
Rubí
Rubí es un perro muy feo, pero feliz. Una mañana de tormenta, mi hija lo encontró en un descampado, casi moribundo y apenas respirando. Lo envolvió en una manta y lo colocó en una caja de cartón, para llevarlo al veterinario del barrio.
Cuando unas horas después, nos trajo el animalito para mostrarlo, había recibido suero, antibióticos y calcio, porque según dijo el veterinario, se trataba de un animal que si bien no era anciano carecía de cuidados, por lo que presentaba un severo cuadro de desnutrición y sobre todo artrosis y descalcificación.
En el patio pudimos observarlo bien: le faltaba un ojo, estaba infestado de pulgas, numerosas heridas y no podía ponerse siquiera en pie. Jabones, lociones y cuidado mediante; en quince días Rubí corría dando saltitos y ahora, cuando viene de visita a casa, hasta se toma el atrevimiento de correr a nuestra pata Luna, mientras mueve la cola para todos lados y ya hace un año que forma parte de la familia.
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