XXI
Mu
Por suerte, habíamos podido llegar a Aries sin que nadie nos viera. No habíamos dormido mucho, pero ahora estábamos mejor. Kiki se llevó una gran sorpresa al ver que Aldebarán estaba ahí, de nuevo en Casa. El pequeño había pedido que pasáramos mucho más tiempo juntos. Lamentablemente, eso iba a ser un poco difícil. Debíamos patrullar, montar guardia, ayudar lo más que podíamos al resto de Caballeros del Santuario y cumplir con las demás labores que ya teníamos como Caballeros Dorados. Además, algunas de las Casas seguían destruidas. Ese mismo día, Aldebarán se había ofrecido para recoger algunos de los escombros, y arreglar lo que se pudiera.
- ¡¿Puedo ir con usted?! - preguntó Kiki algo emocionado.
Aldebarán no contestó enseguida. Parecía que pensaba. Suponía que lo hacía por la seguridad de Kiki.
- ¿Me ayudarás con algunas cosas? - preguntó. Su tono no era serio, mucho menos intimidante. Es más, parecía querer jugar con el pequeño.
- ¡Por supuesto que si! - contestó dando saltos pequeños, aunque seguidos.
- Muy bien. Pero solo con lo que puedas. ¡No quiero que te lastimes!
Instintivamente, Aldebarán cargó a Kiki, y este se sorprendió, aunque solo por un corto instante. Después, simplemente no lograba contener la emoción de lo que era estar a más de dos metros de altura sobre el suelo. Luego, cuando el pequeño ya estuvo correctamente posicionado sobre sus hombros, volteó a verme, y, sin olvidar sostener a Kiki de sus piernas, se agachó a darme un rápido beso, y cabe recalcar que en los labios. Enseguida se avergonzó, y yo logré distinguir la cara de curiosidad de Kiki. No podía permitir que empezara hacer preguntas acerca de aquello que acababa de ver.
- Bien. Nos vemos más tarde, ¿si?. Es mejor que se apresuren o nunca terminarán de arreglar las Casas.
Supuse que no solo el iría a cumplir con tal papel. Seguramente también estarían por allá los Caballeros de más bajo rango, pues hacía algunas horas un grupo de ellos había subido. Tenía ganas de visitar a Shaka, pero era obvio que no podía hacerlo. Bajé al coliseo, patrullé un rato, e incluso asesoré a algunos chicos. Supuse que había una gran posibilidad de que Kiki y Aldebarán recién estarían llegando a las Casas que había por reparar. Especialmente me alegraba que Aldebarán tratara de tal forma tan especial a Kiki. Era como si los niños le encantaran, y quisiera pasar el mayor tiempo posible junto a ellos. Si el pequeño tenía algún problema, el rápidamente lo ayudaba, aún fuera lo más mínimo. O inclusive le decía que buscara la solución a lo que lo perjudicaba. ¿Qué te ayudaría en este caso? ¿Cómo puedes resolverlo? Decía a Kiki cada vez que se le presentaba una pequeña dificultad, como que su pelota se atascaba, o volcaba un cubo con agua. Me agradaba la forma en que lo motivaba a ser cada vez mejor, y estaba seguro de que quizá por eso Kiki había tomado tal magnitud de confianza hacia Aldebarán tan rápidamente. Decidí volver a Casa, y cual historia fantástica, mi novio y mi pupilo entraban por la puerta trasera al mismo tiempo.
- ¡¿Aldebarán?!
Expresé sorprendido.
- Volvieron más rápido de lo que creí.
- Había muchas personas ahí, y todos trabajamos arduamente. Inclusive Kiki.
- ¡Si! - gritó - ¡Yo ayudaba con mi telequinesis y movía rocas!
- Ya veo - dije algo divertido - . Ahora entiendo por que estás lleno de tierra y polvo.
Kiki no parecía haberse dado cuenta de aquello hasta que lo dije, y se preocupó demasiado por su estado actual. Aldebarán no estaba tan mal gracias q que había traído puesta su armadura, pero aún así necesitaba de un baño.
- ¡Tengo qué lavar mi ropa y tomar una ducha! ¡Estoy muy sucio!
- Yo te la lavo Kiki -dije lentamente - . No te preocupes por ello, pero si entra al baño.
El se limitó a asentir y corrió a dónde le dije. ¿Cómo permitiría que lavara su ropa después de haber hecho tanto? Yo podía apoyarlo en eso siquiera.
- ¿Cuántas Casas limpiaron?- pregunté a Aldebarán. Estábamos en nuestra habitación, y el empezaba a quitarse su armadura.
- Tres - dijo con tono no tan animado - . Fue difícil.
- Haré la comida mientras se alistan.
Yo me dirigía a la cocina, y por obviedad, empecé por cortar verduras para una ensalada. ¿Qué haríamos después? Estaba claro que la paz en el Santuario no duraría demasiado. Al poco rato, Aldebarán salió ya limpio. Y no dejaba de verme. Logré percibir su mirada, a pesar de que estaba a metros de mi. Seguí con lo que estaba haciendo, pero sonreí. ¿Qué sucedía? Lentamente fue caminando hacía mi, y luego levantó mi rostro para besarme en los labios, como ya suponía. No duró mucho, pero me fue suficiente. Luego se detuvo, y caminó hacia atrás. Su repentino cambio de emociones fue notorio.
- ¿Qué sucede, amor? - pregunté preocupado.
- ¿A dónde iré cuando no estén? - contestó.
- ¿Qué?
- Eso fue lo que preguntó Kiki. "¿A dónde iré cuándo no estén? No quiero quedarme solo." No supe ni siquiera que responderle.
Me quedé helado. ¿Cómo no lo había pensado antes? ¿Qué sucedería con Kiki después de que lucháramos contra Hades? ¿Tendría que vivir en un hogar para niños huérfanos? ¿Abandonar el Santuario? ¿Pasar hambre? ¿Luchar por sobrevivir? ¿Cómo me aseguraría de que nada de lo que creía le sucedería en algún momento? Estuve a punto de tirar el cuchillo con el que antes cortaba, a no ser por qué Aldebarán lo tomó. Me senté en una silla de la mesa, y mi novio hizo lo mismo. Si Kiki quería un lugar aquí, tendría que ser Caballero obligatoriamente. ¿Y si el no lo deseaba así? ¿Tendría que forzarlo a? ¡Por supuesto que no! ¡¿Cómo podría?! Pero, ¿cuán mal la pasaría si no lo hacía? ¿Se volvería rencoroso hacia nosotros? ¡¿Cómo podría evitarlo?!
- El sabe lo que se acerca, ¿verdad? - dije con dificultad, pues tartamudeaba un poco.
- Es posible que si - contestó Aldebarán con el mismo tono de preocupación que yo.
- Debemos hablar con Atena.
- Creo que ella...
- Ahora - dije interrumpiendo a Aldebarán, aunque no en tono grosero. Lo único que deseaba era lo mejor para mi pequeño alumno.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro