Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XVI

Aldebarán.

Últimamente habían surgido muchos desacuerdos. El trato al que Mu yo habíamos llegado al inicio de nuestra relación no se estaba cumpliendo en diversas ocasiones. Dos noches antes, Mu se había disculpado conmigo. El problema aquí es que yo tampoco estaba haciendo nada por mejorar la situación. ¿Se suponía que debía contarle aquello? Tenía derecho a saberlo, ¿No? Pero, ¿Qué sucedería después? Se suponía que confiábamos entre nosotros, aunque últimamente eso no se notaba. Pasábamos tiempo juntos, claro, pero ya no se sentía como antes. Ya ni siquiera nos tomábamos de la mano, y eso que no era costumbre nuestra. Permanecíamos sentados en la mesa, comiendo ensalada de frutas. Kiki jugaba pasando trozos de sandía de un lado para otro en su plato con el tenedor. Mu ya había terminado, al igual que yo, pero seguíamos sentados, uno junto al otro.

- Oye, Mu - dije casi susurrando.

- ¿Hum? ¿Qué sucede? - contestó desorientado.

Como últimamente sucedía, Mu estaba perdido en sus pensamientos. ¿Qué era lo que invadía su mente para que el divagara de tal forma? Era como si... No estuviera ahí. Dormíamos en la misma cama, pero no se sentía así. Hablábamos, pero era como si simplemente contestara por deber y no por querer.

- ¿Podemos hablar más tarde? - dije tímidamente.

- Claro - contestó - . De hecho, yo quería proponerte lo mismo.

Sonrió. ¿Desde hacía cuanto tiempo no lo hacía? ¿Había alguna esperanza de que todo volviera a la normalidad? Los tres quedamos desconcertados ante los fuertes golpes en la puerta de la Casa de Aries. ¿Quién podría ser?

- ¿Por qué tocan tan fuerte la puerta? - preguntó Kiki algo enojado.

- ¡Ven! ¡Vayamos al cuarto! - dije intentando distraerlo un poco. Era tan sólo un niño. No merecía escuchar problemas de mayores.

Lo llevé hasta su habitación. El sacó una pequeña pelota, que por cierto, le encantaba. Shaka se la había regalado. La hacía botar por aquí, y luego por allá. El saltaba y hacia todo lo posible por atraparla. Inclusive se aventaba a su cama. Mu, Shaka y yo hacíamos lo mismo. ¿Cuándo habíamos dejado de atrapar mariposas? Ser Caballero Dorado tenía su lado bueno, pero, por otra parte, perdías muchas cosas. Escuché como cerraban la puerta. Mejor dicho, la azotaban. Supuse que Mu ya había terminado de platicar con quien fuere que había llegado tan aceleradamente. Supuse que mi... pareja iría a sentarse en el sofá, pero, por el contrario, empezó a correr hacia nosotros. Se escuchaba la armadura chocar contra si misma.

- Espera aquí, Kiki - dije rápidamente - . Ahora vuelvo.

El pequeño se limitó a asentir. Abrí y cerré la puerta de su cuarto en segundos, quedando completamente solo en el pasillo. A lo lejos distinguí su silueta que se acercaba con distinguida velocidad a donde estaba. Decidí caminar un poco hacia el, y así limitar las posibilidades de que Kiki escuchara nuestra conversación.

- ¿Qué pasa? - pregunté.

- Ha llegado un mensaje del viejo Maestro Dohko. Atena ha sido raptada, y los Caballeros de Bronce han ido a salvarla.

Había sacado a Kiki rápidamente de Aries. Algunos Caballeros de bajo rango se habían ofrecido llevarlo al orfanato con Miho. Ahí pasaría la noche. Mientras, nosotros corríamos por las escaleras. Nos faltaba poco para llegar a Leo. Teníamos la tarea de informarle lo sucedido a los demás. ¿Qué nos deparaba? ¿Todo lo que habíamos vivido Mu y yo durante los últimos meses se iría a la deriva? ¿Sería como otra de las cosas olvidadas y sin importancia del Santuario? Otra guerra había comenzado. Desde un principio estaba consciente de que la paz no duraría por mucho, pero, ¿Por qué justo ahora? Teníamos asuntos pendientes por resolver, y gracias a esto, ¿Ya no lo haríamos? ¿Partiríamos de este mundo como dos Caballeros más que habían dado su vida por salvar a la humanidad? Shaka, Milo y Aioria habían reaccionado de la misma forma que nosotros. A penas llegábamos con uno y le dábamos la mala noticia, empezaba a bajar rumbo a Aries, mientras nosotros continuábamos hacia arriba. Finalmente, al llegar a Virgo, regresamos los tres Caballeros juntos. Lo único que importaba ahora era llegar rápido hasta abajo, y evitar que el enemigo entrara al Santuario. Todo estaría perdido si eso sucedía. También habíamos recibido órdenes de permanecer en la primer Casa. A penas empezaban a verse los indicios de que una guerra estaba empezando. A primera hora de estar como guardias llegaron un par de Caballeros. Según esto, había fuertes lluvias e inundaciones por todo el mundo, de tal magnitud nunca antes vista. El cielo empezaba a tornarse oscuro, señal de que pronto sucedería lo mismo aquí, en Grecia. Pronto algunos de nosotros empezaron a desesperarse. Los invadía ese sentimiento de impotencia. ¿Qué podían hacer en esa situación?

- Mu - dijo Aioria con desesperación notoria - . Explícamelo: el maestro nos dijo que nos reuniéramos aquí, en el Santuario, y después nos dijo que no hiciéramos ningún movimiento. ¿Por qué es eso?

- Aioria - intentó decir Mu, pero después fue interrumpido por el mismo, como si no hubiera dicho nada.

- La cosmo-energía de Atena se ha detenido ahora por unas pocas horas, y la de Seiya casi se ha ido también, y a menos que hagamos algo, Atena y sus Caballeros seguramente morirán. ¿Por qué no nos dejaría mover el maestro? ¿Tu puedes explicarlo? Es incoherente, ¿No crees?

- Ahora que se ha ido el Patriarca, el maestro es el líder de todos los Caballeros. Nunca debemos desobedecer sus órdenes, ¿Verdad? - contestó Mu. Parecía como si al decir esto intentara darse consejos a sí mismo.

- ¡Es absurdo! - replicó Aioria. Las cortantes respuestas de Mu parecían únicamente empeorar su estado de ánimo - ¡¿Va a permitir el maestro que mueran Atena y todos los Caballeros?! Es algo incomprensible. ¿No lo crees así?

- Es muy posible... Mira, Aioria: posiblemente ha estado preparado para esto desde que empezó la batalla.

Estaba claro que Mu no cambiaría de opinión, y los demás tampoco teníamos intenciones de desobedecer al viejo maestro, pero Aioria tenía razón. Se suponía que éramos Caballeros Dorados por que debíamos protegerla, y, aún así, permanecíamos sin hacer nada, completamente atrapados en el Santuario. Aioria entró a la Casa, demasiado enojado a decir verdad, mientras los demás nos quedábamos observando afuera. Ya estaba lloviendo, y mucho. ¿Ahora qué? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro