INSEPARABLES
Wendy se mordió los labios, indecisa de acercarse o no a Yolanda que, sentada en su cama, seleccionaba los libros para las lecciones de aquella tarde. La había escuchado conversando con sus amigas en la mañana, durante las labores agrícolas. Hablaban sobre encontrar a dos muchachas que bailaran bien para integrar una rueda de casino, y Wendy suplicaba en silencio para que quisieran aceptarla a ella. Le gustaba bailar, y a su entender no lo hacía nada mal. Si Yolanda la admitía en la rueda de casino, quizá eso podría ayudarla a olvidar un poco los problemas que la acosaban y le borraría de la mente las nefastas ideas que la estaban asaltando desde hacía varios días.
Por su mente habían transitado ya todo tipo de formas para quitarse la vida, desde hurtar una buena dosis de medicamentos en la enfermería escolar y tomárselos; ingerir combustible o cualquier sustancia tóxica, hasta la posibilidad de cortarse las venas y desangrarse o subir a lo alto del tanque de agua y arrojarse desde la altura de veinticinco metros haciéndose papilla contra el suelo. Había descartado tanto esas como las de prenderse fuego o ahorcarse, llegando a la conclusión de que era demasiado cobarde como para atentar contra su vida, y si no hacía algo pronto para borrar aquellas retorcidas ideas, terminaría dañándose de una forma u otra.
Yolanda parecía una chica agradable. No coincidía con el patrón propio de las bailarinas: odiosas, estiradas, engreídas. Ella era todo lo contrario. De hecho, recordaba como la noche de la recreación había intentado dirigirle la palabra, y por supuesto, tan incapaz como era de establecer un roce social, había desaparecido, dejándola plantada aprovechando que se había distraído con la llegada de sus amigas. Luego de aquella descortesía ¿Estaría interesada en hablarle de nuevo? Lo comprobaría dentro de unos segundos, en cuanto se decidiera a dirigirse a ella de una vez:
_ Yola..._ dijo con un tono de voz apenas audible, y llamándola de la forma en que había escuchado que hacían sus amigas.
La muchacha alzó los ojos y sonrió al verla:
_ Hola Wendy... Dime...
¿Cómo empezar? No era tan fácil como había imaginado que sería. Tenía las palabras hechas un auténtico nudo en la boca, negándose a salir. Era una pérdida de tiempo. Lo más probable sería que Yolanda le dijera que no. Seguramente ya tenía a las dos integrantes que faltaban. Era en verdad una estúpida al atreverse a hacer la solicitud, y más estúpida aún al albergar la esperanza de ser aceptada:
_ ¿Qué ocurre?_ preguntó Yolanda.
Wendy apretó los labios, dejó caer los hombros y contestó:
_ Nada... No era nada. No te preocupes.
Wendy dio media vuelta y empezó a alejarse, aunque no mucho, pues la voz de Yolanda la detuvo:
_ Oye, pero yo si tengo algo que decirte, o mejor dicho, que proponerte._ le dio alcance y le preguntó._ ¿Te gustaría formar parte de la rueda de casino que estamos preparando? Es que nos faltan dos hembras todavía...
El rostro de Wendy casi resplandeció de puro gozo y apenas sí dejó que Yolanda terminara de hablar:
_ ¡Si, si quiero!
Yolanda sonrió:
_ Muy bien, entonces nos vemos en el aula a las nueve, durante el segundo autoestudio.
_ Pero... ¿Y los otros? ¿Me aceptarán?
Yolanda le propinó unas palmaditas de ánimo en el hombro:
_ No pienses en eso ahora... Dime algo ¿Sabes bailar?
Wendy asintió firmemente:
_ ¿Te gusta bailar?_ preguntó esta vez Yolanda y de nuevo la chica hizo un gesto afirmativo._ Entonces nada más importa. Nos vemos a las nueve. No faltes. Yolanda no dijo nada a sus amigas sobre la inclusión de Wendy en el grupo, solo les insinuó que había encontrado una candidata. Estaba consciente de que, especialmente Grettel, se opondrían u objetarían al respecto, y ni que decir del resto, sobre todo Betsy. Parecía que la muchacha protestaba por el simple placer de hacerlo, como si fuese feliz yendo a la contraria de todos. Wendy se merecía una oportunidad como cualquier otra persona, y no sería ella quien se la negara. En la noche, en cuanto se reunieron y la presentó como la nueva integrante del grupo, las protestas y semblantes fruncidos no se hicieron esperar, tal y como sabía que ocurriría:
_ ¿Estás de jodedera?_ preguntó Renzo groseramente y señaló a Wendy._ Yo no pienso bailar con ella.
_ Qué desagradable eres._ le dijo Nora._ Por lo menos podrías disimular un poco.
_ ¿Cómo tú?_ sonrió Luis Mario con ironía._ Porque a ti se te nota en la cara que tampoco estás de acuerdo con ella.
_ ¿Realmente estamos tan desesperados como para incluir a cualquiera?_ quiso saber Betsy con un tono de voz tan despectivo como la mirada que dirigió a Wendy.
_ Bueno, después de aceptar a Erik en el grupo, ya nada me sorprende._ opinó Grettel.
_ ¿Alguien puede explicarme que tienen en contra de ella?_ interrogó Katia sin comprender el motivo de aquellas actitudes.
Wendy retrocedió unos pasitos y miró a Yolanda:
_ Te dije que no iban a quererme en el grupo.
Pero en cuanto quiso dar media vuelta para marcharse, Yolanda la retuvo por una mano y encaró al resto de sus compañeros, sin poder ocultar su enojo:
_ No puedo creer que sean tan crueles con Wendy ¡No entiendo! ¿Por qué la tratan así? ¿Qué les ha hecho ella?_ encaró directamente a Renzo._ ¿Te ha ofendido alguna vez?_ luego a Betsy._ ¿Te ha hecho alguna mala acción?_ miró a Grettel y a Nora._ ¿Qué razones tienen para rechazarla? ¡Y por favor, sean convincentes en sus respuestas!
Nadie dijo nada, por lo que Yolanda continuó:
_ No veo nada malo en que sea la hija del director de la escuela, y mucho menos le veo cara de chismosa o soplona. Al contrario, creo que eso podría ser algo a nuestro favor. Una ventaja. Es cierto que casi no habla con nadie y que siempre está con esa cara de amargura, pero... ¿No será porque nosotros mismos la obligamos a comportarse así? Nos resulta más fácil criticarla y despreciarla en vez de acercarnos y tratar de ser sus amigos._ hizo un pausa._ Le dije a Wendy que podía bailar en la rueda de casino, y no pienso decirle ahora que se vaya. Ella tiene tanto derecho como cualquiera de nosotros, y quien no se sienta capaz de tolerarla, pues, lamentablemente, tendrá que aguantarse o marcharse.
Betsy miró a todos y alzó la mano para decir:
_ Ya que nadie quiere hablar, lo haré yo. Hay una razón por la que la gente no quiere relacionarse con ella.
_ ¿Y cuál es?_ preguntó Yolanda encogiéndose de hombros.
Betsy se dio prisa en narrar los hechos, de los cuales, Yolanda no tenía conocimiento puesto que habían sucedido en septiembre, días antes de ella incorporarse a la escuela. Tres alumnas de décimo grado habían sido descubiertas a altas horas de la madrugada, en compañía de sus novios, provenientes de Florida, en los platanales aledaños a la institución, y habían sido amonestadas públicamente en el matutino escolar. En su defensa, habían alegado que, al salir a hurtadillas del dormitorio, se habían tropezado con Wendy, que se había levantado justo en ese momento para ir al baño y, ¡qué coincidencia que esa noche, justamente estuviera Conrado de guardia y se enterara de todo! _ ¡Pero yo no dije nada! Sí recuerdo que las vi, pero hubiera sido incapaz de delatarlas!_ se defendió Wendy casi a punto de echarse a llorar.
_ Eso ya no importa, porque ninguna de las tres siguió estudiando aquí._ continuó Betsy._ La vergüenza que sufrieron fue tan grande, que una de ellas se casó con el novio y dejó la escuela, y las otras dos se pasaron para el otro pre. _ Pero al final quedó Wendy marcada como la chivata. Y ya la escucharon: ella no fue quien le dio el chisme a Conrado._ anotó Yolanda.
_ Y quién haya sido tampoco importa ya, porque todo eso pasó hace tiempo y no vale la pena seguir arrastrando cadenas innecesarias ¿No creen?
Ante las palabras de Dennis, reinó el silencio. No se percibía siquiera un movimiento en alguno de los jóvenes. Yolanda permaneció de pie, mirando ora a uno, ora a otro, mientras retenía por la muñeca a Wendy, que casi estaba a punto de romper a llorar:
_ Oigan, sé que entre algunos de nosotros existen desavenencias, de hecho, la misma Betsy no me soporta, y ni siquiera me conoce. Sería bueno que hiciéramos un esfuerzo por tolerarnos un poco. No que seamos hipócritas, sino que intentemos convivir, al menos cuando nos reunamos para ensayar. Quizás y al final terminemos llevándonos todos bien.
_ Lo dudo._ masculló Betsy dirigiendo una mirada despreciativa a Renzo.
_ Eso es una infantilonería de no llevarse con fulanita o menganita._ opinó Erik._ Y decir que por una bobería no sé quién te cae mal. A ver, que levante la mano a quién yo le caiga mal.
Todos lo hicieron rápidamente, la mayoría en son de broma. Nora levantó ambas.
El rostro de Erik palideció hasta la punta de sus orejotas:
_ Eso duele._ se quejó.
_ ¿Y quién va a bailar con ella?_ preguntó Luis Mario apuntando hacia Wendy. _ Bueno, tendrá que ser entre Renzo y Erik que son los únicos que faltan por pareja._ señaló Dennis. _ Yo lo haré._ se ofreció Renzo.
_ ¿Quién te entiende?_ protestó Betsy._ Primero dices que no vas a bailar con ella, y ahora dices que sí. Estás como Melchora.
_ ¿Quién es Melchora?_ preguntó Aarón inocentemente y su interrogante provocó risas.
_ ¿No sabes quién es Melchora?_ se carcajeó Diogo._ En serio Aarón ¿De qué planeta vienes?
_ Aarón es religioso, acuérdate._ marcó Denise.
_ Y seguramente viene de un planeta donde las personas son mucho más decentes que tú._ dijo Dennis y se volteó hacia Aarón._ Melchora no es una persona, sino un nombre enmarcado en una frase tan vulgar como mi hermanito Diogo.
_ Vete a bañar._ escupió el muchacho a su hermano.
Renzo carraspeó exageradamente y dijo a Wendy:
_ Disculpa por lo que dije cuando llegaste. Si no te molesta, estoy dispuesto a bailar contigo.
Dirigió una mirada provocativa a Betsy mientras agregaba:
_ Al final, es mejor contigo que con ciertos microbios aquí presentes.
_ ¡Microbio será tu...!_ quiso gritar Betsy pero Flavia la interrumpió.
_ No le hagas caso. Voy a empezar a creer que te encanta la salsa con Renzo. Cuando él no te molesta a ti, tú lo molestas a él.
Ambos jóvenes se lanzaron miradas envenenadas. Wendy, más animada y relajada, se atrevió a preguntar:
_ Bueno... y... ¿Qué han hecho? ¿Han avanzado mucho?
_ ¿Avanzar?_ se mofó Erik._ Todavía no hemos bailado ni por primera vez. Y yo sigo sin pareja.
_ Con suerte no aparecerá nadie y podremos deshacernos de ti._ gruñó Nora.
El muchacho hizo un gracioso puchero:
_ Eso fue cruel._ se lamentó.
_ Supéralo._ rezongó Nora con una amplia sonrisa dibujada en los labios. _ ¿Cuándo y a qué hora son los ensayos?_ interrogó Wendy, mordiéndose los labios con nerviosismo ante las miradas tan insistentes que le dirigía Luis Mario. _ Queremos que sean todos los días._ respondió Joel._ A partir de las diez de la noche y hasta las once como máximo. He hablado con algunos profesores y me han dado autorización, pero supongo que no siempre tendremos tanta suerte.
_ Yo podría hablar con mi papá._ se ofreció la chica.
_ ¿Para qué?_ preguntó Dalton. Era la primera vez que tomaba parte en una discusión del grupo.
_ Él podría establecernos un horario y permiso oficial. Si le presentamos a todos los equipos de guardia un papel que diga: Yo, Conrado Vallejo, director del IPUEC Ignacio Agramonte Loynaz, autorizo a este grupo de alumnos a ensayar todos los días de diez a once de la noche. Pone su firma, le estampa el cuño y ya, no tendremos que pedir más permiso.
Los jóvenes intercambiaron iluminadas y cómplices miradas:
_ No es mala idea._ celebró Itzel.
_ Por el contrario, es magnífica._ sonrió Yolanda.
_ Vaya, _ intervino Luis Mario._ después de todo parece que será una ventaja tener a la hijita del jefe en el piquete... ¿No les parece?_ y le guiñó un ojo a la muchacha, que bajó la cabeza, ruborizada.
_ Esto no es un piquete._ corrigió Grettel._ Es un grupo de baile.
_ ¿Cuándo podríamos darte la carta para que la firme tu papá?_ preguntó Víctor. _ No sé, tal vez podríamos redactarla antes y decirle a Vivianne la secretaria que la transcriba a máquina. Sería solo llevársela a mi papá para que la lea, la firme y la acuñe.
Joel miró a Dennis:
_ ¿Crees que podrías escribir tú la carta?
_ ¡Claro que puede!_ se adelantó Diogo en responder.
_ Perdón, _ masculló Dennis._ me preguntaron a mí. Soy yo quien debe responder.
_ La respuesta es la misma, solo te evité el trabajo de hablar.
_ Eres demasiado amable cuando te parece._ espetó Dennis con una mueca. _ Muy bien._ dijo Yolanda._ Wendy y Dennis se pondrán de acuerdo después, ahora, creo que debemos empezar a ensayar. Todos de pie y tomen a su pareja. _ ¿Ensayar? ¿Ahora?_ se lamentó Denise._ Pero ya son las once menos cuarto. _ Pues en quince minutos vamos a marcar unos pasos. No podemos demorarnos más.
Mientras todos se ponían de pie y se organizaban según las parejas, Erik alzó una mano para llamar la atención de los presentes:
_ ¿Y este qué disparate irá a soltar ahora?_ gruñó Nora.
_ No sé si habrán notado que yo no tengo pareja.
_ Ten un poco de paciencia._ le aconsejó Joel._ Encontraremos a alguien que baile contigo.
_ Si, alguien lo suficientemente desquiciado como para soportarte._ susurró Betsy con una mueca burlona mientras indicaba a Oscar la postura de baile correcta.
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Con la suma de los días Yolanda se fue percatando que casi ni pensaba en la idea de abandonar la escuela. Aún continuaba detestando las mismas cosas que había odiado desde el primer día. Todavía le molestaba escuchar a alumnos de onceno y duodécimo grado refiriéndose a los de décimo con el término de melones, o gastándoles bromas pesadas y engaños vergonzosos, hasta en los que a veces, los profesores tomaban parte. Rosemary y Lilí todavía seguían lanzándole ironías de vez en cuando. No obstante, se notaba a sí misma mucho más animada que anteriormente, y aunque sus amigas se empeñaban en afirmar que el causante de su alegría era Joel, ella estaba más que convencida que todo era producto a las nuevas vivencias que se sucedían a diario, desde que organizara el grupo de baile con sus nuevos amigos. Betsy continuaba tan antipática como siempre, peleando con todos, especialmente con Renzo. Erik se negaba a aceptar la idea de que nadie soportaba sus chistes y bromas burdas. Luis Mario proseguía tan apático y sarcástico como le era posible, y Wendy, a pesar de haber logrado que su padre firmara y acuñara la carta de autorización para los ensayos nocturnos, todavía no era vista con buenos ojos por algunos de los jóvenes. Cada noche, justo después que mandaban a dormir, se reunían en el mismo salón, apartaban mesas y sillas, y se ponían a bailar, teniendo como única melodía la voz de Joel que indicaba los cambios de parejas, giros y otros movimientos. Seguían sin encontrar la chica apropiada para Erik, y su inactividad propiciaba intranquilidad durante las prácticas.
Por otra parte, sabían que Gema ya había iniciado los ensayos con el piquete de Rosemary y Lilí, y mucho se hablaba en la escuela sobre lo bien que bailaban y acerca de la férrea disciplina instaurada por la instructora de danza. Por tales causas mantenían en secreto su proyecto, empleando una hora cada noche en practicar con el ardoroso deseo de superar a sus rivales. Aunque no iba a ser nada fácil. Para Betsy era una auténtica tortura bailar con Oscar, o mejor dicho, enseñar al joven a hacerlo:
_ Tú lo quisiste, así que ahora no te quejes._ le reprochó Flavia.
_ Pero es que este niño tiene dos pies izquierdos._ se quejó Betsy pataleando en el suelo de modo infantil.
_ Lo siento._ se disculpó Oscar bajando los ojos tras los cristales de sus gafas.
_ Debes tener paciencia, Betsy._ aconsejó Denise._ Oscarito está haciendo todo lo posible por aprender, no seas tan dura con él. Además, tú misma dijiste que ibas a enseñarlo.
_ Pero no pensé que fuera a ser tan difícil.
_ Bueno, _ sonrió Diogo._ entonces puedes intercambiar y ser la pareja de Erik.
_ ¡Ni que estuviera loca!_ vociferó la chica.
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Sin darse cuenta los jóvenes fueron creando entre ellos un clima cálido, casi familiar. Poco a poco, las desconfianzas fueron dando pasos breves a la tolerancia y la comprensión, exceptuando a Betsy y a Renzo, quienes parecían empeñados en querer arrancarse las cabezas a mordiscos. A pesar de las insignificantes diferencias, empezaba a surgir algo hermoso entre ellos, y aunque parecía que no se habían percatado, otros sí lo habían hecho.
Podía vérseles juntos en casi todos los momentos del día. Durante los horarios de alimentación en el comedor, en los tiempos libres, en las labores agrícolas... Parecían una pequeña tropa, siempre platicando y riendo. En los días de entrada a la escuela, se unían en el punto de recogida de las guaguas y abordaban el mismo vehículo, e igualmente, cuando regresaban a sus hogares trataban de viajar juntos. A veces, cuando estaban de pase en sus casas, hasta se juntaban para salir a pasear en las noches o ir a alguna fiesta que se celebrase en el pueblo.
Empezaron a tomar como costumbre el sentarse en el ranchón, sobre todo en las mañanas, antes de la llegada de la guagua de los profesores y en las tardes, antes del autoestudio. Allí podían verlos estudiantes, profesores y demás personal presente en la escuela, sentados unos en los bancos y otros en el suelo, carcajeándose con las broncas de Betsy y Renzo, abucheando a Erik o lanzando insinuaciones románticas sobre Joel y Yolanda.
Katia e Itzel se habían vuelto asiduas visitantes al dormitorio de las chicas de décimo grado. Principalmente, en los días de entrada a la escuela, todas se reunían para comer juntas y compartir chismes. Hasta Betsy se había ido sumando poco a poco, aunque, todavía mantenía distancias y recelos, pero estos quedaban atrás no bien se entusiasmaba y comenzaba a hablar de temas picantes que provocaban la hilaridad de las muchachas, excepto de Nora, que catalogaba aquellas pláticas suyas de inmorales y groseras: _ Dices eso porque todavía eres señorita._ le señaló Katia.
_ No._ negó rotundamente Nora._ Lo digo porque en serio es vulgar y desagradable hablar de esas cosas.
Los varones también acostumbraban ya a reunirse cuando estaban en el dormitorio, sobre todo en el horario de baño, cuando Diogo, Dalton y Luis Mario ejecutaban sus tandas de ejercicios físicos, a las que se sumaban Víctor, Renzo, Aarón, Joel y Erik, que más bien lo que hacía era payasear. Incluso, el mismo Oscar se les unió con el deseo de añadir un poco de músculos a su raquítica figura. Solo Dennis se negaba a incorporarse al equipo y sus prácticas de barras, abdominales y flexión de brazos. Sentado en su litera, rodeado de libros y cuadernos, con las piernas cruzadas mientras realizaba los deberes escolares, los miraba despectivo:
_ La verdad es que pierden su tiempo. Deberían ejercitar mejor sus cerebros. _ Lo haríamos si quisiéramos vernos tan demacrados como tú._ contestó Diogo mientras estiraba los brazos.
_ No necesito reventarme haciendo abdominales para lucir bien. YO luzco muy bien.
Un coro de risas secundó su comentario:
_ Tu hermano debe estar mal de la cabeza._ comentó Luis Mario, a lo que Dennis respondió mientras cerraba bruscamente el libro que tenía delante.
_ Para tu información: YO soy un talento, y no solo eso. De todos mis hermanos:
YO soy el más atractivo.
_ Este sí que tiene la autoestima elevada._ musitó Joel con una sonrisa burlona. Luis Mario se sentó al borde de la litera de Dennis, quien trató de impedírselo y echarlo a empujones:
_ En serio ¿Tú te miras al espejo?
_ Todos los días, y por favor levanta tu sucio y sudado culo de mi cama. _ Deberías hacer como Oscar, Dennis._ dijo Víctor._ Míralo, quiere ponerse sexy para seducir a las nenas.
Dennis enarcó una ceja mientras miraba a Oscar que, aferrado a los tubos de dos literas, realizaba ejercicios de barra con supremo esfuerzo, cada centímetro de piel tensado y la sangre de todo el cuerpo acumulada en el rostro:
_ Si, _ masculló Dennis contrayendo una esquina del labio superior._ eso si no se muere antes mientras lo intenta... Ah, Oscar, tal vez debas tener cuidado, no sea que te lastimes._ su voz se endureció al dirigirse otra vez a Luis Mario._ Y tú levántate de mi cama, no te lo pienso repetir, y yo en tu lugar, en vez de malgastar tiempo aumentando la masa muscular de los brazos, lo emplearía en estudiar. No sé si te has percatado pero los profesores te odian. Académicamente eres un desastre, sin contar que te has visto involucrado en más de cinco broncas desde que inició el curso. Todos te tildan de persona non grata, y solo conseguirás que te expulsen de la escuela ¿Me faltó algo por mencionar?
Luis Mario sonrió y dijo a Dalton y a Diogo:
_ Oigan, me encanta su hermanito. No se mide para decirle las cuatro verdades a la gente en plena cara.
_ Bienvenido a nuestro triste mundo._ suspiró Diogo.
Luis Mario se acercó más a Dennis y le corrió un brazo sobre los hombros:
_ ¿Qué te parece si me ayudas con los estudios? Podrías darme algunos repasos, como haces con tus hermanos ¿Qué dices?
Dennis casi convulsionó mientras luchaba por deshacerse del sudado brazo del joven:
_ ¡Suéltame, sucio marrano! ¡Estás todo cochino y yo ya me bañé! ¡Fuera de mi cama! ¡Por tu culpa tendré que cambiar las sábanas!
Los otros chicos rieron, mientras Diogo instaba a Luis Mario a asfixiar a su hermano bajo sus transpiradas y olorosas axilas.
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Así iban las cosas. Empezaron a ser conocidos como los inseparables, y a diferencia de los muchos piquetes que abundaban en la escuela, el de ellos resaltaba por encima de los demás con un algo especial que nadie era capaz de definir exactamente.
Por supuesto, Rosemary los miraba con ojos rabiosos, sin alcanzar a entender como Joel podía codearse con aquella turba de idiotas, principalmente la mediocre de Yolanda. Pero lo que más la enojaba era la poca atención que recibía por parte de ellos. En más de una ocasión, en unión de sus amigas íntimas y los integrantes de su grupo de baile, le hicieron coro a Yolanda y a sus amigos, vociferándoles desde la plaza escolar algunas frases burlonas cuando estos se dirigían hacia el ranchón. Sin embargo, la respuesta a la provocación fue un completo silencio, aunque Betsy estuvo tentada a soltarles un improperio. Yolanda le indicó con un gesto que la única y mejor respuesta posible era la total ignorancia, por lo que continuaron su camino sin voltearse, sin inmutarse, conversando y riendo entre ellos como si nadie les hubiese hablado. La vergüenza y la ira se adueñaron del alma de Rosemary, y su odio y su deseo de pisotear a Yolanda crecieron aún más, y solo pensaba en hallar alguna forma de arruinar los planes de aquel grupo que comenzaba a inquietarla. Sabía perfectamente que tramaban algo, que estaban preparándose y ensayando para el festival de la FEEM. No sabía de qué se trataba, no había tenido la oportunidad de descubrir lo que se traían entre manos. El no saber resultaba algo desesperante, porque no sabía qué esperar, y odiaba la idea de recibir una desagradable sorpresa.
Los días continuaron sucediéndose, trayendo consigo nuevas y agradables vivencias entre los jóvenes. Finalmente Wendy terminó por ser aceptada en el grupo. Tal vez por el hecho de haber abierto su corazón, contándoles por todos los sinsabores que había atravesado en las últimas semanas. Ya fuera por lástima, o porque realmente descubrieron que era una chica agradable, digna de fiar, Wendy finalmente recibió la confianza y el aprecio de los chicos, quienes muy pronto se percataron de la cercanía que comenzaba a primar entre la muchacha y Luis Mario, algo que a Gema tampoco le pasó por alto y que no vio con buenos ojos. El joven había comenzado a recibir repasos de Dennis durante el horario de autoestudio, pero continuaba ganándose la mala opinión de los profesores a
causa de su desinterés e indisciplinas. Además, sus manifestaciones agresivas en no pocas ocasiones eran otro punto en su contra. En menos de dos semanas, protagonizó dos peleas más en el dormitorio:
_ Realmente no entiendo qué es lo que quieres probar con tantas broncas._ le dijo Nora en una ocasión.
_ No quiero probar nada, pero a mí hay que respetarme, y el que se quiera hacer el chistoso conmigo, le parto la cara. Así de fácil.
_ Uy, qué miedo._ masculló Betsy._ Eso es hasta que un día te encuentres a uno más loco que tú, que te dé la ripiá de tu vida.
_ Ya dejen eso, que tengo que hacerle una pregunta importante a Luis Mario._ interrumpió Grettel y preguntó en tono confidencial, pero audible para todos los presentes._ Luisi... ¿Es verdad que te acostaste con la odiosa de Gema? ******************
Yolanda a veces se detenía a observarlos, sobre todo cuando estaban sentados en el ranchón, inmersos en sus jocosas pláticas, y se sorprendía al notar que la nostalgia por su antigua escuela había menguado. No se engañaba. Todavía sufría por el sueño perdido, aún se lamentaba por lo que había quedado atrás, pero el presente ya no le resultaba tan amargo, y el futuro traía algo de luz a lo lejos. Tal y como le había dicho Joel en una ocasión: su vida no había concluido. Era joven, tenía todo un mundo por delante y muchos sueños por cumplir. Además, le encantaban sus nuevos amigos. Cada uno era especial de una forma única. Estaban primero que nadie, Grettel y Nora, sus dos mejores amigas en todo el universo. Luego, Denise y sus tres hermanos, tan parecidos físicamente los cuatro como igual de diferentes. Renzo y Víctor, obsesionados por sus apariencias físicas, e imbuidos últimamente en la cultura de los tatuajes. Grettel ya había amenazado a su novio con terminar la relación si se atrevía a garabatearse algo en el cuerpo. Lo extraño fue que cuando Víctor se presentó ante ella con unos caracteres chinos escritos en el brazo derecho, la hizo cambiar de parecer al decirle que aquello significaba: TE AMO. También estaba Aarón, tan cortés y reservado siempre, al que todos respetaban sus creencias religiosas y disculpaban el hecho de que los viernes en la noche no fuera a los ensayos, ni se reuniera con ellos los sábados producto a una ley inviolable de su religión. Oscar, tan tímido, encandilado por la informática y con tanto interés por aprender a bailar. Wendy había dejado atrás tanta agonía y tristeza que le caracterizara en el comienzo y se manifestaba más alegre y entusiasmada cada vez. Luis Mario a veces se mostraba un poco antipático, pero confiaba en que pronto cambiaría. Solo debía despojarse de aquel traje suyo de macho duro, que estaba segura, el muchacho se forzaba a llevar. Flavia, siempre radiante e inquieta, pendiente de las locuras de Betsy, quien finalmente una noche, tras concluir el ensayo, la detuvo antes de entrar al albergue y le manifestó que quizás se había precipitado en juzgarla mal, que en el fondo no era tan picúa como la había imaginado que sería.
Claro, al final terminó diciéndole de un modo tajante que eso no significaba que iban a ser amigas. Yolanda solo le respondió con una sonrisa y un perceptible gesto de cabeza. Incluso Erik ocupaba un lugarcito en su corazón, pese a ser tan insoportable y desesperante.
Y finalmente estaba Joel, quien era algo así como su ángel de la guarda. Aunque ambos se habían ganado últimamente el resentimiento de Salim por no haberlo tenido en cuenta para participar en la coreografía. Joel era su mejor amigo del sexo opuesto, aunque todos daban por hecho que ambos tenían algo más que una amistad, a pesar que ella se empeñaba en negarlo todo el tiempo. Con Joel todo era diferente, incluso, a cuando estaba en compañía de las chicas. Él la escuchaba y le hablaba como nadie, desde el corazón. Con él, sentía que podía conversar sobre temas que incluso, con Grettel o Nora, le resultaban difíciles de tocar. Joel era absolutamente distinto y especial. Pero cada uno de ellos contribuía de una forma u otra en traerle felicidad a sus días. Ya fuera por el eterno romanceo de Grettel y Víctor, los disparates de Erik, las broncas entre Renzo y Betsy, los resabios de Nora o las autosuficiencias de Dennis, Yolanda había encontrado una razón para querer permanecer más tiempo en la escuela: sus nuevos amigos.
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