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La "amiguita"

Después de haber descansado en el centro pokemón aquella noche me parecía importante conversar con el profesor Sycamore antes de continuar con mi viaje por Hoenn, de modo que marqué su número esperando ver su rostro ojeroso del otro lado del holovisor, lo cual ocurrió de inmediato.

—¡Serena, que alegría verte! ¿Cómo has estado?

—Muy bien profesor, esta región es muy interesante e intensa —respondí levantando mi puño en señal de optimismo. No quería que supiera que había tenido problemas— ¿Cómo ha estado todo por allá?

—Pues las cosas van muy bien. Espero que llames a tu madre, el otro día conversé con ella y me preguntó por ti.

¿Qué quería el profesor Sycamore conversando con mi madre? Espero que no quiera hacer lo mismo que Oak con la madre de Satoshi porque no me gustaría para nada...

—Profesor, hay algo de lo que quería hablarle. Por favor, vea esto —Extraje la piedra extraña que había encontrado en el fondo de aquella cueva para mostrársela y él se acercó ligeramente a la pantalla a fin de examinarla más de cerca—. La hallé en la gruta Solar. Yo no sé mucho de piedras, pero ésta en particular me parece muy rara. ¿Qué dice?

Sycamore buscó un libro grueso y de tapa dura lleno de garabatos y anotaciones raras, lo hojeó apresuradamente hasta detenerse en una página con una fotografía pixelada la cual expuso frente a la cámara para que yo la viera.

—¿Se parece a esta, no? —Dudé antes de contestarle. Realmente la imagen que me mostraba no se parecía a nada y a la vez se parecía a todo. Para mi era una simple roca, no poseía la mirada examinadora de Citron.

—La verdad es que no sabría decirlo —admití—. ¿No hay un lugar donde pueda ir y que me ayuden a saber?

—¿En Hoenn? —preguntó mi interlocutor tras pensarlo unos momentos— Si lo hay, ¿sigues en la gruta Solar o dónde estás ahora?

—Estoy en ciudad Arborada.

—Lo más cerca que tienes es el laboratorio de la empresa Devon en ciudad Férrica, aunque el experto de Hoenn en lo que respecta a rocas raras es Máximo Peñas, el hijo del presidente de Devon pero ahora está en Kalos.

—Entiendo, entonces iré allá. ¡Muchas gracias, profesor!

—Descuida.

La comunicación se cortó antes de que pudiera terminar de despedirme, aparentemente él consideraba que así estaba bien. Típico de hombres ocupados. Marqué nuevamente para realizar otra llamada de larga distancia.

—Buenas tardes señora Ketchum. —Saludé animosamente a mi futura suegra.

—Hola, Serena —respondió ella con su típica sonrisa... Espero poder ganármela para no tener que contarle a nuestros hijos las mismas historias que madre me contaba sobre "la bruja de mi abuela"—. Por favor, llámame Delia.

—¡Si! —Voy bien, voy muy bien...

—Si buscas a Satoshi, él salió hace un rato. ¿Quieres que le diga que te llame al regresar?

¡Diablos! Dudé un momento si ella estaba siendo sincera o si quizás sospechaba algo sobre nosotros y prefirió mantenerme lejos de su hijito querido, pero era imposible desconfiar de esa noble mujer. Suspiré mientras ladeaba la cabeza para luego responderle.

—No, está bien. Es una pena, pero estoy por salir de la ciudad y no estoy segura de cuánto tardaré en llegar a un nuevo centro pokemón. Muchas gracias Delia. —Ella pareció alegrarse al oír que la llamaba por su nombre. Se despidió muy amablemente prometiendo que le diría al azabache que lo había llamado y que él seguramente él se entristezca de no haber estado, luego cortamos nuestra comunicación manteniendo el tono alegre y cordial.

¡Qué mala suerte! De verdad quería conversar un poco con él. Tomé mis pokebolas de la mesa, las guardé en la mochila y apenas me giré para levantarme de en frente del teléfono me encontré con una cara enorme y blanca con una sonrisa de oreja a oreja como la del gato Garfield que me miraba fíjamente.

—Disculpa, ¿te ayudo en algo? —pregunté mientras me alejaba por reflejo de ella.

—¡Oh, si! Seré curiosa, ¿esa no era la madre de Satoshi?

Me quedé pasmada al escuchar su pregunta. ¡¿Quién rayos era esta zorra y cómo conocía a mi chico?! Respiré antes de contestar buscando calmarme, me esforcé en discimular mis emociones turbadas escondiéndolas bajo un gesto de timidez para luego responderle afirmativamente meciendo mi cabeza un poco de arriba a abajo.

—¡Genial! Yo soy una vieja amiga de Satoshi. Me llamo Casey —La zorra me tendió su mano en señal de saludo amistoso y la estreché pese a mis dudas sobre sus actitudes mientras le revelaba mi nombre. Tenía mil cosas que preguntarle pero por algún motivo ella se me adelantaba en cada comentario— ¿Y de dónde conoces a ese entrenador?

—Yo viajé con él por Kalos. Somos amigos de la infancia. —Touché, seguro es es más de lo que ella pudiera presumir.

—¡Yo igual! —Tenía que estar bromeando— Bueno, no viajamos por Kalos, de hecho nunca estuve en Kalos, pero sí compartimos algunos momentos de mi viaje juntos y nos hicimos buenos amigos.

Esta mujer estaba jugando con fuego.

—¿Y cómo se conocieron? —Me atreví a preguntar. Estaba tanteando el terreno para no ser grosera, quizás ella no fuera tan mala como estaba pensando.

—Nos conocimos cuando comencé mi viaje, yo era sólo una principiante, y entonces —Su gesto cambió de uno alegre a uno furioso abrúptamente— ¡Él se burló de los Electabuzz!

—¿De los Electabuzz?

—¡Si, los Electabuzz! El equipo de béisbol más genial de todos los tiempos.

Yo no sabía nada sobre béisbol, pero definitivamente ella no era del tipo de chica con el que saldría Satoshi... Aunque pensándolo más bien, ¿qué tipo de chica sería esa?... ¿Yo lo era?

Satoshi era un chico abierto, pero misterioso. No parecía del tipo de chico que despreciaría a una muchacha como Casey, aunque una fanática de algún deporte de competencia no le vendría nada mal a ese entrenador, pero tampoco pareció interesado en Korrina, la cual en mi opinión era una pareja muy shippeable para él. Jamás me hizo de lado... Quizás Satoshi no era del tipo de persona que busca a su media naranja, quizás él era tan libre y valiente como siempre lo vi y solo buscaba a alguien con quien compartir y a quien animar, no queriendo encontrarse a sí mismo en la otra persona sino más bien reconociéndose incompleto y complementándose con la persona que estuviera a su lado. Quizás sea eso... o quizás sólo quiera a Pikachu. Eso no lo podía saber.

—¿Entonces qué pasó? —pregunté cuando ella se quedó callada rememorando los hechos en silencio.

—¿Eh? ¡Ah! Tuvimos una batalla.

¡Rayos! El camino hacia el corazón de Satoshi son las batallas pokemón (esto último lo supe valorar en nuestra última cita por ciudad luminalia), eso y los pokelitos. El azabache adora la comida.

—Me gustaría decir que fue una batalla intensa, pero yo era aún muy inmadura y él me ganó sin esfuerzo con su enorme Charizard.

—¿Te refieres a este Charizard?

Liberé al dragón del interior de su pokebola y éste anunció su presencia con un fuerte rugido de poder. Casey reaccionó a él asustándose en un inicio para luego salir a su encuentro a fin de saludarlo. Me molestó un poco que el pokemón de fuego la reconociera.

—Bien, él me venció sin ningún esfuerzo. Luego nos cruzamos un par de veces y al final no lo vi más.

Me tranquilicé de oír eso. Ella no era alguien de quien debiera preocuparme como lo fue Millefeui en Kalos, era sólo una amiga que él jamás había mencionado. Si había comentado alguna vez algo sobre una tal Misty, una May, Down y la loca de Unova... ¿cómo era que se llamaba?... ¡Ah, si! ¡Iris! Era de la que menos hablaba.

—¿Entonces se hicieron amigos y luego siguieron viajando cada uno por su lado? Más o menos me pasó lo mismo, aunque yo lo acompañé por toda la región.

—¿Y se hicieron muy buenos amigos?

Sonreí ante esa pregunta. Satoshi siempre estuvo ahí para mi, alentándome, consolándome, enseñándome, comprendiéndome a su manera... Yo abogaba intentando hacer lo mismo por él, aunque las más de las veces era yo quien necesitaba de él más de lo que él lo haría conmigo en mil años. Lo apoyé en todas sus batallas, lo animé cada vez que perdió, traté de enseñarle algunas cosas, siempre ayudé a todo el grupo con los mapas y las direcciones, lo devolví a su camino cuando se perdió ayudándolo a su vez a dominar el fenómeno lazo con su Greninja... Quizás si fui una amiga buena para él.

—Si, nos hicimos muy cercanos... Él me dio esto —dije enseñándole el lazo azul de mi pecho. Ella se emocionó ante lo que le mostraba—. Me lo regaló Satoshi. ¿A ti te regaló algo?

Sabía que Satoshi nunca le regalaba cosas a ninguna de sus compañeras. Nada me había preparado para lo que estaba a punto de ver...

—¡Si! Me regaló un pokemón —La zorra sacó una pokebola y del interior de ella salió una avispa enorme, negra y amarilla.

Yo estaba consternada... Un Beedrill, ¡Un putísimo Beedrill! A ella le había regalado un pokemón. No había nada más valioso en este mundo para Satoshi que un pokemón, aún más que una mascota, él me enseñó que ellos realmente eran amigos, familia... Tanta gente me shippeó con él porque era a la única a la que le había regalado un retazo de tela que previamente le habían obsequiado por entrar a una tienda y a ella le regalaba un pokemón en tercer estado evolutivo... La odié con todas mis fuerzas... Perra vida.

—Es hermoso. —dije con una sonrisa en el rostro, escondiendo mi ira tras un gesto de dulzura.

—¡Es de los colores de los Eléctabuzz! —Tenía que ser...— Y cuéntame Serena, ¿qué estás haciendo en Hoenn?

—Vine a competir en los concursos pokemón. ¿Y tú?

—¡Genial! Yo estoy aquí acompañando a Jozen Dickson, el hermano del campeón de la liga de Johto. —Ella mencionó esto último con gran confianza, casi rozando lo presumido, con sus ojos cerrados y sacando pecho.

—¿Si? ¡Genial! ¿Y dónde está él?

—Está afuera. Ven, acompáñame, te lo presentaré.

Al salir del centro nos encontramos con un muchacho que reconocí enseguida; su pelo castaño con un mechón teñido de púrpura cubierto por una bandana, su tez blanca que no parecía haber sufrido todos los soles que suelen bañar el tegumento de cada entrenador pokemón, su ropa estúpidamente informal, su gesto horroroso de confianza y enfado. Obviamente era el tipo que me venció el otro día.

—Casey, lo siento, pero no creo que sea buena idea que me presentes a este sujeto.

—¿Pero por qué?

—Porque ya nos conocemos.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —chilló el maricotas apenas verme llegar.  

—Descuida, ya me iba.

—Oye, ¿por qué tanta prisa? ¿Qué acaso no tienes tiempo para echarte un combate? Después de todo, no me vendría nada mal ganar algo de experiencia pateando traseros de novatos como tú.

El tipo se reía socarronamente pero yo mantuve mi entereza retirándome del lugar de todas formas. Su voz me acompañó casi una cuadra y al dejar de oírla pude escuchar como Casey se me acercaba a los berros.

—¡Serena! ¿Qué pasó entre ustedes?

—Oh, nada, sólo una pequeña discusión que derivó en una batalla. Es un grosero. 

—Hay, no... —Ella se entristeció mucho y bajó la mirada como si alguno de sus caninos sentimientos aún siguiera activo. La miré sin responder ni terminar de comprender por qué le ponía tanto énfasis a aquel muchacho— Verás, él no siempre fue así.

"Ahí vamos, seguro tenía una historia triste que me hiciera sentir una tonta por odiarlo."

—Al ser el hermano del campeón de Johto había muchas expectativas sobre Jozen, pero cuando comenzó a viajar no logró vencer a todos los líderes de gimnasios y tuvo que mudarse de región para evadir la frustración. Yo lo conocí hace un tiempo y juntos decidimos venir a probar suerte a Hoenn. Cuando llegamos aquí comenzamos a viajar junto a otro muchacho, un amigo de Satoshi, quizás lo conozcas, su nombre es Max, y es el hijo del líder del gimnasio de ciudad Petalia, Norman. Max ganaba en todos los gimnasios mientras que Jozen no podía ganar siquiera su segunda medalla. Fue tanta su decepción que decidió dedicarse a los concursos y abandonar a Max tras una pelea cargada de gritos y palabras groseras. ¡Tienes que entenderlo! Él no es malo, sólo está frustrado...

Su voz se frenó ahí. Pude ver por sus palabras que realmente lo quería, a pesar de que quizás sea ella un par de años mayor a su compañero. Medité unos segundos antes de responderle.

—Está bien, no estoy enojada. Vuelve con tu amigo, quizás le haga bien que converses con él ahora.

—Serena, yo quiero pedirte por favor que no guardes rencor contra Jozen. Él volverá a ser la persona tierna que era antes, pero ahora está alterado.

—Déjalo así, más adelante arreglaremos nuestras diferencias.

Casey se marchó sin levantar el rostro del suelo mientras que yo me quedaba de pié mirándola entre extrañada y conmovida. Ella había dejado su región por el chico que quería, lo acompañaba en medio del mal humor y la derrota y yo la había confundido con una mala persona. Debo admitir que la quería más ahora que sabía que su centro de interés no era Satoshi, pero aún así y aunque así fuera Casey era admirable.

Caminé hacia la ruta 119 donde tuve que atravesar por debajo una barrera rústica hecha con troncos cortados y acomodados de manera que se entrecruzaran. Hice unos pocos pasos y a lo lejos pude ver un grupo de personas vestidas de azul, con el mismo estilo que llevaba Jozen, que intentaban pescar a caña y red a lo largo de todo el río y su ladera. Los observé con mucha curiosidad y noté que descartaban todos los pokemóns que pescaban arrojándolos al suelo debilitados, mientras que al sacar un Feebas lo guardaban en un camión hidráulico con un tanque de agua.

—¡Oigan ustedes, dejen de lastimar a esos pokemóns! —grité desesperada al entender la operación. Ellos me miraron y tras reaccionar a mi presencia varios miembros del grupo se me acercaron amenazándome por haber descubierto sus intenciones.

Quise pelear contra ellos, sabía que la vida de muchos pokemóns dependía de mi, pero era imposible hacerle frente a tantos entrenadores al mismo tiempo por lo cual lo único que me quedaba era huir para poder dar anuncio a la oficial Jenny y que la policía se encargara de ellos.

Guardé a mis pokemóns y corrí hasta toparme nuevamente con el muro de troncos entrelazados. Intenté inútilmente saltarlo y me caí golpeando fuertemente mi rodilla. No hubo tiempo de lamentaciones, corrí rodeando el periplo abarcado por aquella estructura hasta chocarme con una horda de entrenadores. Quise volver sobre mis pasos pero más miembros de aquel grupo vestido de azul me rodeaban en todas las direcciones. No había tiempo de sacar a alguno de mis pokemóns para que derribara el muro, y de pronto una idea salvaje cayó con un peso casi gravitatorio sobre mi cabeza. Era arriesgado, pero debía intentarlo.

—¡Charizard, yo te elijo! —bramé. El pokemón con forma de dragón salió de su pokebola y escupió una enrome línea de fuego que alcanzó a perderse en el cielo. Los elegidos por mis contrincantes eran una horda de mightyenas, Sharpedos, Carbanas y Pelipers. Charizard intentó hacerles frente pero su fuerza no fue suficiente y poco a poco comenzó a sucumbir ante una lluvia de ataques de agua.

—Charizard, no podremos contra ellos. ¡Debemos volar!

El pokemón de Satoshi hizo caso omiso a mis palabras y siguió luchando con todas sus fuerzas debilitando a muchos, pero sin lograr acercarse a la victoria ni por un momento. Cansado y ofendido, tras varios minutos de lucha intensa Charizard al fin se resignó a cumplir con mi orden y soltó una columna de fuego impresionante para darme tiempo a subir a su espalda.

—Muy bien Charizard, llévame a la jefatura de policía de ciudad Arborada —pedí de manera confiada al ver que al fin cedía, pero él nuevamente me demostró que no podía domarlo y redirigió su vuelo hacia el Oeste sobrevolando conmigo sobre su espalda a todos los enemigos que disparaban a quemarropa sin lograr alcanzar la altura a la que volaba junto a mi pokemón— . ¡No!Debo avisar a la oficial Jenny, debes llevarme aquí, ¿me oyes? —acerqué mi tablet rosa a los ojos del dragón, pero él ignoró todo y en un movimiento brusco de sus alas el aparato se me cayó de las manos hacia el vacío— ¡NO!

Era el colmo, este pokemón no me obedecería. Voló y voló sin prestar atención a mis gritos y quejidos hasta lograr que me perdiera entre el paisaje y las nubes. Voló por tanto tiempo que casi me dormí sobre su espalda. No sabía dónde estaba, cuánto tiempo llevaba volando, a dónde se dirigía ni qué intenciones tenía ese pokemón sobre mi, pero debía confiar porque ahora él tenía el control.

Puse mis rezos en el cielo y esperé paciente, después de todo, él venía de Satoshi. Mi dulce y noble Satoshi jamás haría algo que me hiciera daño...

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N/A: Ahh! Este capítulo fue demasiado largo. Les gustó el capítulo? Si es así sus votos, compartir y comentarios serán muy bien recibidos.

¿A dónde pensará ir Chárizard? ¿Qué pasará con Jozen y su relación con Casey? ¿Podrá serena seguir conversando con Satoshi ahora que su aparato donde guardaba el número cayó desde mil pies de altura? 

¡No se pierdan todas las respuestas en el próximo episodio!

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