
Atraparé un Bagon
Según los lugareños, la Cascada Meteoro era un lugar peligroso y laberíntico donde algunos entrenadores solían juntarse a mejorar sus habilidades luchando contra los pokemóns salvajes y desafiándose entre ellos. El sitio además, funcionaba a manera de guarida para los Shelgons mientras que Salamence prefería morar sus cimas, bajando únicamente a oviponer en las zonas más profundas, lugar donde nacían y crecían los pequeños Bagons, siendo éstos los únicos accesibles para los entrenadores debido a la peligrosidad de las zonas habitadas por sus posteriores estados evolutivos.
Al ingresar nos asombró la magnificencia de la escena presenciada: una gran empinada compuesta por piletones naturales que formaban una especie de escalera gigante imposible de atravesar se alzaba frente a nosotras, rodeada de paredes de rocas con surcos que mostraban haber sido escaladas por entrenadores habilidosos y al rededor de todo este cuadro colosal, sólo agua.
Resolvimos tomar el camino fácil y escalar por las rocas a fin de que nuestras vidas no corrieran peligro, y aunque estábamos asustadas en un principio, resultó ser mucho más fácil de lo esperado debido a las marcas dejadas por los entrenadores. Estaba orgullosa de mi misma, aventurándome en cuevas inhóspitas, escalando muros por ayudar a una amiga, ¡inmiscuida en la cacería de un dragón! Esto no se parecía en nada a la Serena de hace unos años que dormía hasta tarde porque no quería levantarse a montar a los nobles Rhyhorns. Tenía motivos para sentir que había cambiado y que estaba cumpliendo lo que le prometí a Satoshi cuando nos despedimos.
Mientras subíamos me asombraron unas estructuras extrañas a los costados del camino, compuestas por algo que parecía haber sido una cascada de ámbar o quizás algún gel con cristales de oro, pero que ahora estaban petrificados y resplandecían iluminando tenuemente el ambiente, generando un dejo de calidez en aquel clima tan tétrico del lugar. Atravesado este último tramo se encontraba la cascada.
Tuve que rogar a Charizard para que me permitiera montarlo en vuelo hasta llegar al otro lado atravesando la estructura acuífera, aunque él sólo cedió cuando le ofrecí un pokelito especial para los de tipo fuego. Me estaba ganando su confianza de a poco valiéndome del mismo medio que me sirviera en el pasado para conquistar a su entrenador: la comida.
Pasamos por otra entrada, nos metimos en un hoyo, subimos una escalera de piedra y nos encontramos con un cuadro desolador: más piletones. A sus pies, una anciana con aspecto nostálgico se acercó a hablarnos.
—Buenas noches jóvenes, ¡qué alegría verlas en este lugar¡ ¿Son entrenadoras pokemón?
—¡Si! ¿La podemos ayudar en algo, abuela? —Se adelantó a contestar mi compañera, quien no perdía la emoción desde que entramos a la cueva.
—Si no están muy ocupadas... Verán, hace muchos años mi marido y yo veníamos todos los días a entrenar a este lugar. Eran tiempos hermosos donde las batallas llenaban de energía nuestros huesos, pero ahora que él se fue... Digamos que estoy necesitando recuperar esa sensación. ¿No le harían un favor a una pobre ancianita? Tengan una batalla conmigo, por favor.
Y en ese momento, nuestras miradas se cruzaron. Ella había dicho ser una anciana pobre, pretendía que creyéramos que estaba arruinada, pero al ver sus ojos pude sentir fuego. Había algo en su mirada, o quizás en mi, no sabría decirlo, pero al encontrarme en sus ojos no pude evitar sentirme emocionada y poderosa. Quería pelear, lo deseaba con todas mis ansias... ¡Yo no era así! Le estaba encontrando el gusto a las batallas pokemón y no pensaba rehusar a una ahora que tenía la oportunidad de hacerlo.
—¡De acuerdo! —afirmé eufórica mientras que Iris me miraba desconcertada.
—Pero... Bagon...
—Solo durará un minuto, confía en mi.
—Veo que te tienes mucha fe, jovencita —comentó entre sonrisas la anciana—. Eso me agrada, pero no te confíes.
Negué con alegría mientras tomaba posición para la batalla. Yo elegiría a mi confiable Braixen mientras que ella decidió luchar con un Hariyama. Ataqué primera con Velocidad y su pokemón demostró el nivel que esperaba al frenar mi ataque con la fuerza de sus puños para luego intentar atraparnos en una Tumba de rocas, pero fue inútil puesto que en lo que velocidad respecta, éramos más ágiles. Tomé la delantera golpeándolo directamente con Llamarada logrando quemar a nuestro rival y en ese momento la viejita pareció preocuparse, hecho que la llevó a tomar una decisión drástica e inesperada.
—Muy bien jovencita, veo que además de ser un encanto eres una hábil entrenadora. Ya puedo sentir la emoción que buscaba, corre por mis venas como una fuerza que alcanza a mi pokemón —la dama trazaba figuras en el aire con sus brazos mientras pronunciaba esto—, lo alcanza, si, y nos une llenándonos de energía. ¡Y ahora tú, recibe el esa energía que me une a mi pokemón, Hariyama, Ráfaga demoledora!
Un halo de energía cubrió a la entrenadora y a su pokemón, algo que parecía etéreo se materializó frente a mis ojos revelándome un poder nunca antes visto donde ambos combatientes se unían para desenterrar la fuente del poder interno de Hariyama y hacerlo explotar en un sin fin de golpes que se dirigían como meteoros de energía hacia mi Braixen en búsqueda de darle fin a nuestro enfrentamiento. Si esto permanecía así por más tiempo, nuestra habilidad para esquivar sería insuficiente y uno de esos golpes devastadores nos haría perder sin dudar, por lo cual decidí que debía tomar la opción más confiable.
—¡Braixen, Psíquico, ahora! Ataca a sus piernas.
La estrategia nos puso en evidencia dándole tiempo a Hariyama de golpearnos una vez con uno de esas cosas, pero también funcionó a la perfección. Nuestro gambito nos había dejado casi exhaustas, más ahora tenía entre las cuerdas al pokemón de aquella anciana. Mientras tanto, uno de los golpes del pokemón de lucha que habíamos esquivado había destruido algunas de las rocas de la cueva, provocando que un pequeño dragoncito salvaje huyera despavorido del lugar.
—¡Bagon! —bramó la morena e inmediatamente se lanzó en su búsqueda— Serena, deja eso ya y no te quedes atrás. —Su exigencia me provocó mucha tristeza, realmente estaba disfrutando de aquel combate.
—Pero...
—No te preocupes, niña. Yo lo sé entender.
Una mezcla de vergüenza y decepción inundaba mi pecho. —Yo... ¡No! Terminemos esto tal como se lo prometí.
La señora sonorió. —Pero no te lo dejaré nada fácil. ¡Hariyama, usa Descanso!
El pokemón se sentó con los ojos cerrados. Yo esperé unos segundos pensando que me atacaría de un momento a otro, hasta que entendí que en realidad estaba recuperando sus fuerzas.
—¡Cochino degenerado! ¡Así no se pelea! —La señora rió ante mi reacción exagerada— Braixen, Psíquico.
Golpeamos sin piedad a aquel pokemón indefenso hasta que despertó de su letargo. La dama comprendió que de nada le sirvió su estrategia puesto que al despertar su compañero estaba probablemente igual o incluso peor que antes de utilizar dicha técnica. Ya todo se resumía en un sólo golpe: Tumba de rocas contra Psíquico. Creí que nuestra velocidad nos daría la victoria pero fallé en el cálculo y los impactos fueron simultáneos. Braixen era tan débil contra los ataques de tipo roca como Hariyama lo era contra cualquier golpe psíquico, todo podía pasar. La expectación aumentaba en tanto la polvareda se disipaba para mostrar a ambos combatientes de pie, regalándonos unos momentos de decepción y furia a ambas entrenadoras el cual fue interrumpido unos segundos después cuando Hariyama precipitó de bruces al piso para dar por terminado el enfrentamiento.
—Has ganado —Me felicitó con simpleza la señora—. Por favor, dime tu nombre para que no te olvide ni a esta bella batalla.
—Me lamo Serena, ¿cómo se llama usted?
—Mi nombre es Nela. Estaré aquí por si quieres volver a pelear, Serena.
—¡Si! Prometo tampoco olvidarla.
Nela sonrió nuevamente, tras lo cual regresó a su pokemón. Corrí en ascenso entre piedras que fácilmente podrían cortar mi piel, precipitándome al encuentro de Iris cuya silueta apenas podía distinguir a lo lejos, ¡era rápida! Me costó mucho alcanzarla y sólo lo logré al alcanzar la cima, donde su batalla contra Bagon ya había comenzado. Emolga intentaba atraer al pequeño dragón, quien la evadía buscando el recoveco más apropiado para su huida.
—¡Debes paralizarlo! —grité entre jadeos al llegar al lado de la entrenadora. Ella ignoró mi consejo y buscó atacar con Poder oculto, ocasión que dio pie a la fuga de aquel Bagon.
—¡Demonios! —Se quejó Iris.
Corrimos hasta encontrarnos con una nueva caída de piletones donde un entrenador que se encontraba en la cueva nos indicó que el pequeño dragón había bajado a los saltos, por lo cual decidimos seguirlo sin importar los riesgos asumidos, llegando entre tumbo y tumbo hasta otro hueco donde Bagon se debía haber escabullido.
Las posibilidades de volver a dar con aquel pokemón no estaban a nuestro favor puesto que en la zona de abajo sólo encontramos una gran fuente de agua. Iris divisó a lo lejos una pequeña cueva en cuyo interior podíamos distinguir una figura moverse, por lo cual volamos sobre Charizard y Dragonite (a fuerza de más pokelitos) hasta alcanzar su entrada. La llama de Charizard nos permitió comprender que el dueño de aquella figura no era Bagon, era...
—¡Señor Steven! ¿Qué hace usted aquí? —inquirió la morenita al ver a aquel caballero acobachado en el fondo de la cueva.
—¡Chicas! —bramó él exaltado— No deben dejar que él me vea, ¡escóndanme por favor!
Observamos confundidas al hijo del presidente de Devon SA hasta que un grito desde la fuente de agua que nos rodeaba vino a despejar todas nuestras dudas.
—¿Eso es un Milotic?
—¡Si! Es de mi viejo amigo, Wallace, el actual novio de la señorita Cynthia... Verán, todo ocurrió aquella noche de borrachera. La dama a quien cortejaba no me rebotaba porque yo le desagradara, ¡en efecto! Soy encantador. Lo que ocurrió aquella noche fue que estaba tan ebrio que sin saber lo que hacía, yo intentaba ligar con la pareja de mi amigo... Digamos que no fui el tipo más respetuoso en ese momento, una cosa llevó a la otra y bueno... En fin, Wallace ahora quiere despellejarme vivo y ustedes tienen que salir y decirle que no me encuentro en esta cueva, que me vieron salir cuando estaban de venida y que ya no me busque más porque no me va a encontrar nunca.
Ambas lo miramos desconcertadas mientras él intentaba hacerse invisible en la oscuridad de las profundidades de la Cascada Meteoro, el lugar más idóneo para desaparecer un cuerpo. El silencio era interrumpido únicamente por la violencia con la que Milotic surcaba las aguas hasta que mi compañera decidió romperlo con el comentario más boludo que se le pudiera ocurrir.
—¿Entonces no vio un Bagon pasar por aquí?
Stone la miró sin comprender la pregunta hasta que la voz de su amigo gritando "¡Steven, sal de donde quiera que estés! Te juro que cuando te agarre voy a..." lo hizo reaccionar y musitó en tono desesperado.
—Te conseguiré el pokemón que quieras, ¡hasta un enorme Salamence si lo deseas! Pero por favor, sal ahí afuera y dile a Wallace que no me viste. Dile que eres una fan suya y que quieres una foto abrazada a él. Él odia sacarse fotos con sus fans, siempre lo etiquetan y le traen problemas con Cynthia.
Iris parecía decepcionada por la propuesta, no obstante a lo cual accedió sabiendo que eso le convenía y nos dirigimos al imponente campeón que montaba sobre su hermoso pokemón con una ira y belleza capaz de transmitirse tan solo con la mirada.
—Disculpe, ¿es usted el gran Wallace? —Lo abordó mi amiga.
—Pues si, pero estoy un poco ocupado chicas, no quisiera...
—¡Oh, por favor, sáquese una foto con nosotras!
—Pero yo...
—¡Solo una! Vamos, no sea así, usted sólo está dando vueltas por la cueva. Soy su fan número uno, ¿o tiene algo más en mente para estos momentos? —La morena sabía ponerse pesada cuando lo deseaba. El tipo finalmente rehusó a su instinto de cacería, nos rechazó amablemente alegando que debía marcharse a hacer algo muy importante, y así lo hizo.
Tras la partida de su verdugo, Steven salió de la cueva sin perder el gesto en su mirada de pollito mojado mientras nos agradecía exageradamente lo que habíamos hecho por él. Lo observé con condescendencia, sabía que él era uno de los entrenadores más poderosos, sin embargo evitaba enfrentarse a su amigo porque valoraba demasiado su vínculo, a pesar de haberse equivocado. Él se acercó a nosotras con la intención de cumplir su promesa, pero entonces Iris gritó "¡Bagon!" y se lanzó en su búsqueda, ignorando completamente al campeón el cual sólo sonrió y salió de aquella sala montado en su pokemón.
Regresamos sobre nuestros pasos siguiendo al dragoncito hasta volver a los piletones donde se desvió propulsado a enorme velocidad por sus poderosas patas logrando perderse nuevamente de vista en otro hoyo del suelo. Corrimos en una misma dirección a pesar de no poder verlo, confiando más en nuestro instinto que en cualquiera de nuestros sentidos, pero él no estaba ahí. En su lugar, Wallace libraba un ferviente combate contra un Golbat salvaje el cual acabó con la victoria inminente del poderoso entrenador.
—Muy bien, ¡pokebola, ve!
La esfera partió desde la mano del amigo de Steven e impactó en la frente del pokemón vampiro reduciéndolo a un simple rayo rojo que ingresara en su interior, sin que tardara mucho para que éste fuera capturado.
—¡¿Qué está haciendo?! —Inquirió Iris. El tipo primero se sorprendió, luego se mostró más bien asustado al notar nuestra llegada. Evidentemente no había momentos para compartir con los fans en la vida de una estrella.
—¡Qué placer verlas otra vez tan pronto, señoritas! Me han captado con las mano en la masa. Verán, mi queridísimo amigo Steven Stone, el campeón de esta región como muy bien sabrán, está dando vueltas en esta cueva. Nosotros no podemos pactar un lugar normal para encontrarnos puesto que vendrían los reporteros y lo arruinarían todo, por lo que decidimos encontrarnos siempre en lugares inhóspitos y poco transitados y lo hacemos por medio de un juego. Se trata de lo siguiente, yo lo busco, él me busca, y ganará quien encuentre al otro primero. Por eso he capturado a este pokemón puesto que sus ondas facilitarían mucho mi búsqueda actual o futura. ¿Qué dicen, me ayudarían a buscarlo?
Un argumento muy tirado de los pelos, aunque ingenioso para ser improvisado. Miré divertida el rostro de aquel entrenador para luego mentirle diciéndole que había visto al susodicho cerca de la salida de la cueva, engaño que lo convenció de inmediato y entonces él partió agradeciéndonos con la mano en alto.
—¡Espere, antes de que se vaya necesito que me ayude con algo! —gritó Iris. Cuando Wallace se acercó ella rogó que él utilizara a su Golbat para ayudarla a hallar a un Bagon salvaje para añadirlo a su colección. Curiosamente, el coordinador accedió con alegría a su pedido permitiéndonos acompañarlo mientras que su pokemón intentaba de ubicar a cualquiera de los dos sujetos desaparecidos.
Yo estaba muy asustada, ¿qué pasaría si Steven de pronto se aparecía en el camino? La cueva estaba tan sumida en la penumbra que difícilmente pudiéramos divisarlo desde lejos para advertirle que cambiara el rumbo antes de ser descubierto por su amigo enfurecido. De pronto, Golbat captó algo.
—¿Qué sucede amigo, lo encontraste? —preguntó su entrenador. El vampiro revoloteó por lo bajo haciendo gestos ininteligibles para nosotras, pero a los cuales Wallace reaccionó con pleno entendimiento—. Parece ser que sabe donde encontrar al Bagon. Chicas, este dragón que están buscando en particular ya se alejó del nido, es probable que esté pronto a evolucionar y sumirse en las zonas más oscuras de esta cueva. Puede que esté en un nivel un tanto alto como para entrenarlo. ¿Están seguras de que no prefieren que busquemos otro en la zona de la Cascada Meteoro donde se los suele ubicar?
—¡Eso no hablar! —gritó Iris convencida hasta el cuello de sus propias palabras—. Yo soy de una aldea de dragones donde todos crecemos junto con los pokemóns. Un desafío no es más que otra oportunidad de crecer, por tanto, no pienso rehusar de este pequeñín tan facilmente. Por favor señor Wallace, acompáñeme a capturar a ese pokemón.
El tipo sonrió complacido por la actitud de mi compañera, hecho que imité sin darme cuenta. Luego él me dirigió la palabra a fin de cuestionar.
—Y tú damita, ¿estás bien con este tipo de cacería pokemón? Puede que tengamos que dirigirnos a las zonas más peligrosas de esta cueva.
Negué con la cabeza para luego comentar. —Yo tampoco me rendiré.
Él se acercó un poco mientras intentaba atravesar mi confianza traspasándome con su mirada para lueog preguntar.
—Ella me dijo cómo se llama, pero todavía no sé tu nombre ni tampoco nada sobre ti. ¿Quién eres?
—Me llamo Serena. Soy una perfourmer de la región de Kalos y vine hasta aquí a competir en los concursos pokemón.
Su risa me resultó sorpresiva y algo intimidante. "Una coordinadora pokemón" afirmó casi en un susurro... ¿Qué habrá querido decir con ese gesto? Lo seguimos en silencio por entre rocas afiladas y caídas de ámbar y oro hasta otro recoveco de la Cascada Meteoro donde el camino se bifurcaba volviéndose más y más laberíntico a cada paso. Wallace parecía saber exactamente hacia donde ir, guiado por su murciélago en medio de la penumbra hasta que vimos una sombra cruzarse en una esquina y ambos entrenadores corrieron a perseguirla. Yo, por mi parte, noté algo extraño en los gestos de Golbat y me dirigí a ciegas hacia el lugar que el murciélago había indicado para encontrarme nuevamente con Steven agazapado.
—¿Cómo me encontró? —lloriqueó el campeón regional.
—Capturó un Golbat y lo rastreó usando su radar, pero por suerte no lo sabe entender. Está tras de ti y de un Bagon para Iris.
—Esa Iris, ¡maldita traidora! Necesitaremos idear un plan para escapar de aquí. Serena, ¿me ayudarás?
—Por supuesto que si, pero no vuelva a llamar así a mi amiga.
Steven aceptó y juntos intentamos escabullirnos hasta la entrada de la cueva para que pudiera salir volando sobre su Metagross. Yo cumplí mi rol de perrito guardián caminando adelante y vigilando que Wallace no estuviera cerca hasta que el susodicho hizo acto de presencia y Stone tuvo que salir corriendo a zambullirse a una fuente de la cueva.
—¡¿Serena, dónde estabas?! ¡Golbat acaba de captar a mi amigo por estos lares! Acompáñanos.
—¿Qué pasó con Bagon?
—Se escapó —refunfuñó Iris muy enojada—. Todavía lo estamos buscando.
Nos pusimos en marcha buscando el lugar en que el murciélago creía haber reconocido a Steven mientras que éste rodeaba nuestra posición sumergido en la fuente, en búsqueda de la salida. En un momento lo vi saltar del agua con un Whiscash salvaje mordiendo su pantalón por detrás, tuve que montar un alboroto alegando que un Zubat me había mordido. Embrollo tonto, pero bastó para desviar la atención hacia mí y que ni Golbat pudiera notar la presencia de aquel hombre escondido bajo el agua.
Stone salió por la otra orilla y yo aproveché que todos estaban distraídos para sacarle una foto con el pez mordiéndole las pompis, error que impulsó a Wallace a virar sobre sí mismo hasta alcanzar ver la silueta de Stone perderse hacia la entrada de la cueva.
—¡Ahí está! —exclamó éste.
—¡Y ahí está Bagon! —gritó a su vez la morocha.
Las cosas se me habían complicado; por culpa de mi descuido, el buen Steven había sido descubierto y ahora que Iris cruzó su mirada con la de su anhelado Bagon no había manera que consiguiera que cooperara conmigo en la labor proteccionista de campeones en severo peligro de ser capados por sus mejores amigos (¿O acaso debía olvidarme de todo esto y apoyar a mi amiga?). Todo al rededor mío pareció descontrolarse mientras que Golbat revoloteaba desquiciado de una esquina a la otra, sin saber a cuál de sus dos objetivos debía dar prioridad en aquellas circunstancias.
—¡Ya no te escaparás, bribón! ¡Golbat, Supersónico! —ordenó rápidamente Wallace, pero su ataque fue frustrado por un Whiscash volador que Steven logró aventarle al murciélago antes de permitirle efectuar su movimiento aturdidor.
Entre tanto la morena cercaba con sus pokemóns todas las salidas del dragoncito indicándole que la única opción que le quedaba era la pelea. Así comenzó una batalla entramada entre Emolga y Bagon, donde la balanza francamente no se inclinaba hacia el plato del roedor eléctrico.
Busqué inspiración en el techo... ¿Qué debía hacer? Por un lado, mi compañera y nueva amiga estaba intentando capturar al pokemón por el cual había atravesado medio mundo y el mismo parecía ser muy escurridizo, mientras que por el otro, un tipo que nos ayudó en mi región natal sería apaleado por su amigo, otro campeón regional. El tamaño de aquella batalla sería apocalíptico, no me convenía entrometerme, pero no podía abandonar a Steven... ¡¿Qué debía hacer?!
Opté finalmente por socorrer a Iris, dejando a ambos campeones enfrentarse con sus enormes pokemóns en un combate completo de seis contra seis al mismo tiempo, situación que sólo dificultaba la captura del pequeñín.
—¡Vamos Emolga, dale con todo, Descarga!
Esta vez si planeaba paralizarlo, ¡muy bien, Iris! Aunque mi plan tampoco funcionó. Resulta ser que Bagon es mejor para esquivar de lo que había pensado. Era imposible que Iris ganara, viendo que Emolga caería bajo una Mordida voraz decidí intervenir.
—Sylveon, Viento de hadas.
Bagon se elevó un par de metros en el aire rodeado de la brisa violenta que emanaba de mi pokemón para colisionar al fin contra la dura pared de roca agrietándola. Yo pensé que Iris se alegraría, pero ésta sólo supo reaccionar con ira hacia mi persona.
—¡¿Qué demonios crees que haces?! ¡No debes meterte en las batallas de otros entrenadores!
—Pero yo pensé que...
—¿Tú pensaste? Déjame decirte algo, niñita: tú no debes pensar por mí. ¡Puedo encargarme de esto yo sola!
—Yo solo... Está bien. Te dejaré hacerlo a tu manera.
Sus palabras no solo me dolieron; me lastimaron. Me alejé cabizbaja hasta ser alcanzada por la luz de la luna, saliendo de la cueva unos cuantos metros. Observé las estrellas reteniendo el llanto que abogaba por hacer que mis ojos picaran, ¡yo sólo quería ayudar...!
En mi mente los pensamientos se contrariaban: "Debería hablarle a Satoshi", "Yo ya le envié muchos mensajes, ahora que me hable él", "Estoy mal, necesito conversar con el azabache..." Ninguna idea me convencía.
Regresé a la cueva para sacar algunas fotografías del impresionante combate que acontecía entre ambos campeones: Metagross contra Milotic, Claydol contra Swampert, un pokemón enorme contra otro saltando, atacando, esquivando, defendiendo de mil maneras ingeniosas y geniales. Todos parecían una expresión más del poder proveniente de sus entrenadores, quienes no cesaban de dar ordenes e insultarse mutuamente mientras que sus pokemóns desplegaban una energía casi mágica inundando el ambiente en su guerra perfecta y armoniosa.
Poco a poco los insultos dieron paso a una batalla verbal más desarrollada, la cual cedió espacio a las excusas, las excusas a las explicaciones, las explicaciones a los comentarios y las disculpas, seguido a ellos una lluvia de elogios comenzó a verterse sobre las habilidades de ambos amigos, esto permitió el clima necesario para las anécdotas, las bromas, la camaradería, y finalmente, la paz. Los entrenadores forjan y restauran sus vínculos mediante las batallas pokemón, y estos dos campeones no eran la excepción; eran el mejor ejemplo.
Finalmente sus diferencias se fueron arreglando mientras que yo me preguntaba si podría desafiar a otro combate a mi compañera. No hizo falta, pronto sentí el peso de la mano de Iris sobre mi hombro, obligándome a voltear para encontrarme con su rostro entristecido por la pena y el arrepentimiento.
—Serena, discúlpame por haber actuado de ese modo. Tú no tenías la culpa de que estuviera perdiendo.
—Está bien —acepté complacida—, después de todo tenías razón, era tu pelea.
—¡No! Tú sólo intentaste ayudar porque me viste perdiendo. Hiciste bien, fui yo la obstinada que no quería aceptar la derrota.
—Entonces... ¿lo atrapaste?
Ladeó su rostro de izquierda a derecha un par de veces antes de contestar. —Volvió a escapar.
—Lamento oír eso.
—Está bien, tendré que seguir intentándolo.
Su voz se oía triste a pesar de que ella intentaba no demostrarlo con su rostro. Me cargué de energía para buscar devolverle el ánimo con mi sonrisa.
—¡Cuenta conmigo!
—No.
Me quedé helada por su respuesta. —¿No?
—Así es, no. El próximo concurso será muy pronto y tú necesitas estar preparada. No puedes volver a depender de la suerte como la vez anterior, debes convertirte en la reina que deseas ser ahora. Ve a entrenar, compite, perfeccionate. Yo te alcanzaré más adelante.
Ambas nos miramos en silencio mientras que el par de amigos cerca nuestro cruzaban un abrazo y se prometían futuras fiestas con café y masitas en lugar de cócteles alcohólicos. Iris se acercó a mí y yo me adelanté a rodearla con mis brazos.
—Nos volveremos a ver, no lo olvides —prometí mientras que ella aumentaba la fuerza con la que me estrujaba—. No dejaremos que nuestra amistad se pierda.
—Amistad —Ella rió—. Cielos... Y yo que pensaba que sería la única compañera de Satoshi en no ser friendzoneada.
No comprendí sus palabras, quise hacer un esfuerzo, quizás preguntarle, pero ella me empujó con su puño de un modo juguetón, por lo cual interpreté que era sólo una broma (¿O no?).
Nuestro tiempo viajando juntas había llegado a su fin. Ella permanecería en la Cascada Meteoro buscando al pokemón que la había arrancado de su tierra para poder cumplir sus sueños. Yo partiría tras mi meta sea que ésta costara esfuerzo, lágrimas, que requiriera mucho más entrenamiento, o que simplemente no quisiera contestar a mis mensajes, yo no me rendiría hasta el final. No cesarías hasta poder alcanzar mi objetivo en Hoenn.
*****
N/A: ¡Hola! Espero que estén disfrutando del fic. Pasaba a comentarles un pequeño detalle: En pokemón esmeralda, al pasar la liga, Máximo (Steven) se encuentra boludeando en la Cascada Meteoro y si le hablás te desafía con sus pokemóns de nivel 70 y pico (que me mandaron al centro pokemón porque no iba con mi equipo regular cuando me lo crucé), por eso decidí que era un buen lugar para que volviera a aparecer y tuviera un gran combate.
Además quisiera destacar que hoy se cumplen veinte años del estreno del animé de Pokemón en Japón, de modo que ¡Feliz cumpleaños, Satoshi!
En fin, espero hayan descubierto el guiño al juego, disfrutado el capítulo y que sepan que estaré agradeciendo cada lectura, voto, comentario o recomendación (como siempre).
¡Un saludo para todos!
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