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Sudor

Mirando su vaso de alcohol entre sus manos sobre la barra, no notó cómo alguien ocupaba asiento a su lado. No lo notó hasta que ese alguien le habló.

—Hola, ¿estás aburrido?

Jeongin se giró a ver quién le hablaba y cuando lo visualizó sintió como el aire le empezaba a faltar.

—Uhm, hola... No, bueno, algo quizás —dijo torpemente, queriendo golpearse la cabeza por su estupidez.

El contrario sonrió suavemente y eso de alguna manera lo tranquilizó.

—Eres lindo —susurró y Jeongin sintió calor, mucho calor en todo su cuerpo—. Por cierto, no me he presentado y disculpa por eso. Soy Bang Chan, es un placer —dijo el pelinegro con una suave sonrisa.

Así que Bang Chan.

—Yo soy Yang Jeongin —murmuró.

—Jeongin, me gusta ese nombre —sonrió, mostrando dos preciosos hoyuelos que pudieron destacarse gracias a los focos que poseía esa sección de la casa.

—Gracias...

—Soy amigo del dueño de la casa, conozco la mayoría de las personas que están aquí porque sus fiestas son privadas, pero a ti no he visto antes.

—Oh, eso... —susurró—. Soy el mejor amigo del novio del dueño.

Eso sonó algo confuso, pero la verdad no sabía cómo explicarlo.

—Oh, ¿entonces eres el mejor amigo de Félix?

—¿Lo conoces?

—Sí, soy amigo de Hyunjin y en nuestras salidas suele traer a Félix, por eso lo conozco.

—Oh, ya veo...

Y se mantuvieron en silencio, Jeongin bebiendo de a poquito su vaso de vodka y Chan solamente observándolo con atención.

—Te vi bailar cuando entré, bailas muy bien. ¿Te gustaría bailar conmigo un momento?

Jeongin no lo pensó mucho antes de contestar.

—Sí, está bien —musitó.

—Vamos entonces.

Jeongin asintió lentamente, se tomó lo que sobraba de su trago de una sola y luego se puso de pie, yendo con el guapo pelinegro a la pista de baile, o mejor dicho a la sala principal de la enorme casa.

Chan colocó con cuidado sus manos en la fina cintura de Jeongin y Jeongin posó las suyas en los hombros del pelinegro, rodeándole el cuello. Empezaron a moverse, primero lento y con algo de timidez, pero después mucho más descolocado. Conforme su cuerpo se movía al ritmo de la canción, Jeongin fue agarrando confianza y empezó a moverse como sólo él sabía hacerlo.

Se giró, dándole la espalda a Chan y movió sus caderas, provocando que su trasero chocara y fuera despertando a lo que había entre las piernas del pelinegro.

Chan lo sujetó fuerte de la cintura, atrayéndolo más a su cuerpo. Cuando ya no pudo continuar soportando esa tortura en su miembro se acercó al oído de Jeongin, quien sintió miles de corrientes eléctricas recorrerle el cuerpo.

—¿Por qué no mejor salimos de aquí? —preguntó en voz baja y muy cerca de su oído, estremeciendo más el cuerpo de Jeongin —. Vayamos a tomar una copa de vino fuera de este lugar lleno de alcohol, sudor y sexo. ¿Quieres?

Jeongin asintió sin darse la vuelta. La verdad que sí quería, ese pelinegro lo había cautivado desde que lo vio entrar y lo único que quería era follárselo, que él lo follara hasta el cansancio. Lo quería tanto y no iba a desperdiciar esa oportunidad.

Caminaron hacia la puerta y salieron de la enorme y lujosa casa. Avanzaron unos cuantos pasos más, hasta llegar hacia donde estaba estacionado algunos vehículos. Chan se acercó a una moto negra, se subió a ella y luego se colocó el casco, siendo observado por Jeongin.

—Ven.

Lo invitó a acercarse, sin embargo, Jeongin se mantuvo distante.

—¿Nos iremos en eso? —preguntó con algo de temor.

—Sí, me transporto en esta belleza —dijo, dándole unas palmadas a la moto—. ¿Tienes miedo? ¿Jamás te has subido a una?

—Uhm, bueno, la verdad llevo años que no me subo a una y... le generé un tantito de miedo por una fea experiencia que tuve con motos tiempo atrás...

—Entiendo, pero estarás seguro —dijo Chan con voz tranquila—. Quizás apenas me conoces y no puedes confiar en mí, pero te prometo que no pasará nada malo, yo conduzco con cuidado. Sobre todo, si llevo a alguien importante conmigo.

Jeongin lo dudó unos segundos, enfocó sus ojos en los de Chan y no lo entendió, pero terminó aceptando. Chan lo ayudó a colocarse el casco y después se subió a la moto, también con la ayuda de Chan.

—Agárrate fuerte de mi cintura —avisó Chan, tomando los brazos de Jeongin para rodear su cintura—. Iré despacio hasta que pierdas el miedo y vayas acostumbrándote, ¿sí?

Jeongin asintió y se sujetó más fuerte de la cintura de Chan. Entonces Chan arrancó la moto y Jeongin se aferró más.

—Estaremos bien, lo prometo —tranquilizó Chan, Jeongin asintió sin verlo y detrás suyo, oculto en su espalda.

Y como Chan lo dijo, condujo despacio y con cuidado. Después aceleró, pero Jeongin ya no tenía ese miedo que poseía al principio.

La verdad que andar en moto no era tan malo como lo recordaba.

Llegaron al estacionamiento de un edificio de apartamentos, Chan apagó la moto y ayudó a Jeongin a bajarse. Se quitó el casco y lo acomodó en su moto, giró a ver a Jeongin y viendo que no podía quitarse el casco de su cabeza, sonrió y se aproximó para ayudarlo a quitárselo.

—Gracias.

—No es nada —murmuró Chan—. Ves que no pasó nada, cuando llevo a alguien importante conmigo conduzco con más responsabilidad de lo normal.

Jeongin prefirió no decir nada, solamente asintió, agradeciendo que fuera de noche y ese color rojo en sus mejillas no se notase.

—Ven, vamos adentro —dijo Chan, tomándolo de la mano, entrelazando sus dedos y llevándolo hacia dentro. Jeongin solamente se dejó llevar.

—¿Vives aquí? —preguntó Jeongin cuando estaban dentro del ascensor.

—Sí, tengo un penthouse en este edificio.

—Oh...

Se bajaron y avanzaron hacia el hogar de Chan, quien le abrió la puerta y dejó pasar primero a Jeongin. Luego de entrar él, cerró la puerta y guio a Jeongin hacia la sala.

—Siéntete cómodo, estás en tu casa. Traeré el vino, ¿o prefieres otro tipo de alcohol?

—No, el vino está bien para mí.

—Okey, ya vengo.

Jeongin asintió, sentándose en el fino sofá de color gris. Aprovechó que el pelinegro se marchó para sacar su celular, le envió un mensaje a Félix para hacerle saber con quién y en dónde se encontraba y, sobre todo, para que no se preocupara.

Chan regresó con dos copas y una botella de vino, le sirvió una a Jeongin y se la extendió, él la aceptó entre sus manos.

Jeongin no mentiría, se sentía repentinamente inquieto, muy inquieto ante la presencia de ese atractivo pelinegro.

—Salud —dijo Chan y Jeongin repitió lo mismo, chocando sus copas y luego ambos bebiendo su contenido.

Chan bebió un pequeño trago y dejó la copa en la mesita situada frente al sofá. Pero Jeongin se la bebió toda de un solo trago, hasta el fondo y dejando la copa vacía en la mesita.

—Oh, espera, así no...

No obstante, Chan no terminó de decir, pues sus palabras fueron calladas por los labios de Jeongin, quien se le lanzó a besarlo, sentándose a horcajadas sobre él.

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