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Capítulo 22: Familia

Gohan

Ver a Ashton así de nervioso, me ponía nervioso a mí. Podía sentir incluso como temblaba, lo que ya me estaba sacando de quicio.

Estábamos sentados uno al lado del otro, teniendo nuestra última clase de ese día, la cual terminaba a las doce y media.

Ashton había bebido mucho café de nuevo y no había podido fumar ni un poco de hierba para relajarse gracias a que el olor se le impregnaría y si su familia lo llegaba a oler, estaría acabado.

Tomé su mano temblorosa y comencé a jugar con ella para que se distrajera. No me importaba que algunos de nuestros compañeros notaran eso, ni siquiera me importaba si creían que yo y él éramos algo como novios.

Yo no detestaba a los padres de Ashton, pero sabía que ellos sí a mí, pues yo había sido, en parte, la mala influencia en él.

Antes de mí, Ashton hacia caso en todo a sus padres, incluso quería estudiar medicina, hasta que descubrió que había más carreras que derecho y medicina.

Ashton amaba la ciencia, pero no era lo suficientemente fuerte como para abrir un ser humano o dar la noticia de que no pudo salvar a uno. Mi amigo era una de las personas más sensibles que conocía y, por lo tanto, jamás hubiera podido lidiar con un trabajo en el que de él dependiera la vida de una persona o de un animal.

En cuanto al derecho, bueno, su padre había intentado de todo para que él se interesara aunque fuera un poco en su área, pero Ashton jamás había tenido un solo interés en las leyes... aunque sí disfrutaba ver La Ley y el Orden.

Cuando la clase terminó, Ashton debió correr al baño, pues la mezcla de las tazas de café y los nervios le debieron hacer efecto. Yo lo esperé afuera, pidiendo que el día pasara rápido para que mi pobre amigo tuviera un descanso.

Cuando volvimos al departamento, Alaska estaba ahí, junto a su bestia peluda de color blanco, la cual estaba mordiendo mis plantas de marihuana que había puesto en la sala, en el pequeñísimo balcón que teníamos.

—¡Mis pequeñas! —corrí hacia ellas y espanté al animal, llamando la atención de los otros dos.

Comencé a revisar las plantas, las cuales tenían baba y mordiscos de gato.

—¡Tu engendro quiso asesinar a mis niñas! —le dije a Alaska.

—¡Twinkle! —lo reprendió ella—. ¡No elijas el mismo camino que estos dos!

Ashton fingió una risa, pero inmediatamente puso una cara de sufrimiento.

—No quiero ir.

—Si no vas, terminará peor —dijo Alaska—. Llevaré a Twinkle a mi departamento y vuelvo —informó, tomando a su mascota.

Mientras revisaba las plantas de marihuana, noté que en el masetero de al lado había unas flores.

—Oye... ¿no que esos eran tomates?

Ashton se acercó a mí y miró las plantas en el pequeño balcón.

—Sí...

—¿Y desde cuando los tomates son amarillos?... ¿o tienen pétalos?

—Creo que son girasoles...

Iba a responder algo, cuando Alaska volvió.

—¿Vamos?

Ashton asintió resignado y ambos fuimos hacia la puerta para salir.

[...]

Cuando llegamos frente a la casa de los padres de Ashton, Alaska me dio una mirada sorprendida y yo asentí.

No cualquiera vivía en una casa de lujo en Beverly Hills, cerca de un montón de cantantes y actores famosos.

—¿Sabías que Katy Perry y Adele viven a unas casas? —le pregunté a Alaska en susurro, mientras Ashton iba delante de nosotros.

—¿Es broma?

—¿Qué no sabes qué ellas viven acá? Qué niña más inculta.

Claramente, esa casa de lujo no la habían construido con el dinero de ellos, pero los abuelos de Ashton se habían hecho una fortuna cuando vivían y como herencia estaba esa casa. Su abuelo de familia paterna había sido director de muchas películas exitosas de la época, tanto que había sido parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, y su abuela había sido una actriz bastante famosa también. Ambos se habían conocido en la filmación de una película y se habían terminado por enamorar.

La primera en recibirnos fue la ama de llaves, quien era quizás la única ahí que realmente creía que Ashton era un gran chico.

—Pulguita —le dijo al verlo—. Cada día estas más grande.

Ashton le dio una sonrisa y un abrazo.

—Hola, Misty, ¿cómo estás?

Mientras Ashton saludaba a Misty, noté que Alaska miraba todo a su alrededor como si fuera algo mortal o delicado, tanto, que, si lo tocaba, lo rompería.

Eso me hizo recordar todas las cosas que había roto en esa casa alguna vez en mi adolescencia: vidrios, jarrones, vasos, la podadora, la caminadora del gimnasio... A veces me preguntaba cómo era que Ashton no se había alejado de mí.

Luego de que saludáramos a Misty, pasamos a la sala. Por supuesto, la decoración de la casa era muy elegante y todo combinaba a la perfección. Había fotos de toda la familia colgadas en las paredes, pero, con clara intensión, no había una sola foto en la que Ashton estuviera solo.

—Siéntense por mientras, estamos aun preparando el almuerzo —nos dijo Misty.

Ashton asintió y los tres nos sentamos en un sofá juntos, muy pegados.

Ashton estaba muy nervioso, aún temblaba y su voz se oía algo extraña, cuando hablaba, pues había estado muy silencioso todo el día.

Cuando los padres de Ashton aparecieron, él se paró de golpe fingiendo una sonrisa, pero su rostro cambió cuando sus hermanos aparecieron detrás.

Él no me había comentado que estarían sus hermanos y, a juzgar por su expresión, él tampoco lo sabía.

Ashton no dijo nada, por lo que su madre habló:

—¿No vas a saludar?

—Eh... supongo que sí.

Ya que, Ashton estaba actuando muy raro, yo me puse de pie y le sonreí a la familia.

—Hola a todos, tanto tiempo.

La madre de Ashton me dio una mirada llena de fastidio.

—Hola, Gohan, ¿cómo has estado?

A ella no le importaba como había estado, solo lo preguntaba por cortesía.

—Bien, increíble, de hecho. Me arrestaron en Las Vegas por romper el vidrio de una patrulla policial y portar hierba en la vía pública —Ashton me miró amenazante—, pero me soltaron gracias a nuestra amiga estrella...

Me volteé hacia Alaska, quien me miró confundida, hasta que entendió y se puso de pie con una sonrisa amable.

—Hola —saludo tímidamente—. Soy Alaska White.

—¿Y de donde es una estrella? —preguntó el padre de Ashton—. ¿De un club nudista?

Alaska pareció sorprendida por el comentario, pero yo solo reí.

—No, es actriz... pronto van a ver una película de ella en el cine, tranquilos.

—Ah... —dijo la señora Johnson con poco interés—. ¿Y cómo la conocieron? ¿Es su proveedora?

Yo volví a reír, pero Alie nuevamente pareció ofendida.

—Es nuestra vecina de enfrente, llegó al edificio hace unos meses y viene de Alaska, ¿no es gracioso?

—¿Alaska? —preguntó la hermana menor—. ¿Y se llama Alaska?

Alaska asintió con una sonrisa fingida.

—Qué pena... —se burló con una risita.

—¿De qué diablos te burlas Beverly? —pregunté yo—. Tú no eres la indicada para eso.

Ella intentó decirme algo, pero no pareció hallar qué.

—El almuerzo está listo —anunció Misty, asomándose a la sala.

—Bien, vamos a la mesa —dijo la señora Johnson.

Ashton nos detuvo un momento y cuando su familia ya no se veía por ahí, dijo:

—¿Y si nos vamos?

Yo negué.

—Enfrenta tus miedos, Ashton, no seas patético.

Yo sabía que mi amigo sufría estando ahí y, por cómo iban las cosas, Alaska también lo haría; pero su familia jamás lo tomaría en serio si no tenía ni siquiera el carácter para pararse frente a ellos y no inmutarse con sus comentarios.

Yo había aprendido a hacer caso omiso a los comentarios perjudiciales para mí y mucho se lo debía a Ashton, aunque él no lo supiera.

Antes de Ashton yo no había tenido un solo amigo y pensaba que había algo mal conmigo, en especial por las cosas que decían los demás de mí; pero entonces llegó él y me demostró que solo tenía que encontrar a las personas indicadas.

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