IX
Aldebarán.
Salí rápido de Casa, pues quería ir con Mu. Tan solo esperaba que ya estuviera despierto. No tenía ni idea de que hacer con el, pero mi intención contaba, ¿no? Al ser la única manera de llegar hasta el, bajé las escaleras y toqué la puerta de Aries. Casi enseguida la abrieron, solo que en lugar de encontrarme con mi pareja, vi a su pequeño alumno Kiki. Se sorprendió de encontrarme así de sorpresa, y casi pareció que quería salir corriendo de ahí.
- Hola - dije sonriendo. Me hinqué y moví mi mano para saludarlo. Quizá le intimidaba mi altura, y sería mejor asemejar un poco nuestros tamaños... por así decirlo - . ¿Mu está ahí dentro?
Kiki asintió.
- ¿Quiere pasar a verlo? Pero creo que está enfermo.
- ¿Por qué? - pregunté con tono preocupado.
- Es que aún está recostado en su cama.
- Entonces vamos.
Kiki empezó a caminar hacia la habitación de Mu, y dejó la puerta abierta. Se detuvo en seco, y fue cuando se dio cuenta de lo que le había faltado hacer.
- No te preocupes. Yo la cierro.
El pequeño sonrió y volvió a caminar para llevarme hasta Mu. La verdad es que había acertado, pues el permanecía quieto, y tenía fiebre. Lo extraño era que el día anterior estaba bien.
- Hola - dije tímidamente a la vez que me acercaba a el.
- Hola - contestó Mu sentándose en su cama - . No sabía que vendrías. De ser así, habría preparado algo.
Era claro que el no estaba bien. Se le notaba en su pálido rostro, y, además, sus movimientos eran lentos.
- No. No te levantes.
Caminé y tomé su mano rápidamente. Si no lo hubiera hecho, el se habría puesto peor, y no quería que eso sucediera. Mu notó como entrelacé mis dedos con los suyos, y se sorprendió de ello. El termino por apretar mi mano, y así nos mantuvimos durante un momento.
- Regresaré a Tauro. Quizá otro día podremos salir, pero mientras debes descansar.
Di un paso hacia atrás, pero Mu me jaló, acercándome de nuevo a el. Sus pupilas estaban dilatadas.
- ¿Puedes quedarte aquí?- preguntó.
- ¿Quieres que permanezca contigo?
Ambas preguntas hicieron que nos avergonzáramos. Apenas notábamos la presencia de Kiki en la habitación.
- Si tienes algo que hacer, entonces no...
- No. No pasa nada Mu. Yo cuidaré a Kiki por ti.
Claramente su petición no había sido por el pequeño que seguía ahí con nosotros, ¿pero que más podía hacer para ocultar la verdadera razón por la que había ido ese día hasta la Casa de Aries? Mu asintió y volvió recostarse. Creo que se había quedado dormido, pues no dijo nada más. Suspiré. Quizá podría aprovechar la oportunidad para conocer mejor al pequeño de 8 años.
- ¿Qué quieres que hagamos Kiki? - dije mientras salía de la habitación de Mu con el al lado mío.
- ¡Salgamos!
A pesar de que no convivíamos mucho, era agradable estar junto a el. Lo seguí por toda la Casa hasta que finalmente salimos. En lugar de caminar, daba saltos, levantaba sus manos y reía, así que tuve que apresurar mi paso, aunque normalmente los demás eran los que debían hacerlo siempre que me acompañaban. Kiki se sentó en los escalones de la Casa de Aries. A lo lejos, se veía el coliseo, y muchos chicos y chicas entrenando. Yo me senté a la derecha del pequeño, quien solo observaba hacia el cielo.
- ¡¿Ya vio esa nube?! - pregunto - ¡Es como un pájaro!
- Mira esa de la izquierda - dije señalando el lugar - . ¿Qué piensas que es?
- Humm... Quizá un manzana. La que está arriba de ella es como un árbol, ¿o usted que cree?
- Creo que acertaste.
Sonreí y volteé a verlo. ¿Era posible que un niño se pareciera demasiado a su maestro? Pues Kiki acababa de demostrarlo. Pensaba en mi relación con Mu. ¿Kiki sería capaz de aceptarlo? ¿Cómo reaccionaría al darse cuanta? Estaba claro que debíamos decírselo, pero ¿me sería fácil? ¿Podría, con tal calma, explicarle al pequeño de ocho años que amaba a u maestro? Tal vez, aunque no sería quién iniciara la conversación. Mu lo haría, al contrario que yo.
- ¿Desde cuándo son amigos usted y mi maestro? - preguntó el pequeño. Se notaba curiosidad en su forma de hablar, pero ¿a que venía su cuestionamiento o duda por el tema?
- Somos amigos desde los seis años, Kiki.
- ¿Se quieren mucho?
Su pregunta me había tomado por sorpresa. ¿Es que ya sospechaba que algo sucedía entre nosotros? Cerré mis ojos notando que anteriormente habíamos actuado extraño en la habitación de Mu. Mejor dicho, nuestra forma de actuar había sido extraña para Kiki. ¿Debería contárselo? No. Era mejor esperar a que Mu lo supiera. Tan solo debía intentar evitar el tema.
- Si, nos queremos porque somos amigos. - contesté.
- ¿Entonces también quieren a Shaka?
- Claro que sí - contesté, aunque claro, seguía nervioso.
- ¿Entonces porque mi maestro Mu no me cuenta nada sobre el?
- ¿A qué te refieres?
Simplemente no pude evitar tartamudear. ¿Es qué ya lo sabía? ¿Tan solo dudaba? ¿Podía darse cuenta de que le ocultábamos algo? ¡¿Qué sucedería después!? No estaba listo para volver a expresar mis sentimientos. Mucho menos en ese momento. No estaba Mu. Tenía a Kiki junto a mi. Estaba totalmente en blanco.
- No... No lo sé, Kiki - dije sin saber que otra cosa responder.
El pequeño pareció olvidar la conversación que estábamos teniendo, aunque claro que eso no era cierto. Probablemente solo estaba pensando. ¿Debía aprovechar la oportunidad para cambiar de tema? Antes de poder hacerlo Kiki volvió a hablar.
- ¿Puedo preguntarle algo? - dijo viéndome de frente. Claramente el debía levantar su rostro.
- Claro - respondí. Esperaba que no fuera lo que creía que sucedería.
- ¿Alguien ha llamado su atención?
Ya no había duda alguna. Kiki ya se había enterado por su cuenta de los sentimientos existentes entre Mu y yo. Asentí lentamente, aunque varias veces seguidas. Era notorio que el pequeño tenía más dudas, pero decidí ser yo quién hablaría.
- ¿Qué te parece si entramos? Ya es tarde, además, podemos preparar la comida. Mu y yo tenemos algo que contarte.
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