Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prólogo

Nunca me habían gustado los autobuses. Ya, suena irónico viniendo de una hija de chófer; todavía más, considerando que elegí una hora de transporte público en vez de quince minutos andando cuando escogí bachillerato.

Puede parecer una locura, pero tuvo su lógica; prefería por mucho dos horas de agobio a siete, que era lo que iba a conseguir si continuaba sola en aquel ambiente. Antes mis decisiones eran racionales, pues mi cordura estaba en buen estado; ahora, ya no puedo decir lo mismo.

"No vas a cambiar la realidad por mucho que repitas que te lo estás imaginando", por supuesto, no podía dejarme ni escribir tres párrafos sin entrometerse. Su voz, entre otros muchos motivos, era la razón por la que estaba en esa lata de sardinas en movimiento, camino a casa de una psicóloga un sábado a primera hora. Vale, técnicamente ella no tenía título todavía, solo cursaba la carrera, pero era lo mejor que había logrado conseguir; mis padres aún no estaban enterados del delirio en el que estaba inmersa y no iba a poder desviar el dinero para pagar a un profesional real sin levantar sospechas. Si aquello iba peor de lo esperado, confesaría, pero preferiría por mucho mantenerlos al margen.

La primera parada de San Sebastián, Errotaburu; faltaban dos para la mía, en las universidades. Me tensé en el asiento mientras el señor que había ocupado el de mi izquierda bajaba a su trabajo.

"Sigo pensando que esto es muy mala idea, que conste", siguió él, "¿No sería mucho más simple cumplir tu tarea como mi elegida y liberarme? Cuanto más tiempo pase, más expuesta estarás y más posibilidades habrá de encontrar tu cadáver en una cuneta, despedazado por cualquier criatura de vuestra mitología. O por un zádaplu; recuerda que quieren tu cabeza después de lo ocurrido en Ondarreta".

"No es por sonar borde, Haritz, pero no voy a ponerme a buscar un árbol específico en el bosque para evitar un problema imaginario", respondí, con una naturalidad pasmosa. Me recorrió un escalofrío mientras la parada de Lorea pasaba sin nadie que pulsara el "stop". Aquello no era natural, no era normal hablar con las voces mentales como quien charla con un amigo.

"Celia, ¡haz el favor!", exclamó, molesto como el niño que decía haber sido cuando entró a su prisión de corteza y clorofila. Yo rodé los ojos y pulsé el botón de parada cuando se oyó el nombre de la siguiente por los altavoces. "Admito que no es la misión más interesante del mundo, pero solo es eso. Luego cada uno sigue por su lado, como si nuestros caminos jamás se hubiesen cruzado".

"Lo único que quiero cruzarte yo es la cara con una bofetada por decir sandeces", sentencié; creedme, si tuviera rostro real, cumpliría mis palabras. Me despedí del conductor y salí del autobús, dispuesta a variar el rumbo que solía trazar por esa zona.

Mientras buscaba con la vista el ascensor verde pistacho que me otorgó como referencia, las golondrinas sobrevolaban mi cabeza, haciendo volteretas que un piloto profesional solo podría soñar. Bueno, en realidad esos pajarillos trajeados (¿acabo de escribir eso? Sí, eso acabo de hacer) no eran los únicos ocupantes del espacio aéreo, pero como el resto de las criaturas eran una simple proyección mental de mis delirios, pues ale, hablo de ellas y ya. Como si algún transeúnte me fuera a corregir de todos modos.

Al menos las "no-golondrinas" se dignaban a no molestarme; no podía decir lo mismo de la bola de pelo con cornamenta incipiente que se aferraba a mi tobillo. Traté sin éxito de soltarme mientras el elevador subía hasta el nivel en el que Kalare vivía; un piso como muchos en la plataforma intermedia entre ambos ascensores, cuya versión de cristales tintados no necesitaba coger (pero de referencia sirve; llama la atención).

Minutos después, llamaba al timbre del tercer piso. Una serpiente voladora, o a eso se asemejaba, surgió del botón y trazó un par de tirabuzones alrededor de mi muñeca antes de salir flotando por la ventana. Suspiré; estaba haciendo lo correcto, por más que un gruñido al fondo de mi cráneo quisiese convencerme de lo contrario.

La puerta de la vivienda se abrió, mostrando tras de sí a la aspirante a psicóloga que había venido a buscar. Bueno, no la esperaba precisamente así, con el cabello negro al estilo leonino y el pijama aún puesto (y zapatillas de conejitos; que no falte el toque infantil). Kalare buscó sus gafas de pasta, sin poder reconocer a la persona al otro lado del umbral.

—¡Mira a quién tenemos aquí! —exclamó al descubrir quién se encontraba en frente suyo—. ¡No te esperaba! ¡Pasa, pasa!

—Te llamé —le recordé; ni me molesté en fingir una sonrisa, no estaba de humor—. Dije que vendría hoy.

Ella me inspeccionó con la mirada, desde mi melena corta a mis zapatillas gastadas. Torció el gesto y me miró como si hubiera dicho la mayor burrada del siglo.

—Celia —pronunció, lento, como si intentase por todos los medios evitar meter la pata y desatar una catástrofe—, es sábado. Un sábado de junio. Son las ocho de la mañana. ¿Quién en su sano juicio espera a alguien un sábado de verano a las ocho de la mañana?

—Quiero terminar con esto hoy, gracias —contesté. ¿Tan difícil era de entender? Llevé los dedos índice y corazón a la frente—. Va para largo, así que mejor empezar cuanto antes.

—Si tú lo dices... —me dio la razón, sin tenerlas todas consigo—. Sírvete unas galletas si eso, voy a ponerme un poco más "profesional". ¿Quieres un té? Porque estoy haciéndome uno en la cocina.

Que conste que su idea de profesionalidad consistía en un chándal negro y una camiseta a rayas. Aunque, puestos a escoger, prefería que llevase esas chanclas a las zapatillas anteriores.

Me guió hasta un sofá color café que podría haber encontrado yo misma; mientras, ella se acomodó en el sillón del mismo patrón. Una brisa sacudió mi cabello; querían que escapara, veían un posible fin allí. No obstante, yo no iba a darles ese gusto; precisamente, a por ese fin había ido hasta allá.

—Bien... —Kalare sorbió un poco de su té—. ¿Empezamos con esa historia tan larga que tienes que contarme?

¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Ojalá que sí, porque si no estaré hablando sola, y como que no es plan.

Si alguien me sigue en Twitter o ha hablado conmigo en persona, sabrá la tabarra que he dado con este tema. ¡Bienvenidos sean todos al Proyecto AI! O Alas Imaginarias, como prefirais.

¿Opiniones? Sobre la portada, la sinopsis o el prólogo mismo. Quiero saber lo que piensa quien haya llegado hasta aquí.

Durante esta semana y la siguiente, las publicaciones serán raras, aviso. Hoy (en realidad ayer, pero como que a las dos de la mañana no me da para corregir el contenido del dichoso pendrive) tenía que publicar sí o sí; entenderéis mi empeño algún día. Y, como el 22es mi cumpleaños, lo más probable es que publique ese día también. ¿Y el sábado intermedio? Ni idea, ya veré si me da la vida. Después ya volveremos a la programación "habitual" (era la habitual en mis anteriores obras y lo seguirá siendo).

¡Os leo en los comentarios!

Mireia

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro