Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XVIII

Mu.

Después de algunos segundos de meditar, determiné que sería malo abandonar el Santuario. Los demás no habían regresado de su repentina exploración, y para cuando regresé a Aries, Aldebarán ya no estaba. ¿Acaso esperaba que sucediera lo contrario? ¿Por qué sucedería aquello, si yo había sido quién lo había causado? ¿Pensaba, involuntariamente, que Aldebarán permanecería allí para verme llegar y luego abrazarme? Tener una relación era mucho más difícil de lo que esperaba, aún después de que lo había consultado con Shaka, y haberlo hablado con mi pareja. Había dado todo de mi, y ni siquiera así había funcionado. ¿O es qué no había sido suficiente por mi parte? Tuve la inercia de ir a la habitación de Kiki a desearle buena noche, y luego recordé que se había ido al orfanato de la amiga de Seiya. Me alisté para dormir, y creí que no saldría tan mal, pero resultó todo lo contario. Inclusive estuve a punto de decirle Te quiero al vacío. También me dio frío y me sentí solo. Era obvio que ya estaba acostumbrado a que alguien posara su brazo tiernamente sobre mi, y que cubriera mi espalda del frío con su cuerpo. También que un pequeño llegara sorpresivamente a interrumpir. Esta noche no tenía nada de eso. ¿Aldebarán estaría igual? ¿Ahora, además de tener que disculparme con Shaka, debía hacerlo con el? ¿Esto era alguna consecuencia o señal del destino para que nos mantuviéramos juntos? ¿Pero qué clase de pensamientos rondaban mi cabeza? Definitivamente debía arreglar todo por la mañana... si podía. Al día siguiente, pocos minutos después de que me hubiera terminado de colocar mi Armadura Dorada de Aries, Kiki apareció. Entró corriendo animadamente por la puerta, y saltó para abrazarme. Lo habían traído los mismos chicos que lo habían llevado a aquel lugar el día anterior. Finalmente les agradecí.

- ¿Todo está mejor aquí, maestro Mu? ¡Lo extrañé demasiado!

- Si Kiki - dije sonriendo - . Y yo también te extrañé. Demasiado a decir verdad. ¿Quieres que preparemos algo de desayunar juntos? ¡Será lo que tu quieras!

- ¡Si! - expresó motivado, y, como normalmente hacia, empezó a saltar - ¿Dónde está el señor Aldebarán? ¡Tenemos que apresurarnos a preparar nuestras cosas para comer! ¡Y no lo he saludado! Eso es de muy mala educación.

Una extraña sensación apareció en mi pecho. No era de la clase física, sino sentimental. ¿Cómo le decías a tu pequeño alumno que probablemente su maestro y su pareja no volverían a estar juntos? ¿Qué su familia podría quedar rota? Además, era como si Kiki de alguna forma presintiera que algo malo sucedía, y siempre me orillaba a resolver mis problemas. Quizá por eso la mayoría de ellos ya no los tenía presentes en mi vida. El era la razón más importante de mi vida por la que siempre luchaba. Era mi deber asegurar su bienestar.

- El está ocupado ahora - dije sonriendo tímidamente. Intentaba no mostrar el dolor que sentía en aquel momento, y quizá mi expresión me traicionó de algún modo - . Tuvo que ir a Tauro a resolver una emergencia.

- ¿Podemos ir a visitarlo más tarde? ¡Quiero saludarlo!

- Hm. Mejor no. Dejemos que se concentre, ¿Vale?

- ¿Pero cuando podremos ir a verlo?

Se notaba la tristeza en su tono de voz. No quería que el revoltijo de emociones negativas lo invadieran a el también.

- Hablaré con el, ¿Si? Le contaré que lo extrañas mucho, y que quieres pasar tiempo con el. ¿Te parece?

- ¡Si! Pero no se le olvide, por favor. Quiero que el señor Aldebarán lo sepa.

- No te preocupes. Prometo recordarlo.

Luego fuimos a la cocina. Desordené su cabello, y luego empezamos a cocinar. Kiki insistió en que quería sólo frutas, porque manejarse una exquisita tarta para en la noche. Supuse que su intención era darle un pedazo a Aldebarán, o pedirme que se lo entregara. Pasamos todo el día en Aries. No había recibido noticias de Shaka, Milo o Aioria. Es más, no siquiera sabía si habían vuelto del Coliseo, lo que me preocupaba aún más. ¿Y si el enemigo aparecía de repente? ¡Tan sólo estaríamos Aldebarán y yo protegiendo a todo el Santuario! Honestamente, ni con todo nuestro poder lo lograríamos. Además, ¿Cómo podríamos trabajar en equipo cuando estábamos peleados? Debíamos resolver nuestro conflicto primero. Esa era nuestra prioridad, y dudaba completamente que nuestros contrincantes se detuvieran a esperar algunos minutos para que nosotros resolvieramos lo que teníamos pendiente. ¿Acaso debía hablar hoy mismo con el? Ni siquiera se había acercado. ¿Al menos lo había intentado? ¿Cómo podría estar preguntándome aquellas cosas cuando no yo me animaba a poner un pie fuera de mi puerta? Es más, ¡No quería ni levantarme del sillón! Kiki y yo permaneciamos allí sentados esperando a que la tarta estuviera bien horneada y lista para ser comida. No podía creer que no había hecho nada en todo el día. ¡Ni siquiera me había asomado por la ventana! Era una decepción. Pudiendo haber ido a pasear, había preferido mantenerme encerrado, y todo por la falta de motivación para resolver mis problemas. ¿Qué ejemplo le estaba dando a mi alumno? Si yo estaba actuando así en aquel momento, ¿Qué haría el cuando adulto? No deseaba ni imaginarlo.

- Creo que ya está - dijo Kiki yendo hacia la cocina - . ¿Huele lo bien que quedó?

Me sorprendí de lo paciente que había sido. Normalmente habría insistido en hacer algo más. Asenti lentamente, y caminé tras de el.

- Yo te ayudo a sacarla.

La tomé con mis guantes, y Kiki me ayudó a colocarla en un recipiente. Era inevitable sentirte orgulloso por ese tipo de logro, aunque fuera mínimo.

- Maestro Mu.

- ¿Qué sucede?

- ¿Si podemos llevarle un trozo de tarta al señor Aldebarán?

No podía negárselo. Ya había presentido que su petición había sido por Aldebarán. Y, ¿Qué más podía hacer? Era obvio que no debía enterarse de lo que sucedía. Asentí, corté el pedazo y luego empezamos a subir las escaleras. Mis manos temblaban, y no por lo fresco del viento. Tardamos un buen lapso de tiempo en llegar, pero Por suerte Kiki si llevaba su abrigo. No había razón para preocuparse por que fuera a enfermarse. El tocó la puerta, y después de algunos segundos, el abrió la puerta. Vestía su armadura. Traía la capa blanca en su hombro, y su cabello oscuro estaba recogido. No pude evitar sonrojarme. ¡¿Por qué justo ahora le ponía atención a ese tipo de detalles?!

- ¡Hola Kiki! - dijo alegremente - Veo que has vuelto.

- ¡Si! - le contestó el pequeño - . Mi maestro Mu dijo que estaba ocupado, y que por eso no estaba en Aries. ¡Así que decidí hacerle una tarta!

Aldebarán se hincó para recibir el plato con su obsequio. Y luego volteó a verme. Mantuvimos nuestra mirada hasta que no pudimos más. Mi alumno platicó con el durante un rato, y después Aldebarán le prometió que iría a Aries al día siguiente. Regresamos a Casa, y completamos nuestra rutina de noche. Cuándo por fin Kiki se quedó dormido, salí. Como había decidido desde antes, me dirigí hasta el lugar en el que estaba la lápida de mi maestro. No tenía ganas de hablar. Ni siquiera de mantenerme de pie, así que simplemente me dejé caer en el suelo. El pasto estaba seco y áspero. ¿Qué más daba? Ese era el único lugar en el que podía desahogarme libremente. No había nadie cerca. No podían escucharme, y mucho menos verme. La única testigo era la Luna. Yo no producía ruido alguno. Intenté resistir inútilmente, pues mis ojos empezaron a arderme levemente, y poco a poco las lágrimas fueron brotando. ¿Cómo se suponía que arreglaría todo ahora? ¿Qué debía hacer? ¿Alguien, si quiera, estaba dispuesto a guiarme?

- Supuse que estarías aquí - dijo alguien metros atrás.


Voltee desorientado, y resultó ser Aldebarán. ¿Cómo lo había averiguado? ¿Me había seguido hasta ese lugar? Lo habría percibido de ser así. ¿Me conocía a tal grado que era capaz de distinguir los lugares a los que iría dependiendo mis sentimientos? Sin decir nada se sentó a poca distancia de mi, aunque no tan cerca. Llevaba el mismo aspecto de antes, a excepción de su capa, que ya estaba en su lugar.

- Debemos hablar. Y me gustaría iniciar, si no tienes problemas por ello.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro