De dragones y cochinotes
Anocheció en la ruta 121 y aún me faltaba mucho para llegar a ciudad Arborada, por lo que no tuve otra opción que acampar. Las noches eran frías en aquella época del año, apenas y pude conseguir algo de leña seca para prepararme una de sopa con bayas del bosque antes de ir a descansar. Medité tanto aquella noche que el sueño y el deseo de dormir entraron en duda junto conmigo de si era buena idea alcanzarme o no.
No sería fácil cerrar los ojos pronto, tenía mucho para pensar: ¿A dónde me dirigiría primero? Pensaba que intentar ganar el concurso que se desarrollaría en ciudad Verdegal era una gran opción puesto que allí todos serían principiantes, pero tendría que cruzar mucho camino para llegar hasta allá y estando tan sola la expectativa me generaba miedo.
Para ser justa, no era algo que no pudiera hacer, de hecho llegar a ciudad luminalia desde mi hogar para reencontrarme con Satoshi fue una experiencia emocionante que realicé completamente sola y sin todos los conocimientos que adquirí más tarde viajando con los chicos, ahora debía estar mejor preparada, pero sin embargo haber perdido ayer contra un entrenador y que se mofaran de mi debilidad me hacía sentir insegura.
Por otro lado, ¿concursos para qué? Eran un desafío interesante, no lo niego, pero así mismo en ellos saber batallar era un requisito indispensable y básicamente mis estrategias de combate se basaban en esquivar y tirar el ataque más poderoso que me fuera posible. En el concurso que había al llegar a Hoenn los entrenadores parecían maestros en lucir sus ataques y vencer a su oponente en el proceso. Yo no estaba segura de poder hacer algo así, ya bastante difícil era para mi el simple hecho de exponer a mis pokemóns a sufrir algún daño.
Al final logré dormirme mientras meditaba sobre lo diferente que sería si Eureka estuviera aquí. Niña traviesa, siempre podíamos jugar en las noches, aún cuando el frío nos moliera la piel ella estaba alegre y risueña como siempre.
Caí anestesiada por la embriaguez de la somnolencia bajo el recuerdo de esa dulce niñita. La noche era calma, sólo unos cuantos pokemóns pululaban afuera para que el coro nocturno diera vida al bosque, y el crujir de las hojas les devolvía la vez su clamor. No recuerdo con exactitud qué estaba soñando, sólo sé que lo hacía... ¿Alguna vez te ha pasado? Esos sueños donde sabes que nada es real pero desearías que lo fuera, donde vistes en pasarela ropa de diseño para un público fantasma e inexistente o divagas entre aventuras y fantasías, rodeada de gente que anhelas ver... esos sueños, según lo veo, nos muestran quienes en verdad somos puesto que de no haber soñado aquella noche con mi madre, aún sabiendo que no era más que un sueño, probablemente no me habría dado cuenta de lo mucho que la extrañaba, o quizás no lo hubiera reconocido para poder acimentarme en la idea de que ya no soy una niña, que estoy a la altura de las circunstancias y puedo con todo lo que me rodea. Vaya uno a saber para qué queremos sentir eso, ser niño nunca fue tan malo después de todo.
Mi coqueteo con la almohada duró poco, puesto que sin pedirme permiso para este hecho, alguien comenzó a caminar con pesadas botas ruidosas al rededor de mi carpa hasta detenerse frente a ella y comenzar a abrir la puerta descaradamente. Yo, adormilada por la situación, apenas hice pié con la idea de tomar mis pokebolas cuando una cara robusta y avejentada se metió por la puerta apuntando su brillante luz a mis ojos incapaces de permanecer abiertos.
—¿Pero qué tenemos aquí? Si es una niñita hermosa solitaria. ¿Dónde están tus padres, niñita? —inquirió el desagradable sujeto con una sonrisa maquiavélica en su rostro de cerdo sexagenario. Tapé mis ojos con una mano mientras que con la otra, disimuladamente, manoteaba buscando mi bolso a fin de tomar la pokebola de Braixen.
—¿Se puede saber con qué permiso entra a la carpa de alguien en el medio del bosque? —chillé poniendo mi mirada en claro. Poco a poco su linterna me dejó de molestar y lo pude apreciar en más detalle: era horrible— ¡Es de muy mala educación hacer esto, váyase ahora!
El sujeto se rió mientras que sin descaro comenzó a entrar de cuerpo completo a mi carpa.
—Oh, yo sólo quiero jugar un poquito contigo. Vamos a divertirnos mucho juntos, muñeca.
—¡No, aléjese! —grité para luego darle una patada que lo hizo caer de espaldas, fuera de mi carpa. Yo estaba aterrada, sabía sus intenciones y no me pensaba quedar ahí para verlo realizarlas con impunidad y malicia.
Tomé mi bolso e intenté salir por la puerta, pero cuando estaba en ello sentí que el sujeto desde el suelo se aferraba a mi tobillo y tironeaba de él intentando hacerme caer. Ese fue uno de los momentos más críticos de mi vida; temblaba del miedo, forcejeaba sabiéndome vencida, gritaba con una potencia insuficiente puesto que nadie la oiría... no había nadie a varios kilómetros a la redonda. La bolsa con las pokebolas se me cayó de las manos y eso me hizo sentir torpe y al mismo tiempo perdida, me estremecí aterrorizada al sentir como aumentaba la fuerza de su agarre llevándome de bruces al piso.
Traté de arrastrarme lejos de él mientras que sentía que el cerdo despreciable buscaba treparse sobre mis piernas, arañandome tórpemente el muslo derecho cuando un rayo de esperanzas iluminó la noche dando a ver una figura enorme y naranja en frente nuestro. El dragón que me había prestado Satoshi para que me defendiera salía al encuentro con su tarea asignada enviando a volar a mi agresor con la potencia de su devastadora Cola de dragón hasta hacerlo estrellar contra un árbol el cual crujió ante el impacto.
—¡Charizard! Muchas gracias por rescatarme, ahora volemos de aquí.
Salté sobre él Intentando subirme a su lomo pero él se quitó para luego enfrentar al Aggron que enviaba aquel viejo, ignorando la orden que le estaba dando como entrenadora. No supe comprender con exactitud por qué me desobedecía, pareciera que él era como Satoshi, siempre dispuesto a ir al frente cuando se le presentaba una oportunidad de incluirse en una batalla pokemón.
Aggron atacó con Pulso umbrío, Charizard lo esquivó. Le ordené que utilizara movimiento sísmico mientras que el anciano despreciable indicaba a su pokemón que mordiera al mío, pero antes de que ambos ataques se encontraran, Charizard giró en el aire cambiando mi orden por su voluntad deliberada y golpeó nuevamente con Cola dragón impactando sobre la frente de su adversario para al fin terminar a su oponente disparando un lanzallamas que hacía ver al de mi Braixen como de juguete.
Yo estaba sorprendida, había ganado y el hombre huyendo de un dragón que lo perseguía lanzándole fuego desde el cielo a su trasero era la prueba irrefutable de ello, pero no fui yo la que peleó. Charizard había hecho todo por cuenta propia, ignorando completamente mis ordenes y por consiguiente, a mi como entrenadora. Jamás me había pasado esto con mis pokemóns.
Junté mis pertenencias y me marché a un lugar más seguro. Pronto el lagarto volador llegó hasta mi ubicación y me observó con una postura genial, casi soberbia, como si examinara que me encontrara en perfecto estado. Le agradecí y dediqué un buen rato de la mañana a acicalarlo lo cual, para mi sorpresa, pareció fascinarle y lo recibió con mucho agrado.
Al llegar a ciudad Arborada me dirigí inmediatamente al centro pokemón y le pedí a Joy que revisara a los míos mientras que yo hacía una llamada. Me comuniqué primero con mi madre para informarle que estaba bien (omitiendo el percance con aquel entrenador) y enviarle mis saludos a todos los pokemóns del rancho. Tras colgar volví a discar un número para pdoer ver la cara del entrenador en quien había estado pensando todo el tiempo, aún al sentirme desprotegida y arrinconada en aquella situación. Delia Ketchum me respondió en lugar de su hijo.
—¡Serena, que bueno que llamaras! Quieres hablar con Satoshi, ¿no es así?
—¡Hola señora Ketchup! Si, llamaba para poder preguntarle algo.
—Lo iré a despertar, se pondrá contento cuando vea que quieres hablar con él.
La señora salió de la pantalla y yo no dejaba de plantearme si de verdad ese muchacho podría ponerse contento de saber de mi, pero pronto un rostro adormilonado, ojeroso, con el pelo alborotado pero evidentemente feliz vino a dejarme en claro que, a pesar de realmente necesitar descansar en ese momento vaya Dios a saber por qué, él no postergaría una charla conmigo por nungún motivo. Así era Satoshi, su gentileza y buen ánimo no tenía límites.
—Serena, ¿cómo has estado? —preguntó tratando de recomponer su gesto de confianza dándome un resultado algo gracioso y tierno.
—Bien, aunque ayer tuve unos problemas en el bosque... —Y la reacción del entrenador preocupado no se hizo esperar.
—¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas? —Sus ojos se dilataron a la vez que acercaba más la cara al monitor. Casi podía ver los hoyuelos de su nariz— ¿Estás bien?
—Si, lo estoy, gracias a ti y a tu Charizard. Él me rescató de un tipo que intentó robarme en el bosque de la ruta 121 —mentí para no hacer de esto un drama innecesario. Él estaba que se comía los labios del ataque de pánico, parecía otro. Cuando recuperó la compostura se rascó la nuca y me preguntó.
—Así que Charizard te ayudó, ¿Eh? Él es uno de mis pokemóns más antiguos.
—Con respecto a eso... Hay algo que quiero preguntarte. Cuando enfrentamos a aquel sujeto, Charizard no obedecía ninguna de mis ordenes, como si realmente no me respetara como entrenadora. Yo estoy muy feliz de que me haya ayudado, pero no comprendo, ¿contigo también era así?
Él se rió ante mi planteamiento, rascó debajo de su nariz con un dedo y admitió en un tono algo aniñado.
—Si, efectivamente Charizard en un principio no me obedecía para nada. Desde que evolucionó en Charmaleon hasta cierto incidente no hizo más que echarse a dormir cada vez que requería su ayuda, pero ahora somos amigos inseparables.
—¿Qué incidente fue ese?
—Verás, la gente dicen que cuando tienes todas las medallas ningún pokemón puede desobedecerte porque respetan tu capacidad como entrenador, pero Charizard no era así. Él no respeta a los entrenadores por su poder, quizás porque un entrenador que sólo buscaba ser fuerte lo abandonó cuando era un Charmander, él me aceptó cuando le demostré que su bienestar me importaba. Esa noche, después de un combate el cual perdimos, Charizard corría peligro y la flama de su cola se estaba apagando. Me quedé toda la noche a su lado mientras que calentaba su cuerpo para que nada malo le sucediera hasta que recuperó fuerzas y entendió que yo haría todo por él. Desde ese momento nada ni nadie nos frena, confío tanto en él que hasta le pedí que fuera contigo.
Medité unos instantes lo que me acababa de decir para luego enunciar mi conclusión en voz alta a manera de pregunta.
—¿Entonces para ganar su apoyo debo tratarlo con amabilidad?
—Exactamente, pero no dudo que tú puedes hacerlo. Eres la persona más amable que conozco, y si tratas a Charizard como siempre trataste a tus pokemóns o como me tratas a mi, indudablemente él te preste su confianza y su poder cada vez que lo necesites.
Me sentí muy bien por la manera que tenía Satoshi de verme. Parecía confiar más en mi que yo misma. Le sonreí y él me devolvió el gesto y permanecimos en silencio, mirándonos complacidos por unos instantes hasta que él decidió retomar el diálogo para decir.
—Oye, Serena, hay algo que había querido preguntarte desde que nos separamos... ¿cómo decirlo?... ¿Alguna vez, antes de aquel día en el aeropuerto, habías besadoa a lguien?
Me puse colorada al instante. No me esperaba que sacara a flote ese tema de un modo tan natural, parecía que la curiosidad le ganó a su sentido de la ubicación. Me tapé la cara con el pelo mientras contestaba.
—No, tú fuiste el primero.
Satoshi sonrió ante ese comentario, cerró los ojos y nuevamente se rascó el rostro. Parecía feliz y nervioso, seguramente él sabía que me pondría así, soy una tonta, mee staba jugando una broma. Decidí ver qué sucedía si se la devolvía.
—Oye, ¿y tú, alguna vez te habían besado antes?
—¿Tú qué imaginas? —esquivó mi pregunta.
—Bueno, yo...
—No —me interrumpió antes de que pudiera elaborar alguna conjetura—, nunca nadie me había besado de esa forma... A menos que tomemos en cuenta a Chicorita.
—¡¿¿A quién??!
—Olvídalo, es sólo un chiste.
—Ah.... bueno. Me están llamando, parece que mis pokemóns ya están recuperados. Fue un place conversar contigo, Satoshi.
—El placer fue para mi. Nos vemos Serena.
—Adios.
Y sin darle tiempo a decir más corté la llamada y fui al encuentro de Joy. Satoshi de verdad me había sorprendido, él también había estado pensando en mi. Tal vez sea solo una semilla, pero algo crecía en mi cada vez que su mirada se prendía de fuego al ver la mía, cada vez que conversábamos y no teníamos temas que tratar y él decidía que de todas maneras el silencio no era incómodo, cada vez que notaba que se preocupaba por mi a su manera entre generosa e infantil. Estaba divagando mucho, ¡pero es que él me hacía poner así!
Tomé la pokebola de Charizard entre mis manos y lo saqué para que pudiera jugar con los otros pokemóns de mi equipo. Él parecía no interesarse en los juegos pero si se sentó a conversar de cosas inentendibles con Braixen.
—Se están llevando muy bien —susurré mientras que ellos dos compartían unos pokelitos y los demás del grupo se acercaban a compartir— Satoshi... Ojalá tú y yo pudiéramos pasar nuestros días así.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro