebarán vacilaba en hacer lo mismo que yo. Con mi mano lo tomé de su muñeca izquierda, y la posé en aquel lugar.
- Hazlo - dije sin vacilar - . Después de todo somos pareja, ¿no?
El sonrojo de nuestros rostros aumentó, a tal grado que llegué a pensar que tenía fiebre o algo por el estilo. Mis mejillas ardían, y las de Alde también.
- Sí. Claro que lo somos.
Dicho esto, empezó a mover lentamente sus dedos, y así intentar replicar lo que yo le hacia sentir al tocarlo. Su lentitud y delicadeza al hacer los movimientos de sus extremidades provocó que me sonrojara más. Volví a posicionar mi mano en dónde estaba, y ambos volvimos a las caricias. Llego un momento en que ambos disfrutábamos demasiado del roce de nuestros cuerpos, que decidimos despojarnos de la ropa que quedaba, únicamente dejando sobre nuestros cuerpos la ropa de cama. Volvimos a nuestra posición original. Yo permanecía abajo, mientras Aldebarán me cubría con su cuerpo. Ahora que la verdadera parte estaba por comenzar, las dudas y cuestiones invadieron mi cabeza.
- Calma Mu - expresó Aldebarán notando mi inquietud - . No hay necesidad de hacerlo rápido. Si en algún momento quieres que me detenga, lo haré. Y no tiene por qué suceder algo malo después de aquello.
Asentí lentamente. De nuevo su actitud cariñosa provoco que me enrojeciera más de lo que ya estaba. Empecé por tocarlo yo. Quitamos el último par de prendas de nuestros cuerpos, quedando totalmente expuestos el uno al otro. A decir verdad, no hay palabras que describan lo que sentí aquella vez. El decidió actuar a la par de mis movimientos. Su mano rozó mi miembro con delicadeza. Ahora fue turno mío de estremecerme ante su toque. Quizá se dio cuenta de que el temor no cesaba, y paró. Me tomó de los brazos, y volvimos a sentarnos. Todo esto se estaba volviendo algo confuso. Posó sus labios en los míos. Esta descripción parecerá extraña,y es que ni siquiera yo logro entender del todo como fue que a pesar de que el beso era rápido, Aldebarán lograba añadirle su toque de delicadeza. Había una hermosa y placentera sensación de rapidez y afecto. Luego, diversas partes de nuestro cuerpo empezaron a tocarse también.
- Está... bien - dije entre jadeos y suspiros. Estaba listo.
Aldebarán comprendió lo que quería, y paró. Recostó mi cabeza delicadamente sobre una almohada, y mientras el beso continuaba, su mano izquierda bajaba poco a poco hasta llegar a mi miembro. Cuándo menos lo esperaba, introdujo uno de sus dedos, y lo mantuvo ahí durante cierto tiempo. Luego, se volvieron dos extremidades suyas en mi cuerpo. Y al final tres. Aunque yo nunca le dije que se detuviera, lo hacía cada que aumentaba en número. Sus dedos se mantenían tocando aquel suave, delicado y placentero lugar. Mi vida se estaba viendo invadida por sensaciones y emociones nuevas para mi. Y seguramente para Aldebarán también. Me preparo lentamente. Luego utilizó la protección debida, e introdujo cuidadosamente su miembro en mi. Paró.
- ¿Estás bien? - preguntó cerca de mi oído, provocándome escalofríos.
- Ah... Si, sigue... Estoy bien - contesté entrecortadamente.
Decidió esperar un poco más. Cuándo le pareció ser el momento indicado, prosiguió. Posé mis brazos en sus hombros, y así el pudo recargar los suyos en la cama. Movió sus caderas, y sacó su miembro lentamente. Luego lo introdujo. Así lo hizo repetidas veces, y por cada una contenía un gemido. Finalmente, un casi inaudible sonido se escapó de entre mis labios, y fue una pequeña señor para que la velocidad aumentara, y los toques también. Cuándo finalmente hubo confianza, no reprimí nada. Tampoco Aldebarán. Inclusive yo también actúe. Duramos más tiempo despiertos de lo que esperábamos, pero la verdad es que no podíamos quejarnos. Habíamos terminado como se debía, y finalmente caímos dormidos. Sólo hasta el día siguiente sufriríamos las consecuencias de lo que habíamos hecho la noche anterior. Pero, ¿Para que era la vida si no se disfrutaba?
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