SUEÑOS
Pasaron varios días. Los estudiantes regresaron de pase a sus hogares y luego retornaron a la escuela, transcurridos los tres días de descanso. El regreso trajo agradables sorpresas. Oscar había aprovechado el fin de semana para hacer en su casa, con su computadora, la edición de toda la música del espectáculo, agregándole algunos efectos sonoros que a todos gustaron sobremanera, principalmente al profesor Diego:
_ Este chiquito es un cerebro en la informática._ celebró Luis Mario revolviendo los cabellos de Oscar.
Dennis se encogió de hombros con un mohín de incomodidad en el rostro:
_ No es para tanto._ gruñó.
_ ¿Por qué te molestas?_ se mofó Diogo._ ¿No puedes aceptar que haya alguien que te supere en algo?
_ Te odio._ pronunció Dennis arrastrando las palabras mientras le dirigía a su hermano una mirada asesina.
Diogo le lanzó un sonoro beso:
_ Yo también te quiero._ le sonrió.
_ No empiecen._ protestó Denise._ Ustedes dos están peor que Renzo y Betsy.
Flavio torció la boca:
_ Si, aunque estos dos ya casi ni discuten. Es un milagro.
Betsy y Renzo se movieron con inquietud, nerviosos y dirigiéndose algunas frasecitas torpes con las que intentaron agredirse verbalmente. ******************
Cada ensayo era una nueva aventura, un momento que los unía más como grupo y como amigos. Estaban totalmente enamorados de las nuevas coreografías del profesor Diego e intentaban disfrutarlas al máximo y dar lo mejor de cada uno. Generalmente ensayaban solos, bajo la supervisión de Yolanda, y aunque se comportaban con disciplina, en ocasiones había que mantener a raya a Erik y sus deseos de ser el centro de atención con sus disparates, algo de lo que Nora se encargaba; o intervenir cuando Renzo y Betsy se enrolaban en alguna pelea, las cuales, curiosamente habían menguado, solo que, en su lugar, eran Diogo y Dennis los que ahora discutían por cualquier nimiedad.
Flavia se había ganado el respeto de todos los varones cuando, una tarde, Luis Mario puso en duda sus habilidades marciales. La chica los retó a pelear y para alborozo de las muchachas, Flavia desactivó los intentos de agresión de Renzo, Víctor, Diogo, Erik y hasta del mismísimo Luis Mario.
En una oportunidad, el profesor Diego estuvo con ellos durante un ensayo, ya que estaba de guardia aquella tarde de sábado. Practicaron hasta el agotamiento y se sentaron a degustar unas empanadas de yuca que Renzo compró para todos en la casa de un campesino que vivía al otro lado de la verja, al fondo de la escuela. No era precisamente un manjar, pero aplacaba el hambre. Mientras comían, Grettel rió recordando como en un inicio Yolanda estaba renuente a quedarse un sábado de pase corto, y ahora había hecho casi un hábito de no irse. Denise agregó que la causa se debía a alguien en específico. Todas las miradas se dirigieron hacia Joel, que casi se atragantó con un bocado de empanada y Yolanda enrojeció mientras sus ojos reflejaban incomodidad:
_ ¿Ustedes nunca se cansan de lo mismo?_ preguntó.
_ Esta chiquita o es verraca o es anormal._ protestó Katia._ Está muerta en la calavera con el mangón este y como se hace la dura.
_ Cualquiera que te oye piensa que es verdad._ masculló Yolanda.
_ ¿Pueden entretenerse en algo mejor?_ quiso saber Joel luego de carraspear de forma exagerada.
_ Bueno, _ empezó a decir Diogo._ es burlarnos de ustedes o de los ronquidos de mi hermanito menor.
_ ¿Dennis ronca?_ se sorprendió Wendy.
_ ¿Tú?_ lo señaló Betsy._ ¿La octava maravilla del universo? ¿La perfección hecha carne?
Los ojos de Dennis se oscurecieron sobremanera:
_ No soy la octava maravilla del universo. En todo caso soy la PRIMERA. Y SÍ soy la perfección hecha persona aunque les duela reconocerlo... ¡Y YO NO RONCO!
_ Por supuesto, _ sonrió Dalton._ roncar no es la palabra más adecuada para describir ese ruido que haces cuando estás dormido.
_ ¿Tanto así?_ dijo Grettel.
_ Créeme, _ le aclaró Víctor._ yo lo he oído y es aterrador.
_ Imagínense un elefante rabioso llamando al resto de la manada._ ilustró Diogo y Dennis le saltó encima.
Mientras rodaban por el suelo propinándose golpes y apretones, los demás los observaban riendo:
_ Ya paren antes que se lastimen._ ordenó Denise.
Luis Mario consiguió desapartarlos:
_ No te molestes, Dennis. No eres el único con problemas de ronquidos. Oscar también lo hace.
_ ¿Qué?_ chilló el aludido.
_ Por supuesto, _ corrigió Luis Mario frotándose la nuca._ no hay comparación. Los ronquidos de Oscar son una canción de cuna si se comparan con los tuyos. Dennis parecía a punto de empezar a convulsionar de tanta rabia. Yolanda intentó apaciguarlo:
_ Dennis, no les hagas caso. Sabes muy bien cómo les gusta molestar. Principalmente a tu hermano.
_ Si Dennis._ añadió Renzo con ganas de seguir fastidiando._ Supongo que no serás el primer embajador que ronque.
Hubo risitas solapadas o explícitamente manifestadas. El profesor Diego alzó una de sus abundantes cejas:
_ ¿Embajador?
_ Si profe._ explicó Diogo._ Nuestro talentoso hermanito sueña con ser embajador... Ambicioso ¿No cree?
_ Bueno, yo soy de los que opinan que, para soñar, hay que hacerlo en grande ¿Por qué anhelar poco? ¿Por qué no desear cosas de altura?
_ ¿Y si los sueños al final nunca se hacen realidad?_ preguntó Nora en voz baja.
Diego dudó un momento antes de contestar:
_ Siempre es un riesgo. Tenemos las de ganar o las de perder. Pero vale la pena intentarlo. Vale la pena soñar. Es más triste enterrarse en el pesimismo y la desesperanza. Una persona sin sueños, es alguien que va por la vida sin ilusiones, sin motivación. Es una persona triste.
_ Si profe, _ comentó Flavia._ soñar no cuesta nada, pero lo que realmente cuesta es hacer que los sueños se hagan realidad.
_ Tal vez, pero todo lo que hoy es realidad, empezó siendo un sueño. Ahí tienen a todos los científicos y artistas de épocas pasadas. Fueron considerados en su tiempo, soñadores, locos, y hoy sus obras son creaciones indispensables, piezas maestras. Los que en un momento fueron incomprendidos, hoy se les considera genios. Y fue porque ellos nunca se rindieron. Jamás dejaron de soñar.
Betsy suspiró:
_ Mi sueño es que le demos una buena pateadura a Gema, a Rosemary y a Lilí en el festival de la FEEM.
_ Dalo por hecho._ asintió Itzel y ambas chocaron las manos.
_ A ver Norita, _ dijo el profesor Diego._ ¿Cuál es tu sueño? ¿Qué es lo que más deseas en tu vida?
La joven se irguió y respondió orgullosamente:
_ Estudiar derecho y convertirme en abogada. En jueza, de ser posible.
_ ¿Y crees que lo puedes alcanzar? ¿Tu sueño?
Ella tardó un segundo:
_ Creo que sí. Solo tengo que esforzarme en el estudio. Terminar el duodécimo grado con buenas notas y aprobar los exámenes de ingreso a la universidad.
_ ¿Lo ven?_ dijo Diego dirigiéndose a todos._ Esfuerzo... Si quieres hacer realidad tus sueños, solo tienes que luchar por ellos. Quedarte sentado, esperando a que simplemente pase un milagro, o decaer porque las cosas no marchan tan bien como uno quisiera y se ponen algo difíciles, no ayuda en nada.
No rendirse, esa es la cuestión.
_ ¿Y qué hay si el sueño es imposible?_ quiso saber María Alejandra.
_ No hay sueños imposibles, solo poca fe en uno mismo para luchar por ellos._ sonrió Diego dedicándole un guiño a la jovencita.
_ Profe, usted hace que parezca más fácil, pero en realidad no lo es._ observó Aarón.
_ Fácil, difícil... solo son términos, Aarón. Términos que usamos con mucha frecuencia y que a veces se vuelven en nuestra contra. Siempre decimos: la vida es difícil, la vida es dura, la vida es complicada. Pero en verdad somos las personas quienes complicamos nuestra existencia. Te pongo un ejemplo: Tú eres cristiano, crees en Dios ¿No es así? Se supone que tienes una fe absoluta en la existencia de Dios y crees que Él te escucha y atiende tus súplicas ¿Correcto? Debo imaginar que has puesto en manos de Dios cada uno de tus sueños y deseos ¿Cierto?
Aarón asintió. Diego continuó, mientras se sacudía las manos:
_ ¿Te ha pasado que cuando no recibes de parte de Dios aquello que le pides, o que las cosas no van como quisieras que fueran, te has desesperado, cuestionado su proceder y hasta dudado de si realmente te escucha?
Aarón tragó en seco y titubeó antes de balbucear un SI que apenas se escuchó. Diego le dedicó una sonrisa comprensiva:
_ No tienes que avergonzarte, ni creer que seas un mal cristiano. La fe que no duda, no es fe, sino fanatismo. Lo he oído en algún sitio. Santo Tomás era uno de los discípulos de Cristo y se negó a creer en la resurrección de su Maestro hasta no verlo con sus propios ojos. Y era uno de los Doce Apóstoles.
_ ¿Profe, usted es religioso?_ se sorprendió Erik.
_ He leído La Biblia._ contestó Diego._ A lo que quiero llegar es... Dios no hará nada que no seamos capaces de hacer nosotros mismos. Como se dice por ahí: A Dios rogando, pero con el mazo dando.
_ ¿Usted cree en Dios, profe?_ quiso saber María Alejandra.
_ Cuando nací, fui bautizado en tu iglesia, jovencita. Y tomé mi primera comunión a los nueve años. Cada día, cuando me levanto, le doy gracias a Dios por mi existencia y por todo lo que me ha dado. _ ¿Y por qué no siguió yendo a la iglesia?
_ Complicaciones de la vida, o mejor dicho, de mí mismo. Supongo que soy una oveja descarriada. Quizá algún día retorne, solo tengo que proponérmelo. Cada uno empezó a hablar entonces de sus sueños y aspiraciones para su futuro. Renzo quería comprarse un automóvil o una motocicleta de último modelo. Víctor quería llegar a graduarse como bachiller para ocuparse del negocio de su familia y casarse con la mujer de su vida: Grettel. La pareja se enroló en una batalla de labios que fue abucheada por los demás. Grettel los llamó envidiosos y acto seguido reveló su sueño: ser feliz al lado del amor de su vida: Víctor.
Luis Mario soñaba con largarse a los Estados Unidos y llevarse consigo a Wendy. Oscar quería estudiar informática para desempeñarse en algo concerniente a la edición de materiales fílmicos o televisivos. Erik recibió una lluvia de rechiflas y zapatazos cuando declaró que su sueño consistía en participar en una orgía:
_ Eres tan depravado._ le dijo Nora con una mueca de repugnancia.
Diego y María Alejandra coincidieron en el mismo sueño. Ambos anhelaban ser felices. Era lo que más deseaban en la vida. Katia quería encontrar un hombre bueno del cual enamorarse y ser correspondida, por suerte, nadie se dio cuenta que, al expresar cuál era su sueño, miraba a Dalton de una forma bastante ardiente. Betsy quería recorrer el mundo. Flavia ansiaba poder terminar el bachillerato satisfactoriamente y estudiar la carrera de medicina. Joel, por el estilo, anhelaba llegar a ser un prestigioso neurocirujano como su padre. Aarón quería no decepcionar a sus padres, y solo María Alejandra supo a qué se refería exactamente. Denise esperaba encontrar un hombre con bastante dinero para satisfacer todos sus gustos y darse una vida de reina. Diogo, similar a su hermana: poseer mucho dinero para darse una vida de lujos y placeres. Dalton era menos materialista, soñaba con estudiar periodismo y viajar por el mundo. Itzel se conformaba con estudiar psicología, casarse con un buen hombre y tener una pareja de hijos. Todos se sorprendieron cuando Dennis comenzó a hablar:
_ Ya sabemos cuál es el tuyo._ rezongó Erik._ Quieres ser embajador.
_ Si, pero a lo mejor el otro es que quiere dejar de roncar._ se mofó Diogo.
Dennis ignoró el comentario:
_ Mi sueño, _ empezó a decir._ es que siempre seamos amigos. Que no perdamos nunca este vínculo que tenemos; aunque abandonemos el país, aunque nos casemos y tengamos hijos y hasta nietos. Siempre pasa que cuando termina la etapa de estudios los amigos se separan, las relaciones se enfrían y nada vuelve a ser igual. Que con nosotros no sea así. Que nuestra amistad dure para siempre.
Se hizo un profundo silencio, cargado de emoción. Las palabras de Dennis habían calado hondo en cada uno:
_ Wow, hermanito..._ susurró Diogo, esta vez sin la más leve señal de burla en la voz. Una de sus manos acarició la cabeza de Dennis.
_ Ese es un hermoso sueño._ sonrió Grettel.
Fue el profesor Diego el primero en alargar su mano derecha hacia adelante, y Joel puso la suya sobre la de él, y luego Yolanda y Betsy, y detrás Renzo, hasta que mano sobre mano, todos hicieron la silenciosa y solemne promesa de no dejar morir jamás la amistad que habían logrado hacer surgir entre ellos. De repente, Erik saltó diciendo:
_ Oye Yolanda, tú no has dicho cuál es tu sueño.
Las miradas se dirigieron inmediatamente hacia la muchacha:
_ Es verdad._ coincidió María Alejandra._ Eres la única que no ha dicho nada.
_ No tengo nada que decir._ musitó Yolanda esquivando la mirada.
_ ¿Tú sueño no será casarte con Joel?_ bromeó Betsy.
_ Ya paren con ese juego. No es gracioso._ protestó Joel con exasperación.
_ Yola, dinos cuál es tu sueño._ rogó Denise.
_ Si, no tengas pena._ insistió Nora y señaló a Erik._ No puede ser peor que la pesadilla pornográfica de este anormal.
_ No quiero hablar de eso._ negó Yolanda mientras se ponía de pie._ Disculpen...
Y salió del aula dejando a todos sumidos en la más absoluta confusión por aquella reacción suya. Solamente el profesor Diego comprendía qué pasaba con Yolanda en aquel momento. Él la siguió con la mirada y supo exactamente cómo debía estar sintiéndose la joven. Hacía algunos años, él había tenido una sensación similar a esa.
******************
Había un lugarcito en la escuela en el cual Yolanda podía pensar tranquilamente. Cuando quería estar a solas, iba a un rincón junto a la verja que bordeaba el frente de la escuela y se sentaba en el mullido colchón de hierba, bajo un arbusto mediano. Allí, lejos del bullicio, la tensión de los estudios y los ensayos, Yolanda daba rienda suelta a su mente para volcarse en los recuerdos del pasado, analizar el presente y enfocarse en planes para el futuro. Lamentablemente, este último resultaba crudamente incierto y borroso. Yolanda no sabía cómo enfocar su vida, a qué dedicarse. Siempre se había planeado su existencia como bailarina de ballet, ya fuera en el Ballet Nacional de Cuba o en el de Camagüey. Aquel era su sueño, su más ardiente deseo. Y ya no estaba. Se lo habían arrancado de las manos sin esperarlo, sin apenas percatarse.
Mientras escuchaba a sus amigos hablar de cuáles eran sus aspiraciones, llegó a la conclusión de que ella no tenía ninguna. Se horrorizó al darse cuenta que era una de esas personas de las que hablaba el profesor Diego: alguien sin ilusiones, sin motivación, una persona triste. Se encogió sobre sí misma, abrazándose las piernas y apoyando el mentón en las rodillas. Estudiar medicina estaba más que descartado. Ella ni siquiera podía ver la sangre sin caer desmayada. Abogada, tampoco... ¿Qué hacer? ¿Qué estudiar? ¡Es que no había ninguna profesión que le cautivara, excepto bailar! Esa era su pasión. Bailar en un escenario, rodeada de luces, ante un público obnubilado por la magia de sus movimientos... ¿En qué estaba pensando? Ese sueño era inalcanzable:
_ ¿Te molesta si me siento contigo?
Giró la cabeza con rapidez y asintió despacio. El profesor Diego se acomodó a su lado y permaneció unos minutos en silencio, pasados los cuales dijo:
_ Este es un buen sitio... apartado, fresco, cómodo. Perfecto para meditar y trazarse nuevos sueños.
Le dedicó una mirada de soslayo, pero Yolanda no se dio por enterada:
_ Dejaste a todos muy preocupados al marcharte de esa forma.
_ No me sentía bien._ explicó Yolanda con un hilillo de voz, mientras jugueteaba con una brizna de hierba.
_ Si, me imagino que resulta incómodo escuchar a tus amigos plantearse sus proyectos para el futuro y encontrarse uno mismo con las manos vacías.
Al mirarla, Diego se encontró un rostro cubierto de estupor y unos ojos que denotaban confusión. Sonrió dulcemente y se apoyó con las manos mientras estiraba las piernas:
_ No eres la única que ha visto tronchado un sueño, Yolanda. Hay cientos de miles de personas que han sufrido tanto o más que tú.
Los labios de Yolanda temblaron y finalmente, la angustia brotó de sus ojos en forma de gruesas lágrimas:
_ Duele, profe... Duele mucho... Es como si me hubiesen arrancado el corazón. _ ¡Por supuesto que duele! ¡Si en verdad amabas tu carrera, tiene que dolerte haberla perdido! No puede ser de otra forma.
Yolanda sollozó convulsamente, sin reprimir ni un ápice de tristeza. Era la primera vez que se exponía ante alguien de aquella manera luego de no haber sido aceptada en la academia de ballet, y por raro que le resultase, no sentía incomodidad o vergüenza. Con el profesor Diego estaba a gusto desahogándose: _ No dejo de pensar en eso._ dijo cuando por fin pudo controlar el llanto, con la voz estrangulada._ Tanto tiempo preparándome, disciplinándome, privándome de tantas cosas. Tantos años construyendo un sueño que en cuestión de minutos me arrebataron y destruyeron... ¡No es justo, profe!
Diego apretó los labios. Si, bien sabía él de la injusticia de la vida:
_ Luego supe que me habían eliminado a mí para aprobar a la sobrina de no sé quién que trabaja en la academia Vicentina de la Torre._ suspiró._ A veces pienso que si yo hubiera sido sobrina o hija o pariente de alguien importante, todo habría sido distinto.
_ Y entonces no habrían visto tu talento, solo tu procedencia ¿Es lo que prefieres?
Yolanda negó con la cabeza:
_ Tuve la oportunidad de verlo, Yola... Hijitos de mamá y papá, sobrinos o ahijados de alguien... Gente con mucho dinero y poco talento que matriculaban en la escuela de arte a puro capricho, quitándole a otros que sí tenían aptitud, la posibilidad de estudiar allí porque no tenían en el bolsillo la cantidad necesaria para pagar su derecho a aprender la rama del arte que amaban. Te sorprendería saber cuánto talento frustrado habita este condenado país.
Los ojos de Yolanda se llenaron de curiosidad:
_ ¿Cómo puede saberlo?
En los gruesos labios de Diego floreció una sonrisa nostálgica:
_ Porque una vez yo tuve el mismo sueño que tú. Ser un gran bailarín._ ignoró la sorpresa en el semblante de la joven y continuó._ Cuando era niño, de hecho, no hace tanto tiempo, no podía oír un palo con una lata porque enseguida se me iban los pies y me ponía a bailar. Siempre fui bastante flexible, imagínate que, a estas alturas, todavía me salen los split.
Yolanda sonrió emocionada ¡Siempre había estado segura de que había algo en su profesor! ¡Y ya lo sabía! ¡Él también había estudiado en la escuela de arte! ¡Él también había sido un casi bailarín! Por eso tenía tantos conocimientos de danza. Pero... ¿Cómo había terminado siendo un maestro de asignatura en un preuniversitario?
_ Cuando estaba terminando el tercer año de nivel medio, a mi abuelo le diagnosticaron cáncer de próstata. Fue una noticia devastadora. De repente me vi convertido en la cabeza de familia, solo con diecisiete años. Mis padres acababan de irse del país y apenas comenzaban a establecerse. Desde que tengo uso de razón, siempre fuimos mis abuelos y yo. A partir de entonces la escuela me empezó a resultar una carga, al igual que mis responsabilidades en casa. Intenté equilibrar ambas cosas y hasta cierto punto lo conseguí, aunque casi enloquezco. Debía acompañar a mi abuelo a las sesiones de quimioterapia y luego atenderlo cuando se le iba la vida en vómitos y pasaba la noche entera en crisis, sin poder dormir. Por supuesto, mi desempeño en clases fue pésimo. No podía concentrarme porque mi cabeza solo daba vueltas, pensando en cómo estaría mi abuelo, y si mi abuela estaría tranquila. La pobrecita... cuando se nos dijo lo de la enfermedad, ella lo tomó muy a pecho y terminó enfermándose con una fuerte depresión. Por cualquier cosa empezaba a llorar y a lamentarse. A veces enloquecía y daba gritos como si la estuvieran matando. Yo aún no comprendo como pude soportar todo aquello en ese tiempo, y lo que vino después. Mi abuela se obsesionó con la enfermedad de mi abuelo y la idea de perderlo. Creo que fue ese mismo miedo el que terminó con su vida. La encontré un día, sentada en la sala, con el álbum familiar en las piernas... Dicen los médicos que sufrió un infarto. Pero lo más curioso es que piensan que fue tan sutil, que ni siquiera se percató... Mis padres no pudieron venir al entierro. Económicamente no estaban muy bien en aquel tiempo. Tuve que encargarme de todo, aunque algunos parientes me ayudaron. Me quedé solo con mi abuelo. Lo cuidé cada día, viéndolo consumirse rápidamente sobre una cama, devorado por aquel cáncer. El día que se fue, o mejor dicho, la noche en que se fue, yo estaba medio dormido, sentado al lado de su cama. Él abrió los ojos, me miró, me sonrió y me dijo en un susurro: Gracias mi nieto. Y murió. Ni siquiera pude llorar en aquel momento. Sabía que me quedaba solo, sabía que acababa de perder al único familiar plenamente cercano al que quería. Mis padres y yo siempre fuimos distantes, jamás establecimos una relación filial sólida. Mis abuelos fueron los únicos padres que conocí. Luego ellos se fueron, obsesionados con escapar de Cuba y la miseria del comunismo. Cuando podían mandaban dinero y se comunicaban, lo cual agradezco. Sin ese dinero no sé cómo habría podido sobrellevar todos los gastos de la enfermedad de mi abuelo. Pero fueron precisamente mis abuelos los que me hicieron la persona que soy hoy. Siempre les estaré agradecido por la crianza que me dieron. Perderlos fue un golpe que aún no he superado del todo, aún después de tanto tiempo que ha pasado.
Yolanda se percató que otra vez tenía los ojos húmedos. Qué triste la historia de su profesor. Cuánto sufrimiento había tenido que soportar:
_ Sepulté a mis dos abuelos, y para no enloquecer decidí que lo mejor era regresar a la escuela. Antes, tuve que imponerme a los parientes que aparecieron brindándose a cuidar de mí. Pero yo sabía cuáles eran realmente sus intenciones y les dejé bien claro que no necesitaba cuidados de nadie. Había atendido a mis abuelos yo solo hasta su muerte. Sé defenderme en una casa. Mi abuela me enseñó a cocinar y a hacer de todo, por tanto, no necesitaba ayuda. Además, legalmente era casi un adulto._ suspiró mientras se rascaba la cabeza._ Había perdido muchas clases en la escuela y sabía que tendría que ponerme al día y dar lo mejor de mí para salvar el año. Fui bien recibido, y la directora de aquel entonces y los maestros fueron muy comprensivos conmigo, excepto una profesora. Era la nueva jefa de cátedra de ballet clásico y parece que yo no le caía muy bien, puesto que se empeñó en machacarme. Supervisaba cada clase en la que yo estuviese y mi desempeño jamás le parecía correcto. Era como si me estuviese acosando, como si quisiera sacarme de la escuela. Una semana después de mi regreso, quiso ensayarme personalmente. Me hizo hacer piruettes, cabrioles, jetes, sissones y a la seconde hasta que no pude más. Casi me lastimé una pierna y aún así me seguía gritando, presionándome para que me levantara y bailara:
_ ¿Y qué hizo entonces usted?_ preguntó Yolanda.
_ Algo que siempre me he cuestionado. Me puse de pie, la mandé a la mierda, recogí mis cosas y me fui.
_ ¿Así de fácil?_ se sorprendió la muchacha._ ¿Se dio por vencido? ¿Por qué no fue a ver a la directora de la academia y le contó lo que estaba sucediendo? Tal vez lo habría ayudado y...
_ Soy muy orgulloso, Yolanda. Siempre lo he sido. Quejarme con la directora habría provocado que se me tuviera una lastimosa consideración, y no estaba preparado para recibir lástima. De hecho, nunca lo he estado y creo que nunca lo estaré.
_ Pero... Renunció a su sueño por culpa de esa horrible mujer.
_ Lo sé, aunque al final me he dado cuenta de que fue mi decisión. Ella solo me presionó, yo fui el cobarde que no soportó la presión. Siempre me he arrepentido de cómo actué, por impulso, con ira, y el costo fue enorme. Aún así decidí organizar mi vida una vez que salí de la escuela. Tenía que hacer algo, no quedarme con los brazos cruzados. Empecé a estudiar en la facultad para obtener el título de bachiller y matriculé en un curso para maestros. Siempre me atrajeron las letras, era muy bueno en las Humanidades. Comencé la licenciatura en Español y Literatura en el Instituto Superior Pedagógico y mi vida laboral en una secundaria básica, hasta que decidí cambiar a la enseñanza media superior. Me gradué con altas calificaciones. Fui el primer expediente de mi año. Y bueno... aquí estoy.
_ El mejor profesor de Español y Literatura de toda la provincia._ sonrió Yolanda. _ No me interesa ser el mejor. Eso solo lo digo para fastidiarlos a ustedes. Me basta con que mis estudiantes aprendan bien lo que les enseño. Ni siquiera me preocupa si al pasar los años me ven por la calle y no me saludan. Creo que solo trato de ser un buen maestro, pongo mi esfuerzo en ello.
Una brisa tibia batió las hojas del arbusto, provocando un rumor crepitante que los envolvió, rompiendo el silencio que se había cernido momentáneamente. Diego encogió las piernas y la miró fijo a los ojos:
_ Debes superarlo, Yolanda. Tienes que seguir adelante con tu vida y con tus sueños.
_ Ya no tengo sueños, profe.
_ ¡Boberías! Todos tenemos sueños.
_ ¿Y cómo supero lo que ocurrió? Ya perdí mi oportunidad.
_ ¡De ninguna manera! ¡Estás viva! ¡Eres joven! ¡Tienes toda una existencia por delante! ¡Lucha! Si esos imbéciles de la Vicentina no fueron capaces de reconocer tu talento, allá ellos. Pero no renuncies a tu sueño. Créeme, yo lo hice, y no es algo que aprendes a perdonarte.
_ Pero profe... ¿Cómo podría lograr mi sueño? Estudiar danza o ballet en este país es muy difícil. Si no has vencido antes los dos niveles completos, no tienes oportunidades.
_ Olvida las escuelas, olvida las academias. Te hablo de bailar. Te hablo de eso que te veo hacer en cada ensayo: gozar, disfrutar cada movimiento, la pasión que pones a tu baile porque es lo que amas. Nunca te he visto, pero estoy seguro de que eres una excelente bailarina clásica, se nota en tu porte, en tu manera de desenvolverte.
_ Me prometí que nunca volvería a bailar ballet. De hecho, ya ni siquiera soporto verlo por televisión.
_ ¿Por qué? ¿Ya no lo amas?
_ Si, me encanta. Pero me recuerda que lo perdí.
_ No, no lo has perdido, estás dejando que muera y es diferente. Es conformidad, es cobardía, y mientras sigas auto compadeciéndote y llorando por lo que dices que perdiste, seguirás sin saber qué hacer con tu vida. Piénsalo.
Se levantó ágilmente, se sacudió del trasero algunas briznas de hierba adheridas al pantalón y se alejó. Yolanda pasó el resto de la tarde meditando en las palabras de su profesor, pensando en su historia. Lo imaginaba, un chiquillo de diecisiete años, solo, endurecido por el sufrimiento provocado por la pérdida de las dos personas más importantes de su vida. Recordaba el brillo nostálgico de sus ojos al contarle que lamentaba la impetuosa decisión que había tomado años atrás, al abandonar sus sueños.
Ella no había abandonado el suyo. Se lo habían arrebatado. La diferencia era enorme. Y tener esperanza de, a pesar de todo llegar a ser una gran bailarina, le parecía absurdo, casi masoquista. Ilusionarse solo provocaría que el desengaño fuera aún mayor y el dolor, insoportable... ¡No! ¡Rotundamente no! Con una vez había sido más que suficiente. La danza clásica estaba definitivamente fuera de su vida, aunque en el fondo continuara amándola con todas las fuerzas de su alma. Pero debía atenerse a los hechos, a la realidad. Había perdido el gran sueño de su vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro