Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. La filosofía de un bloque de gelatina

6. La filosofía de un bloque de gelatina

«Oye, ¿tú consideras a esa "Le Invisible" una amiga? Hay personas que desprecian las amistades online, pero yo creo que son igual de válidas que las otras formas de amistad. Ya ves, en este mundo interconectado, hasta la persona más solitaria del mundo puede encontrar a alguien afín. La pena es que a veces estén demasiado lejos para darles los abrazos que se merecen en persona... ¿Qué dices? No, no estoy proyectando, para nada... ¿No se suponía que te estaba analizando yo a ti?»

El timbre de entrada estaba a punto de sonar y yo no estaba en clase todavía. No, no era porque llegara tarde; llevaba doce minutos sentada en aquel pasillo, mientras lo veía llenarse y observaba las zapatillas de casa que me había olvidado de quitarme. Tampoco era que el aula estuviese cerrada, ojalá; la puerta verde y marrón había permanecido abierta de par en par desde hacía un buen rato, como siempre que empezábamos el día con Filosofía.

La razón por la que aún no me encontraba sentada en mi pupitre, con el bolígrafo a la espera de que Paco proyectara sus diapositivas para su transcripción, resultaba un poco menos creíble. Porque claro, que un bloque de gelatina te cierre el paso no es algo que ocurra todos los días.

Así, como lo oyes. Una masa viscosa de color azul abarcaba toda la abertura de la puerta, bloqueando el acceso a clase. Solo para mí, por supuesto; el resto de mis compañeros entraban al aula sin problemas. Cubiertos de baba, pero sin ningún percance, y ese minúsculo efecto secundario ni siquiera les molestaba. Algo lógico, por otra parte, ¿a quién le va a perturbar algo que no percibe?

No obstante, ese no era mi caso. La perspectiva de atravesarlo me producía nauseas; solo haberlo tocado hizo que las arcadas subieran por mi garganta. ¿Estúpido, verdad? Una proyección de mis propias neuronas escacharradas, una gelatina imaginaria, me revolvía el estómago.

"Es un blandiblú", puntualizó Haritz desde esas mismas neuronas, "hazme el favor de llamar a las cosas por su nombre".

Llamar a las cosas por su nombre, ya claro. Y de paso, pediría plaza en un psiquiátrico. Me había concedido referirme a Haritz de esa manera solo porque las alternativas (voz de mis pensamientos o brote psicótico, por ejemplo) eran demasiado largas, pero hasta ahí pensaba ceder. No iba a aceptar el uso de la información aportada por mi propia demencia; mi cordura ya estaba lo suficientemente tocada.

Además, éste ni siquiera había sido original. Cuando era pequeña, vendían esta clase de sustancias bajo ese nombre; incluso hubo un taller en la biblioteca para fabricar propios. Yo perdí el mío hacía tiempo, pero eso no demostraba que tuviera vida; era bastante más probable que mi madre lo hubiese tirado a la basura, pues la manualidad solo abultaba.

"Según he oído, en la época que mencionas, ser secuestrados para luego ponerlos en venta era un temor razonable entre los miembros de esta especie. Claro que había especímenes sintéticos, pero no tantos como pudieras creer".

Lo ignoré. El tiempo se escurría entre mis dedos, pero el bloque no se movía. ¿Cómo iba a hacerlo? Yo misma lo había colocado ahí, el obstáculo no iba a desaparecer sin cumplir con el ridículo cometido que le había impuesto. Una de dos: o lo atravesaba o me quedaba fuera. Y yo no quería quedarme fuera.

Até mi abrigo hasta arriba y me calé la capucha; debía reducir la piel descubierta a un mínimo. Mi conclusión era que, cuanto menos contacto directo, menos asco me daría la experiencia.

A ser francos, nunca sabré si mi táctica surtió algo de efecto. Aunque pasé corriendo por el umbral, aquella materia viscosa penetró en todos y cada uno de los orificios de mi piel, incluidos los nasales (en la boca no; al menos eso lo impedí). Abandoné el bloque doblada, a punto de vomitar y sin poder respirar.

