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PASE

Los días de pase eran una auténtica fiesta para los estudiantes. Era la oportunidad que tenían de regresar a sus casas y gozar de las comodidades carentes durante los períodos internos en la escuela. Se dividían en dos tipos: pases largos y pases cortos. Los largos u oficiales, como también se les conocían, duraban tres días. Salían en los ómnibus un viernes en la tarde y retornaban los lunes en horario vespertino. Tenían tiempo para descansar, pasear y recrearse a gusto, a diferencia del día de pase corto, o meritorio, porque era un privilegio que podía perderse si se incumplía alguna norma escolar. El sábado de la semana de entrada a la escuela, a las tres de la tarde, los estudiantes que se hubiesen comportado debidamente, tenían la oportunidad de ir a su casa en un breve período de veinticuatro horas. El viaje se efectuaba en camiones o guaguas alquiladas, por los cuales cada alumno debía pagar la suma de diez pesos para la ida, e igualmente para el regreso, que debía ser siempre el domingo en el transcurso de la tarde a la noche.

Para Yolanda, volver a su casa en cualquiera de los dos pases era indispensable. Ver a sus padres, al insoportable de su hermano menor, comer la comida que le gustaba, la que elaboraba deliciosamente su mamá. Dormir en su cama, en su habitación, con privacidad. Lo extraño era que cuando estudiaba en la escuela de arte, siempre le había gustado estar más allí que en su hogar. Últimamente, no era que estuviera sintiendo lo mismo que en el pasado, pero disfrutaba cada vez más la beca, aunque se mantenía renuente a quedarse durante algún pase corto, como había hecho Grettel en más de una ocasión.

Siempre había manifestado que el día que le quitaran la oportunidad de gozar de un pase corto, aunque mereciera el castigo, se fugaría. No eran pocos los que, en aquellos sábados, privados de tal privilegio, trepaban la verja a escondidas, caminaban los trece kilómetros hasta la carretera y aguardaban a que el vehículo los recogiera. Claro, en el regreso a la escuela, casi siempre los fugitivos eran llamados a la oficina del director para ser analizados y sancionados, porque existía un regio control de los alumnos que podían o no recibir el pase meritorio. Aquel sábado Yolanda canturreaba mientras recogía sus pertenencias. Al ver a Nora tan inactiva se sorprendió de que no estuviera preparando también su equipaje. Mayor fue su sorpresa cuando la chica le anunció que se quedaría ese fin de semana:

_ De todas formas es una sola noche que voy a pasar en casa. Mejor me quedo, llamo a mi mamá por teléfono y le digo que venga mañana a verme y a traerme comida. Wendy habló con su papá para que nos deje usar el teléfono de la dirección.

_ ¿Y Grettel? ¿Se va o se queda?

_ Se queda. Para variar. Le ha agarrado el gusto a no irse de pase corto. Además, acuérdate que el otro día Carmina hizo la comprobación de Química en el aula y poncharon Víctor, Renzo, Betsy y Erik. Ella lo notificó a Elías y punto:

Todos se quedaron sin pase.

_ Pero Grettel aprobó la comprobación.

_ Si, porque se fijó por mí. Pero como su noviecito se queda, ella también. Dice que no lo va a dejar solo, y cito textualmente: para que ninguna guaricandilla mala se lo sonsaque.

Yolanda terminó de guardar la última blusa de uniforme en el bolso y colocó los brazos en jarra:

_ Bueno, supongo que me iré en el camión con las otras muchachitas.

_ No lo creo._ agregó Nora sentándose al borde de la colchoneta desnuda._ Wendy se queda. Una tía de su mamá está de visita en su casa y la va a cuidar, siendo así y dado que no sé qué extraña relación llevan ella y Luis Mario, pues no se va este fin de semana. Denise y sus hermanos tampoco se van y no me preguntes porque realmente no sé porqué.

_ ¿Hay alguien que vaya a salir de pase este fin de semana?_ protestó Yolanda.

_ Si, Aarón, y creo que Itzel y Katia también._ contestó Nora tranquilamente. Luego añadió._ Deberías quedarte, Yola. Dicen que no se pasa tan mal. Podemos llamar a la casa para avisar que vengan mañana a vernos. Embúllate.

Yolanda se rehusó, pero bastó que Grettel y Denise aparecieran para que se unieran a los ruegos de Nora y en un dos por tres la hicieran cambiar de idea y le deshicieran el equipaje. Con una ligera opresión en el pecho, observó a los estudiantes formados con sus maletines listos ante la entrada de la escuela, aguardando la orden de abordar los camiones estacionados en el terraplén. Elías, el subdirector de internos, consultaba la lista de becarios, verificando que solo saliesen los que debían hacerlo. Se despidieron de Aarón, Katia e Itzel. Por suerte, Rosemary y Lilí también se iban:

_ Que tengas un lindo fin de semana sin pase, bailarinita._ se burló Rosemary cuando salía. Lilí, Gina y Yomira la secundaron con sus estúpidas risitas burlonas.

_ Ojalá y nunca regresaran._ gruñó Nora con una mueca.

Yolanda retornó al dormitorio para reprimir los deseos de subir al camión. Se entretuvo en lavar las blusas sucias de uniforme y las faldas shorts, labor a la que se unieron pronto sus amigas. Nora peleó con Grettel al verla enfrascada en lavar no solo su ropa, sino también la de Víctor:

_ ¡Es tu novio, no tu marido!

_ Pobrecito, no sabe lavar.

_ Pues que aprenda, no va a dejar de ser hombre por lavar él mismo su ropa.

_ Nora, déjala ser feliz._ sonrió Denise.

_ ¿Quién le lava la ropa a tus hermanos?_ le preguntó Nora con gesto incómodo. _ Ellos mismos._ respondió Denise mientras restregaba una blusa bajo el potente chorro de agua de una de las pilas del lavadero._ ¿Te imaginas si lo hiciera yo? Multiplica: cinco camisas por cada uno, sin hablar de los pantalones. No mi santa, soy negra, pero no esclava. Si yo puedo lavar mi ropita, ellos también pueden, que nadie se ha muerto hasta ahora por eso.

_ ¿Ven? A eso es a lo que me refiero._ saltó Nora._ Ellos mismos se lavan aún teniendo a su hermana y no por eso dejan de ser machos.

_ ¿De qué hablan?_ preguntó Wendy entrando en el baño con un fardo de ropas. _ Nora está molesta con Grettel porque le lava el uniforme a su novio._ explicó Yolanda.

_ Bueno ¿Y tú por qué traes tanta ropa?_ curioseó Denise.

_ Ah..._ Wendy hizo un mohín temeroso al decir._ Nora, no me odies, pero le pedí a Luis Mario su ropa para lavárselas.

Nora reaccionó al instante, aunque no de la forma en que las demás creían que iba a hacerlo:

_ ¿Qué se traen tú y Luis Mario? ¿Están juntos o qué?

Grettel sacudió la cabeza mientras le arrojaba un poco de agua a su amiga y profería:

_ ¡Ay! ¡Deja a la gente ser feliz, gorda! Si están juntos o no, ese no es tu problema. A veces pienso que necesitas un novio cuanto antes, a ver si dejas la majomía esa que tienes._ se volteó entonces hacia Wendy._ Pero niña, de verdad... ¿Qué hay entre tú y Luis Mario? ¡Me tienen intrigadísima!

Cuando terminaron de tender las ropas para que se secaran, se dirigieron al ranchón, donde ya los chicos estaban sentados, hablando a toda voz, o mejor dicho, discutiendo a grito limpio sobre las estrellas del cine de acción. Erik estaba colorado de tanto gritar, empeñado en que nadie superaba a su estrella de cine favorita, el actor belga Jean Claude Van Damme. Diogo defendía a capa y espada la supremacía de Steven Seagal. Renzo aseguraba que Arnold Schwarzenegger era insuperable. Víctor optaba por Sylvester Stallone. Hasta Dalton tomó parte en la disputa, debatiéndose entre Mel Gibson y Tom Cruise. Luis Mario le refutó, alegando que tanto uno como el otro, solo eran puras caras bonitas y votó a favor de Diogo. Oscar, mientras tanto, intentaba enseñar a Dennis a manejar el PSP. Al notar la ausencia de Joel, Grettel y Yolanda se dirigieron al dormitorio siete y entraron al local sin importarle las rechiflas y frases picantes de los chicos presentes:

_ ¿Es que nunca han visto a una mujer?_ les gritó Grettel.

Yolanda dio un vistazo rápido al sitio y sonrió significativamente. Lucía exactamente como el lugar donde solo residían varones: desorganizado, sucio, maloliente. Aunque, a veces, el propio albergue donde ella dormía, causaba la misma impresión, pareciendo increíble que fuera ocupado por jovencitas. Grettel se cubrió la nariz mientras gemía:

_ ¡Coñó...! Alguien dejó pudrir sus pies o algún animal dentro de un par de zapatos.

Encontraron a Joel saliendo del baño con varias perchas en las manos y camisas recién lavadas destilando agua. Al verlas, el joven no pudo evitar su asombro:

_ ¿Están locas? ¿Qué hacen aquí?

_ Vinimos a buscarte._ dijo Yolanda._ Estamos en el ranchón... ¿Lavas tú mismo tu ropa?

_ Claro ¿Por qué te sorprendes?

_ A Nora le va a encantar saberlo._ manifestó Grettel con una mueca.

Yolanda se humedeció los labios resecos mientras se deleitaba en ver al muchacho. Lo mejor de quedarse un sábado en la escuela, era que no había que usar uniforme y podía admirar a Joel con aquella camiseta negra sin mangas. Podía ver claramente la cantidad de lunares que tenía esparcidos ¿Cuántos serían? Le encantaría contárselos, uno a uno... Y verlo en aquellos pantaloncillos que dejaban al descubierto sus llamativas y depiladas piernas y... _ Yolanda, despierta._ la sacudió Grettel.

_ ¿Qué?_ preguntó Yolanda volviendo del ensueño._ ¿Y Joel?

_ ¿No oíste? Fue a tender las camisas de uniforme allá afuera ¿En qué estabas pensando?

_ Olvídalo._ dijo Yolanda con algo de vergüenza. Debía dejar de quedarse tan tonta a causa de Joel. No podía ser normal que él ejerciera tal influencia sobre ella hasta el punto de hacerla perder todos los sentidos.

Alrededor de noventa y tres estudiantes se habían quedado sin pase aquel fin de semana. Noventa y tres, de una matrícula total de trescientos cincuenta y cinco. Menos de la mitad. Al salir del dormitorio, acompañados de Joel, observaron a los alumnos diseminados en distintas áreas verdes, acostados sobre mantas, disfrutando de la sombra de los arbustos y de la débil brisa de la tarde. Algunos varones jugaban al baloncesto, mientras que otros tendían ropas acabadas de lavar. Todos vestían informalmente y Yolanda no podía quitarle los ojos de encima a Joel. Comenzaba a molestarse consigo misma.

Vieron al profesor Diego, que ese día estaría de guardia, saliendo del comedor con una botella de agua. Llegaron al ranchón donde encontraron a Nora y a Dennis enfrascados en una cruenta discusión con el resto de los chicos:

_ ¿Qué ocurre?_ preguntó Joel._ ¿Qué nos perdimos?

_ Llegaron a tiempo._ anunció Víctor extendiendo los brazos hacia Grettel._ Nos vamos para el río.

_ ¿Qué río?_ se sorprendió Yolanda.

_ Para cualquiera._ contestó Betsy._ Con tal de quitarme el calor que tengo, me sirve cualquiera.

_ Es mala idea._ señaló Dennis._ Si los sorprenden, van a tener problemas.

_ Ya tú lo dijiste, _ sonrió Luis Mario._ si nos sorprenden.

_ Y ten por seguro que eso es justamente lo que va a suceder._ puntualizó Nora.

_ ¿Por qué eres tan pájara de mal agüero, gorda?_ protestó Renzo.

_ ¿Es que Dennis y yo somos los únicos capaces de entender las consecuencias que pueden provocar sus deseos de nadar?

_ Consecuencias nefastas._ puntualizó Dennis.

_ ¿Qué quiere decir nefastas?_ preguntó Erik por lo bajo a Oscar.

Diogo entornó los ojos al decir:

_ Ese es el problema que tienen tú y mi hermano. Siempre están pensando demasiado las cosas, analizando las consecuencias.

_ ¿Y queda muy lejos ese río?_ preguntó Oscar ajustándose los espejuelos. _ Bueno, por esta zona hay como tres._ explicó Joel y Yolanda lo miró sorprendida.

_ ¿Te has fugado al río alguna vez?

_ Claro, es una experiencia casi obligatoria si estudias en esta escuela.

_ ¡Perfecto!_ aplaudió Grettel entusiasmada._ ¡Ya tenemos un guía!

Betsy se cruzó de brazos mientras le dirigía una mirada cargada de reproche: _ Grítalo más alto, mijita. Es más, si quieres, llamamos a los profesores de guardia y les decimos lo que planeamos hacer.

_ ¿Qué es lo peor que puede suceder si nos descubren?_ quiso saber Dalton dirigiéndose a Joel.

_ Lo más probable es que nos expulsen._ contestó el muchacho rascándose la cabeza.

_ ¿Y te parece poco?_ estallaron Dennis y Nora poniendo el grito en el cielo y reafirmando una vez más su negativa de participar en la escapada. Sin embargo, al ver que sus amigos emprendían la marcha eligieron seguirlos a quedarse solos en la escuela.

_ Si nos sorprenden y nos botan será culpa de todos ustedes._ amenazó Dennis.

_ Ya deja de quejarte._ protestó su hermana._ Nadie te está obligando a venir. _ Si tanto miedo tienes a perjudicar tu intachable expediente estudiantil, no vengas con nosotros._ añadió Diogo y solo recibió una mueca grotesca como respuesta de parte de su hermano.

Para no llamar la atención saliendo en masa, se dividieron en pequeños grupos, reuniéndose nuevamente detrás de los dormitorios del personal de servicio, donde hallaron una gran abertura en la malla metálica. Uno a uno cruzó sigilosamente, internándose en la tupida maleza, con cuidado de no hincarse con las púas de marabú y otras plantas espinosas. Avanzaron durante unos quince minutos, envueltos por los matojos, los disparates de Erik y las quejas de Nora, temerosa de que pudiera tropezarse con alguna alimaña del monte, hasta que Joel, quien iba al frente de la comitiva, los hizo salir a un sendero de tierra que los condujo hasta un basto potrero.

Durante un buen rato caminaron bajo el intenso sol de la tarde, divirtiéndose con las constantes discusiones de Renzo y Betsy, topándose con otros jóvenes que, como ellos, se habían escapado en busca de un buen chapuzón y ya volvían de regreso. Yolanda iba junto a Joel, prendida de su brazo, sintiendo aún en el pecho la añoranza por su hogar:

_ ¿Qué tienes?_ le preguntó él en voz baja.

_ Nada._ sonrió ella.

_ ¿Lamentas no haberte ido de pase?_ insistió Joel intentando adivinar, aunque estaba seguro de que esa era en verdad la causa de que ella estuviera tan apesadumbrada.

Ella exhaló un suspiro:

_ Un poco. Aún no sé cómo me dejé convencer.

_ No es tan malo. Te lo dice alguien que generalmente se queda durante los pases cortos.

_ Bueno, supongo que no es lo mismo ir hasta Florida, que a Camagüey, y tener que regresar al otro día. Salir de allá un domingo por la tarde para llegar a Florida no debe ser nada fácil.

_ Quisiera tener una cámara fotográfica en este mismo instante para sacarles una foto y que vieran lo lindos que se ven así, tomaditos del brazo como una pareja de enamorados._ chilló Grettel de repente, que iba a caballito sobre la espalda de su novio.

Yolanda enrojeció y se soltó con rapidez del brazo de Joel. Tuvo que soportar las burlas y las insinuaciones durante poco tiempo, porque por fin llegaron al río. Joel los había conducido a uno de los menos frecuentados. Una línea oscura que se ensanchaba en la rivera arenosa bajo un arco de arbustos de nudosas y protuberantes raíces, y luego se estrechaba, alargándose y serpenteando entre montículos de tierra cubierta de hierbajos. Se despojaron de los zapatos. Los varones se quedaron en calzoncillos, con los torsos desnudos y las hembras se espantaron al ver a Betsy arrancándose todo, menos el sostén y las bragas:

_ ¡Betsy!_ exclamó Flavia.

_ ¿Qué?_ preguntó la aludida sin inmutarse._ ¿Qué tiene de malo? Más se ve en la playa y nadie se desmaya. Allá ustedes si quieren mojar sus ropas.

Renzo tragó en seco al ver a la muchacha semidesnuda y rápidamente cambió los ojos hacia otra parte, para que nadie se diera cuenta de su reacción:

_ Deberías tener un poco más de pudor._ dijo Nora a la joven.

Betsy, indiferente a los regaños y opiniones se volteó para decirles algo y se detuvo, con la mirada relampagueante:

_ En vez de recriminarme por todo lo que hago o dejo de hacer, deberían ver... eso.

Y señaló hacia el sitio donde Joel empezaba a desvestirse. Para las chicas fue como observar una película en cámara lenta. El muchacho primero se quitó la camiseta, dejando al descubierto un torso pálido, salpicado de lunares y trabajado a base de ejercicio físico. Puro músculo en los brazos, una llamativa complexión de tórax, el abdomen plano, cuadriculado, con una línea oscura de vellos que desaparecía detrás del bóxer rojo que usaba, y que dejó a las chicas sin respiración:

_ Santo Dios Todopoderoso._ gimió Grettel con ojos vidriosos.

_ Amén, hermana._ rezó Denise, incapaz de cambiar la dirección de la mirada. _ ¿Qué tal si le pedimos que se bañe desnudo?_ propuso Betsy ladeando la cabeza._ A mí no me molestaría.

_ ¡Oigan!_ gritó Diogo._ ¿Qué es lo que miran? ¿Vinieron a nadar o qué?

Las chicas reaccionaron con discreción en cuanto Joel las miró y le dirigió un saludo especial a Yolanda, quien se lo devolvió con timidez. Betsy le asestó un empujoncito:

_ Y pensar que lo tienes a tus pies y no haces nada al respecto.

_ ¿Qué?_ preguntó Yolanda sin entender, o fingiendo no hacerlo.

_ No te hagas la estúpida._ intervino también Flavia._ Ese mangón está muerto contigo ¿Qué estás esperando? ¿Qué venga una fulana cualquiera y se lleve el gato al agua?

_ ¿Yo podría ser esa fulana?_ rogó Grettel alzando una mano.

_ Tú tienes novio, confórmate._ masculló Nora.

_ Niñas, niñas... ¿Ya se fijaron en Oscar?_ preguntó Denise y señaló discretamente al muchacho, que acaba de quitarse el short.

Todas las chicas contuvieron una exclamación de sorpresa al advertir el bulto enorme que se marcaba bajo los calzones del chico:

_ ¿Todo eso es suyo?_ musitó Flavia.

_ Es una tripa._ dijo Betsy con la boca abierta y soltando una carcajada.

Erik y Renzo fueron los primeros en entrar al agua, seguidos de Oscar, Betsy y Flavia. Dennis se sentó sobre una piedra, alegando que por nada del mundo entraría a aquella masa líquida, turbia y sospechosa, infestada seguramente de todo tipo de gérmenes. Desgraciadamente, sus dos hermanos varones se encargaron de cargarlo en peso y arrojarlo al agua con gran estrépito, para diversión de todos y enojo del muchacho.

Grettel y Víctor se besuqueaban a cierta distancia del grupo, sumergidos hasta los hombros. Nora arrugó el entrecejo al verlos:

_ ¿Ustedes dos no se cansan?

Flavia abrió ojos y boca cuanto pudo:

_ ¡No puedo creer que estén haciendo lo que me imagino!

_ ¿Qué cosa?_ preguntó Denise y al momento cayó en la cuenta de a qué se refería Flavia._ ¡No puedo creerlo! ¡Ninguno de los dos tiene una gota de vergüenza en su cara!

_ Son unos malpensados._ dijo Víctor con tranquilidad._ No estamos haciendo nada.

Los únicos que no entraron al agua fueron Wendy y Luis Mario, quienes se quedaron sentados muy juntos en la arena de la orilla, cuidando las ropas y conversando en voz baja:

_ ¡Oigan!_ les gritó Erik._ ¿Ustedes dos a qué vinieron? ¡Métanse al agua!

_ Estamos mejor aquí, gracias._ sonrió Wendy.

_ Apuesto lo que sea a que se están bajando muela._ supuso Renzo.

Al cabo de un rato, las carcajadas y los gritos llenaron el aire mientras jugaban, las chicas sentadas sobre los hombros de los chicos en una lucha por derribarse unos a otros. Denise sobre su hermano Dennis, Betsy con Diogo, Flavia con Renzo, Grettel con Víctor. Dalton intentó cargar a Nora, pero resultó excesivamente pesada para él. Ambos, junto con Oscar, se contentaron con ser simples espectadores.

Yolanda nadaba tranquilamente bajo el agua, lejos del intenso chapoteo de sus compañeros. De repente, sintió que su cabeza chocaba contra algo duro y emergió a la superficie para descubrir con qué o con quién había tropezado:

_ Tenía que ser._ manifestó con una risita.

Joel se frotó la cabeza sonriendo:

_ La verdad es que empezaba a extrañar esta forma de encontrarnos.

Yolanda se escurrió los cabellos empapados:

_ ¿Cómo la estás pasando?_ le preguntó el muchacho.

_ Nada mal hasta ahora.

_ ¿Quieres unirte a ellos?_ y señaló a los jóvenes enfrascados en su divertida batalla.

_ No lo creo._ negó Yolanda con un ligero mohín._ La verdad es que nunca me han gustado los juegos de mano dentro del agua._ reparó en Erik, que trepaba a un tronco derribado que describía una diagonal entre el río y el exterior._ ¿Qué intenta hacer este loco?

Toda la atención cayó sobre Erik, que anunció, haría un clavado perfecto: _ No hagas disparates._ sugirió Renzo._ Capaz de que te tires y te abras la cabeza con una piedra.

_ ¡Ay sí, entonces déjenlo que se tire!_ pidió Nora dando palmaditas y con la mala intención reflejada en la voz.

_ Si a mí me pasa algo malo y me muero, mucho que sufrirán por no tenerme más con ustedes.

Las risotadas no se hicieron esperar:

_ Este debe haber tragado demasiada agua de río._ se mofó Luis Mario. _ Ríanse, ríanse todo lo que quieran._ continuó Erik manteniendo el equilibrio sobre el madero._ Pero yo sé que tengo razón. Cuando yo no esté, mucho que me van a extrañar. Sobre todo tú, gorda.

El rostro de Nora se tensó violentamente y escupió con desprecio:

_ Mira tú, elefantico Dumbo... con el cuerpo distrófico ese que tienes.

El muchacho se golpeó el pecho con altivez:

_ ¡Yo soy un salvaje!

_ Lo sabemos._ dijo Dennis._ No necesitas recordárnoslo.

_ ¡Yo soy el tipo más buenotote y ricotote del pre!_ continuó exaltándose Erik.

_ Definitivamente, él está muy mal._ musitó Flavia.

_ Y para que nadie tenga dudas lo voy a demostrar... Voy a hacer un striptease.

_ ¡Qué horror!_ exclamó Denise.

_ ¡No te atreverías!_ casi retó Grettel.

Erik comenzó a bailar de un modo lejanamente sensual, moviendo la cintura en círculos lentos y acompasados mientras se masajeaba los brazos y el pecho, mordiéndose los labios y lanzando sutiles besos a sus espectadores. Dennis enarcó una ceja y curvó la boca:

_ ¿Es obligado ver esto?_ preguntó._ Parece una culebra retorciéndose.

Y de repente, ante las miradas de todos, Erik se despojó de los bóxers y los sacudió en el aire como una banderola, mientras dejaba al descubierto sus flácidos atributos masculinos. Las chicas chillaron y se cubrieron los ojos o voltearon los rostros, excepto Betsy, que contemplándolo fijamente con una mueca sarcástica, gruñó:

_ ¡Qué patético!

_ Erik, no seas payaso y vístete._ ordenó Joel con seriedad.

_ Está tostáo._ se mofó Renzo y ovacionó a su amigo, al igual que Víctor.

_ Este chiquito es más pujón._ rezongó Nora y por un momento apartó la mano de los ojos, solo para volver a cubrirlos al ver que Erik continuaba desnudo._ ¡Comemierda, acaba de vestirte!

_ Compadre, Erik, _ inquirió Luis Mario._ respeta a las muchachitas, asere.

_ ¡Voy pá ti, gorda!_ gritó Erik y se arrojó al agua.

Nora chilló espantada y huyó como pudo por entre la compacta masa líquida, perseguida por Erik, quien se había puesto los calzones en la cabeza a modo de sombrero, mientras los demás contemplaban la escena sin poder contener las risas.

En el trayecto de regreso a la escuela, Yolanda pensaba en lo divertido que había sido todo y reparaba en la idea de que en su antiguo centro de estudios jamás había tenido aventuras similares. Estaban ya muy cerca cuando se toparon con un grupo de estudiantes que regresaban presurosos y los alertaron que Rufino había salido a dar caza a todos los fugados al río:

_ ¿Lo ven?_ se aterró Dennis._ ¡Sabía que esto iba a acabar mal!

_ Para con el ataquito de histeria, Dennis._ protestó Denise, aunque no pudo ocultar la inquietud que la asaltó, al igual que a los demás.

Yolanda se aferró a una mano de Joel y la preocupación inundó su voz al preguntarle:

_ ¿Qué vamos a hacer?

Joel dudó un instante, controlándose para transmitir calma a los chicos:

_ Ser cautelosos. Hay que tener mucho cuidado para entrar a la escuela ahora.

_ Pero... ¿Cómo lo haremos?_ se preocupó Oscar.

_ ¿Se imaginan qué pasará si nos descubren?_ preguntó Erik con una sonrisa socarrona.

Nora lo acogotó con un golpe seco:

_ Será más agradable que haberte visto encuero en el río, créeme.

Erik se le encimó provocativo:

_ Hazte, que yo sé que me diste tremenda vacilá.

_ ¿Pueden callarse?_ exigió Flavia._ Esto es un problema serio y debemos buscar la forma de resolverlo.

_ Habla Joel._ dijo Renzo._ ¿Cómo nos colamos sin que nos descubran?

_ Lo primero es dividirnos en pequeños grupos, tal y como hicimos para salir. Tendremos que entrar por varios lugares, evitando llamar la atención. Algunos tendrán que brincar la cerca. Lo más importante es que una vez dentro, todos vayan para los dormitorios y se metan bajo las duchas para borrar toda huella de que estuvimos en el río. Más tarde nos vemos en el ranchón ¿De acuerdo? Todos asintieron. Los cuatrillizos fueron los primeros en colarse a través del agujero de la verja. Grettel, Víctor y Renzo se alejaron un poco para trepar por encima. Lo mismo hicieron Erik, Betsy y Flavia, solo que desde otra zona. Luis Mario se las agenció para entrar justo por la puerta principal sin ser visto, acompañado de Wendy y Oscar:

_ ¿Se imaginan si descubren a la hija del director de la escuela implicada en una fuga al río?_ preguntó Oscar y Wendy solo atinó a soltar una risita nerviosa.

Joel, Yolanda y Nora fueron los últimos en cruzar el boquete del alambrado y casi fueron descubiertos por el profesor Diego. Por suerte, tuvieron la agilidad necesaria para ocultarse y no ser vistos. Una vez dentro de la escuela, hicieron caso a la sugerencia de Joel y corrieron para los albergues a ducharse. Mientras se lavaban, las chicas platicaban sobre la apariencia de los varones en calzoncillos:

_ ¿Se fijaron en Oscar?_ preguntó Betsy aplicándose champú en los cabellos._ Para estar tan flaco y tan tísico no se puede negar que está muy bien dotado. Cuando lo vi casi me atraganto. Lo que le cuelga a ese niño no es un rabo, es una anaconda.

_ Me pasó igual._ señaló Flavia._ Por Dios, qué paquete se manda. Por un momento creí que se había puesto relleno, porque todo eso no podía ser natural. Aunque, si hablamos de quién se lleva el premio al mejor cuerpazo, ese es Joel. Las chicas chillaron y aplaudieron entusiasmadas, aunque Yolanda se abstuvo de emitir cualquier criterio:

_ Es una lástima que Luis Mario no se haya quitado la ropa._ dijo Denise lanzando una mirada suspicaz a Wendy._ Siento curiosidad por verlo en paños menores... ¿Tú no, Wendy?

La aludida prefirió sonreír y no decir nada:

_ Mi Tatico tampoco está mal._ saltó Grettel.

_ Tu Tatico tiene una carita muy chula, _ empezó a rebatir Flavia._ unos pectorales aceptables y unos músculos discreticos, pero mi vida, de la cintura para abajo se manda un par de canillas flacas que parecen ancas de rana.

Las risotadas emergieron potentes como el agua de las regaderas. Nora se escurrió el rostro y tomó la toalla para secarse:

_ Aún no puedo creer que Erik se haya desnudado frente a todos. Es un descarado.

_ ¿No crees que le estás dando demasiada relevancia al asunto?_ preguntó Yolanda._ Hasta parece que te gustó que lo hiciera. No haces más que hablar de lo mismo.

Nora palideció:

_ ¿Qué? ¡No! ¡Ni loca! ¡Yo viré la cara, no vi nada!

_ Y créeme querida, _ acotó Betsy._ no había nada que ver, hablando literalmente. Te lo digo yo que sí lo vi todo de principio a fin.

_ Renzo tampoco se ve mal en calzoncillos._ dijo Denise.

Betsy soltó un respingo:

_ ¡Ay, por favor! Ese parásito no cuenta.

Flavia alzó la cabeza por encima del muro que separaba su compartimento del ocupado por su inseparable y alocada amiga: _ Pues ese parásito no te quitaba los ojos de encima.

_ Es que mis hermanos no te quitaban los ojos de encima._ rió Denise._ No sé como tuviste el valor de quitarte la ropa y quedarte semidesnuda frente a todos ellos.

_ Bueno, de todas formas no hacen nada con mirar y no tocar. Les di suficiente para la manuela de hoy.

_ ¡Qué ordinaria eres!_ le reprochó Wendy mientras le arrojaba agua.

Yolanda se alegró de que hubiesen soslayado el tema de Joel y se enfrascaran en el resto de los chicos. Resultaba incómodo que constantemente hicieran referencias amorosas sobre ellos dos, máxime, cuando no eran ciertas. Aunque, en algo sí estaba de acuerdo. La visión de Joel semidesnudo en el río le había provocado cosquillas en el estómago.

Cuando salieron del dormitorio distinguieron a los varones ya reunidos en el ranchón. Los profesores de guardia habían dispuesto el televisor y varios alumnos observaban un programa musical, al que Yolanda y sus amigos no le prestaron la más mínima atención. El tema de conversación giró en torno a si había algún tipo de relación o atracción entre Wendy y Luis Mario:

_ ¿Por qué siempre quieren saber esas cosas?_ protestó el muchacho, aunque no parecía molesto.

_ Curiosidad._ respondió Grettel.

_ Deberían preocuparse de otras cuestiones._ sugirió Wendy sentada en el suelo, entre las piernas extendidas de Luis Mario y la cabeza reclinada en su pecho.

_ ¿Ves?_ señaló Dennis._ Es a eso a lo que nos referimos. Solo dos personas que comparten cierta y determinada intimidad, están juntos como ustedes de esa forma tan... tan... tan...

_ ¡Desenclocha!_ imperó Diogo._ ¿Tan qué?

_ Digamos que... tan romántica.

Wendy y Luis Mario intercambiaron miradas y sonrieron cómplices, como buscando el uno la aprobación en el otro. Finalmente, Wendy dijo:

_ Lo dejaremos a la imaginación de ustedes.

Hubo protestas pero cesaron abruptamente cuando Oscar anunció en un susurro alarmado que el profesor Diego venía hacia ellos:

_ Actúen normalmente._ ordenó Joel._ Si nos pregunta decimos que estábamos por ahí, luego fuimos a bañarnos al albergue y nos volvimos a sentar aquí. Fingieron estar charlando de películas y artistas de cine cuando el profesor Diego se detuvo junto a ellos, portando una tablilla y un bolígrafo. Los miró durante unos segundos, disfrutando con una fría sonrisa en los labios del abrupto silencio que envolvió a los jóvenes:

_ Buenas tardes._ saludó con voz provocativa.

Ellos contestaron al saludo de forma mecánica y tonos apagados:

_ No recuerdo haberlos visto cuando tomé la asistencia hace una hora._ continuó sonriendo el profesor.

_ Ah..._ hizo Betsy y sonrió también._ Estábamos por ahí, profe. Acostados bajo las matas.

El profesor Diego hizo un mohín discreto y se cruzó de brazos sobre el pecho: _ ¿Saben? He notado que casi siempre andan juntos. Son algo así como una manada. Me gusta. Veo que se llevan bien, y eso es muy bueno. No pasan desapercibidos para nadie. Por eso es que no entiendo como si estuve por el docente, los dormitorios y todas las áreas verdes de la escuela tomando la asistencia, no los vi, a ninguno.

Miró a todos, uno por uno, y con un gesto suave y despreocupado acarició la cabeza húmeda de Yolanda, que era la que más cerca tenía de sí:

_ Hace calor ¿Cierto?_ preguntó con intención.

_ Un poco, sí._ contestaron ellos tratando de aparentar calma.

_ Como que le dan a uno, deseos de estar en un río para darse un buen chapuzón._ prosiguió el profesor.

_ ¡No fuimos al río!_ negó Dennis abriendo los ojos como platos redondos y enormes.

_ Nadie ha dicho que lo hicieran... Aún._ sonrió e hizo una pausa antes de continuar._ ¿Es mi idea o todos tienen la cabeza húmeda?

_ Usted mismo lo dijo, profe._ sonrió Luis Mario._ Hace tremendo calor. Nada mejor que una buena ducha para refrescar.

_ ¡Vaya! Y supongo que todos se pusieron de acuerdo para ir a ducharse al mismo tiempo... Mira tú... ¡Qué casualidad!

Dio unos pasos alrededor del corro, convencido de lo nerviosos que estaban a causa de su presencia. Yolanda tragó en seco y se atrevió a preguntar:

_ ¿Va a tomarnos la asistencia, profe?

_ Es posible, si. Pero todo a su tiempo. Primero lo primero. No sé porqué me parece que tienen la errónea idea de que me creí eso de que estuvieran todo el tiempo en la escuela y que no los vi. Por eso voy a preguntar esto una sola vez y espero, por el bien de cada uno, que no se atrevan a mentirme. Pregunto: ¿Fueron o no al río?

El silencio que reinó fue tan pesado que casi podían palparlo. Joel fue quien respondió finalmente:

_ Si fuimos, profe. Discúlpenos.

_ Joel de la Torre García._ dijo el profesor moviendo la cabeza con lentitud y mirándolo fijamente._ Me sorprende y me decepciona ver como un estudiante de tanta calidad rompe las reglas de forma tan grotesca. Aunque ya veo que no es el único.

Y miró esta vez a Dennis, a Nora, a Oscar y a Yolanda, quienes bajaron las cabezas, avergonzados. Luego se dirigió a Betsy, a Renzo, a Víctor, a Erik y a Luis Mario, añadiendo:

_ Y ustedes siempre aparecen enrolados en cuanta indisciplina se presenta. Qué novedad. Sobre todo usted, señor Luis Mario.

_ Ay profe, no diga eso._ interfirió Wendy._ Luis Mario ha cambiado cantidad. _ Qué bueno que lo diga, señorita hija del director ¿Sabe usted lo que le pasaría a su papá si por el exceso de calentura de ustedes, les llegara a suceder algo malo en el río?

Wendy bajó la mirada al responder con voz ronca:

_ Perdería el trabajo y se lo llevarían preso.

_ Exacto, y lo mismo me pasaría a mí, y a su tío, señorita Betsy, y a todos los profesores implicados en este equipo de guardia. Sus padres nos culparían por no cuidarlos debidamente, cuando lo cierto es que sus hijos no pasan de ser unos indisciplinados, cretinos y malcriados desobedientes. Esa es una de las causas por la que nadie en este país quiere ser maestro. Hay que tener contenedores de paciencia para lidiar con chicos de su edad. Pero ¿Saben qué? Chiquillos como ustedes, que se creen muy adultos, solo me hacen amar mi profesión, porque al final me satisface demostrarles cuán estúpidos e inmaduros son.

Dijo todo aquel discurso sin siquiera alterarse o levantar la voz. Hablaba muy calmado y hasta podría decirse que parecía sonreír un poco. Otro en su lugar, como Carmina o el profesor de Matemáticas, habría armado tremendo espectáculo de seguro, gesticulando salvajemente y profiriendo amenazas. Pero el profesor Diego ni siquiera parecía enojado, a pesar de la imperturbable seriedad que inundaba su semblante:

_ ¿Va a tomar medidas con nosotros, profe?_ preguntó Dennis con voz temblorosa y apagada.

Diego resopló y volvió a pasear la mirada severa por los rostros preocupados de los chicos:

_ Joel... Su grupo es el 12 A ¿Cierto?

El muchacho asintió. El profesor hizo varias anotaciones en el papel prendido de la tablilla que portaba:

_ Y pensar que están casi todos en el grupo bajo mi responsabilidad._ masculló._ ¡Qué desilusión!

Terminó de escribir y dijo en tono firme:

_ Ahora quiero que todos me escuchen muy bien, porque no pienso volver a

repetir esto nunca más, o por lo menos a ustedes... _ Hable profe, nosotros lo escuchamos._ manifestó Erik.

_ Hoy no pienso tomar ninguna medida, pero espero que no se vuelva a repetir este incidente...

_ No se preocupe profe, puede estar seguro de que no._ espetó Erik.

_ No es capricho de los profesores que no puedan ir al río. Es una cuestión de protegerlos y evitar cualquier desgracia. Sus padres confían en que están a salvo aquí en la escuela, y así debe ser...

_ Profe, le prometemos que no pasará otra vez._ volvió a intervenir Erik y el profesor Diego le dirigió una mirada asesina.

_ Vuelve a interrumpirme y créeme que tú no la pasarás nada bien.

Nora acogotó al muchacho y el sonido del golpe resonó graciosamente seco:

_ Recuérdenlo bien._ anunció el profesor Diego antes de marcharse._ Que no vuelva a enterarme que incurrieron en una indisciplina como esta... O mejor, la próxima vez tengan la decencia al menos de invitarme a ir con ustedes.

Los chicos permanecieron un instante en silencio al quedar solos. Intercambiaron miradas y rompieron a reír, a excepción de Dennis que protestó indignado:

_ ¡No le veo la gracia por ningún lado! ¡Pudieron habernos expulsado! ¡No pienso nunca más dejarme arrastrar por ninguna idea loca que provenga de sus desquiciadas y retorcidas mentes!

_ No seas llorón._ le dijo Luis Mario arreándole una patada que Dennis le devolvió rabiosamente.

_ Bueno, _ suspiró Joel._ supongo que esta vez tuvimos suerte.

_ ¿Saben qué?_ alegó Renzo._ El profe Diego al final no es tan cabrón como aparenta. Se hace el duro y eso, pero no es mala gente. Nos pudo haber jodido y no lo hizo.

_ Si, aunque el imbécil este casi lo echa todo a perder.

Al hablar, Nora propinó un fuerte golpe a Erik en el cogote. El muchacho reaccionó violentamente:

_ ¡Chica no me des más por la cabeza!

_ Lo siento, es que suena de lo más rico cuando lo hago._ sonrió Nora con mordacidad e intentó repetir el golpe, pero Erik la esquivó, en cambio, Víctor sí lo acogotó y el porrazo emitió un sonido que arrancó risas.

_ Oye gorda tienes razón._ se burló Víctor._ La cabeza de Erik suena riquísimo.

_ Eso es porque la tiene vacía._ anotó Flavia.

_ Ay, yo quiero probar._ gimió Grettel y Erik explotó.

_ ¡Ah! ¿Pero qué carajo se piensan ustedes que soy yo? ¿Una tumbadora? Hicieron caso omiso a sus protestas mientras lo abucheaban y algunos trataban de pegarle:

_ ¡Les juro que si me vuelven a dar me voy a encuerar aquí mismo!

_ Tú estás loco pero no para tanto._ dijo Nora con una mueca de incredulidad. _ ¿Ah, no me creen? Ahora verán..._ y Erik empezó a desabotonarse la bragueta del pantaloncillo que llevaba puesto, del cual se hubiera despojado de no haber sido porque Víctor y Renzo saltaron sobre él para impedir que cumpliera sus propósitos. Betsy movió la cabeza de un lado a otro con gesto aburrido:

_ Le ronca que a este le dé ahora por exhibir el gollejito muerto ese que le cuelga entre las patas._ musitó.

******************

Para Yolanda, aquella resultó una tarde entretenida, y en la noche, no tuvo tiempo para nostalgias. Luego de casi dos meses en la escuela, probó por primera vez los alimentos elaborados en la cocina escolar, y no le supo tan mal, _ quizás por el hambre que tenía. Por suerte, al otro día sus padres irían a verla y esperaba que viniesen cargados de comida.

A las ocho y media regresaron al ranchón para ver la programación televisiva, aunque el interés de todos era esperar la primera película del sábado que consistió esa noche en una cinta de terror sobre una pareja de jóvenes que viajaba en su auto y recogía a un sujeto en la carretera que resultaba ser un asesino psicópata. En cada escena de violencia y sangre, Nora pegaba potentes chillidos que sacaba de quicio a todos:

_ ¡Gorda, que me vas a dejar sordo!_ se lamentó Dalton sentado junto a la muchacha.

A mitad de la película, Luis Mario y Wendy se levantaron del suelo y se alejaron, tratando de no llamar la atención, encaminándose a las áreas oscuras tras las aulas. Solo que no contaron con que Betsy los viera:

_ Que se diviertan._ les deseó la chica y fue secundada por un coro de risas y chiflidos.

Al finalizar el filme, la mayoría de los estudiantes ya se había ido a dormir. Solo ellos permanecían despiertos, fuera de los dormitorios y sin deseos de irse a descansar, por lo que suplicaron permiso al profesor Diego para ver la siguiente película. Tuvieron que solicitar la autorización de Rufino. En un inicio, el hombre se negó, pero fue finalmente convencido por su sobrina:

_ Solo espero que la segunda no sea tan terrorífica como la primera._ suspiró Nora.

Para su desgracia la siguiente película era peor y trataba sobre un matrimonio al que su auto se rompe en medio de una carretera oscura y deben pasar la noche en un motel cuyo propietario se dedicaba a torturar y asesinar a los clientes mientras los filmaba con cámaras de video para crear películas gore. La algarabía de Nora esta vez fue peor, y a ella se sumaron Denise y Grettel. Yolanda no gritaba, pero se sobresaltaba y acurrucaba contra Joel, que la abrazaba de forma protectora, sin poder ocultar la satisfacción que sentía al tener a la chica tan cerca de él.

Era muy de madrugada cuando se fueron a los dormitorios. Nora estaba traumatizada por las películas y se negaba a dormir sola por temor a que un asesino apareciese en el albergue casi desierto y la descuartizara. Erik sacó provecho de la situación, aumentando su miedo con comentarios ocasionales. Las chicas convinieron en unir varias literas y así dormir juntas: _ Si quieren yo puedo ir a dormir con ustedes._ se ofreció Erik.

_ No gracias._ negó Betsy tajante._ Preferiría que apareciese un asesino de verdad.

Joel y Yolanda se detuvieron ante la puerta del dormitorio de las chicas: _ Bueno, creo que hasta mañana no sería la despedida adecuada en este momento._ sonrió él.

Ella le devolvió la sonrisa:

_ Yo creo que hasta dentro de un rato suena mejor.

Joel aproximó los labios hasta su oído y susurró:

_ Que descanses y sueñes cosas lindas.

_ Tú también._ jadeó Yolanda y cerró los ojos, conteniendo la respiración al advertir el contacto de aquellos labios calientes contra su mejilla.

Sintió una sacudida, algo así como una descarga eléctrica recorriéndole la piel. Le zumbaban los oídos al compás de los violentos latidos de su agitado corazón y las piernas le temblaron hasta el punto de tener la sensación que de un momento a otro se le doblarían y caería al suelo. Aunque la tranquilizaba la seguridad de que Joel estaba allí y la alzaría en brazos, no tenía dudas de ello.

«No seas tonta. Acaba de entrar._ se dijo a sí misma.»

Pero una vez dentro del albergue, regresó a la puerta para verlo alejarse, y se sorprendió suspirando como una colegiala enamorada: _ Si tanto te gusta acaba de decírselo y hazte su novia.

Miró a Betsy que acababa de soltar aquel comentario a su lado. Ni siquiera la había sentido llegar:

_ Yo tú no lo pensaría dos veces, y mucho menos después de haberlo visto en calzoncillos en el río... ¡Por Dios! ¡Eso sí es un mangazo! ¡Ñó! No es fácil ver ese pollo y tener que acostarme con la partía de auras tiñosas histéricas estas.

_ Si, lo que tú digas._ dijo Yolanda y se alejó de la muchacha.

_ Oigan, _ notó Flavia mientras arrastraba una litera._ y Wendy aún no regresa ¿Qué estarán haciendo ella y Luis Mario?

_ ¿Tú que crees?_ preguntó Betsy con tono socarrón.

Denise terminó de vestir su camisón de dormir y la miró con un gesto de cabeza:

_ Betsy, eres tan mal pensada y tienes una lengua que para qué.

Lejos de ofenderse, la alocada muchacha comenzó a moverse sensualmente y a gemir como si estuviera teniendo un orgasmo. Grettel estalló en carcajadas, mientras Yolanda hacía un esfuerzo por ocultar la risa. Nora se limitó a cubrirse con la manta mientras refunfuñaba:

_ Eres tan grotesca y ordinaria...

******************

Yolanda despertó con un fino rayo de sol jugueteándole en el rostro y una pierna y un brazo de Grettel sobre ella. La chica era un auténtico remolino durmiendo. Todo el tiempo se movía y cambiaba de posición, haciendo bastante incómodo el que alguien a su lado pudiera conciliar tranquilamente el sueño. Con mucho cuidado de no despertarla Yolanda se incorporó y apartó los miembros de Grettel, que sin abrir los ojos y gimiendo profundamente dormida, se volteó hacia el otro lado, abrazándose a Nora. Al otro costado de Yolanda, Wendy respiraba sumida en el más absoluto letargo, mientras que, en las camas superiores, Denise, Betsy y Flavia roncaban a piernas sueltas.

Tardó un instante antes de darse cuenta que no estaba en su casa, en su habitación, en su cama, sino en la escuela. A su mente acudieron los recuerdos del día anterior y sonrió al evocarlos. Cuidadosamente se sentó al borde de la litera, con los pies descalzos sobre el suelo. Movió en redondo la cabeza, estirando poco a poco el cuello. Luego alzó varias veces los hombros y sus clavículas traquearon. Finalmente estiró las piernas, haciendo énfasis en el empine de los pies.

Últimamente había retomado aquella vieja costumbre. Cuando estudiaba en la escuela de arte, cada amanecer realizaba aquellos ejercicios para despertar su cuerpo y prepararlo para la intensa jornada que le esperaba. Ya no estudiaba ballet, pero había descubierto que no quería perder la elasticidad, la flexibilidad y las habilidades que por tanto tiempo había dominado. Semanas atrás, durante uno de los ensayos nocturnos, los chicos le suplicaron que les hiciera alguna demostración. Aunque al principio se rehusó, terminó accediendo. Tuvo que hacer un intenso calentamiento antes de dejarlos boquiabiertos con las impresionantes extensiones de sus piernas, elevándolas verticalmente sobre su cabeza mientras permanecía de pie en perfecto equilibrio. Luego hizo varios piruettes seguidos, alternando con fouettes, y tuvo que convencerlos de que, sin las zapatillas adecuadas, era imposible que pudiera pararse en puntas de pie como ellos aspiraban que hiciera. En aquella ocasión se sintió bien al realizar aquellos simples ejercicios. Era como si el tiempo hubiese vuelto atrás, como si aún tuviera la oportunidad de alcanzar su sueño.

Volvía a experimentar aquel dolor que le envolvía el cuerpo, el mismo dolor que la había acompañado durante tantos años. El dolor del agotamiento de los músculos llevados al límite. Los bailarines podían llegar a ser un poco masoquistas. Sonrió al pensar en esa afirmación y continuó realizando estiramientos, y ejercicios, como si estuviera en un salón de clase, aferrada a una barra, ante un espejo.

Luego de terminar su breve gimnasia matutina, se duchó y aguardó sentada a la entrada del dormitorio a que los demás se despertaran para ir a desayunar. Tenía un hambre espantosa y lamentablemente no quedaba nada para comer. Las restantes galletas del último paquete escondido en la taquilla, fuera del alcance de Nora, Víctor, Renzo y Erik habían dado buena cuenta del mismo, lo que ocasionó una fuerte discusión entre Nora y Grettel. Solo deseaba que llegaran pronto sus padres para así calmar el voraz apetito que le aguijoneaba las tripas de forma tan violenta.

Como a las diez de la mañana empezaron a aparecer guaguas, camiones y otros vehículos cargados de familiares. Yolanda abrazó a su mamá rebosante de alegría, aunque se sorprendió al no ver a su papá, y se preocupó al saber que había tenido que quedarse en casa al cuidado de su pequeño hermano enfermo de gripe. Acompañadas de la mamá de Grettel, y la abuela de Nora, se sentaron bajo la sombra de unos arbustos, sobre mantas tendidas en el suelo enyerbado como en un día de picnic. Habían traído tanta comida entre las tres como para alimentar a un ejército.

Desde aquel sitio tranquilo y fresco vio a los cuatrillizos dirigirse con sus papás hacia el ranchón. También estaban Renzo, Víctor, Erik y Oscar con sus parientes. Wendy saludó a su padre, el director Conrado, que estaría de guardia ese día. Betsy y Flavia entraron con sus familiares al dormitorio. A Luis Mario parecía que nadie había ido a verlo, pero Oscar y Wendy se encargaron de que no se quedara solo y sin comer debidamente.

Víctor se acercó a ellas para saludar a su suegra, pero solo estuvo unos minutos, tras los cuales regresó junto a su mamá. Grettel lo acompañó para hacer lo mismo con su suegra, que armó gran algarabía al verla llegar. El resto de la mañana se fue en charlas acerca de cómo iban los estudios y las vivencias acontecidas últimamente. Por supuesto, no hubo ni un solo comentario respecto a la fuga al río.

A la hora del almuerzo Yolanda reconoció entre los poquísimos estudiantes que iban al comedor porque nadie los había ido a ver, a Joel, y sintió un vuelco en el corazón ¿Por qué estaba solo? ¿Por qué nadie había ido a verlo ni a llevarle comida? Dejó a un lado el pote de helado de fresa que estaba disfrutando y corrió hacia él:

_ Oye...

Joel se detuvo y sonrió al verla:

_ Hola.

_ ¿A dónde vas?

_ A almorzar.

_ ¿Nadie vino a verte?

Joel hizo un gesto negativo con la cabeza. Parecía como si no le afectase en lo absoluto. Si a ella nadie la hubiese ido a ver, estaría dando alaridos de desesperación. Pero el muchacho le explicó sin dejar de sonreír:

_ Le tengo prohibido a mis padres que vengan hasta aquí. Sé que trabajan mucho y siempre están ocupados para que también se vean obligados a viajar hasta este fin del mundo. Yo escogí estudiar lejos, no tengo porqué castigarlos haciéndoles venir cargados como bestias. De todas formas, aquí tienen que cocinar forzosamente. Aunque la mayoría de las veces Salim me trae comida de su casa. Pero como todavía está molesto conmigo... Valeria también comparte comida conmigo.

La sola mención del nombre de aquella chica le causó incomodidad, pero decidió obviarlo. O era un cretino o un hijo extremadamente considerado con sus padres. Como fuese, Yolanda sintió pena. No era fácil ver a los demás disfrutando de la compañía de sus parientes y estar solo. Aunque él no lo expresara, en el fondo, tenía que sentir algo de soledad. Con un gesto firme le tomó de una mano y tiró de él:

_ ¡Vamos!_ ordenó.

_ ¿A dónde?

_ Conmigo y con Grettel y Nora. Nuestras madres trajeron demasiada comida. Ven a almorzar con nosotras.

Al principio se resistió un poco, pero Yolanda lo fue llevando casi a rastras. En cuanto Grettel y Nora los vieron llegar, sus rostros resplandecieron pícaramente, con clarísimas intensiones de proferir algún disparate típico de ellas, pero Yolanda se apresuró en indicarles con discretas señas que no se atrevieran siquiera a pensarlo.

Las madres mostraron inmediato interés en el muchacho, quien las saludó cortésmente mientras era presentado por Yolanda. Tomó asiento junto a ella. La abuela de Nora le sirvió un plato de comida semejante a una montaña mientras lo acribillaba a preguntas ¿Qué edad tenía? ¿En qué grado estaba? ¿Qué pensaba estudiar? ¿A qué se dedicaban sus padres? Yolanda sacudió la cabeza con fastidio ¿A qué se debía aquel interrogatorio? Estaba dispuesta a intervenir, a salvar a su invitado sometido a tamaña e incómoda situación, cuando la abuela de Nora indagó sin tapujos mientras los señalaba:

_ ¿Y... desde cuándo son novios?

Joel se atragantó con una cucharada de comida y Yolanda con un sorbo de refresco. Grettel y Nora contuvieron a duras penas la risa mientras veían a la pareja toser desaforadamente:

_ Ellos no son novios, abuela._ explicó Nora.

_ Todavía..._ agregó Grettel con guasa.

_ ¡Ah! ¿Y por qué?_ quiso saber la mamá de Grettel mientras se dirigía a Yolanda._ ¿No te gusta? ¿Con lo lindo que es?

Tanto Joel como Yolanda cambiaban de color como camaleones avergonzados: _ La culpa es de Yola._ explicó Grettel, presta a formar parte de la chanza._ Joel está muerto hasta la calavera con ella, pero esta chiquita se hace la difícil.

Esta vez fue la mamá de Yolanda la que miró a su hija directamente:

_ ¿Y a qué esperas, criatura? Un monumento como este no se encuentra disponible todos los días.

_ ¡Mamá...!_ chilló Yolanda, roja como la grana y a punto de que le saltaran las lágrimas.

_ Ya dejen a la pobre niña y no la avergüencen más._ exigió la abuela de Nora. Lanzó una mirada morbosa al muchacho mientras le decía con tono provocativo._ Yo sí estoy disponible, nené, por si te interesa.

_ ¡Abuela...!_ berreó Nora esta vez._ ¡No digas eso! ¡Tú tienes marido! ¡A mi abuelo!

Joel tuvo que reírse por lo chistoso de la situación. Aceptó galantemente toda suerte de piropos que recibió, y las bromas que se sucedían unas tras otras. Las tres mujeres parecían cada vez más encantadas con él mientras que sus hijas se sentían cada vez más humilladas por el comportamiento inapropiado de sus madres. Mientras se despedían, Joel fue víctima de excesos de besos y abrazos, además de recibir invitaciones de matrimonio y suplantación de esposos: _ Olvídenlo._ dijo la mamá de Yolanda._ Es mi futuro yerno. Se va a casar con mi hija.

_ Mamá basta._ masculló la muchacha de mal humor.

Los vehículos se perdieron de vista en la distancia, dejando tras ellos densas nubes de polvo. Yolanda suspiró con nostalgia, pero enseguida se animó en cuanto escuchó a Joel:

_ Me encantó conocer a tu mamá. Es una lástima que tu papá y tu hermanito no pudieron venir.

_ Y yo lamento por el rato incómodo que te deben haber hecho pasar. Nuestras familias, siempre han sido así, se llevan de lo mejor y cuando se juntan como ahora, son pura dinamita.

_ No te preocupes, la pasé muy bien, y lo mejor de todo es que tu mamá está enamorada de mí.

Yolanda frunció el ceño:

_ Muy gracioso._ gruñó mientras le propinaba un suave puñetazo en un hombro. Aquella noche, en cuanto llegaron Katia, Itzel y Aarón, los pusieron al tanto de todas las aventuras vividas:

_ Si sé eso no me voy de pase._ protestó Katia._ Gozaron la papeleta.

_ Y oficialmente, _ anunció Grettel._ Wendy y Luis Mario están juntos.

Hubo una rechifla colectiva y la pareja respondió dándose un beso en la boca que confirmó lo que ya todos imaginaban. Yolanda se percató de que Lilí y Rosemary iban descendiendo de la guagua y se detenían por un instante a observar al alegre grupo reunido en el ranchón. De seguro comprobaban si estaba triste por no haberse ido de pase. Lo sentía mucho por ellas, pero la verdad era que se lo había pasado de lo mejor, y ya estaba pensando en quedarse de vez en cuando durante los pases cortos en compañía de sus amigos. Sobre todo, sabiendo que Joel siempre se quedaba. Les dedicó una sonrisa provocativa a la que sus rivales respondieron torciéndole la mirada y dándole la espalda para marcharse al dormitorio.

Se sintió mucho mejor cuando comprobó que Salim había perdonado a Joel. El muchacho llegó hasta el banco que ellos ocupaban. Llevaba un tupperware con alimentos en las manos y se lo tendió a Joel:

_ Mi mamá te mandó comida. Ella y mi papá te envían saludos. Los pobres, si supieran la clase de rata traicionera que te has vuelto...

_ Salim..._ dijo Joel entornando los ojos._ ¿No vas a perdonarme nunca? Ya te dije que se me pasó decírtelo. No sé cuantas veces tendré que disculparme contigo.

Salim alzó la barbilla:

_ Oh sí, cómo si tus disculpas fueran a hacerme olvidar que me tiraste a un lado como una ropa pasada de moda..._ levantó un dedo índice para enfatizar sus palabras._ Te salvas porque con tu cara linda y ese cuerpazo que tienes se te

perdona todo. Pero no creas que vas a convencerme tan fácil. Y tú... Se dirigió esta vez a Yolanda:

_ Creí que íbamos a ser amiguis-miguis, pero me diste una puñalada trapera igual que este y las perras sarnosas de Itzel y Katia... ¡Humm! Esas dos que dicen ser mis mejores amigas... ¡Amigas!... Con amigas como ellas no se necesitan enemigas... Y yo que te consideraba mi cuñis. Qué decepción.

Hizo un gracioso puchero acompañado de un gesto dramático que casi provocó que Yolanda se carcajeara. Cuando quiso hacer mutis, Joel se puso de pie con agilidad y lo abrazó por la espalda:

_ ¡Suéltame! ¡No me toques!_ se sacudió Salim.

_ No pienso soltarte hasta que me perdones._ sonrió Joel.

_ Pues no pienso hacerlo. Así que te quedarás ahí eternamente.

_ Y eso te hace inmensamente feliz ¿Verdad? Eres tan astuto y habilidosamente oportunista...

Le dio un beso en la mejilla y lo liberó. Antes de marcharse, Salim les suplicó que si llegaba a haber una vacante en el grupo, que lo tuvieran presente:

_ En serio eres alguien importante para él._ observó Yolanda.

_ Si._ dijo Joel y observó el tupperware de comida entre sus manos._ Realmente todavía no me explico y no me perdono cómo se me pudo pasar que olvidara decirle a Salim lo de la rueda de casino. Es un tremendo bailarín y hubiéramos podido aprovecharlo al máximo.

Yolanda quiso decirle algo, pero reconoció a Valeria acercándose a ellos. Disimuló un gesto de fastidio, pero en cambio, se limitó a susurrarle a Joel:

_ Tienes otra visita.

Valeria se detuvo junto a ellos. Llevaba una bolsa entre las manos:

_ ¿Qué tal tu fin de semana?_ le preguntó Joel.

_ Bien._ contestó Valeria y lanzó una mirada ocasional a Yolanda._ Hola.

_ Hola._ respondió Yolanda y tuvo la sensación de haber masticado tierra.

_ Te traje comida._ continuó Valeria mientras le extendía la bolsa.

_ Gracias, Salim también me trajo. Tendré que guardarlas para mañana. Hoy comí con Yola.

En la mirada de Valeria se percibió una sombra oscura, pero la muchacha agitó su cabellera azabache con donaire y forzó una sonrisa lánguida:

_ Bueno, pues, solo ten cuidado de que no se te eche a perder. Me devuelves el pozuelo cuando termines. Nos vemos.

Y se alejó. Yolanda aguardó unos segundos antes de responder:

_ En serio tienes gente que se preocupa por ti.

_ Ya te lo dije. Salim y Valeria son mis mejores amigos. Nos cuidamos y apoyamos mutuamente.

«_ Y los dos te aman con locura._ pensó Yolanda.»

******************

Horas después, continuaba todo el piquete sentado en el ranchón, recordando las vivencias del día anterior y celebrando el noviazgo de Luis Mario y Wendy. Diogo se inclinó sobre Itzel y le dijo algo al oído. La chica reprimió una carcajada y se dirigió a Nora, preguntándole:

_ Norita, me piden que te pregunte tu opinión sobre algo ¿Cómo se ve Erik encuero?

La muchacha enrojeció y apretó las sienes:

_ No lo sé._ contestó bruscamente.

_ ¡Pues yo sí sé!_ aulló Betsy._ Y créeme, se ve bastante deprimente.

Erik se irguió, herido en su orgullo con aquel comentario:

_ Parece que ustedes quieren que yo me quite la ropa aquí mismo.

Dennis resopló pesadamente antes de decir:

_ Nadie duda que lo hagas. La verdad es que no me explico de dónde te vienen esos impulsos exhibicionistas, pero te aseguro que ver tus partes íntimas no resulta algo placentero. Existe en muchas partes del mundo lugares para gente como tú: zonas nudistas.

Continuaron charlando, riendo, peleando y bromeando hasta que el director Conrado vino a darles la orden de irse a dormir. Por supuesto, saber del noviazgo entre su hija y el alumno más problemático de la escuela no le hizo la más mínima gracia, pero a Wendy pareció no importarle la actitud de su padre. Evitó la charla que él quiso iniciar con una cariñosa despedida, alegando que tenía mucho sueño y que en otro momento podrían conversar. Era feliz como hacía mucho tiempo no lo había sido, y nada ni nadie podría hacerla sentir diferente. No lo iba a permitir. Luis Mario era un regalo muy especial que la vida le había dado y los regalos solo podían agradecerse y disfrutarlos.


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