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°•°Capitulo 12°•°

¡Maldito capullo! En parte me alegro; es bueno saber que no le dejé vía libre entre mis bragas, pero ¡me ha mentido!
 
Doy un último gruñido y bajo en busca del corpiño que tiré, y lo peor es que no sé por qué carajos lo tiré.
 
Allí en el jardín está, casi cerca de la división entre mi casa y la suya.
 
Fácil, Ailena, caminas sin hacer mucho ruido, tomas el corpiño y sigues con tu vida. Nada puede fallar.
 
Me encamino lentamente hacia dónde está tirado mi corpiño, y claramente todo tenía que fallar, porque me encuentro con Samael viéndome divertido.
 
¿Qué se supone que haces, Ailena? —Que metiche.
 
—Recorro el jardín, es muy lindo, ¿no lo creés? —sonríe y asiente.
 
—Sí, bellísimo. —Uf, se lo ha creído. - Pero más bello aún es el corpiño que está ahí. —Mierda.
 
—Vale, sí, se me ha caído, pero haz como que nada viste. —Recojo el corpiño y lo guardo en el bolsillo de mi buzo.
 
Enseguida veo salir al profesor de literatura. ¿Lucir? ¿Emir?, bueno, no sé, ese.
 
-Ailena.-me sonríe. 
 
Okey, esto es cada vez peor y más raro. 
 
—Profesor. —Le doy un asentimiento como saludo. —No sabía qué tenías relación con el profesor. —Miro a Samael.
 
—Ah, eso, él es nuestro tío, sí, pero no nuestro tío de cerca, sino uno muy lejano, como uno segundo. Su mamá era hermana de mi abuela y eso. —El profesor y yo lo miramos con el seno fruncido.
 
—Qué explicación extraña, pero vale, tío lejano, que es como segundo —digo divertida.
 
—¿Por qué no cenas hoy con nosotros? —habla el profesor.
 
—Porque no los conozco —digo y veo un asomo de sonrisa.
 
—Eres desconfiada por lo visto. —Asiento. 
 
—No encuentro ningún motivo para confiar en ustedes. —Alzo los hombros.
 
Y enseguida sale el peor de toda esa familia, la razón por la cuál comienza a caerme peor una familia que ni conozco.
 
—Y mucho menos sabiendo que ese individuo pertenece a ustedes. —Él alza una ceja
 
¿Sigues cabreada? Eres muy rencorosa. 
 
—Vete al infierno, Adriel. —Este sonríe. 
 
—De ahí vengo, preciosa.
 
Ambos nos compartimos miradas desafiantes, hasta que los otros dos se interponen en ellas.
 
—¿Qué pasa aquí?—pregunta Samael.
 
-Nada.
 
-Nada.
 
Decimos los dos la misma, yo más cabreada que él, claramente.
 
—¿Entonces? —pregunta el profesor y no entiendo. ¿Cenas con nosotros? —Ah, eso.
 
—Será un placer.—le respondo mientras miro con una sonrisa triunfal a Adriel.
 
Lo oigo susurrar algo, pero no llego a oír bien que fue lo que dijo; tampoco me importa, seguro me maldijo.
 
—Nos vemos después entonces. —Asiento y camino hacia el interior de mi casa.
 
¿Por qué carajo acepté?
 
Porque quiero ver al papasito de Adriel.
 
Cállate, consciencia.
 
Soy tú, lo único que yo sí hablé con sinceridad. 
 
Decido ignorarla y subo a mi habitación. Allí estaba sentado en mi escritorio. 
 
—¿Por qué ya no me sorprende esto?
 
—Porque tú lo esperas. —Ruedo los ojos.
 
—¿Qué quieres, Adriel?—digo ya cansada.
 
—¿Qué quieres tú?—se levanta para caminar hacia mí.
 
-¿Yo? Pero si yo estoy en mi casa, tú viniste a molestar. —Se acerca más y retrocedo.
 
—¿Por qué aceptaste la invitación de ir a cenar?
 
—Me apetecía conocer a tú tío, además me cae bien tu hermano. —Alza una ceja. 
 
—¿Te crees que no me di cuenta que aceptaste por mí? —me acorrala contra la pared.
 
—¿Qué te hace creer lo hice por ti? ¿Tan importante te crees? —trago saliva cuando siento su mano cerca de mi rostro.
 
—¿Te pongo nerviosa, Ailena?—sonríe triunfante. 
 
Carajo, no sonrías así. 
 
Cállate, no es el momento.
 
—En lo absoluto, ahora vete, debo prepararme. —Coloco mis manos sobre su pecho para apartarlo.
 
Las alejó enseguida; sentí un calor inexplicable, uno que jamás en la vida había sentido. ¿Qué me pasa?
 
Veo cómo él también se aleja, un tanto conmocionado, bueno, al menos no fui la única que lo sintió.
 
—Nos vemos, Ailena.—dice para después desaparecer por la ventana.
 
¿Qué tiene con mi nombre? Siento que cada vez que me nombra, hace ímpetu en él.
 
Me deshago de todo pensamiento relacionado con él y me dirijo al baño. Allí me despojo de toda la ropa que llevo e ingreso a la ducha, donde me recibe el agua caliente, tal cual me gusta. Tan caliente que puedes sentir como el mismo infierno te abraza. 
 
Mientras estoy bajo la ducha intento quitar todo rastro del sentimiento que me generó el tacto de Adriel. ¿Qué carajo fue eso? Lo peor es que estoy muy segura de que a él le pasó igual.
 
Una vez lista, salgo del baño envuelta en una toalla; allí increíblemente no me espera Adriel, sino que Samael. Frunzo al seño al verlo: —Es que de Adriel sí me lo espero.
 
—¿Qué se supone que haces aquí?—digo un tanto confundida.
 
Él al verme parece que palidece; no entiendo por qué, hasta que me veo. Ah, estoy en toalla. Se jode: nadie lo mandó a entrar en mi habitación sin mi consentimiento.
 
—Vi-vine a hablar con vos. —respondió un tanto nervioso.
 
—Habla. —Me cruzo de brazos, él me señala.
 
¿Puedes vestirte y luego hablamos? —Niego.
 
—No, Samael, no tengo tiempo y mucho menos paciencia; si viniste hasta aquí es porque es importante, deduzco yo, así que habla de una vez. —Suspira y asiente.
 
—Me gusta. —frunzo el seño.
 
—Está bien. —Alzo los hombros.
 
—¿Solo eso? Acabo de decirte que me gustas. —asiento.
 
—Y está bien, no entiendo qué más quieres que te diga, a mí no me pasa lo mismo, sí, pareces ser buen chico, pero no para mí. Agradezco tú sinceridad, pero olvídate de que algo pase entre nosotros, no eres mi tipo. —Eso parece cabrearlo.
 
—¿Tú tipo?—asiento. —¿Y cuál es tu tipo? ¿El capullo de mi hermano? Él no va a quererte, solo va a usarte para un polvo y ya.
 
—No, ni tú, ni tú, hermano. ¿Acaso no llegas a entender que no los conozco? No tienes que hacerme ningún tipo de reclamo, y este planteo está de más. —Veo como él se calma un poco. —Ah, y como última cosa, es mi problema con quién yo estoy y con quién no, y si a mí se me antoja echarme un maldito polvo con tú hermano, voy a hacerlo. —Niega.
 
—¿Tan poco te quieres, como para caer tan bajo?
 
—Me quiero tanto como para estar segura de que jamás estaría con vos, y menos sabiendo que para vos el valor de una mujer está en con quién se acuesta. —señaló la ventana. —Hazme el favor de retirarte y dile a tú tío de mi parte que disculpe, no voy a poder ir.
 
-Ailena..-lo corto.
 
—No hace falta, vete. —Suspira y asiente.
 
Camina hacia la ventana y salta, menudas gilipollas estas también.
 
Gruño frustrada para acercarme a la ventana y bajar la cortina; allí puedo divisar al capullo mayor follando con la barbie cruel. Me frustró aún más y cierro del todo la ventana.
 
Familia del carajo esa, bien dijo una vez, cuanto más lejos esté de ellos, mejor.

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