"Interesante...", murmuró Haritz; mientras, yo eché mano del paquete de clínex que guardaba en el pupitre y expulsé la masa que habitaba mi nariz. Usé otros tantos pañuelos para adecentar mi cara, mochila y ropa; no estaba limpia, pero al menos no sentía las extremidades pegajosas. "Para algunas especies, la baba de blandiblú es corrosiva y tú estás perfectamente, manchas aparte. Entonces, queda descartado que seas una imani; una pena, con lo irónico que hubiese sido que parte de tu sangre perteneciera a la comunidad imaginaria".

Para cuando el timbre sonó, ya había recuperado la compostura; los pocos testigos de mi ridículo no le habían dedicado ni un segundo de apreciación. Suspiré; seguía siendo un fantasma, una anónima en la que jamás pensarían cuando bachiller terminase. Era mejor así; ya crearía lazos en la universidad.

Apoyé la mochila en mi regazo y busqué el cuaderno de Filosofía. En vano. Un cosquilleo eléctrico amenazó con cerrar mi garganta. Ya lo había supuesto al ver el porcentaje de batería de mi teléfono, o al notar mis zapatillas de felpa, pero odiaba tener que constatar que, de hecho, había olvidado el material en casa. La mochila contenía los libros de las asignaturas de ayer; faltaban Filosofía y Matemáticas, y Biología se burlaba de mí, a sabiendas de que no lo iba a sacar en todo el día.

Tomé una rápida decisión: saqué un cuaderno cualquiera y lo abrí en una página en blanco. Luego, empecé a copiar. Mientras pudiera transcribir la presentación después y no nos pidiera leer ningún fragmento del libro, no se daría cuenta.

La suerte estuvo de mi parte. No obtuve ningún tipo de falta ni llamada de atención; el plan había funcionado. La perspectiva de tener que copiar todo aquello de nuevo por la tarde me espantaba, pero podría haber salido mucho peor.

Las dos horas siguientes pasaron en un suspiro. A lo mejor parte del mérito de esa velocidad residiera en que no estaba prestando atención a las clases en sí; perdón, profesores de Euskera y Física-Química, pero planear mi enfoque en clase de Matemáticas era mi prioridad.

"Y, pese a ello", ironicé en el lavabo, al tiempo que salpicaba mi cara con agua, "salgo al recreo sin un plan". Al parecer, mi contacto estaba enfermo, y las hojas del libro de texto no estaban colgadas en internet. "El bloque ya no está, pero yo estoy bloqueada", añadí mientras abandonaba el edificio.

La panadería estaba a rebosar; había una cola larguísima para llegar al mostrador. Saltaba a la vista que no era la única alumna interesada en la oferta; ir en el primer receso era la única manera de asegurarse de que todavía quedase algo que comprar. Tragué hondo y me uní a aquella marabunta adolescente.

Localicé una napolitana de crema. A trompicones, encadené las sílabas necesarias para pedirla. Busqué el euro a pagar; en aquel ambiente, se me había olvidado sacarlo. Di el dinero y salí de allí lo más rápido que los parámetros sociales para no montar una escena me lo permitieron.

Unos pasos fuera del local, respiré. Dios, cómo detestaba a las multitudes; más, si parte de ella estaba cubierta de baba azul. Si hubiese habido otra opción, ni siquiera habría entrado.

—Celia —escuché de repente, a mis espaldas. Gruñí; ya había pasado por aquello. Aunque aquella no era la voz de Haritz.

Una garra me oprimió la tráquea por cuarta vez en aquel día. ¿Debía añadir otra voz a la colección o de verdad había alguien llamándome? Di una vuelta de campana y noté como aquel nudo se deshacía. Aquella vez sí, encontré un cuerpo físico vinculado a la voz.

Ahora que lo pienso, tengo pendiente escribir algo de la comunidad imaginaria... Apuntado queda, para un relato como mínimo.

¿Qué os ha parecido? ¿Alguien sospecha quién puede ser la voz corporea? ¿Haber salido tan rápido de casa ha tenido más desventajas que ventajas? ¿Los malditos colores de las puertas son correctos? Es frustrante; las intenté memorizar pero no me acuerdo.

Por lo demás, las zapatillas y los libros no son lo único que ha olvidado Celia. Digo, fijaos bien... en su defensa, al menos las llaves las tiene.

Bueno, hasta la semana que viene. ¡Os leo en los comentarios!

Mireia

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro