PROPUESTA
Pasaron dos días luego de la escapada al preuniversitario vecino. La rueda de casino que la instructora Gema estaba preparando, gozaba de cierto prestigio en el estudiantado. Cada noche, entre las seis y las siete de la tarde, se encerraban en un aula y bajo la supervisión de Rosemary, quien tomaba la batuta en ausencia de la instructora de arte, conectaban la reproductora de música que previamente Gema dejaba bajo su responsabilidad. En cuanto los demás chicos escuchaban uno de los pegajosos ritmos de la Charanga Habanera, sabían que el ensayo había iniciado, entonces, era común ver las persianas inundadas de rostros curiosos. A veces dejaban la puerta del salón abierta y no pocos alumnos se apiñaban entre empellones y murmullos, hasta que Rosemary, ávida de poder y arrogancia, los mandaba a callar o terminaba cerrándoles groseramente la puerta en la cara.
Por supuesto, ya todos sabían sobre el reto lanzado por Rosemary a la chica que había salido de la escuela de arte. Era normal que Lilí y sus cómplices lo divulgaran a los cuatro vientos, creando una especie de expectativa y mucha curiosidad, ya que nadie había visto movimientos de ensayos de la rueda de casino rival. Yolanda y sus amigos continuaban encontrándose tras el toque de queda para practicar la coreografía. Sin embargo, las cosas ya no marchaban tan bien como antes. Les preocupaba mucho el criterio positivo que existía sobre el grupo de baile de la instructora Gema. Les inquietaba el hecho de que no habían ensayado ni por primera vez con música. Es que ni siquiera habían pensado en el tema musical que emplearían. No conseguían ponerse de acuerdo en eso, ni en qué nombre ponerle al grupo:
_ Nosotros seremos Los Fracasados de la Pista._ rezongó Erik en una ocasión. _ ¿Por qué dices eso?_ le reprochó Denise._ Nosotros vamos a conseguir ganar el premio en el festival.
Erik contrajo el rostro en una mueca:
_ ¿Si? Pues no me parece._ y enumeró con los dedos._ Míranos: no tenemos nombre, ni música, nadie nos apoya, nadie sabe absolutamente nada de nosotros...
_ Eso es lo mejor._ dijo Joel._ Tomaremos a todos por sorpresa y los dejaremos boquiabiertos. Gema le ha dado tanta publicidad a su coreografía que la gente estará obstinada de verla cuando la presente en el festival.
Erik se encogió de hombros y agregó:
_ Además, yo sigo sin pareja.
En una ocasión, se reunieron como de costumbre, a la misma hora y en el mismo salón de clases. Para sorpresa colectiva, el profesor Diego, que era uno de los docentes de guardia esa noche, se coló en el aula y se sentó al final, observando en el más absoluto silencio a los nerviosos muchachos, cohibidos por su presencia. No fueron pocos los momentos en que se confundieron y dejaron de bailar para enrolarse en acaloradas discusiones. El profesor Diego solo les indicaba con un simple siseo que bajaran el volumen de sus voces. Betsy estaba empeñada en pedirle al hombre que se largara y los dejara ensayar tranquilamente, solo que cada vez que hacía el intento de hablar, Oscar se lo impedía, alegando en voz baja que ella solo haría que los mandaran a dormir. Cuando más entusiasmados se hallaban bailando y logrando que la coreografía funcionara adecuadamente, unas forzadas y burlonas risitas sonaron desde la puerta, obligándolos a detenerse. Allí estaban Lilí y Rosemary, con los semblantes iluminados con aquellas desagradables e hirientes sonrisas en los labios:
_ ¿Y esa mierda es la que piensan presentar en el festival?_ se mofó Rosemary.
_ Creo que ya ganamos, prima._ agregó Lilí.
_ Pueden ganarse un buen trompón ahora mismo._ amenazó Betsy queriendo avanzar hacia ellas, pero nuevamente Oscar frenó sus impulsos.
Rosemary dio unos pasitos hacia el interior del salón, dejando que las palabras fluyeran de su boca con el siseo propio de una serpiente al acecho de su presa: _ Ahora entiendo por qué tanto misterio con sus ensayos. Yo también estaría avergonzada si bailara en una coreografía tan deprimente.
_ ¿Por qué mejor no te vas a dormir, Rosemary?_ le dijo Joel con un tono de voz que denotaba incomodidad.
La joven, lejos de detenerse, continuó con su chanza:
_ Deberían venir a los ensayos de mi grupo. Quizás puedan aprender algunos pasitos.
Nora quiso decirle algo, una grosería era lo que tenía en mente, pero el profesor Diego se puso en pie y dijo en voz alta y pausada, mientras avanzaba hacia el frente del salón:
_ Señorita Rosemary y compañía, si no me equivoco, estas no son horas de que estén deambulando por la escuela. Se supone que deben estar en la cama desde hace mucho.
_ ¿Y por qué ellos están levantados todavía?_ señaló Lilí con voz chillona hacia Yolanda y sus amigos.
El semblante de Diego se endureció, al igual que su voz. Lilí se arrepintió de sus palabras al instante:
_ A diferencia de ustedes, ellos tienen permiso para estar todas las noches levantados a esta hora ¿Tienen ustedes dos una autorización similar?
Rosemary y Lilí guardaron silencio. El profesor Diego fingió una sonrisa y continuó:
_ Ese pensé... Bueno y como se supone que sus presencias aquí no aportan absolutamente nada, excepto molestias, les doy cinco segundos para que desaparezcan inmediatamente y vayan directo a sus dormitorios... Y les queda solo un segundo.
Las muchachas se dieron prisa en obedecer y marcharse, no sin antes dirigir una mirada cargada de rencor a Yolanda. Los chicos celebraron la expulsión de Rosemary y Lilí, aunque al final quedaron preocupados e incapaces de continuar el ensayo, pues, al igual que la odiosa muchacha, consideraban bastante deficiente su baile:
_ Si no mejoramos, no solo ellas se reirán de nosotros._ opinó Luis Mario.
Yolanda se volteó hacia el profesor Diego:
_ Díganos la verdad, profe... ¿Tan mal le parece que estamos?
El hombre no respondió al momento. Tardó unos segundos en hallar las palabras exactas que resultaran menos duras para los chicos:
_ Creo que deben trabajar más._ dijo finalmente.
Aarón se rascó la cabeza:
_ Esa es una forma suave de decirnos que estamos fritos.
Una nube invisible cargada de desánimo se cernió sobre Yolanda y el resto del grupo. Primero, Rosemary y Lilí se burlaban, y como corroborando dichas burlas, el profesor Diego les decía aquello. El salón se llenó de comentarios susurrantes, matizados de preocupación. Todos y cada uno manifestaba su inquietud e interés de hallar una manera de solucionar las dificultades. El profesor advirtió claramente el temor y la inseguridad que los colmaba y sintió lástima por ellos:
_ Oigan, oigan... Calma. Olviden lo que les acabo de decir y concéntrense. Aún están en tiempo para el festival de la FEEM ¿Por qué no le piden ayuda a Gema?
Ella es la instructora de arte de la escuela. Puede asesorarlos con el montaje.
_ Ya lo hicimos._ gruñó Nora._ Y nos dijo redondamente que no.
_ Todo lo que nos ha visto hacer lo hemos preparado solos. Con la única ayuda del talento de Yolanda._ explicó Katia.
_ Eso está muy mal hecho de parte de Gema._ comentó Diego meneando la cabeza.
_ Pues dígaselo a ella._ masculló Betsy sentándose indolentemente sobre una silla.
El rostro de Yolanda se iluminó de repente. No estaba segura de cómo le había venido a la mente aquella idea, pero estaba convencida de que no habría una mejor solución. Llena de confianza dio unos pasos hacia su profesor de Español y Literatura y le dijo:
_ ¿Usted podría ayudarnos?
No sabía si el tono empleado había sido el de una pregunta o una aseveración, lo cierto es que sobre ella cayeron las miradas de sus compañeros. Miradas de sorpresa, de estupor, de pánico, de desconfianza. Yolanda las ignoró todas. Sentía la extraña sensación de que hacía lo correcto, de que la ruta emprendida era la que de veras debía seguir. Ella había visto al profesor Diego bailando y guiando una rueda de casino con más de veinte parejas el día de las elecciones estudiantiles. Todo indicaba que era un excelente bailarín. Estaba totalmente segura de que nadie, excepto él, ni siquiera la instructora Gema, podría servirles de mayor ayuda:
_ Usted puede ayudarnos._ repitió Yolanda, pero esta vez no fue una pregunta sino una convencida afirmación.
_ ¿Qué está haciendo esta loca?_ murmuró Renzo al oído de Víctor.
El profesor Diego no había atinado a reaccionar desde la primera solicitud. Permaneció de pie, con las manos tomadas tras la espalda, inmóvil como una estatua. Ante la insistencia de la muchacha, parpadeó varias veces. Las aletas de su nariz se dilataron y por primera vez en sus siete años dedicados a la docencia, se sintió incómodo ante un grupo de estudiantes que lo observaban fijamente mientras aguardaban una respuesta de su parte. Carraspeó, sin saber qué decir en aquel momento de turbación tan poco frecuente en él. Consultó su reloj de pulsera y finalmente pudo hablar:
_ Son las once menos seis minutos. Deberían irse a dormir ya.
Yolanda intentó abordarlo otra vez, pero el semblante del profesor indicaba, sin necesidad de palabras, que cualquier interés de su parte en insistir, sería nulo. Salieron poco a poco del salón, envueltos en murmullos incomprensibles y toda suerte de especulaciones acerca del absurdo arrebato de Yolanda. La jovencita, antes de marcharse, se volteó para mirar a su maestro que continuaba de pie en el mismo sitio, con las manos embutidas en los bolsillos del pantalón y los ojos fijos en algún punto invisible e indefinido del salón de clases. Quizás no había conseguido nada por el momento, pero no se daría por vencida. Tal vez sus amigos eran incapaces de comprender las ventajas de que el profesor Diego los apoyara en el montaje de la coreografía, pero ella estaba convencida de que sería una carta de triunfo. Solo debía persuadirlo a aceptar la petición. ******************
Diego se levantó temprano, con cuidado de no despertar a Arleeth, la enfermera que dormía en la minúscula habitación contigua al salón de atención médica. Luego de ducharse, bajo un potente y helado chorro de agua, recogió las sábanas y se dirigió a la oficina donde radicaba la cátedra de Humanidades. Aunque el personal de cocina laboraba ya en la preparación del desayuno, la escuela aún dormía. El olor a leña quemada, a café recién colado y leche ahumada llenaba el aire.
Sin saber por qué, a su mente acudieron los recuerdos de lo acontecido en la víspera. Cuando les había dicho a Yolanda y a sus amigos que debían trabajar más para poder mejorar la coreografía, solo intentó ser amable, condescendiente, pues lo cierto era que los chicos estaban muy lejos de aquella observación, desde su punto de vista personal. Veía en ellos pasión, fuerza, deseos, y eso, aunque positivo, no bastaba. Aquella alumna suya, Yolanda, podía ser muy buena bailarina, pero eso no la convertía en una buena coreógrafa. Necesitaban ayuda cuanto antes. Pero... ¿Por qué pedírselo precisamente a él? Tantos años siendo cuidadoso. Tanto tiempo tratando de olvidar, de dejar atrás recuerdos que evitaba constantemente evocar, y ahora...
Entró en el dormitorio seis de los varones de décimo grado y prendió la luz a la vez que gritaba un sonoro ¡De pie! Fue pasando litera tras litera despertando a los chicos que se retorcían adormilados y refunfuñando entre el barullo de sábanas revueltas y bostezos grotescos. Se detuvo a charlar un momento junto a la cama de Dennis, preguntándole como estaban sus ánimos para participar en el próximo concurso de Español, y ofreciéndole un folleto de gramática que podría serle útil para practicar. Erik despertó y sin darse por enterado de la presencia del profesor, saltó de su cama profiriendo una palabrota grosera. Al encontrarse con la oscura mirada de su maestro quedó paralizado y tartamudeó una disculpa. Diego movió lentamente la cabeza:
_ Señor Erik... Según lo primero que diga una persona al levantarse, se tiene una idea de cómo será su día. Ya veo que el suyo no promete ser nada bueno. Y por favor, oculte esa protuberancia de su entrepiernas antes que lastime a alguien. Erik se apresuró en cubrir con una sábana la erección matutina que hinchaba sus calzoncillos. Diego se despidió de Dennis, no sin antes decirle, haciendo referencia a Erik:
_ Estos especímenes nunca faltan en una beca.
Ninguno de los chicos hizo comentarios sobre la petición de Yolanda. Era probable que solo la muchacha fuera quien quisiera recibir su ayuda. Estaba consciente de que los estudiantes le temían y le respetaban. Claro está, él mismo se había encargado de crearse una imagen, una reputación de tirano carente de toda sensibilidad. Los años que llevaba dedicados al magisterio le habían enseñado que alumnos y maestros son eternos rivales. Para el estudiante, el profesor solo es bueno siempre y cuando satisfaga las expectativas y gustos de sus discípulos. Por ejemplo, las chicas adoraban a Efrén, el profesor de Preparación para la Defensa porque era joven y atractivo y siempre estaba coqueteando con ellas. Por supuesto, el exceso de confianza y las libertades ocasionaban que cuando él intentaba regañarlas, ellas no lo tomaban en serio. Entonces el profesor, para hacerse obedecer, imponía carácter con puño de hierro y se ganaba la antipatía de sus admiradoras, aunque después volvían a las andadas. Y así por el estilo. Diego tenía convicciones, principios. No podía incurrir en contradicciones que menoscabaran su autoridad e imagen ante el estudiantado, por eso evitaba cualquier tipo de relación fuera de la establecida alumno-maestro.
Sin embargo, no podía ocultar que aquellos chicos que le había tocado dirigir ese curso, le atraían enormemente. No todos, sino aquella nutrida pandilla empeñada en que él les coreografiara una rueda de casino. Les resultaban carismáticos, divertidos, interesantes. Y estaban influyendo muy bien en muchos otros estudiantes que anteriormente le preocuparan. Por ejemplo, Wendy, la hija del director Conrado. Al principio del curso escolar era una muchacha retraída y gris, con serios problemas en el núcleo familiar, y desde que integrara aquel grupito, se mostraba animada, activa. Otro caso era el de Luis Mario. No eran pocos los profesores empeñados en expulsarlo de la escuela. Había perdido la cuenta de la cantidad de quejas recibidas acerca del mal comportamiento del joven, transgresor de una regla tras otra. Sorprendentemente, el número de incidencias por parte de Luis Mario había disminuido. Muy pocos eran los colegas que ahora le reportaban indisciplinas del muchacho. Claro, su reciente noviazgo con Wendy parecía también haber influido positivamente en él, y su sólida amistad con Oscar, el chico de su aula fanático a la informática, quien era uno de los más disciplinados y aventajado académicamente. Suspiró al pensar en aquel otro estudiante suyo, Erik. Era un auténtico desastre humano, sin embargo, también formaba parte de aquel piquete que tanto le llamaba la atención.
Pensó en la propuesta de Yolanda, una muchachita que al comienzo del año lectivo había venido de traslado de la Escuela de Arte y de la cual, en un inicio, había creído que no resistiría mucho tiempo en la beca. Se había equivocado. Yolanda había demostrado ser más fuerte de lo que aparentaba. Era una de sus alumnas más estudiosas y había encontrado una forma, un sentido para no abandonar la escuela.
Se dio una vuelta por la cocina, supervisando el proceso de elaboración del desayuno. Bromeó un rato con las cocineras y se dirigió luego a la cátedra de Humanidades:
_ Profe...
Se volteó sobre la marcha, consciente de quién le estaba llamando tan de mañana. Yolanda ya vestía las ropas de trabajo agrícola y sus ojos brillaban ansiosos en medio de la débil claridad del amanecer:
_ Buenos días._ saludó el hombre._ Por lo que veo sí que ha madrugado usted. _ Buenos días, profe._ saludó Yolanda sintiéndose algo incómoda ante aquel joven profesor que jamás tuteaba a ninguno de sus estudiantes. Tal vez por ello era que todos le prodigaban el gran respeto del que se sentía satisfecho.
Diego sacó un manojo de llaves del bolsillo al detenerse ante la puerta de la oficina. Yolanda seguía tras él, silenciosa, aguardando el momento exacto para hablar, para soltar las palabras que latían en su boca, ávidas por salir fuera. Abrió la puerta y miró a la muchacha, cruzándose de brazos sobre el pecho:
_ Muy bien._ dijo._ ¿Qué sucede? ¿A qué se debe que me busque tan temprano?
Ella titubeó unos segundos. Se balanceó levemente sobre los talones, con las manos tomadas tras la espalda:
_ Quería saber si había pensado en lo que le propuse ayer.
Otra vez con lo mismo. Diego estuvo casi a punto de sonreír, admirado ante la insistencia de aquella jovencita. Quizás se había equivocado al pensar que Yolanda sentía pavor solo de verlo aparecer. Decidió jugar un poco con ella, ver hasta dónde era capaz de llegar en su interés:
_ ¿Y qué me propuso? No lo recuerdo, la verdad._ usó su tono más desenfadado y aburrido.
_ Le pedí que me ayudara a preparar nuestra rueda de casino.
_ ¡Ah! Eso... Si, ya lo recuerdo._ abrió la puerta de la oficina y entró en ella luego de accionar el interruptor y prender las luces. Deambuló por el cubículo sin poder recordar con exactitud para qué había ido hasta allí. La figura esbelta de Yolanda se recortaba en el umbral de la puerta, expectante. Diego suspiró y la encaró._ Verá... No sé exactamente qué le hace pensar que yo puedo ayudarlos. Soy profesor de Español y Literatura, no un instructor de arte.
Los ojos de Yolanda relampaguearon:
_ Lo vi bailar el día de las elecciones estudiantiles.
Diego se acomodó sobre una esquina del buró:
_ Como cualquier otro ese día._ sonrió mostrando indiferencia.
Ella negó con suavidad:
_ No, usted bailaba diferente. Con gracia y estilo. Guiaba la rueda de casino gigante y sabía muy bien lo que estaba haciendo. Había técnica en lo que estaba haciendo.
¡Qué observadora! Indudablemente aquella chica no había perdido el tiempo en la escuela de arte. Él también sabía distinguir a los buenos bailadores a simple vista y cuándo poseían academia. Lo había aprendido en una etapa de su vida que ya había quedado muy, pero muy atrás en el pasado. Tomó una mochila abandonada sobre una silla y comenzó a hurgar dentro de ella mientras hablaba: _ Me gustaría ayudarla, señorita Yolanda... _ Entonces hágalo._ suplicó ella interrumpiéndolo.
Diego no se detuvo. Continuó apartando objetos dentro de la mochila, sin saber exactamente qué era lo que estaba buscando, o si realmente buscaba algo: _ No puedo. Mi tiempo no alcanza. Tengo clases que preparar e impartir... Lo siento.
La observó mientras se alejaba rumbo a los dormitorios, con los ojos y los hombros caídos por la derrota. Estuvo tentado a gritarle que se irguiera, pero se contuvo. Se dejó caer sobre una silla cercana y dio rienda suelta a los recuerdos, recuerdos que había evitado evocar durante mucho tiempo y que brotaron en un poderoso aluvión que lo dejó sin fuerzas... ¿Por qué? ¿Por qué después de tantos años? Cuando creía que todo marchaba tranquilamente, cuando casi había olvidado, muy a su pesar, de repente, allí estaba la tentación, allí estaba la forma de abrir heridas que pensaba ya habían cerrado luego de tanto tiempo.
Descansó la cabeza sobre la muñeca izquierda, acodada en el buró mientras los dedos de la mano derecha tamborileaban de forma distraída.
Tal vez era eso lo que necesitaba, una distracción. Un cambio. Alterar la rigidez de su vida, darse una nueva oportunidad. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba de lo que tanto le gustaba hacer, que casi había olvidado lo que se sentía vivir un sueño. Los desagradables toques a la rústica campana de la plaza anunciaron que el proceso de desayuno daría inicio. Estaba harto de hablar sobre lo odioso que resultaban al oído aquellos sonidos, pero a nadie más que a él parecía molestarle. Con un suspiro despertó de su ensimismamiento y salió de la oficina cerrando la puerta tras sí.
******************
Yolanda se negó a responder a los ataques de sus amigos, empeñados en saber si había enloquecido al pedirle asesoramiento al profesor Diego. Lo veían como una locura total y por completo inadmisible. Realmente, las opiniones estaban muy divididas. Betsy, Renzo, Víctor, Grettel y Luis Mario alegaban que de ninguna forma podían permitir que el deseo de Yolanda se materializara. Nora, Flavia, Aarón, Oscar, Wendy, Denise, Dalton y Diogo no eran tan radicales, pero se mostraban recelosos. Joel, Katia e Itzel no sabían qué alegar al respecto. Conocían al profesor desde hacía mucho más tiempo y sabían que era un completo anti social con los estudiantes. En el lapso que llevaban estudiando en la escuela, se habían convencido de que si había un educador con el que se debía ser extremadamente cuidadoso, era con ese. El único que parecía estar totalmente de acuerdo con Yolanda, era Dennis:
_ Eres un lameculos guatacón._ le reprochó Diogo._ Por eso tienes al profe en tu bolsillo.
Dennis le hizo una mueca antes de responder:
_ Si me he ganado su confianza es porque soy el excelente estudiante que soy. Si fueras tan bueno, o mejor dicho, si fueras la mitad de bueno de lo que soy yo, sería igual contigo. Pero eso es imposible.
Diogo apretó los puños y se mordió los labios, conteniendo un bufido:
_ Compadre, si no fueras mi hermano te daría una paliza.
_ Yo no soy su hermano, déjame hacerlo a mí._ sonrió Luis Mario con malicia.
_ Sigo diciendo que no me parece buena idea que el profe nos ayude._ alegó Renzo encogiéndose de hombros y retomando la charla principal._ ¿Qué te hizo tener esa idea, Yola? No entiendo.
Continuaron intercambiando criterios, todos a la vez. Yolanda se limitó a recostarse a uno de los soportes de madera del ranchón. No podía ocultar su malhumor. Por un lado, estaba harta de ser cuestionada por los chicos, incapaces de comprender porqué su empeño en que el profesor los ayudara. Si ellos tuvieran la misma visión que ella, la entenderían sin dificultad. Y luego, estaba la negativa del hombre en cuanto a brindarles la ayuda solicitada.
Estuvo a punto de ponerse de pie y alejarse para no continuar escuchando lamentos, pros y contras, de no haber sido por la llegada de María Alejandra, la silenciosa muchacha de su aula que era más conocida por todos como La Monjita. Se detuvo junto a Erik, que le dirigió una grosera mirada de pies a cabeza.
Ignorándolo, ella dijo específicamente a Yolanda:
_ Dice el profe Diego que vayas urgentemente al aula, tú y tu piquete.
Cesaron los comentarios de modo abrupto. Yolanda contuvo la respiración y sus labios se extendieron en una pequeña sonrisita cargada de esperanza:
_ ¿Por qué sonríes de esa forma?_ le preguntó Joel por lo bajo.
_ ¿Para qué nos mandó a buscar el profe?_ interpeló Erik a María Alejandra que, envolviéndolo en la indiferencia de sus ojos, contestó sin alterar un músculo de su fisonomía.
_ No lo sé. Yo solamente vine a dar el recado._ y se alejó por donde mismo había llegado.
_ Bueno... ¿Qué estamos esperando?_ dijo Yolanda poniéndose en pie de un salto._ ¡Vamos...!
_ ¿Se dieron cuenta lo mal que me trató La Monjita?_ señaló Erik.
_ Lo que indica que es una persona sensata._ dijo Nora mientras lo acogotaba. Los jóvenes siguieron de muy mala gana a Yolanda, murmurando súplicas, mascullando malos augurios. La chica, en cambio, iba casi danzando, con el pecho apretado a causa de la emoción y la certeza del motivo por el cual el profesor Diego solicitaba su presencia, y no solo la de ella, sino también la de los otros. Solo podía haber una explicación, una causa concreta, y ella estaba convencida de saber cuál era. María Alejandra aguardaba en pie junto a la puerta del salón de clases y les indicó que entraran, luego se asomó a la entrada de la cátedra de Humanidades y dijo en voz alta:
_ Profe, ya están todos.
Pero en cuanto intentó marcharse, Diego se apresuró en hacer su aparición en el aula mientras le ordenaba:
_ Gracias señorita María Alejandra y le ruego que entre también. Lo que debo decir le compete a usted de igual manera.
María Alejandra mostró cierta confusión ante el mandato, pero así y todo obedeció y se acomodó en una silla, apartada del resto de los impacientes jóvenes. Diego se paró ante el pizarrón, abarcando con su intensa mirada a todos los presentes. Aguardó unos segundos antes de juntar las manos con un sonido seco y empezar a hablar:
_ Bien, hagamos esto rápido porque la guagua está al salir y debo marcharme. He pensado mucho respecto a la propuesta que me hizo Yolanda ayer y hoy en la mañana, y aunque sé que casi ninguno de ustedes está feliz con esa idea y esperan que me niegue a aceptarla rotundamente, lamento decepcionarlos, pero he decidido ayudarlos. Voy a formar parte de su grupo en calidad de coreógrafo. Todos voltearon los rostros desencajados y levemente malhumorados hacia el rincón de donde procedían los solitarios aplausos. Yolanda y Dennis sonreían con entusiasmo mientras batían palmas, sin importarle ser los únicos que se mostraban eufóricos ante la noticia recibida. El profesor Diego consultó su reloj de pulsera y apuntó en tono rápido:
_ Me conmueve la alegría de todos. Gracias... Quiero aclarar que solo lo haré con dos condiciones.
Betsy refunfuñó de forma audible y recibió un fuerte codazo de Flavia. Si la escuchó o no, el profesor no se dio por enterado y continuó:
_ Primero: tendrán que hacer TODO cuanto yo diga sin chistar o replicar ¿Está claro?
_ ¿Tenemos opción?_ preguntó Renzo alzando una ceja.
_ La verdad... NO._ sonrió Diego con mordacidad.
_ ¿Y la segunda condición?_ quiso saber Aarón.
El profesor se cruzó de brazos:
_ Remitirse a la primera.
Los muchachos contuvieron un bufido colectivo. Sus rostros eran la viva expresión del desánimo. Diego se mordió la comisura de los labios. Esperaba aquella reacción, pero, aun así, no pudo comprender por qué de repente se sintió mal. Por primera vez en todos sus años ejerciendo el magisterio, le importaba el sentir de sus estudiantes y en serio quería que confiaran en él:
_ Escuchen... Acepté la propuesta de Yolanda porque de verdad quiero ayudarlos. Sé que no confían en mí, y sé que alguno entre ustedes, si pudiesen, me cortaría la yugular y se deleitaría viéndome desangrar lentamente.
Al decir esto lanzó una mirada irónica a Betsy, y el resto de los chicos no tuvo más remedio que echarse a reír ante aquel cometario tan macabro. Suavizada un poco la situación, Diego prosiguió:
_ Quiero que confíen en mí. Yolanda lo hace.
_ ¡Y yo también, profe!_ saltó Dennis.
Diogo fingió un ataque de tos, solo para disfrazar la palabra baboso, que pronunció toscamente. Dennis lo taladró con una mirada de odio. El profesor disimuló una sonrisa mientras continuaba hablando:
_ Yo sé que puedo ayudarlos. Juntos podremos hacer algo muy bueno, pero solo si somos un equipo.
Aguardó un instante, esperando a que se decidieran a opinar. Alguno, cualquiera, mientras no fuera el idiota de Erik, claro. Cada vez que abría la boca, los disparates venían escritos en mayúscula, letra por letra. Yolanda se puso en pie de un salto:
_ Cuente con nosotros profe. Haremos todo lo que usted diga.
Miró a sus amigos y abrió los ojos como platos, como gritándoles en una orden silenciosa: ¡Apóyenme!
Dennis, por supuesto, se unió a ella e igualmente Joel. El resto manifestó su aprobación, aunque mantenían los semblantes tensos y sombríos. Bueno, al menos estaban dispuestos a cooperar. Eso era un avance. Diego dio unas palmaditas entusiastas:
_ Bien, siendo así, entonces todo está convenido. Como ya mañana se van de pase a sus casas supongo que nos veremos el lunes cuando regresen, ya que estoy de guardia. Nos reuniremos después de la comida ¿De acuerdo? Todos asintieron o respondieron verbalmente con voces apagadas. María Alejandra, sentada en el rincón donde se había colocado, alzó una mano tímidamente, confundida al no encontrar un motivo que justificara su presencia en aquella reunión. El profesor Diego ya se disponía a marcharse y se detuvo en seco al reparar en la muchacha:
_ Ah si, lo olvidaba... Ya no tienen que seguir buscando la bailarina que les falta.
Les presento a la nueva integrante de su grupo de baile.
Y señaló a María Alejandra que abrió los ojos tanto como pudo:
_ ¿Es una broma?_ preguntó Erik.
_ No me parece._ musitó Itzel.
María Alejandra se puso en pie y corrió hacia el profesor. Estaba pálida y su rostro reflejaba algo muy similar al terror:
_ Profe, mire... yo...
_ NO necesita agradecerme señorita María Alejandra. SÉ que está gustosa porque la haya elegido, más aún sabiendo que NO aceptaré un NO por respuesta de su parte, porque SÍ es de carácter obligatorio que usted baile en esta coreografía. Y NO me diga que su religión es un impedimento porque conozco a cientos de católicos que son excelentes bailarines. ADEMÁS, ahí tiene el caso de su colega Aarón, quien pertenece a una de las iglesias más conflictivas en cuanto a la cuestión del baile y a él parece no importarle en lo absoluto... No se preocupe, si no sabe bailar se le enseñará._ miró una vez más su reloj de pulsera y dijo muy rápido para concluir la charla._ Bien, nos veremos el lunes para iniciar los ensayos debidamente, ahora adiós, porque se me va la guagua.
Y desapareció velozmente por la puerta.
María Alejandra tragó en seco y se volteó despacio hacia los chicos que la observaban con demasiada insistencia... ¡Por Dios! ¿Cómo había sucedido todo eso? ¿Cómo había terminado involucrándose en aquella locura? Bueno, no se había involucrado por voluntad propia, su maestro había tomado la decisión por ella... ¡Qué locura! Ella no quería bailar. O sea, sabía que Yolanda y las muchachitas de su piquete estaban buscando a una chica para completar todas las parejas. Si ella hubiese tenido interés se habría ofrecido antes, sin necesidad de que el profesor Diego la obligara como acababa de hacerlo. Estaba aterrada, principalmente por todos aquellos pares de ojos que la escrutaban.
Yolanda fue hasta ella, luciendo en su rostro la más afable de las sonrisas. Tal vez se había percatado del estado casi catatónico que tenía y quería hacerla sentir mejor. De todos modos, ya no había solución. Quisiera o no tenía que bailar en aquella rueda de casino puesto que el profesor Diego había dejado muy en claro que no aceptaría negativas del tipo que fueran... ¡Oh! ¿Por qué tenía que ser tan obediente siempre?
_ María Alejandra..._ pronunció Yolanda sin borrar aquella sonrisa que aplacó una mínima parte de su incomodidad._ Bueno, creo que sobran las presentaciones teniendo en cuenta que estamos en la misma aula.
Entonces señaló a Joel, a Katia y a Itzel, que eran los únicos con los que María Alejandra no estaba familiarizada.
_ ¿Por qué el profe la escogió a ella?_ refunfuñó Erik con expresión desdeñosa. Dennis se encogió de hombros. El brillo burlón de sus ojos se reflejó en todo su rostro:
_ ¿Qué pasa Erik? Yo creí que tenías ganas de tener una pareja de baile. Tu deseo se cumplió. Deberías estar feliz.
Erik se puso en pie, haciendo mover estrepitosamente la silla que ocupaba. En verdad estaba de mal humor:
_ Yo quería tener una pareja de baile, es verdad, pero no quería que fuera una monja... ¡Es más! ¿Desde cuándo las monjas bailan casino?
María Alejandra frunció el ceño. No estaba dispuesta a tolerar los insultos de aquel descerebrado. Colocó los brazos en jarra y respondió tranquilamente:
_ Desde que los estúpidos como tú emiten criterios.
Una carcajada chillona brotó de Dennis, secundado por Betsy, Víctor y Grettel. Nora aplaudió alegremente y le dedicó una sonrisa a María Alejandra:
_ Definitivamente tú y yo vamos a ser excelentes amigas._ le dijo._ Cualquiera que ponga en su lugar a este adefesio, tiene todo mi respeto y admiración. _ La Monjita sabe defenderse._ opinó Luis Mario y reaccionó con sorpresa ante el codazo que le propinó Wendy._ ¿Qué?
_ No le digas así. Ella tiene nombre. Se llama María Alejandra.
_ Pero todo el mundo le dice La Monjita._ se quejó el muchacho y su novia volvió a golpearlo.
_ ¿Te gustaría que te llamaran imbécil desagradable?_ le preguntó Dennis con una mueca.
_ Tú lo haces todo el tiempo y yo ni me doy por enterado._ sonrió Luis Mario guiñándole un ojo.
Dennis se encogió de hombros:
_ Por supuesto, la verdad no debe ser motivo de alarma._ murmuró.
Yolanda tomó una mano de María Alejandra, afectuosamente:
_ ¿Sabes bailar casino?_ le preguntó con una sonrisa luminosa.
SEGUNDA ETAPA
Asesoramiento
Yolanda sabía que estaba dormida. De otra manera ¿Cómo podía explicarse estar vestida con su leotardo negro de tirantes y el vaporoso tutú de seda blanca y calzando sus viejas zapatillas forradas en satín, anudadas sobre los tobillos? No estaba sola en aquel inmenso salón lleno de espejos. Aunque de forma borrosa, podía reconocer los rostros de algunos de sus antiguos compañeros de estudio en la escuela de arte. Si, allí estaba Oliver, el chico con quien siempre la ponían a bailar. Tan guapo y alegre como de costumbre.
Sin embargo, le sorprendió que no le preocupase verlos, ni sentir siquiera el interés de saludarlos a pesar del mucho tiempo que había pasado desde que los viera por última vez. Parecía como si nunca hubieran influido en su vida y, por el contrario, echaba muchísimo de menos a Grettel, a Nora y al resto de su piquete, sus actuales amigos. Deseaba que estuviesen con ella en aquel momento. Al final del salón había una mesa y tres sillas ocupadas por tres personas. Dos de ellas imposibles de identificar a causa de lo indefinido de sus semblantes. Sin embargo, la tercera era tan real y nítida como el personaje salido de una película en alta definición.
Era una mujer de unos cuarenta y tantos años, aunque quizás más joven. Una espesa mata de cabellos negros recogidos en una finísima coleta coronaba su cabeza pequeña donde brillaban un par de ojos negros que le resultaban muy familiares ¿Dónde había visto antes esos mismos ojos? Alguien pronunció su nombre. Yolanda se estremeció y sin darse cuenta se vio en medio del salón, ante aquellos tres sujetos, ante aquella mujer cuyos ojos parecían ver más allá de su menudo cuerpo tembloroso:
_ Baila._ imperó uno de los rostros difuminados.
Yolanda forzó una sonrisa y comenzó a bailar, acompañada por la única melodía del pesado y exasperante silencio que imperaba en el salón. Sabía que la estaban evaluando. Era consciente de que cada movimiento suyo era seguido por los escrutadores ojos oscuros que seguían pareciéndoles tan cercanos, tan familiares. De repente, una voz poderosa, fría y cortante como una afilada hoja de cuchillo resonó en todo el salón, provocando que sus pies se entorpecieran y cayera al suelo de tabloncillo. Más que el dolor en la pierna lastimada, Yolanda lloró de vergüenza. Aquella odiosa mujer la miraba, con sus oscurísimos ojos que llameaban cruelmente al gritarle, provocando la risotada en todos los presentes, mientras la señalaba con un dedo largo como una garra:
_ ¡Gorda, gorda, gorda! ¡Fuera de aquí! ¡Las bailarinas no pueden ser gordas! Yolanda abrió los ojos y se incorporó con sobresalto. Se sintió algo mareada, pero feliz de hallarse en la guagua, rumbo a la escuela. En los asientos del final podía oír las risotadas de Grettel, Víctor, Renzo, Diogo e Itzel, mientras Erik hablaba a gritos, de seguro narrando uno de sus ordinarios chistes. Se movió un poco sobre el asiento, restregándose los ojos soñolientos y la sonrisa de Joel, sentado junto a ella, la encandiló:
_ ¿Problemas con las pesadillas?_ le preguntó él.
Yolanda asintió:
_ ¿Cuánto tiempo me dormí?
_ No mucho. Ni siquiera hemos pasado por San Jerónimo. Si acaso, te fuiste diez minutos. Te recostaste a mí y caíste rendida. Parece que alguien trasnochó en grande.
Yolanda ignoró el comentario jocoso y con un bostezo se estiró cuanto pudo. Aún se sentía incómoda por el mal sueño que acababa de revivir. Uno que durante largo tiempo le había saboteado las noches haciéndola despertar anegada en lágrimas. Siempre era el mismo. El salón, el examen, aquella horrible mujer de ojos oscuros y siniestros humillándola, gritándole delante de todos. El amargo recuerdo del sueño perdido... ¡Odiaba aquel esquematismo absurdo! ¿Qué importaba si era gorda o no? Una de sus mejores amigas era bastante voluminosa y poseía más ritmo y elegancia al bailar que algunas de sus antiguas compañeras de estudio, aunque luego imaginó a Nora ataviada con un tutú e interpretando uno de los pas de deux de El Lago de los Cisnes y tuvo que reprimir una risotada. Sacudió la cabeza con suavidad. No quería pensar en aquel sueño horrible. Hacía mucho que no lo había tenido y no entendía por qué surgía otra vez. Así, de repente.
Bostezó y recorrió el interior del ómnibus con la mirada, deteniéndose en cada uno de los pasajeros. Sonrió al ver a María Alejandra conversando de forma muy animada con Nora, Denise, Dennis y Dalton. Desde el día en que el profesor Diego la había incluido en la coreografía se había preocupado en hacerla sentir parte del grupo. Era una chica bastante tímida. Apenas hablaba, incluso, a la hora de responder alguna pregunta o emitir criterios, lo hacía parcamente.
El domingo la había sorprendido presentándose en la iglesia católica. Hacía años desde la última vez que Yolanda había participado en una misa. Recordaba vagamente las posturas y los parlamentos correspondientes a cada momento de la celebración litúrgica, pero trató de vivirla con intensidad, dedicando mucho tiempo a pedirle a Dios que los ayudara con la coreografía para la rueda de casino. María Alejandra, aún víctima de la sorpresa de verla allí, estuvo todo el tiempo a su lado y aunque intentaba disimularlo, era notable que no acabara de creerse la presencia de la muchacha. Finalizada la misa se sentaron en el patio, al borde de la plataforma en cuyo centro se alzaba una imagen de Jesucristo con los brazos acogedoramente abiertos. Charlaron durante largo rato sobre cosas aparentemente sin importancia: la escuela, los chicos del piquete, el baile. Para Yolanda resultó una auténtica sorpresa ver como María Alejandra se desató durante la plática. Parecía entusiasmada y no recordaba haberla visto tan animada anteriormente. Solo se mostraba un tanto inconforme con tener que bailar con Erik, ya que el muchacho no se comportaba de modo amable con ella. Yolanda le prometió que pronto todo se resolvería una vez que el profesor Diego tomara cartas en el asunto.
Sonrió de nuevo mientras escuchaba lejanamente la risa de María Alejandra ante alguna nueva pelea entre Denise y su hermano Diogo. Se sintió placenteramente feliz al verse rodeada de todos sus amigos, los viejos y los nuevos, aunque le sorprendió el no distinguir el rostro de alguien en particular. Se inclinó hacia el pasillo central del vehículo, al asiento paralelo al suyo ocupado por Flavia, que hojeaba distraída una revista:
_ ¿Y Betsy? No la vi en el punto de salida... ¿No va a entrar hoy?
Flavia sacudió sus dos trenzas con un horondo movimiento de cabeza:
_ No te preocupes. Ella viene, solo que un poquito tarde.
_ ¿Le pasa algo?
Flavia sonrió con picardía:
_ Nada grave. Asuntos sentimentales. El novio la va a traer en su carro.
Yolanda enarcó ambas cejas. Vaya, no sabía que Betsy tenía novio oficial. Eran muy conocidas sus apasionadas aventuras de solo una noche, pero... ¿Novio estable? En verdad estaba sorprendida. Pero... ¿Debía extrañarse de algo referente a Betsy? En lo absoluto. La chica era un auténtico torbellino de locuras. ******************
Cenaron en el dormitorio, acomodadas en corro sobre sus literas contiguas, parloteando acerca de hombres y relaciones amorosas. Grettel bebió un sorbo de refresco y eructó grotescamente, provocando las protestas de sus amigas:
_ Eres una asquerosa._ regañó Nora.
_ Mejor afuera que adentro._ sonrió Grettel sin inmutarse.
Nora se encogió de hombros, enfurruñada:
_ ¿Quién te crees que eres? ¿La hija adoptiva de Shrek? Estoy segura que eso lo aprendiste con tu noviecito y sus socios.
_ Por lo menos yo tengo novio. Tú deberías buscarte uno a ver si te quitas un poco de mal carácter. Erik podría ser el candidato perfecto.
Los ojos de Nora relampaguearon airados:
_ No me voy a cagar en tu madre porque la respeto, la quiero y no tiene nada que ver en este asunto.
Itzel contuvo la risa, mientras Katia añadía jocosamente:
_ En serio Norita ¿Cuándo vas a tener un novio?
La joven se puso en pie en actitud muy digna y contestó:
_ Cuando encuentre un hombre que valga la pena.
_ Ay hija..._ suspiró Denise._ Entonces será nunca, porque todos los hombres son iguales. Cortaditos con la misma tijera.
_ Eso no es verdad._ dijo Yolanda._ Mi papá es maravilloso con mi mamá, y que yo sepa...
_ Que tú sepas._ interrumpió Flavia enarcando una ceja._ Estoy segura que tu mamá a veces tiene deseos de estrangular a tu padre.
Yolanda tuvo que aceptar que Flavia tenía razón. En ocasiones su madre enloquecía cuando su esposo no cumplía con los deberes que, como supuesta cabeza del hogar, le correspondían. Pero nunca los había visto envueltos en discusiones desagradables. Sus padres eran bastante cuidadosos a la hora de resolver sus conflictos conyugales de forma que ni ella ni su hermanito se dieran por enterados. Yolanda esperaba encontrar un esposo con el cual poder llevar una vida similar. Se horrorizó al descubrirse pensando en cómo sería Joel como marido:
_ Los hombres solo tienen una idea fija en sus cabezas._ sentenció Nora._ Introducir sus tarecos erectos en cualquiera de los agujeros del cuerpo de una mujer.
_ ¿No te parece muy exagerada esa afirmación?_ preguntó Katia con una mueca.
Nora negó con la cabeza mientras Grettel afirmaba muy categórica:
_ Digas lo que digas, los hombres son un mal necesario para nosotras las mujeres y algún día tendrás que lidiar con uno. Quieras o no.
_ Muy bien, sé que lo haré, pero solo con quien me pida matrimonio antes. El que quiera encamarse conmigo, va a tener que firmar primero un papel.
Denise se atragantó con un sorbo de agua y Wendy detuvo en el aire la cucharada de comida que se llevaba a la boca:
_ ¿Hablas en serio, gorda?_ preguntó Itzel muy sorprendida.
_ ¡Pues claro! Y pueden llamarme ridícula, estúpida, chapada a la antigua y todo lo que quieran. No me importa. Para mí, perder la virginidad es algo muy serio y solo pienso hacerlo con el hombre que escoja para ser mi esposo.
_ Yo te apoyo.
Todas miraron a María Alejandra, que se había dedicado todo el tiempo a comer en silencio y escuchar la charla de las chicas. María Alejandra dejó a un lado el tupperware de comida vacío y dijo:
_ La virginidad no es algo para avergonzarse. No hay nada mejor que guardarse para la persona especial que todas esperamos. La persona con la que queremos tener una familia y vivir para siempre. Si lo piensan, es lo más hermoso que se puedan imaginar.
_ Dices eso porque eres religiosa._ reprochó Katia.
_ Yo no soy religiosa y pienso igual que ella._ apoyó Yolanda.
_ ¡Ay, por favor!_ saltó Grettel._ ¡Despierten! ¿Esperar al príncipe azul? ¿Y si nunca llega? Además... ¿Y si llega y es muy bueno en algunas cosas y pésimo en la cama?
_ No sabría si es malo o no, porque sería el primero y el único con quien me acostaría._ sonrió Nora mordazmente._ No habría nadie con quien compararlo.
_ Es sorprendente como las chicas de nuestra edad ya tienen un amplio historial de relaciones sexuales, incluso hasta más jóvenes que nosotras. Y cómo se jactan de ello._ se horrorizó María Alejandra._ Han sobrevalorado demasiado el sexo.
_ Porque no hay nada mejor, créeme._ observó Katia alzando los hombros.
_ Ustedes son las únicas tres personas en el universo que piensan así._ masculló Itzel dirigiéndose a María Alejandra, Nora y Yolanda._ No me extraña que sean señoritas todavía.
_ Y así será por mucho tiempo, créeme. Al menos por mi parte._ gruñó Nora.
_ Ay hija, lo que te estás perdiendo._ masculló Katia con una risita.
_ Por eso los hombres hacen lo que les da el deseo de nosotras las mujeres._ acotó María Alejandra._ Si abriéramos más los ojos y cerráramos más las piernas no habría tantos embarazos precoces, ni abortos, ni infecciones venéreas, ni tanta promiscuidad. Les dan lo que quieren, ellos lo toman, se divierten un rato y luego buscan a otra que haga lo mismo.
Grettel se encogió de hombros:
_ ¿Ustedes a qué aspiran? ¿Ha encontrar un galán de telenovela? ¡Despierten y vuelvan a la realidad!
_ No queremos un galán de telenovela._ negó Yolanda suavemente.
_ Tú no hables._ le increpó Denise._ Ya tienes un príncipe azul, un galán de telenovela o como quieras llamarlo. La cuestión es que no sé a qué esperas para darle el sí.
Yolanda no supo qué responder y por suerte, Flavia intervino a tiempo diciendo: _ No todas tenemos la suerte de Yola, o la de Wendy. Se ve que ella también encontró a su príncipe azul.
_ Yo diría mejor, verde._ se mofó Itzel.
_ Bueno, del color que sea, pero lo encontró y eso es lo que realmente cuenta.
Katia tomó el vaso de refresco que le tendía Wendy, a quien dirigió sus palabras: _ No te puedes quejar, Wendy. Pescaste a tu príncipe, que no sé de que color será, y hasta ahora por lo que parece, les va bien.
_ Nos va muy bien._ puntualizó Wendy.
_ ¿Y qué dice tu papá de que estés con el muchacho más conflictivo de la escuela?_ quiso saber Denise.
Wendy alzó los hombros sin darle importancia a la pregunta:
_ Él no tiene que opinar mucho. Es a mí a quien tiene que gustarle Luis Mario y me gusta muchísimo.
_ Pero tu papá no está muy de acuerdo con la relación de ustedes._ señaló Flavia.
Wendy hizo un gesto como diciendo: Pues peor para él si no acepta. Grettel sacó su cepillo de dientes mientras hablaba:
_ La verdad es que no sé como lo has hecho, pero desde que están juntos, Luis Mario ha cambiado cantidad. Ya no es el mismo desagradable de antes. Incluso, hasta ha dejado de fumar.
_ Es muy fácil juzgar a los demás cuando desconocemos las causas de porqué son como son.
Todas miraron a Wendy con la curiosidad reflejadas en los rostros. La muchacha se humedeció los labios y tardó unos segundos antes de romper a hablar:
_ ¿Cómo creen que serían ustedes si sus padres siempre hubiesen estado discutiendo y hasta golpeándose sin importarles su presencia? ¿Y si después del divorcio, sus madres tuvieran un tipejo nuevo cada cierto tiempo? No se imaginan lo dura que ha sido la vida para Luis Mario. Su mamá, cada vez que se encabrona, por lo que sea, le da tremendas palizas, lo deja sin comer o lo bota de la casa. Está becado desde los diez años. Su padre se fue ilegalmente del país, y aunque sí, le envía remesas económicas, él apenas ve el dinero, porque su mamá es la que lo administra. Luis siempre se ha sentido muy solo. Lo único que ha tenido es la calle para aprender a sobrevivir. Está lleno de rabia y resentimiento, por eso es que a veces se comporta de forma tan agresiva, pero no es mala persona. Simplemente nadie lo enseñó a ser de otra manera. Si su madre ha sido capaz de desearle la muerte ¿Qué podría esperar del resto del mundo? Díganme.
Las chicas guardaron un silencio casi reverencial. Yolanda sintió un nudo en la garganta y el escozor en los ojos al imaginarse a un pequeño Luis Mario sufriendo los maltratos de una madre insensible que ni se molestaba en ir a verlo a la escuela ni enviarle alimentos de refuerzo. Ahora se arrepentía de haberlo juzgado tan duramente en el pasado ¿Pero, cómo iba a saber ella por lo que había transitado y transitaba el muchacho? La tensión del momento se vio rota ante la tempestuosa llegada de Betsy que, hecha un mar de furia, hizo su entrada arrojando el equipaje y soltando toda clase de pestes verbales acerca de los hombres:
_ Esta se fajó con el novio, ponle el cuño._ musitó Flavia a Itzel._ Ahora no va a haber quien le hable en lo que queda del día de hoy. _ Ni siquiera sabía que Betsy tenía novio._ musitó Grettel.
_ Menos mal que tú quieres meterte a monja._ dijo Betsy a María Alejandra._ A que se lo des a un humano, es preferible que lo gocen los gusanos... ¡Los hombres son un asco!
_ Sí que le dio fuerte._ susurró Katia al oído de Nora, quien coincidía plenamente con Betsy en cada palabra.
******************
A las ocho de la noche, o muy cerca de esa hora, los jóvenes se dirigieron hacia el salón al recibir un aviso del profesor Diego:
_ ¿Creen que cambie todo lo que hemos hecho hasta ahora?_ preguntó Oscar.
_ Mientras no haga cambios de pareja, todo irá bien._ refunfuñó Dennis.
Su hermano Diogo le dio un golpecito en la espalda mientras decía en tono burlón: _ Yo pensé que estabas muy entusiasmado con la idea de que tu profe preferido iba a ayudarnos.
El profesor Diego ya los esperaba, acomodado en una silla junto al pizarrón. Erik murmuró algo que apenas se entendió, pero que arrancó algunas risitas nerviosas en sus compañeros. Todos repararon en el pequeño y redondo reproductor de música colocado sobre el buró. Una melodía instrumental a piano flotaba en el ambiente.
Con el mando a distancia en una mano, el profesor redujo el volumen del aparato y envolviéndolos en una mirada luminosa, dijo:
_ ¿Qué esperan? Organicen el aula. Tenemos mucho trabajo.
Ellos obedecieron inmediatamente. Ante el ruido desagradable de las sillas y mesas al ser arrastradas sobre el suelo, el profesor elevó el volumen de la música. Los chicos se percataron de la indirecta y concluyeron de apartar los muebles tratando de hacer el menor ruido posible. Una vez concluida la tarea, aguardaron, observando como el hombre parecía disfrutar de la pista musical que llegó a su fin minutos después con unos solemnes acordes. No tuvieron que impacientarse mucho. El profesor se puso en pie, se frotó las manos y con un tono de voz casi alegre, les ordenó unirse según las parejas. Una vez compuestas, se paseó entre ellos, diciendo:
_ El festival de la FEEM municipal debe celebrarse en el mes de enero. Ya sabremos la fecha luego. Por tanto, tenemos un poco de tiempo para lograr algo decente.
_ Hay que apurarse, profe._ intervino Aarón._ El grupo de Lilí y Rosemary ya está avanzadísimo.
Al momento, el muchacho se arrepintió de haber hablado. Tal fue la mirada sombría que el hombre le dirigió:
_ He notado que les preocupa enormemente la coreografía de Rosemary... ¿Por qué?
Yolanda se apresuró en explicar la cuestión del reto entre ambos grupos. El hombre la escuchó en silencio y así permaneció unos segundos luego que la muchacha concluyó la historia:
_ ¿Saben? Eso aclara muchas cosas. Están tan pendientes del baile y la coreografía de ellos, que se olvidan por completo de lo más importante. Es más, se están perdiendo lo más importante.
_ ¿Y qué es eso tan importante?_ preguntó Betsy con una mueca.
El profesor Diego abrió los brazos y sonrió al responder:
_ Divertirse... Bailar es eso: pasarlo bien, disfrutarlo, gozarlo... Mientras sigan obsesionados con Rosemary y la tal Lilí, créanme, no avanzarán. Yo vi la coreografía de ellas y no me pareció nada que ustedes no puedan superar si le ponen el entusiasmo adecuado.
Sonrisas luminosas florecieron en los labios de los jóvenes. La esperanza renacía en sus semblantes. Para Diego fue una buena señal y decidió aprovecharla: _ A partir de hoy no quiero que piensen en sus rivales. Hagamos cuenta de que no existen y que tampoco hay tal reto. Preocupémonos nosotros por hacer bien nuestra parte. Quiero verlos divertirse, disfrutar, y como pueden ver, si ya lo notaron, los ensayos se harán con música desde ahora. Este equipito es mío. Se los pienso dejar para que lo usen siempre y cuando me lo cuiden.
Y señaló el reproductor, mientras los chicos acogían la noticia con aplausos y rechiflas. Dennis prácticamente se hinchó hasta casi reventar cuando el profesor lo nombró custodio del reproductor de música. Diego alzó las manos, pidiendo silencio, y una vez logrado este, continuó:
_ Ahora, quiero aclarar algo que dejé dicho cuando acepté ayudarlos, y es que deben acatar cuanto diga y disponga ¿De acuerdo?
Todos asintieron firmemente. Ya no había semblantes fríos o desconfiados, por el contrario, cada rostro lucía fresco y radiante. Estaban dispuestos a obedecer cualquier disposición. Mejor así, porque él estaba a punto de iniciar una serie de cambios que quizás no fueran bien vistos del todo. Ya era momento de comenzar con el primero:
_ Muy bien, quisiera ahora que analizáramos algo con respecto al número en sí que vamos a hacer: una rueda de casino. Bien... dicho así, suena muy lindo, maravilloso. Pero en realidad, tenemos un gran problema.
_ ¿Cuál?_ preguntaron Renzo y Betsy al unísono y compartieron miradas de malhumor ante la coincidencia.
_ Pues, que nuestra escuela, en concreto, va a ofrecer dos presentaciones casi iguales. Piensen: dos ruedas de casino representando al mismo centro estudiantil. Si actuáramos primero no habría problemas, porque el que golpea primero golpea dos veces. Nuestros rivales no tendrían nada novedoso que ofrecer, a menos que se desnudaran en escena o que salieran volando mientras bailan. Pero no sabemos el orden que tendremos en el guión técnico artístico. Por tanto, y es adonde quiero llegar, si queremos causar impacto en el público y en el jurado, sugiero que hagamos algo más que una simple y gastada rueda de casino.
Los chicos intercambiaron miradas confusas:
_ ¿Algo cómo qué?_ preguntó Oscar ajustándose los lentes.
En vez de responder, el profesor se dirigió hacia el pequeño reproductor de música, extrajo el CD de melodías instrumentales y colocó otro en su lugar. Se volteó hacia los chicos y anunció:
_ Tengo una serie de músicas que deseo que bailen ahora. Luego les explicaré mi idea. No se preocupen en si conocen o no el ritmo, solo quiero que se muevan como lo sientan. Ya después trabajaremos la técnica de cada baile.
Ellos estuvieron de acuerdo y se dispusieron a bailar. Sin embargo, no bien escucharon el tema musical que se reprodujo, reaccionaron de la única forma en que podían hacerlo ante el chachachá que, interpretado por Enrique Jorrín, les llegaba a los oídos:
_ Profe... ¿Qué es eso?_ preguntó Luis Mario abriendo los brazos y contrayendo el rostro en una mueca.
_ Un chachachá._ sonrió Diego con naturalidad.
_ Eso es de la época de mi tatarabuelo._ se burló Erik.
_ Bueno, _ volvió a sonreír Diego lanzándole una mirada mordaz._ al menos alguien en su familia tuvo buen gusto musical.
Betsy se encogió de brazos y enfrentó directamente al profesor:
_ ¿Qué tiene que ver este baile con la rueda de casino?
Diego, con el mando a distancia, detuvo la pista sonora y explicó, sin inmutarse: _ No quería decir nada todavía, pero ya veo que no me dejan opción._ suspiró y prosiguió._ Quiero hacer un collage musical.
_ ¿Un co qué?_ preguntó Renzo.
_ Un collage._ explicó Dennis entornando los ojos._ Es como una mezcla, un popurrí.
_ He pensado en utilizar varios ritmos de la música tradicional cubana y terminar con la rueda de casino. Sería un gran espectáculo, créanme.
Intercambiaron miradas dudosas, hasta que Yolanda dijo con entusiasmo:
_ Estoy segura que Rosemary no tiene nada así en su montaje.
Joel se unió a ella:
_ Por supuesto que no. La tomaríamos totalmente por sorpresa.
Los comentarios aprobatorios emergieron entonces con intensidad. Diego los observó con el rostro iluminado por la satisfacción. Guiñó un ojo a Joel y a Yolanda antes de dar unas palmadas para llamar la atención del grupo:
_ Escuchen: Sería un preámbulo de varios ritmos que bailarían en dúos o grupos, y el plato fuerte lo conformaría la rueda de casino. Un cierre por todo lo alto.
_ ¿Y qué bailes son?_ indagó Dalton.
_ Enseguida lo sabrán. Ahora iré poniendo los temas y los observaré moverse. Cada vez que cambie de ritmo, ustedes deberán cambiar el baile, según corresponda ¿De acuerdo? Yo tomaré notas y decidiré qué bailará cada cual. Les advierto que si debo hacer algún cambio en cuanto a las parejas, lo haré.
Al escuchar aquello último Dennis transformó la expresión alegre de su rostro. Su hermana casi tuvo que forzarlo a bailar el primer ritmo: chachachá. Luego siguió un danzón, detrás un pilón. A continuación un mambo al cual secundó un mozambique, finalizando con una conga, y por supuesto, una pegajosa y rítmica salsa. Diego se movió con pasos lentos entre ellos, apreciando en silencio los desempeños tanto individuales como de pareja, tomando de vez en vez, notas con un bolígrafo en una pequeña libretita. Durante el mambo tuvo que disimular a duras penas la risa que le ocasionó ver a Oscar hecho un auténtico lío en cuanto a la coordinación de brazos y piernas. Sin embargo, en el mozambique se desenvolvió mucho mejor. Al terminar, apagó el reproductor de música con el mando a distancia e hizo algunas anotaciones más, ignorando a los expectantes jóvenes que aguardaban silenciosos:
_ Bueno, _ dijo por fin con una amplia sonrisa en sus gruesos labios._ no están tan mal como me esperaba. Veo que hay cierto conocimiento de los bailes tradicionales, y eso es bueno._ dirigió una significativa mirada a Oscar._ Salvo algunas excepciones, por supuesto.
El aludido enrojeció, mientras sus compañeros lanzaban jocosas risitas o hacían comentarios con respecto al asunto en cuestión. El profesor Diego chasqueó los dedos varias veces de forma audible y cuando hubo reinado el silencio, volvió a hablar:
_ Luego de verlos, analizar y comparar, he decidido hacer unos pequeños cambios en las parejas...
El anuncio no agradó en lo absoluto a Dennis, a quien su hermana tuvo que pellizcar para frenarle el impulso de protestar. Diego dio una breve ojeada a lo anotado en la libretita y prosiguió:
_ Debo aclarar que he conformado las nuevas parejas de acuerdo a la forma de interpretar cada uno un baile específico y también por supuesto, por la apariencia y la posible química que pueda existir entre ambos. Para empezar, Oscar no tiene absolutamente nada que ver con Betsy ¿A quién se le ocurrió la idea de ponerlos a bailar juntos?
Todos señalaron a Betsy, quien, arrugando el entrecejo, manifestó con incomodidad:
_ Era con él o cargar con este cretino._ y señaló a Erik.
_ Sí, yo en tu lugar también hubiera optado por Oscar._ opinó Diego rascando su rapada cabeza.
_ ¿Por qué siempre se tienen que meter conmigo?_ protestó Erik haciendo un puchero.
Nora lo acogotó bruscamente:
_ No seas llorón.
_ Bueno profe, _ intervino Víctor frotándose las manos con impaciencia._ acabe de decir cuáles serán las nuevas parejas y qué van a bailar.
Quedó conformado de la siguiente forma. El danzón lo bailarían Aarón y María Alejandra. Según la opinión del profesor Diego, sus características tan apacibles e inocentes les hacían la pareja ideal para interpretar aquel ritmo cargado de una sensualidad sutil. El chachachá estaría a cargo de Grettel y Víctor, aunque aclaró que todos los varones intervendrían en la coreografía, porque añadirían unos toques teatrales a dicha parte. Luego, un pilón: Wendy y Luis Mario respiraron aliviados al saber que continuarían bailando juntos. El mozambique les tocó a Oscar y a Flavia:
_ Un momento..._ cortó Betsy alzando una mano al ver que le arrebataban a su pareja._ ¿Con quién bailaré yo entonces?
_ Si me dejaran terminar..._ sonrió Diego y anunció con toda calma._ A usted le toca bailar el mambo, y su nueva pareja será Renzo.
_ ¡¿¿¿QUÉEEEE...???!_ vociferaron los dos jóvenes al unísono.
_ Esto va a ser comiquísimo._ susurró Luis Mario con una sonrisa pícara.
_ ¿Hay algún problema?_ preguntó Diego sin comprender aquellas reacciones. _ ¡Por supuesto que hay un problema!_ bramó Betsy y señaló a su nuevo compañero asignado._ No pienso bailar con este engendro.
_ Lo mismo digo._ sentenció Renzo cruzando los brazos sobre el pecho.
Ella le lanzó una mirada fulminante:
_ Para ti sería un placer enorme bailar conmigo.
_ Si de verdad piensas eso, debes estar loca o drogada. En tu caso, estoy seguro que las dos cosas.
_ No pienso bailar contigo, imbécil.
_ Qué bueno, porque yo tampoco contigo, estúpida.
_ ¿Son siempre así?_ preguntó Diego volteándose hacia Yolanda.
_ Generalmente... Y a veces peor._ contestó la muchacha con un suspiro.
Betsy y Renzo continuaron diciéndose horrores hasta que el profesor los mandó a callar y prosiguió. Dennis se relajó cuando supo que seguiría bailando con su hermana Denise, y juntamente con las parejas que conformaban Diogo e Itzel, Dalton y Katia y Erik y Nora, bailarían una conga:
_ ¿Qué?_ preguntó Erik con una ligera mueca cruzándole el rostro._ Profe, me pareció oír que usted dijo que yo iba a bailar con la gorda.
Nora volvió a acogotarlo. Diego asintió, imperturbable:
_ Escuchó bien. La señorita Nora será su pareja de baile desde hoy... ¿También tienen problemas de comunicación?
Como sabía que cualquier intento de réplica sería infructuoso, Erik guardó silencio, pero exhaló un grotesco y dramático suspiro. Nora lo envolvió en una amenazante mirada antes de decirle:
_ Yo soy quien tendría que estar lamentándome por tener que soportarte y mira lo tranquila que estoy.
_Porque en el fondo yo te gusto, lo sabes._ sonrió Erik y se le encimó con aires de seductor.
Nora alzó una mano para detenerlo:
_ Mantén las distancias... No quiero mucha mezcla contigo.
_ Yo puedo bailar con él si quieres, Norita._ le propuso Betsy.
_ Estaría encantado de ser tu pareja, gorda._ sonrió Renzo.
Todos voltearon los rostros ante un fuerte carraspeo. El profesor Diego se había acomodado en la silla que ocupaba inicialmente y los observaba muy serio. Tenía los brazos cruzados encima del pecho y la boca ligeramente torcida:
_ Lo primero que dije antes de aceptar ayudarlos fue que tendrían que acatar cualquier decisión mía, por muy absurda e incómoda que les pareciera.
_ Es verdad, muchachos._ asintió Itzel con gesto grave.
_ Disculpe, profe._ dijo Renzo._ Bueno, supongo que tendré que amarrarme una ristra de ajo en el cuello y ponerme un crucifijo bien grande antes de cada ensayo.
Los ojos de Betsy relampaguearon airados ante el comentario:
_ ¡Hummm...! Yo tendré que desinfectarme con lejía y ácido después de cada ensayo.
_ Profe, _ intervino Joel a tiempo de evitar que estallara otra discusión._ no ha dicho qué bailaremos Yolanda y yo.
_ Ustedes dos serán la pareja central de la rueda de casino. Van a ser los guías. _ dio unas palmadas y anunció._ Bien, aclarado todo, creo que podemos empezar a ensayar, a no ser que alguien tenga una pregunta más que hacer.
_ ¡Yo tengo una pregunta!_ gruñó Betsy alzando una mano con rapidez.
_ ¿Tú no te cansas?_ le gruñó Luis Mario.
_ ¡Cállate y no te metas!_ le ordenó Betsy, tajante.
Diego entornó los ojos, suspiró e intentó forzar una sonrisa:
_ A ver señorita Betsy... ¿Qué quiere preguntar?
_ Profe, necesito saber qué pasaría si uno de nosotros asesina a su pareja de baile.
Hizo la consulta con frialdad, sin el menor atisbo de una sonrisa, lo cual frenó cualquier intento de burla por parte de los muchachos, excepto del propio Renzo, que dejó escapar una risita sardónica. El profesor Diego palmeó con suavidad un hombro de la chica:
_ Si eso sucede, supongo que el asesino o la asesina tendrán que bailar con el cadáver de todos modos.
La risita de Renzo se transformó en carcajada. Betsy le lanzó una mirada de odio que el muchacho ignoró. A continuación, el profesor hizo una pequeña demostración de cada baile, aclarando cuáles eran los pasos básicos y el conteo que debía llevarse durante la ejecución para llevar el ritmo. Luego, colocó las correspondientes piezas musicales para que los encargados de defenderlas las ejecutaran en un desempeño totalmente improvisado. Todo marchó muy bien hasta que fue el turno de Renzo y Betsy, quienes bailaban con mucho ímpetu, solo que cada uno por su lado, sin mirarse siquiera:
_ Necesito que haya contacto físico y visual entre ustedes._ exigía el profesor. _ Ni se te ocurra ponerme una de tus garras encima._ amenazó Betsy en cuanto se dio cuenta que Renzo iba a tocarla.
El joven se volvió con cara avinagrada hacia el maestro:
_ Así no se puede, profe... Con esta arpía psicótica no hay quien baile.
_ ¡¿Acabas de llamarme arpía?!_ chilló la muchacha y le propinó un empujón.
_ Y psicótica._ agregó Víctor.
_ Por favor, que haya paz._ rogó Diego entornando los ojos._ Muy bien, solo espero que Renzo y Betsy puedan poner en orden sus diferencias. A pesar de que se quieran arrancar la cabeza uno al otro, tienen buena química en el baile. Y los demás también están muy bien. Ahora estoy seguro que haremos algo genial, todos juntos.
Los chicos no pudieron evitar romper a aplaudir, entusiasmados y emocionados por las palabras del profesor, quien, a continuación, empezó a trabajar por parejas, coreografiando entradas, movimientos y salidas. Era muy dinámico. Sabía exactamente lo que quería y cómo lo quería. Cada detalle era tratado minuciosamente: porte de la cabeza, el torso, los brazos, las manos.
Se desenvolvía fácilmente, como si aquello formara parte de su rutina habitual. Yolanda lo observaba y no hacía más que repetirse lo mismo: su profesor de Español y Literatura era un completo misterio, una auténtica caja de sorpresas. Había mucho más en él de lo que apenas conocían o podían percibir.
Cuando se percataron del tiempo que había transcurrido, era casi la medianoche. Aarón y María Alejandra practicaban su danzón en un rincón del salón de clases, en otro, Grettel y Víctor su chachachá, y Luis Mario y Wendy se acoplaban con el pilón. El profesor terminaba de revisar el desempeño de Oscar y Flavia con el ritmo mozambique. El hombre consultó su reloj de pulsera y apagó el reproductor a la vez que se dirigía a los jóvenes:
_ Creo que por hoy será suficiente... Los felicito, han hecho un excelente trabajo. Ahora solo necesitan practicar las coreografías entre los implicados. El fin de semana estaré nuevamente de guardia. Prepararé el mambo y la conga, y comenzaremos con la rueda de casino ¿De acuerdo?
Los chicos asintieron. La alegría aumentó aún más cuando el profesor aseguró que ya no tendrían que volver a sentirse inferiores al grupo de Rosemary:
_ ¿Quién es esa tal Rosemary?_ preguntó Diogo con burla.
Si,asombrosamente, aquel ensayo había transcurrido sin que nadie recordarasiquiera al grupo rival. Todos se habían entregado por completo a su baile y lohabían disfrutado enormemente.
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