Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cinco pasos

—Oye, estás despierta... ¡Serena!... ¡Ay, se movió un poco! —La voz de May retumbaba en mi cabeza como si viniera de alguna habitación lejana— Mira Dawn, se está despertando.

—¿En serio? Quiero verla. Ayúdame a pararme, ¿si?

Separé mis párpados con algo de esfuerzo sintiendo la luz arder contra mis retinas, observé los rostros borrosos de mis amigas mientras que poco a poco me iba acostumbrando a la claridad del exterior para luego poder recuperar la definición de lo que percibía. Ambas tenía unas ojeras gigantes pero Dawn era la única que llevaba puesta una bata de hospital.

—Se despertó, ¿ves? ¡Te dije que lo haría antes de la merienda! Págame.

—Hey, yo jamás accedí a eso.

—¿Alguien quiere decirme qué sucedió? —intervine yo antes de que empezaran con sus berrinches—. Siento como si un camión me hubiera pasado encima.

—Tranquila caderona, viste un poco de sangre y te desmayaste pero ya estás bien —Mientras que la castaña contestaba eso, la entrenadora del Piplup comenzó a gritar desesperada.

—¡Te dije que no la llamaras así! Serena, perdónala.

—¡Pero si es muy caderona! —contrarió May— ¿A mí sí me puedes decir cosas por el tamaño de mi brasier pero a ella no le puedo decir nada por esas caderas de violonchelo?

—Ella está muy bien proporcionada, tú te exageraste.

—¡¿Perdón?! Yo soy sexy —contestó acompañando sus palabras con un gesto de sus manos en el que exhibía todo su exuberante cuerpo.

—¿Y ella no?

—Por supuesto que sí, con ese enorme c...

—¡Oigan, ya paren! —comencé a reír muy fuerte al escuchándolas pelear pero un dolor punzante en el hombro me obligó a detenerme.

—Tranquila, los médicos dicen que el dolor pronto se irá, pero quizás no puedas seguir haciendo esas acrobacias que vimos en tus performances por un par de semanas —comentó Dawn sentándose al borde de mi camilla.

—¿Estuvieron viendo mis presentaciones?

—¿Estás loca? —Cuestionó May— ¡Nos encanta lo que hacías en Kalos! Quiero hacer un video para pokevisión como tú, ¿me ayudarías?

—¡Yo también! Podríamos hacer algo las tres juntas, si Serena está de acuerdo —sugirió la peliazulada algo tímida. Yo no podía más que asentir.

—Será un placer —Me frené un momento para observar a mi alrededor—. ¿Y cómo llegué hasta aquí? ¡Dawn! ¿Tú estás bien?

—Ay, ella está bien, no te preocupes. Los médicos dijeron que para mañana a más tardar ya saldrá de alta al igual que tú. En cuanto a ti, Charizard te trajo. Se nota que ese pokemón te quiere mucho —dijo la chica del gran brasier dibujando una sonrisa muy tierna en su rostro.

—Sí... Dicen que el pokemón siempre se parece a su entrenador —bromeó mi nueva compañera de camilla guiñándome un ojo. Yo no pude evitar ruborizarme ante esa idea.

—No me habías dicho que tenías el Charizard de Satoshi. ¿Cómo hiciste para que te lo prestara? Él nunca deja a sus pokemóns.

—Qué clase de cariñito le habrás hecho... —May se largó a reír por la broma de Dawn, mas yo moría de vergüenza.

—¡No tuve que hacer nada, me lo dio por cuenta propia!

El grito exagerado de ambas coordinadoras ante mis palabras llamó la atención del resto de las personas cercanas en el hospital obligándome a intentar taparle la boca a las dos al mismo tiempo. El dolor en el hombro tras el fallido intento resultó ser insoportable.

—¡Ay, te quiere mucho! —Bramó Dawn— Nunca se preocupó tanto por nadie.

—Es verdad, a nosotras ni nos llama.

—Salvo para pedirnos que te acompañáramos y que así no estuvieras sola.

—Al principio pensé que se preocupaba por mí, pero cuando me dijo que había una chica más aparte de Dawn enseguida me di cuenta que había algo raro en todo esto...

—Se le notaba en la carita de enamorado.

—¡Me quiso sobornar comprándome un vestido!

—Es imposible decirle que no cuando sabes que nunca pone esos ojitos, jamás hubiera esperado que Satoshi sintiera algo por una chica.

—Por supuesto que acepté.

—¡Y además una tan linda! Él es mi amigo, siempre lo fue.

—Ahora que lo pienso, nunca me pagó la biclicleta. ¿Crees que haya hablado en broma con lo del vestido?

—Siempre lo veía tan centrado en las batallas pokemón...

—Si, siempre pensando en cumplir su sueño y dejando las demás áreas de su vida para después...

—Siempre acompañado por gente diferente...

—Pero a la vez tan solo.

Las dos chicas guardaron silencio tras lo cual soltaron un suspiro profundo y exagerado, tomaron mis manos entre las suyas y me miraron repletas de emoción.

—Hasta que llegaste tú, Serena —comentó May aún manteniendo esa mirada de soñadora.

—Él estaba viviendo cada vez más aislado, tú viniste a salvarlo —aseveró Dawn con cierto aire de seriedad.

Me sorprendí mucho por esa afirmación. —No... yo no vine a salvarlo, él es el salvador.

—No veo por qué tenga que ser sólo uno, quizás los dos se salvaron mutuamente.

Sonreí mirando a la peliazul a los ojos mientras que May se deshacía en suspiros y rubor. De pronto reaccioné a que algo estaba mal y, cortando el clima de alegría, me atreví a preguntar.

—Oigan, ¿dónde está Fennel? ¿Qué pasó con ella?

Las chicas me miraron con pena antes de que May respondiera a mi pregunta.

—Serena, en verdad lo siento...

—¿Qué le sucedió? —Mi voz se oía titubeante. La castaña no pudo seguir, de manera que fue su compañera quien respondió a mi cuestionamiento.

—El disparo en su pecho fue a dar directo a su corazón, no pudo resistirlo. El campeón Steven trató de salvarla pero fue en vano. Para cuando los doctores llegaron, ella ya estaba muerta... Lo siento Serena.

Bajé la mirada intuitivamente mientras cerraba los ojos y ahogaba el dolor conteniendo mis pensamientos para que no salieran disparados hasta volverse inaccesibles, ¡no podía ser verdad! Quizás ella haya hecho algo raro, estaba llena de trucos... quizás alguna cosa religiosa o quizás algo con su pokemón, o tal vez todos los médicos estaban confundidos... o tal vez yo...

—Al menos murió como una heroína —comenté sin disimular la tristeza en mi voz.

—La más grande de toda la historia de pueblo Lavacalda —repuso May y Dawn asintió para luego abrazarme y susurrar en mi oído.

—No estés triste ni te sientas sola, estamos contigo.

—No te dejaremos sola jamás —afirmó May—. Puedes llenar de mocos el hombro de Dawn, está bien.

Las rodeé a ambas con mis brazos al tiempo que la castaña se acercaba más para unírsenos en aquel gesto reconfortante. Contuve mis lágrimas para no cumplir con las expectativas de la entrenadora del Skitty y luego de un buen tiempo liberé la presión para anunciar.

—Necesito verla.

Ellas me indicaron pacientemente cómo llegar a la tumba y, aún hecha un desastre, salí del hospital para buscar el sitio donde el día anterior habían enterrado a la mujer que en más de una ocasión había salvado mi vida. 

Caminé por la ciudad, atravesé varias plazas, no quería pensar en nada durante el camino pero mi mente se resistía a mis intenciones: mi llamada con Satoshi, las chicas convencidas de ir a ayudar, el taladro explotando, peleas y disparos, el volcán en erupción, Fennel destilando poder, Casey con el arma en alto... ¿Cómo permití que todo esto sucediera? Mega Charizard impotente ante un volcán imparable, Stone luchando con maestría en medio de un clima caótico... ¿No había nada que pudiera haber hecho para evitar este final? Jozen vencido, Abra herido, Delphox superando sus poderes para permitir que May y Dawn escaparan, la sangre... ¿Acaso ella sabía que podía terminar así? ¿Lo supo ver y no lo evitó? ¿Sabía su dios de las posibilidades de muerte y no hizo nada? La guerra, el volcán, la muerte. ¿Acaso ella no creyó que la íbamos a extrañar? Tanto mencionaba lo gratificante que sería tener al fin su encuentro personal con su creador, ¿Encontrará la paz ahora?

Fennel no era una persona egoísta por eso me resulta tan difícil comprenderla, ella era distinta a los demás. Quería ayudar a los otros, tenía sueños y renunciaba a ellos por darle el chance a quienes consideraba su prójimo a cumplir los propios. Deseaba estudiar el fenómeno lazo y acabó por morir sin siquiera conseguir dar con su sujeto de estudio. Si tan solo me hubiera esforzado un poco más quizás habría podido conseguir sincronizarme con Delphox y nuestro vínculo le hubiera dado una alegría, pero... ¿es que acaso no tuvo alegrías? ¿Las tendría ahora?

De todos los fracasos la muerte es por mucho el mayor, el más absurdo y el más absoluto. No hay peor derrota que darse por vencido, dejar de intentar conseguir lo que anhelamos, y morir constituye la derrota final donde no hay más chances de probar suerte nuevamente. No estaba yendo a ver a una heroína, estaba yendo a visitar los despojos de un fracaso y a decir adiós dignamente por mi propia necesidad de soltar amarras, de librarme de mis propias cadenas. Ella quizás no querría esto, pero yo necesitaba pararme frente a una roca tallada con un cuerpo inerte enterrado bajo su sombra para estar segura que aquello era real.

He creído de la manera más tonta que estas cosas jamás me sucederían. No tengo un nombre exacto para el acto de extrañar lo que nunca volverá a ocurrir. ¿Será acaso que del otro lado la balanza se equilibra y ella en su descanso siente el corazón lleno mientras que yo casi puedo palpar el mío vacío? Fennel, te llevaste una parte de mí para siempre.

En mi bolsillo el Pokenav comienza a vibrar y siento el sonido de una llamada.

—¿Serena? Hace rato te estoy llamando sin que me contestaras. ¿Qué te pasó? —La voz de Satoshi se oía preocupada.

—Nada, estoy bien, yo sólo... —Mi mente, harta de mentir, se esforzaba por encontrar algún pretexto para evadir el tema mientras que el muchacho del otro lado repetía canónicamente mis últimas palabras para adentrarse en mis conflictos. No estaba bien que se los negara—. No.

—¿No?

—No he estado bien. No lo estoy hace rato y no es por tu culpa, pero no quiero conversar de esto ahora, ¿está bien?

El azabache dudó. —Sea lo que sea, puedes contar conmigo. Créeme, lo entenderé.

El sólo comentario me hizo gracia, ¿desde cuándo este chico distraído y centrado en sus propias batallas era tan atento como para saber comprender a los demás? ¿Qué acaso no era él el que había ignorado todos mis acercamientos románticos durante nuestro viaje por Kalos hasta el hartazgo mientras que yo me derretía entre suspiros, rubores y celos? ¡¿Por qué lo creería capaz de comprender como me siento en un momento como éste si no logró hacerlo en el pasado con algo mucho más simple?! Estaba bien, le tendría que decir algo al menos para no tenerlo en suspenso.

—Tuve algunos problemas que preferí evitar mencionarte... en un principio no eran nada importante, pero hay ciertas cosas que me superan.

—¿Qué tipo de problemas?

Era verdad cuando le había dicho que no quería conversar sobre el asunto, pero tampoco quería ser grosera. Decidí contarle un poco para que no sintiera que lo hacía a un lado.

—Desde que llegué aquí las cosas fueron complicadas; un tipo quiso lastimarme y aunque tu Charizard me salvó, me sentí vulnerable. Encontré un equipo nuevo de villanos que se dedicaban a capturar pokemóns y a venderlos, a robar inventos... drogaban a sus pokemóns para ganar competencias y se la pasaban actuando como idiotas, pero de repente...

Me contuve a mí misma antes de seguir. Creí que solo le contaría la punta del iceberg pero de pronto todo lo que venía guardando comenzó a salir a borbotones y ante el silencio expectante prestado por Satoshi solo interrumpido por algún casual gesto de aceptación que no interrumpiera el fluir de mis palabras decidí buscar una salida para no tener que seguir hablando.

—¿De repente qué pasó? —Quiso saber el chico de la gorra roja.

—Conocí a Fennel.

¡¿Qué demonios estaba mal conmigo?! Decía que no le diría nada y de pronto soltaba una bomba como esa. La voz de Satoshi casi tembló del otro lado, se notaba tan confundido... no había forma de salir huyendo de esta conversación ahora.

—¿Cómo es que la conociste? ¡¿Dónde está ella?!

—Satoshi, ella huyó de pueblo Paleta y no quiso que nadie la encontrara, ni siquiera tú.

—¿Por qué dices eso?

—Corría riesgo a causa de los seguidores de Arceus, al igual que todos a su al rededor. No quería que tú ni nadie más dejara de estar a salvo con tal de acompañarla.

—Eso suena a algo que ella hubiera dicho, pareciera que la conociste bien...

Me sentía acusada pese a mi terrible situación lo cual no tenía sentido, ¿yo estaba sufriendo y él se sentía en derecho de reclamarme el haberla conocido? Si bien es cierto que le oculté cosas, todo esto tuvo una razón y no lo notaba interesado en oírla. Tuve que luchar contra mis instintos mientras que aceptaba poco a poco la realidad: Satoshi tenía derecho a saberlo todo sin miramientos. Estaba siendo injusta con él al guardarme secretos, él realmente había intentado ayudarme.

Junté saliva, ignoré mis penas y comencé. Le narré desde el principio todas mis aventuras en Hoenn así como también todo lo que Fennel había hecho por mí. Le conté de su intromisión en el desierto, su ayuda con las mega piedras, sus enseñanzas, la forma de vida que nuestra querida amiga había llevado y por último, su sacrificio en pos de aquel pueblo. Satoshi escuchó una a una todas las desventuras por las que tuvo que pasar su maestra junto a mí y cuando por fin terminé de vaciarme de experiencias y relatos, por tonto que parezca, él se quedó sin palabras. Sólo al cabo de unos segundos que parecieron interminables se animó a decir.

—Entonces ella finalmente se fue. Desearía haber podido estar ahí para acompañarte en un momento así de difícil.

Mi mente reaccionó aludiendo a esos momentos y la falta que me hacía contar con su apoyo: dentro de la cueva, en el pueblo, contra el volcán, sí, en todos esos momentos sí, pero por sobre todo ahora. Satoshi siempre estaba conmigo desde la lejanía cómoda de una llamada telefónica. ¿Qué valor me amparaba el contar con un romance de cientos de kilómetros? ¿Qué tan apremiante podía ser agradecerle la mezquindad de unas palabras con la enorme falta que me hacía ahora un abrazo, un hombro para llorar, alguien que me hiciera sentir protegida?

—Pero no lo estuviste —solté al fin. Él parecía no entender.

—Lo siento...

—¡No Satoshi, realmente no lo estuviste! —Mi voz alcanzó varios decibeles más de lo que había pensado que haría, pero eso ya no me importaba; tenía cosas que decir y no podía contener ninguna de ellas, estaban destruyéndome por dentro—. Estuve sacando cálculos, ¿sabes? A la velocidad de tu Pidgeot desde donde estás hasta aquí hay apenas una hora y media de viaje, ¿pero decidiste alguna vez intentar venir a verme? ¡No! Si quisieras estar aquí ya lo habrías hecho, pero tú preferiste irte hasta Alola a buscar al equipo Rocket. No lo niegues Satoshi, yo ya no te importo. —No era consiente de lo que decía, pero al menos estaba segura de decir lo que creía era verdad. Su voz se sumió en un tono de confusión y miedo.

—Serena, yo no...

—¡No! No te atrevas a poner excusas. Si tú hubieras estado aquí todo habría sido tan diferente... Ven ahora, Satoshi.

—No puedo, el equipo Rpocket podría...

—¡No me importa! Te lo estoy pidiendo, te necesito...

—Serena, si yo fuera correrías riesgo.

—¡Está bien! —Lo frené enfurecida—. No esperaba que lo hicieras. Hace rato ya no espero nada de ti.

El dolor del muchacho no se manifestó con palabras sino con silencio. 

—Adiós Satoshi.

No le di tiempo de contestar. Apenas empezó a sonar su voz corté la llamada y apagué el aparato. No sabía por qué hacía lo que hacía, ¿en verdad creía que Satoshi era el culpable de todo esto por no haber estado aquí, a mi lado? No podía brindar una respuesta sincera a eso. Yo era fuerte, sí, pero el Team Storm me superaba y ya no podía seguirlo negando. Me sentía como una niña pequeña y maltratada esperando por un salvador, uno que jamás había llegado. Satoshi, tú me hiciste falta y no estuviste... quizás si en lugar de enviar a May y a Dawn hubieras venido tú todo esto no hubiera ocurrido. Quizás no hubiera ido al pueblo, no habría intervenido en la guerra, los taladros del equipo Storm no habrían explotado... no, eso estaba en sus planes desde un principio, culparte de eso sería tan tonto como culparme a mí. Lo cierto es que aunque me borraran de la ecuasión, Fennel aún así habría muerto. El lugar era un campo minado de asesinos y ella estaba débil, eso no hubiera cambiado, pero... ¿y qué tal con lo que ocurriría luego? ¿Yo me sentiría tan desamparada? Cuando faltas me haces falta.

Brinqué la pared que rodeaba al cementerio porque no tenía ganas de buscar la puerta, o quizás sólo necesitaba hacer algo que me requiriera un esfuerzo, ¡por dios, qué ganas de golpear algo! Busqué la tumba indicada por Dawn hasta que al fin, en medio de filas y filas de lápidas de roca pude distinguir una con el número indicado. Aún no había una placa con su nombre en ella, sólo destacaba un rectángulo de tierra removida portando una estúpida lápida con el símbolo de Arceus. Fennel hubiera odiado esto.

El clima soleado y la brisa agradable contrastaban ridículamente con la tristeza que embriagaba mi interior; sentía como si algo hubiera cambiado para siempre, como si mi vida tuviera un punto de inflexión a partir de ahora. Yo la había querido, ¿cómo no adorar a quien se esforzara por salvarte la vida? No sabía mucho de ella, sólo conocía su lucha y su tenacidad pero eso me era suficiente. Fennel no estaba, no estaría nunca más, todo había acabado para ella. ¿Qué podía hacer yo frente a una tumba sorda, ciega y muda? Ya no me miraría con esos ojos repletos de ternura, no me contaría sus verdades y las mías, no oiría mi historia ni podría abrazarme con la misma ternura con la que lo hacía mi mamá. Señorita Oryza Fennel, querida profesora, decirle adiós ahora no tenía sentido.

Me quedé parada frente a la tumba ignorando el paso del tiempo hasta que una figura desconocida se acercó a conversar conmigo.

—Veo que la conocías.

—Si... compartí los últimos momentos de su vida. Era alguien admirable.

—Ya veo —repuso la mujer cruzándose de brazos mientras se posaba a mi lado y me acompañaba en la contemplación de la lápida—. ¿Viniste a despedirte?

—Sí.

—No te veo feliz de estar aquí.

—Nadie en este lugar lo está.

—De acuerdo, en eso tienes razón.

Nos quedamos en silencio unos momentos más. Cualquiera pensaría que eso sería incómodo, pero el clima del cementerio invitaba a la quietud acústica. Finalmente decidí conocer un poco más sobre ella.

—¿Usted la conocía bien, no es cierto?

—Trabajamos juntas por muchos años. Soy la profesora Juniper, mucho gusto.

Trenzamos nuestras manos en un apretón firme y luego redirigimos nuestras miradas nuevamente hacia la triste lápida.

—Ella no hubiera querido esto.

—¿A qué te refieres?

—¡Esto! —Señalé con mis manos todo el lugar— ¿No crees que ella hubiera preferido algo más acorde a sus ideales?

Ella no reaccionó.

—Quizás si la lleváramos al templo donde enseñaba y le diéramos una sepultura según sus creencias ella estaría mejor. Así su muerte sería más honorable.

—¿Intentas solucionar las cosas? No hay nada que arreglar, así está bien. Ella no querría algo distinto.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque la conocía bien. Nosotras estamos mirando una piedra, un cajón de manera y un cuerpo, pero nada de eso es parte de la señorita Oryza. Ella, según sus creencias, ya no está aquí, lo que ocurra con su cuerpo no le importaba y sí lo que ocurriera con sus amigos.

—¿Con sus amigos?

—Profanar una tumba es un delito, mi estimada señorita.

Acepté en silencio sus palabras, después de todo, ¿qué otra cosa más podía hacer? Quisiera poder hacer algo para solucionar esta locura que fluía entorno a su muerte, pero tenía las manos atadas. La miré tristemente, como si quisiera que ella viendo mi rostro pudiera adivinar que lo intenté, pero sabía que eso sería vano. Juniper tenía razón, Fennel no estaba en esta parcela sin pasto frente a nuestros pies, ella ya no existía, no estaba en ningún lado.

—Al menos quisiera poder hacer algo con esta lápida —mencioné—, el símbolo de Arceus no debería estar sobre esa tumba.

Ella meditó unos momentos antes de alegrar su rostro y responder. —¡Tengo algo justo para esto! Mira. —Del interior de su mochila extrajo un aparato con forma de foca bebé de cuyo boca pendía una especie de globo incoloro y lo colocó sobre la lápida de Fennel.

—¡¿Qué es eso?!

—Es un invento novedoso que compré por internet. ¡Esta cosita genera globos capaces de fagocitar y poner a flotar cualquier cosa! Lo llaman «El volador de cosas» —No sonaba a un nombre muy original, pero pensé que quizás serviría—, con esto podremos remover fácilmente la lápida, sólo observalo. ¡Citronic gear On!

—¡Momento! ¡¿Cómo dijo que se llamaba el inventor que le vendió esta cosa?! —La mujer emocionada ignoró mi comentario y prendió la máquina la cual primero cubrió con su burbuja el objeto indeseado, pero cuando llegó el momento de elevarla por los cielos comenzó a tambalearse peligrosamente— ¡Al suelo!

Salté a pecho al suelo hacia un costado al tiempo que la máquina estallaba dejando el pelo de la profesora Juniper hecha una nube. Ella soltó un vaho de humo y luego se dejó caer pesadamente hacia atrás.

—Rayos, parece que no funcionaba como decía la propaganda. Voy a pedir que me devuelvan mi dinero.

—¿Qué decía la propaganda? —Me extendió una caja de cartón del tamaño de la máquina recién destruida, en la cual pude ver un letrero que rezaba «Mande a volar sus problemas» y al lado a una persona vestida como Satoshi con un cartelito que decía «¡Guau, la ciencia es asombrosa!» y llevaba los ojos exageradamente iluminados—. Bueno, no creo que le haya mentido... Al menos la lápida ya no tiene el símbolo de Arceus, sí la mandó a volar.

Ella observó la roca destrozada en su parte superior y pronto comenzó a reír por mi broma. —¿Sabes? Yo creo que esto sí le gustaría a Fennel. Dos amigas, una vieja y otra más reciente, unidas por la única causa de honrar su espíritu, aunque hacerlo sea peligroso.

—Si.

—Bueno, eso ha sido todo para mí. Me retiraré, señorita... ¡Oye, nunca pregunté tu nombre!

La observé sintiéndome un poco más aliviada sin poder saber a ciencia cierta el porqué de eso. —Mi nombre es Serena.

—Serena... Ha sido todo un placer.

—El placer fue todo mío.

La vi retirarse tratando de acomodar su pelo inútilmente hasta desaparecer en la lejanía del pasillo que cursaba en medio de las tumbas. Me quedé un rato más observando inmutable la quietud de la lápida hasta que finalmente decidí rendirme a las palabras de la profesora: «Es sólo una tumba con un cuerpo adentro, ella no está ahí». Me retiré sin mirar atrás y caminé hasta llegar al centro pokemón para comer algo y alimentar a los míos. No tenía hambre, pero tampoco sabía bien qué hacer, no me sentía bien al lado de nadie. Pensé en volver donde May y Dawn aunque esa idea rápidamente perdió atractivo en mi cabeza. Quería estar sola, quería huir de ahí sin tener que darle excusas a nadie, ya no me importaba que ellas me estuvieran esperando.

Salí de aquel lugar y me detuve en un café a pasar el rato. No es que quisiera tomar nada, sólo necesitaba la sensación de tener algo humeante entre mis manos mientras el tiempo perdía valor y se desaparecía frente a mis ojos. El lugar estaba lleno, lo cual me molestaba y me hacía sentir fuera de sitio. Sentía desprecio por aquellas personas que compartían comida y conversaciones alegres después de todas las cosas graves que acababan de ocurrir. En otro pueblo los ciudadanos estarían llorándole a sus muertos como lo hacía yo con Fennel mientras que ellos sujetaban sus manos y se miraban con ternura, y así en el mundo la muerte y el amor ocurrían al mismo tiempo. De un lugar a otro iban poblando el globo en una mezcla irrespetuosa donde la pérdida de algunos no tenía espacio dentro de la felicidad de los más, y eso me hacía sentir descolocada.

Cuando cayó la tarde caminé hasta la plaza a observar a los entrenadores combatir. Todos ellos serían menos que una carga si tuviéramos que enfrentar al Team Storm, Rocket o Flare, pero aún así era entretenido observarlos tirándose arena, burbujas de agua, seda o alguna que otra tacleada sin una estrategia premeditada. Me sentía tentada de desafiar a alguno, pero temía exagerar por toda la rabia que venía reprimiendo, de manera que debí esquivar las miradas de todos los entrenadores a fin de que el combate no resultara ineludible. Al cabo de un poco más de una hora decidí que tampoco estaba cómoda en ese lugar y me retiré a algún sitio más apartado, regresando sin notarlo a las cercanías del cementerio.

Sentía una atracción casi magnética hacia aquel lugar, como si mi asunto pendiente no se solucionara con reconocer que ella no estaba ahí, como si todavía tuviera que entrar y hacer algo. Sabía que ella no podía resucitarla, que esto no tenía que ver con Fennel, pero entonces ¿con quién?

Ingresé nuevamente al cementerio para darle un último adiós antes de que las puertas del lugar se cerraran. Le había llevado flores porque nadie más había traído nada y al llegar a la tumba me sorprendió descubrir frente a ella una nueva figura, esta vez muy diferente que la anterior.

—Satoshi...

El entrenador volteó a verme y en su rostro pude observar una sonrisa repleta de confianza como había sido tan usual en él. —Sabía que vendrías.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo es posible que hayas llegado?

—Te equivocaste Serena —dijo él manteniendo su alegre gesto—, fueron casi cuatro horas de viaje. Calculaste un poco mal.

—No me culpes a mí, se supone que Pidgeot puede doblar la velocidad del sonido.

—En tramos cortos sí, pero él no puede volar tanto tiempo sin cansarse. Tuvimos que hacer algunas paradas.

El cuadro me resultaba extraño, parecía sacado de un sueño. ¿En verdad Satoshi estaba junto a mí?

—Y qué, ¿viniste a verme a mí o a ella...? —Él calló—. No está aquí, ¿lo sabes?

—Lo sé, aunque eso no sea real.

—¿Cómo dices?

—Morir no es el fin de la historia, son dos caras de una misma eternidad. Fennel decía que el cuerpo era como una semilla que al romperse se abre para dar espacio a algo mucho más grande. Ella no está aquí y está en todas partes a la vez porque ya no es cuerpo, es espíritu.

Mis ojos se abrieron de par en par al verlo usar las palabras de ese modo. —Hablas como ella, hasta aprendiste a expresarte sin onomatopeyas... genial.

—Yo sí te extrañé, Serena —afirmó con la voz repleta de seguridad y firmeza.

—Yo también... —Sentía deseos de acercarme a él pero un abismo insondable se extendía entre nosotros dos haciendo que estuviéramos aún más lejos que cuando sólo hablábamos a través del teléfono y creí que era el momento adecuado para intentar alguna forma de regresar a sus brazos — Perdóname por todo lo que te dije hoy, estaba tan enojada, no sé...

—Ya olvídate de eso. Yo también sé entender un corazón roto.

Un corazón roto... Satoshi me hablaba de comprensión mientras que yo sólo intentaba alejarlo. Aunque me costara aceptarlo, él también había perdido a alguien importante y de entre todas las personas, tras haber compartido tan poco con ella y sin embargo sentir que lo había tocado de una manera profunda, él era el que más me comprendía. De pronto vi como si un puente se fuera creando entre nosotros permitiéndome alcanzar de a poco su posición. Avancé un solo paso, el primero, pero también el más difícil; me ganaba la indecisión. Él, respetuoso y noble como siempre, avanzó lo mismo que yo, invitándome con la extensión de su mano a tomarla, pero yo no me sentía segura.

 —Hemos estado muy distantes últimamente. Creí que harías algo al respecto pero al final tuve que ser yo quien tomara la iniciativa. ¿Puedes creerlo? Siempre soy yo quien toma la iniciativa. ¡¿Cómo puedo saber que será diferente a partir de ahora?!

—Porque estoy aquí. Yo quiere verte.

—¡Pero yo te dije que vinieras!

Satoshi volvió a avanzar un paso y yo no pude evitar retroceder. —Y estoy feliz de haberte hecho caso —Su mano estaba tan estúpidamente tendida en el aire que parecía haber enloquecido—. No me dejes así, estoy tratando de remendar el daño.

—Así no es como creí que serían las cosas entre nosotros cuando salí a buscarte.

—¿En serio?

—Creí que te vería y me recordarías, que te pondrías feliz de volver a estar conmigo y que quizás después de una charla los dos solos podríamos congeniar y de vez en cuando vendrías a visitarme, y las cosas se darían por sí solas... pero no fue así. Estar contigo fue luchar contra mis instintos constantemente hasta sentir que me volvía otra persona, fue descubrir nuevos límites y superarlos, aceptarme vulnerable y encontrar la manera de ser cada día alguien un poquito mejor. ¿Acaso tú valoras eso...? Por supuesto que no. Todos mis esfuerzos hasta antes de nuestra despedida habían pasado desapercibidos, tuve que volver a ir más allá con tal de que notaras lo que sentía, mientras tanto tú...

No pude continuar. Frente a mí Satoshi, el mismísimo Satoshi, el hombre más seguro y asertivo que conocía, estaba llorando. Mis barreras se derrumbaron junto a mi armadura de todo lo puedo, ¿qué demonios estaba haciendo tratando de borrar mi dolor lastimándolo? Olvidé por completo mi orgullo y corrí a abrazarlo mientras él me envolvía en el mismo gesto sin dudas ni vacilaciones. Pikachu, que hasta entonces se había mantenido como un espectador pasivo, decidió romper con este papel saltando directo al hombro de su entrenador y así, en silencio, permanecimos abrazados frente a al tumba de la mujer que nos uniera.

Pronto toda la angustia que venía acumulando estalló en mi pecho y comencé a llorar lágrimas amargas, secas, dolorosas; lágrimas difíciles. Esta vez, llorar no era sencillo como cuando era niña, era una sensación forzada, seca e incontrolable, como si mi cuerpo quisiera purgar toda la amargura contenida hasta ahora y el hombro cálido de Satoshi fuera el único sitio disponible para tal tarea. Sentí como pronto su llanto acababa y el mío poblaba el ambiente en un grito de dolor que hubiera preferido poder ahogar, pero no pude. Sin embargo, ahí estuvo Satoshi. Su abrazo crecía en presión cada vez que declinaba el mío o que yo, por sentir asco  de mí misma sumida en esa situación deplorable intentaba romper el agarre, su voz tras mi cabeza diciéndome que todo estaría bien fueron como el agua limpiando mis heridas, sanando mi alma rota.

Al cabo de unos minutos el cuidador del lugar nos invitó amablemente a que nos retiráramos puesto que debía cerrar las puertas y poco a poco notamos que el cementerio se iba quedando vacío así que tras unas últimas palabras, ya no de pérdida sino de agradecimiento, nos fuimos de ahí.

Satoshi me guió hasta una plaza alejada donde compartió conmigo su propia versión artesanal de los pokepuff de Kalos —unos un tanto bisoños, pero que mantenían la esencia—, junto a un poco de leche chocolatada la cual debió ser recalentada por la llama de mi Delphox. Hablamos de sus aventuras y de las mías, rompimos el clima lúgubre y distante que nos mantenía serios y regresamos a la calidez y camaradería habitual hasta acercarnos poco a poco a las bromas y el coqueteo. De pronto, él decidió levantarse y aludir a un viejo recuerdo al preguntar.

—¿Recuerdas la vez que fuimos a un baile, cuando tú invitaste a Citron y yo tuve que bailar con Millefeui?

—¡Perdón! —Lo frené fingiendo una actitud iracunda— ¿Tuve que bailar? Nadie te había obligado.

El azabache rió. —A decir verdad, no, pero lo cierto es que yo quería ir contigo.

Al demonio la lógica, este chico me estaba insinuando que era yo la que no captada sus indirectas. Esa no se la creía ni Pikachu.

—¿y por qué no lo hiciste?

—Porque era un pésimo bailarín y tú toda una maestra, ¿no te acuerdas? Pisé a tu amiga un par de veces, chocamos nuestras cabezas, casi derribo a Elle... ¡Hubiera sido un desastre de no haber sido porque me salvó el campanazo de la música cesando!

Esta vez a mí me tocó reír. —Yo lo habría disfrutado de todas formas.

—¿Lo dices de verdad?

—Sin ninguna duda.

Satoshi se levantó y extendió nuevamente su mano hacia mí, tal como lo había hecho en el cementerio, y en el baile también.

—Entonces permíteme reparar los errores de mi pasado —Con su mano libre puso música en su Pokenav antes de abandonarlo en la banca donde nos habíamos quedado—. ¿Aceptarías bailar esta pieza conmigo?

Observé a mi alrededor apenada buscando gente o pokemóns que nos observaran pero la plaza estaba casi vacía, tan sólo Pikachu tenía su mirada puesta en nosotros, de manera que con extrema delicadeza tomé su mano y él me atrajo hacia sí mismo para luego sujetar mi cintura por detrás y comenzar a bambolearse al ritmo de la música. Tenía serios problemas para encontrar el tiempo correcto para cada paso, por lo cual decidí recostar mi cabeza contra su pecho, dejar de intentar seguir la música y sólo seguir el ritmo de los latidos de su corazón. Todo resultó más fácil. Poco a poco dejé que él me llevara descubriendo que realmente él tenía su propio ritmo.

La música, las estrellas, las hojas mecidas por el viento, los latidos en su pecho. Todo eso conformaba una experiencia tierna y arrulladora como el canto de una madre. Sentí sus intenciones de levantar mi rostro y cedí esperando que depositara un beso en mis labios, pero en lugar de eso volvió a elevar mi mano junto a la suya y entrelazó nuestros dedos tal como solíamos hacer cada vez que nos despedíamos al palparnos en la lejanía de las pantallas.

—¿Te vas a ir? —Susurré casi en una súplica. Él pareció vacilar antes de responder.

—Te prometo que cuando todo esto acabe volveré por ti.

Dentro mío aún guardaba quejas, preguntas y muchas cosas que aún quería decir, pero por sobre todo eso se imponía el amor que aquel entrenador me inspiraba. Guardé mis disconformidades para otro día. La brisa complaciente, la música inacabable y tambor en su pecho se sentían tan bien que arruinarlos con palabreríos estaba de más. Después de todo, el abismo había desaparecido, nuestro puente capaz de superar la barrera de los años y de la lejanía había triunfado nuevamente. Otra vez me sentía reconfortada y feliz en sus brazos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro