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XIX

Aldebarán.

- Estamos en guerra. Lo peor que podemos hacer es comportarnos así - dije tranquilamente.

Mu temblaba, a pesar de que traía su armadura y su capa. No distinguía si era por el frío, o por que estaba enojado o triste. Me levanté rápidamente de dónde estaba, y sin vacilar extendí mi mano. La puse frente a Mu. El ni siquiera se dio cuanta de aquello.

- Vayamos a otro lugar. Aquí hace frío.

Finalmente respondió, y accedió a recibir mi ayuda para pararse. Su mano estaba helada. Después de días de no haber sentido la calidez de reunirme con el, por fin había podido. Extrañaba hacer este tipo de cosas junto a Mu. No soportaría perderlo. Me miró fijamente, y gracias a la luz de la Luna que daba directamente a su rostro, distinguí el rojo de sus ojos. Enseguida me asusté.

- Yo... ¿Te hice llorar? - expresé desesperado. ¿A caso no había hecho nada más que empeorar la situación lastimando a Mu?

- ¿Qué? - dijo aturdido - No, no. Nunca lo harías.

Sin entender sus acciones siquiera un poco, Mu se abalanzó a mi y me abrazó. Intentaba controlarse, y no lo lograba. Quizá actuaba por impulso, pero aún así disfrutaba del abrazo que me daba. Era simplemente imposible no hacerlo. El quería rodearme con sus brazos, pero era irrealizable. Además, nuestras Armaduras Doradas no cooperaban para que se lograra. Mucho menos las capas, que se colaban entre nosotros. El cabello de Mu se movía de un lado para otro.

- Estas cosas que traemos no son de gran utilidad ahora, ¿eh? - dije intentando animarlo. El rio, y a la vez estaba llorando. Miré su rostro y lo levanté tomándolo suavemente de la barbilla - . Oye: No hay por qué llorar. Todo está bien.

Acerqué mi mano y delicadamente limpié las lagrimas que caían por su mejilla. Sonreí amablemente. Sus ojos estaban brillosos por lo mismo, y gracias al resplandor de la noche surgido de las estrellas y nuestro satélite, sus ojos esmeralda resaltaban aún más.

- No hay necesidad de que lo hagas.

Luego bajé mi mano hasta la suya y lo sujeté. Ahora podíamos ir a cualquier lugar. ¿Por qué ocultarnos? ¿No era esa una de las razones por la qué ahora estábamos así? ¿Y qué si nos veían?

- Perdón. No quería...

- No pasa nada, Mu. Pero espera a qué lleguemos.

- ¿Llegara dónde? - preguntó curioso.

- Ya verás.

Empecé a guiarlo por el Santuario. Al ya ser tarde, me era difícil ubicarme y orientarme, per aún así logré sacarnos a Mu y a mi del campo en dónde estaban todas las lápidas de los Caballeros caídos. Luego entramos al bosque, y el mismo problema se presentaba. La diferencia era que con o sin mapa, con o sin luz, sabía como llegar a aquel lugar. Era especial para nosotros. Y me parecía adecuado ir para allá. ¿Hacía cuanto tiempo no lo hacíamos? Trece años, o quizá un poco más. Doblé a la derecha justo adelante del árbol con tres ramas disparejas. Di veinte pasos más, que para otros serían veintitrés, y luego me introduje entre los arbustos. Mu no había dicho palabra alguna, hasta que las espinas de las plantas rozaron con nosotros no reconoció a dónde nos dirigíamos.

- ¿Es... ¡El lago! - expresó sorprendido. Todo lo que había pasado allá se quedaría en tal lugar.

Veníamos aquí de pequeños, siempre y cuándo tuviéramos algo importante por hacer. Y eso era lo que teníamos que hacer ahora.


- ¿Qué sucede Mu? - dije algo confundido.

- Es que no quiero interrumpir tu entrenamiento.

- Pero no lo estás haciendo. ¿Por qué estás tan nervioso?

¿Por qué Mu se comportaba tan extraño?

- Es que necesito decirte algo importante.

A pesar de haber confirmado que quería contarme algo, no lo hacía. ¿Sería algo tan difícil? 

- Sabes que puedes decírmelo - dije para intentar animarlo.

- Es que yo.....me voy del Santuario.

Abrí enormemente mis ojos. El ya había insistido en que eso era lo que deseaba desde hacía algunas semanas. Shaka y yo habíamos intentado detenerlo, y al parecer, habíamos fallado. Suponía que sería así.

- Hoy me voy, y quería que lo supieras. Necesitaba despedirme de ti.

¿Qué otra cosa podría hacer? Tomarlo por la fuerza no era una opción. El se veía muy triste, y como amigo no podía permitírselo.

- Es por lo que crees del Patriarca, ¿cierto? - pregunté cabizbajo. Quería llorar, quizá - ¿Estás seguro de que lo que piensas es cierto?

- Ya lo pensé demasiado, y eso es lo que quiero, aunque no me guste. No te quise decir antes porque....

- No pasa nada -dije interrumpiéndolo. Lo miré fijamente a sus ojos - Si tu crees que es lo correcto, entonces yo te apoyo, y si algún día decides volver, Shaka y yo te estaremos esperando aquí, en el Santuario. A pesar de que nos tengamos que separar, seguiremos siendo amigos, ¿no?


 - ¿Esa vez... - dijo Mu lentamente.

- Fue aquí, si - dije completando su frase. Nos sentamos cerca de unos árboles. Junto con los arbustos, estos formaban un círculo que rodeaba completamente al lago. Sus hojas eran tan frondosas que el frío y el ruido eran incapaces de "entrar" al lugar. Quizá el único sonido que se percibía de noche era el del agua chocando con las piedras de la orilla. Y la luz de la Luna entraba por la parte de arriba. Era el lugar perfecto para hablar. Me quité mi capa, y la doblé. Luego, por partes, fui desafanado de mi cuerpo la Armadura.

- Si... Si alguien te ve estaremos en problemas - dijo Mu entre risas. Por fin todo mejoraba.

- Nadie tiene por qué ver.

Sabía que lo que teníamos no sería suficiente para cubrirnos para cuando saliéramos, y tampoco es que pudiéramos llegar a nuestras Casas de madrugada. Además, Kiki estaba solo en Aries. Para cuando volteé a mi derecha buscando la opinión de Mu, me llevé una sorpresa: igual se había quitado la armadura. Eso era un "Si, entremos al agua. Pasemos tiempo ahí, como antes" . Sin duda alguna ya consciente de lo que debía hacer, despojé mi playera, y salté al agua solo con mi pantalón. Mu hizo lo mismo. Podíamos esperar para platicar. Teníamos tiempo.

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