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Capítulo 34

EMMA

Toco la madera como si pudiese acariciar todo lo que se esconde detrás de ella, como si aquella puerta se estremeciera por mi tacto y se animara a contarme lo que sucedió durante mi ausencia. Respiro sintiendo el cuerpo más liviano que de costumbre, vivenciando todo como si se tratase de un sueño que pronto va a acabar, temiendo despertar de él y descubrir una cruel verdad: que nada de esto es real.

No puedo creer que, por fin y después de tanto, me encuentre a pocos metros de mis padres.

«Solo debo tocar el timbre», me digo. «Solo el timbre y sabrán que estoy aquí».

Tomo aire y pienso en qué decir cuando los vea, cómo reaccionar ante ellos, cómo se comportarán mis padres al verme después de tantísimo tiempo, qué dirán, cómo será el momento.

Owen, que se encuentra detrás de mí, no atina siquiera a hablar, respetando el tiempo que necesite para sobrellevar la situación. Siento su presencia que, aunque permanezca mudo, me abraza y da ánimos sin siquiera tocarme.

Y sé que estoy dando demasiadas vuelvas al asunto, podría simplemente tocar y esperar que me vean por la ventana, cuando corran la cortina bordó que la cubre. Todo podría ser más rápido. Pero tengo miedo: tengo miedo de que estén enojados conmigo, de que nada sea igual. Miedo a que las cosas hayan cambiado...

Antes de darme cuenta, un sonido irrumpe mis pensamientos; un sonido que los arrolla y hace a mi corazón dejar de latir —aunque, en realidad, mi ritmo cardiaco seguro ha aumentado notablemente—: El sonido de las llaves en la cerradura, ese rechinido de la puerta al abrirse. Y sumado a él, la voz de mi madre.

—¡Mati, me voy a comprar, ya vuelvo! —grita ella, mirando hacia el interior de la casa y deteniéndose frente a mí, sin llegar a salir completamente del domicilio.

Cuando sus ojos tropiezan con los míos, ella pega un respingo y me observa como si estuviese alucinando, como si mirase algo que se desvanecerá pronto y debe guardar para sí misma cada detalle que pueda. Incluso, tal vez, como si observara algo que deseó durante muchísimas noches, pero jamás pensó que se haría real.

Y todo eso lo sé porque yo deseé lo mismo.

—Mamá —susurro simplemente y la escucho soltar el aire. Sus brazos llegan hacia mí lo más rápido que puede permitirse y me estrecha para confirmar que soy real. Que somos reales las dos. Rápidamente comienza a llorar, a sollozar en mi hombro, la cubro con mis brazos y cierro mis ojos. Los cierro y siento que floto, siento que respiro por primera vez en mucho tiempo.

«Ya estoy aquí, en casa», pienso.

Y también comienzo a llorar. Lloro para decirle sin palabras cuánto la extrañé, la abrazo para gritarle que necesité su calor durante mucho tiempo.

Abro los ojos al oír la voz de Mati también.

—¿Emma, volviste? —pregunta él, y eso solo basta para romper a llorar nuevamente—. ¿Te quedarás con nosotros?

Mi hermanito corre hacia mí, abrazándome como puede por debajo de mis brazos. Está más alto... Se nota que ha crecido mucho en el tiempo que estuve fuera. ¡Cómo extrañé a ese enano!

—Estaré siempre con ustedes —murmuro entre lágrimas.

Mamá nos invita a entrar a casa, observando a Owen con un poco de recelo. Con sus manos temblorosas y sus ojos llorosos, llama a mi padre, que sale del trabajo ni bien se entera que estoy de vuelta, que he apareció, que regresé.

Ella, al cortar el llamado, me pregunta entre lágrimas si necesito algo, si quiero una taza de té o preciso comida. Dice que me veo diferente, como si estuviese más grande, que parece que hubiera crecido durante este tiempo. Me cuenta que ha estado repasando y memorizando las grabaciones que tienen sobre mí, de cuando yo era pequeña. Que incontables noches se ha despertado escuchándome gritar, llamándolos, y que a mi padre le daban ataques de pánico. Me suplica que no vuelva a dejarlos, que a ellos casi les da un infarto cuando no me encontraron, cuando nadie sabía que mí. Que todo el colegio se ha puesto en mi búsqueda, que muchas personas creían que no estaba viva. Que, inclusive, la información de mi desaparición había llegado a los medios de comunicación, y que estuvo rondando por ellos durante semanas.

Mi madre apenas nota la presencia de Owen, pero le lanza pequeñas miradas calumniadoras. Sé que lo culpa por lo que pasó. Sé que lo acusa de haberme llevado lejos. Me encantaría decirle que no fue así, contarse sobre todo lo que sucedió, hacerle saber toda la aventura que viví, platicarle sobre los mundos que salvé. Pero necesito escucharla primero, y ella necesita ser oída. Además, siendo tan extensa mi historia, prefiero esperar a Daniel, mi padre, para comenzar.

Papá llega al cabo de quince minutos y no dice nada cuando me ve, solo camina hacia mí y me abraza fuertemente. El silencio reina entre nosotros, pero no es incómodo. No hacen falta palabras para decir cuánto nos extrañamos y necesitamos.

—¿Lo que contó ese muchacho que dijo ser tu amigo es real? —pregunta papá finalmente mientras mi madre seca sus nuevas lágrimas.

Sé que habla de Steven, aunque no sé qué les dijo él exactamente.

—¿Es cierto lo del Cielo? ¿Lo de... lo de tu origen? —insiste mi padre luego de unos segundos de silencio—. ¿Realmente él —agrega observando a Owen con el ceño fruncido— es un ángel?

—Es cierto —les digo—, pero yo no supe nada hasta que...

—Hasta que me conoció —termina Owen por mí, sin levantar la vista para ver a mis padres.

—Sí —digo—. Aunque Owen no quería que me enterara de nada, siempre insistió con que continuara mi vida normalmente —le defiendo—. Pero mis otras... naturalezas —pienso en lo rara que se escucha la palabra frente a mis padres— iban a emerger en cualquier momento, entre mis dieciséis y dieciocho años. Y en el transcurso de que fueran haciéndose visibles, iba a ser más fácil que me encontraran.

—¿Cuándo supiste de esto? —pregunta Daniel.

—¿Sobre mis orígenes? Luego de que me capturaran, antes no sabía nada —niego con la cabeza—. No podía saberlo: le habían puesto trabas a mi mente que me harían olvidar todo lo que tuviese que ver con eso —les explico.

—¿Y cuándo te enteraste de que Owen era un ángel? —cuestiona mi madre.

—Un día antes de que se presentara con ustedes —les cuento.

—Y no nos dijiste —se ofende mi padre.

—No podía, papá. Era su secreto. Además no me creerían —explico, rogando porque me perdone por haberle ocultado esas cosas.

—¿Tú qué querías con ella? —pregunta papá a Owen.

—Yo debía informar que ella era realmente híbrida, para los malos. Pero la conocí y no pude hacerlo. Me enamoré de ella, señor. No quería que se involucrara en mi mundo: de ella dependían muchas cosas que yo no quería que cargara.

—Ya veo —murmura.

—Le juro que mis sentimientos no son malos.

—¿Y de verdad eres un ángel? Eso es difícil de creer —sigue Daniel.

—Lo soy —dice Owen, y para afirmarlo expone sus alas frente a ellos. Ambos se quedan mirando completamente extrañados por la situación, sin poder creer lo que están observando.

Mati, mi hermanito, es el primero en hablar.

—¡Tiene alas! ¡Woah! ¿Puedo tocarlas?

—Claro —dice Owen, sonriéndole—. Pero no le digas a nadie, Mat, es nuestro secreto.

Mi hermano observa a Daniel y Eliana como buscando su aprobación, ellos asienten algo cohibidos y Mati corre hacia las alas de Owen.

Me río por los nervios que me produce la extraña situación que estoy presenciando. Owen se voltea para sonreírme y darme ánimos. ¡Ojalá pudiese hablarle a la mente justo ahora!

—Yo también tengo —digo—. Hace apenas unos días, cuando terminé de convertirme.

—¿En serio? —pregunta mamá.

Asiento y me concentro en aquella parte de mi espalda que quiero expandir, terminando por liberar mis recientes alas blancas.

—Me voy a desmayar —murmura Eliana y papá solo mira, callado.

—Sé que es duro de procesar, lo fue para mí. Estuve luchando mucho conmigo misma durante este tiempo, y eso me hizo crecer. Pero sigo siendo Emma, ¿sí? Y ustedes siguen siendo mis padres.

—¡Y yo tu hermano! —dice Mati con emoción, soltando las alas de Owen y dando dos pasos para atrás.

—Lo sabemos —dice papá mientras vuelve a abrazarme. Al sentir mis alas él se aparta y niega con la cabeza—. ¿Qué cosas tuviste que pasar, hija?

—No importa eso ahora, ya tendremos tiempo de hablar —les digo. Se infartarían si les contase todo lo que viví en un mismo día. ¡Vaya, siquiera sé si podría contarles toda la historia!

Pero mis padres no parecen aceptar esa respuesta, y Owen considera que merecen una mejor explicación.

—Ella fue muy valiente —apunta Owen—. Se enfrentó a sus peores miedos, entrenó por meses antes de que fuésemos secuestrados por una tropa que la llevó al Cielo, encaró su pasado con firmeza, se resistió a cada intento mío de persuadirla para que no se pusiera más en riesgo, liberó a dos pueblos que fueron víctimas de un dictador milenario, tuvo que pelear con él tanto física como psicológicamente y descubrir que tiene una hermana.

—¿U-una hermana? —pregunta Eliana, adquiriendo toda la información que Owen le otorgó.

—Sí —respondo—. Aeraki, mi...

Y me quedo callada.

He aquí mi dilema: Aeraki y Hunter son mis padres, pero Eliana y Daniel también. Ellos me cuidaron durante toda mi vida, velaron por mí cuando desaparecí, yo nací de Eliana. Y Aeraki y Hunter dieron la vida por mí, y me amaron incluso después de la muerte.

Y para Daniel y Eliana no debe ser fácil descubrir que su pequeña no es solo de ellos.

—Su madre ángel —termina por mí Owen.

«Gracias», pienso para él, aunque sé que ya no me escucha.

Mamá parece tomar aire y cerrar los ojos por dos segundos. Si resulta complicado para mí, no me imagino para ella...

—Ella... Sí. Cuando fue capturada junto a Hunter —observo a mi padre, que traga saliva—, Theodel, el dictador, los torturó. A Hunter lo asesinó pero a Aeraki la mantuvo viva. Y la dejó embarazada en venganza de que ella no había aceptado el compromiso que ]había arreglado con sus padres, y que se había liado con un demonio. La mató luego de que su bebé naciera, después de torturarla.

Mamá se tapa la boca y puedo ver lágrimas aparecer en sus ojos. —L-lo siento —llora ella. Camina hacia mí y me abraza, toca mis alas suavemente, como temiendo romperlas, y se estremece al hacerlo. Sin embargo ella no retrocede. Cuando finalmente retrocede, ella me sonríe y toca mi mejilla. —¿Cómo se llama tu hermana?

—Yo la llamé Ayra, no sé qué nombre tenía antes. Nadie sabía de su existencia, solo Aeraki y Theodel.

—Ayra es un nombre bonito, Emma. ¿Y ahora quién la cuida? —pregunta mi mamá.

—Mi padre —contesta Owen—. Su nombre es Josha, fue algo así como el ángel guardián de Emma. Él la protegía de... mí. Bueno, en realidad de los Ángeles Vengadores y Conservadores.

—¿Emma está segura ahora? —pregunta mi padre con verdadera cautela, analizando a mi ángel de ojos azules.

Owen responde su mirada y da un paso hacia él sin titubear.

—Lo está, Daniel —alega—. Ahora yo soy su Guardián, y no permitiré que le pase nada malo. Puede confiar en que digo la verdad.

—¿Podremos conocer a Ayra? —consulta, en cambio, mi mamá.

—Claro —digo—. Aunque ella crece lentamente: todos los ángeles y demonios crecen cada diez años humanos.

Mis padres vuelven a observar a Owen, y esta vez con horror. ¡Ahora no solo saben que es un ángel, sino que, además, me multiplica la edad! ¡Ay, cielos!

—¿Cuántos años tienes, Owen? —preguntan los dos.

—183. Pero no se alarmen, es como si tuviese 18 en realidad, porque allá el tiempo no pasa igual que aquí. En mi mundo yo soy de la última camada, aparte de que era todo un ángel hasta que conocí a Emma. Ella me corrompió...

—¡Oye, cállate! —lo empujo, sintiéndome acalorada de repente, al saber a qué se refiere. Me sonrojo y maldigo por ello, ¡estoy quedando en evidencia!

Papá alza una ceja y frunce el ceño a mí novio, como exclamando una explicación. Mamá en cambio, suelta una ligera sonrisa y me da una de esas miradas de «tenemos una conversación pendiente».

Daniel pasa de largo aquella información. —¿Entonces crecerás cada diez años?

—No, ya no. Mi crecimiento se detuvo a los 17.

—170 corrige mi padre.

—¿Eres inmortal? —inquiere mamá.

—Lo soy.

—¿Y por qué Emma creció normalmente?

—Porque nació con genética humana también. Eso hizo que su crecimiento fuera más veloz —expresa—. Ayra, su hermana, no tiene parte humana, por lo tanto también crecerá de forma lenta.

—¿Y Emma seguirá creciendo? —pregunta Mati de repente, sumándose como todo un pequeño adulto a la seria conversación.

—No —le contesto—. Ya no podré.

El salón parece callarse, dejando espacio para que el silencio grite y retumbe en las paredes.

—Vaya, Emma... —dice mamá—. Yo... Esto es... ¿Tú cómo estás?

—Con ganas de disfrutar, de estar al lado de ustedes —le respondo ocultando mis alas—. No quiero otra cosa, mamá. Ya todo ha terminado, ahora el mundo de Owen está en paz, ahora mi existencia no es creencia de ningún riesgo y tengo todo el tiempo para continuar con mi vida —camino hasta quedar al lado de Owen para tomar su mano.

—Pero no crecerás —señala Eliana.

—Lo sé, ya veré cómo hago con eso.

—¿Puedes tener hijos?

—Yo creo que sí —le respondo a mi mamá—. Pero no ahora.

—Ahora no. Pero en menos de cincuenta años sí —dice ella, afirmándolo como si eso fuese una profecía—. Tú serás joven por siempre y yo no, quiero conocer a un nieto...

—¡Mamá! —protesto ante su pedido, ladeando rápidamente mi cabeza para mirar a Owen que se está riendo.

—¡Mamá! —repite mi hermano— ¡También estoy yo!

—Lamento todo lo que tuviste que pasar, hija —dice papá—. Me alegra que hayas tenido apoyo —mira la mano de Owen entrelazada con la mía y suspira—. Aunque hubiese sido mucho mejor que nosotros pudiéramos estar en esos momentos difíciles contigo.

—Hubo circunstancias en las que lo único que ella deseaba era verlos a ustedes, Daniel —le comenta Owen—. Ella fue fuerte porque nunca dejó de pensar en volver para estar con ustedes.

—¿Y ahora cómo haré con el colegio? —les pregunto, cambiando rotundamente de conversación, pasando a un tema trivial—. Sé que ya casi termina el ciclo escolar, pero no quiero perderlo... ¿Hay posibilidad de rendir todo ahora?

—Supongo que sí, cielo —contesta mamá—. Siempre hay posibilidad. Hablaré con la directora mañana y le preguntaré, tal vez puedas rendirlo todo en las mesas de examen.

—¡Ojalá se pueda!

—¿Tú también, Owen? —pregunta mi madre— ¿Volverás al colegio?

Owen captura mi mirada. Su azul claro parece inundarse de convicción cuando dice «sí, volveré».

—¿Por más que sea algo de humanos?

—Si pienso vivir aquí, debo tener un título, ¿exacto? —dice él y mi padre sonríe.

—Y guardar esas alas, muchacho —agrega Daniel—. Salvo que quieras causar conmoción.

Owen hace desaparecer sus alas y me estrecha contra él. —Ella es todo lo que quiero, nada más que mi Honey.



Volver a dormir en mi cuarto me resulta demasiado extraño. No dejo de pensar en aquella noche donde Steven y Josha aparecieron en mi vida como los dos extraños de ojos verdes y me llevaron a mi paradero incierto. Ahí fue donde todo se tornó más complicado para mí.

Aunque ahora es diferente. Ahora mi seguridad es verdadera, y no producto de mi ingenuidad. Ahora los únicos ojos que pueden aparecer a la noche, a mi lado, son los de Owen, que me abraza y besa sin cesar.

Hace rato que mis padres y mi hermano se fueron a dormir. Estoy atrapada bajo el cuerpo de Owen con, deliberadamente, muy poca ropa, cada vez menos. Sus besos se reparten entre mis labios y mi cuello, y su cuerpo se presiona contra el mío, haciéndome desear cosas... interesantes.

—Buscaré una casa —dice él, con la respiración acelerada.

—¿Ah, sí? —jadeo cuando él muerde mi lóbulo.

—Sí, para los dos.

—Pero quiero vivir con mis padres un tiempo más...

—Mmm —murmura él—. ¿Cuánto sonido llegará al cuarto de ellos?

—Debes respetar la casa, mi padre te matará —le reprocho en broma.

—¡Como si fuera tan fácil teniéndote así!

—¿Soy irresistible, eh?

—Mucho —dice y me besa.

Y así, entre beso y beso, movimiento y caricia, nos quedamos dormidos luego de estar con nuestros cuerpos siendo uno solo.



—La directora dijo que podían reintegrarse al instituto si estudiaban todas las materias y las rendían bien. Dijo que hacían una excepción por lo que ustedes habían vivido.

—¿Qué les dijiste? —pregunto a mamá.

—Que los secuestró una banda que había amenazado a Owen. Que lo hicieron primero contigo, y cuando Owen quiso delatarlos también lo hicieron con él. Que los tuvieron cautivos por mucho tiempo hasta que el medio hermano de Owen dio en el clavo con la búsqueda y pagó el rescate.

—¿Y cómo comprobarán toda esa historia?

—Un Ángel Vengador en la policía que nos ayudó con el caso cuando entendió que los humanos no podían enterarse de la historia verdadera —responde Owen cortando una naranja en el comedor de mi casa.

—Celina les prestará su carpeta —dice mamá.

Owen me pasa un trozo de naranja cuando termina de partirla, otro se lo da a Mati y el cuarto a mi madre. Papá está impartiendo clases a sus alumnos en algún colegio que desconozco.

Owen se lleva inmediatamente a la boca el pedazo de fruta que se cortó, pero yo al mío lo doy vueltas y vueltas mientras pienso en mis amigas y en lo fácil que mi madre la nombro a Celi.

—¿Ellas saben que estoy aquí?

—Se los dije hoy mientras dormías. Owen me acompañó a la comisaría a buscar al ángel que podía ayudarnos a cubrir la historia, y luego al colegio. Yo llamé a las chicas para que salieran del aula y así poder darles la noticia ni bien terminé de hablar con la directora. ¡No sabes la cara que pusieron cuando vieron a Owen!

—Sí —dice él encogiéndose de hombros—. No sabían si matarme de preguntas o simplemente matarme.

—¿Qué te dijeron?

—Dijeron que querían verte cuanto antes, así que probablemente hoy vengan a casa. Les dije que estarías y...

—¡Hoy! ¡Cielos! ¿Qué les digo?

—Diles la verdad. De todas formas te verán joven por siempre y se enterarán tarde o temprano, además hay cosas de chicas que necesitas compartir con ellas —me dice Owen guiñando un ojo—. ¿Te comerás la fruta?

—No —le digo—. Creo que no podré comer en semanas, ¡estoy muy nerviosa!

—Bueno, la comeré yo...

—¡No si lo hago primero! —grita Mati y en un rápido movimiento se queda con el pedazo de naranja, al que muerde antes de que Owen pueda chistar.

—¡Oye! —dice Owen una vez que la fruta está siendo destrozada por Mati. —Era mía...

—Mala suerte, ángel. Tienes que ser más rápido la próxima —le señala mi hermano pequeño mostrando una sonrisa bañada de jugo de naranja.

—Me iré a bañar —aviso.

—¿Te acompaño? —pregunta en broma Owen, tomándome del brazo luego de pararme.

—¡Cállate tú! —le digo ruborizándome.

—¡Entiendo qué quieren decir! —empieza Mati, con la mirada pícara— La otra vez tuvimos una charla en mi colegio... ¡Ustedes tienen se...!

—¡Mati! —mi madre comienza a reírse— ¡Todos cuídense de este niño! ¡Y tú, Emma, tenemos charlas pendientes!

La ducha ayuda a refrescar mis ideas pero no a calmar mis nervios que aceleran mi pulso. Estos saltan cuando escucho sonar el timbre de casa, haciendo que Owen me rodee fuertemente con sus brazos.

Observo las paredes de mi cuarto, los títulos de mis libros, los posters que prenden de mis paredes... Intento despejar mi mente pero no puedo. ¿Cómo les diré la verdad? ¿Cómo reaccionarán ellas?

—Ya están aquí —digo.

—Eso es genial, Emma —susurra él.

—¿En serio puedo contarles la verdad?

—Sí, diles. Estaré cerca de ti para apoyarte, pero no necesitarás mucho de mí, son tus amigas.

Las voces de Gala, Belén y Celina irrumpen en la sala. Luego de saludar a mi madre, lo primero que escucho es «¿Dónde está Emma?».

—En su cuarto —les dice mamá.

Oigo sus murmureos seguidos de pasos. Un golpe en mi puerta. Dejo de respirar.

—¿Emma? —pregunta Celina.

Owen besa mi frente y usa la energía que le permite mi mundo para abrir la puerta sin soltarme de su abrazo protector.

Mis amigas aparecen del otro lado y mis ojos colisionan con los suyos.

—Tal vez sea mejor que me vaya —dice Owen en mi oído—. Estaré escuchando por si requieres mi apoyo, Honey.

Asiento en lugar de decirle que lo necesito conmigo.

Él tiene razón. Este es un momento para estar con mis amigas.

Owen se pone de pie y me besa la frente, luego camina fuera del cuarto, dejándome sola con ellas, que me observan como si fuese una alucinación o algún fantasma del pasado. Posiblemente me consideraron así luego de un tiempo, tal vez jamás pensaron que volverían a verme, al menos con vida.

—Hola —les digo sonriendo para romper el silencio.

Y mis amigas, gritando, entrar a correr hacia mí.

Hay momentos irrepetibles en la vida de una persona, y sé claramente que este es uno de esos. El reencuentro, ayer con mi familia, hoy con mis amigas. Algo que no volverá a pasar, algo que quedará en mi memoria por la eternidad.

Ellas están cambiadas: Celina ahora tiene el cabello corto y con un mechón de color azul que resalta en el negro, Belén lo lleva lacio y Gala... bueno, ella no se encuentra muy diferente, aunque sí tiene una mirada más pícara que antes.

—Cuéntanos —dice Gala una vez que finalizamos el abrazo.

—Bueno... Esto será raro.

—¡Ya es verte, pensamos que te habíamos perdido! —dice Celina.

—Dinos, Emms —habla Belén.

—Bien... Pero les pido que por favor me crean —tomo aire y empiezo con mi relato—. Owen es un ángel. Y yo... no soy humana.

Así les cuento toda la historia, ellas se quedan calladas durante el rato que me lleva platicarles sobre cómo me enteré de lo de Owen, sobre Steven y Josha, sobre la cueva y mi primer momento con Owen, sobre el Cielo y las dos especies. También les relato sobre Aeraki y Hunter, sobre su trágico amor y mi hermana. Recorro toda la historia hasta llegar al final, la lucha con Theodel, y la vuelta a casa. Y, finalmente, extiendo mis alas y ellas abren los ojos como platos. Las guardo antes de que comiencen a hablar, sintiéndome completamente expuesta.

La primera en hablar es Gala.

—¡Ya no eres virgen! —grita.

—¡Serás joven por siempre! —agrega Belén con un brillo en los ojos.

—¡Tienes una hermana! —vuelve a gritar Gala.

—¡Y Owen literalmente es un ángel! Ay, Emma, siento no haberme dado cuenta de que lo que una vez me intentaste decir era eso... Yo... Lo siento —dice Celina y me abraza.

—Así que Owen no te secuestró como nosotras pensábamos —comenta Belén—. Yo juraba que había sido él, se te notaba rara el último tiempo.

—Yo no hice eso —dice Owen con el ceño fruncido, apareciendo en la puerta con otra naranja en su mano.

—Cállate viejo de 183 años —se burla Gala sacándole la lengua.

—¡Que no soy...! —mis amigas comienzan a reírse de él, que frunce el ceño y resopla—. Ya qué...

—¿Cómo soportaste que te leyera la mente? —cuestiona Celina.

—A veces extraño que lo haga —admito, ganando una sonrisa de Owen.

—Tu madre nos contó lo que le había dicho a la directora, ese es el plan y la historia verdadera para todos los demás. Nos dijo que podías recuperar el año rindiendo las materias ahora... ¿Necesitas ayuda? —pregunta Gala.

—Sería genial, chicas. Gracias.

—Lo harás —me dice Celina, entregándome su carpeta—. Que la suerte esté de tu lado.

—¡Estaremos el último año juntas! —exclama Belén.

—¡Te extrañamos tanto, Emma! —grita Celina, dándome otro abrazo—. Que estés aquí es lo más importante de todo.

—¡Ahora nosotras tenemos mucho para contarte, Owen vete! —anuncia Gala, echando a mi novio de la habitación.

Las chicas se quedan a dormir, vemos unas películas a la noche y tiramos colchones inflables en el comedor. Owen se burla de nosotras a la mañana siguiente porque amanecemos en el suelo: el colchón está pinchado. Él, en cambio, nos irradia diciendo que durmió en un somier de una plaza y media muy cómodo. ¿Conclusión del asunto? Comenzamos una guerra de almohadones contra él por presumido.

—Gracias —le digo a Owen después de que mis amigas se marchan.

—¿Por qué?

—Por estar en estos momentos, por ser parte de mi vida.

—Gracias a ti, Honey. Por endulzar mi existencia con tu presencia. ¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?

—¿Qué?

Él me toma de la cintura y se tira para atrás, cayendo sobre mi cama y yo sobre él.

—Que este es solo nuestro inicio del infinito que tendremos por delante, mi Emma. Y el mejor principio de todos.

Mis labios buscan los suyos y una sonrisa hace aparecer su hoyuelo burlón.

—¿No sientes miedo? —le pregunto.

—¿A qué?

—A la eternidad.

—No si la vivo contigo, Honey.

—Estás hecho un romanticón —bromeo.

—Ya lo sé —dice juntando sus labios con los míos—, me vuelvo irresistible cuando me pones... cursi.

Owen corre un mechón de cabello que se había colado, dejándolo detrás de mi oreja, sonríe de par en par y me estrecha contra él. Mis brazos lo rodean con fuerza y pongo mi cabeza en su pecho, donde escucho su corazón palpitar.

—Te amo —murmura oliendo mi cabello.

—Y yo a ti —susurro—, mi guardián.



No os preocupéis, que falta el epílogo y un par de cosillas. :D

¡NO PUEDO CREEEEEEERLOOOOOOOOOOOO!

¿PUEDEN CREERLO? 

Yo no, definitivamente no...

¡LOS RECONTRA RE AMO!

-Bri. :)

(DEJEN SUS COMENTARIOS DEL CAPÍTULO, GRITOS, AQUÍ)


Quiero agradecer a Claudia (The_Wolf-k), por el hermoso dibujo que hizo. ¿Acaso no es precioso? ¡Me he quedado enamorada! ¡Mil gracias, Clau! Y gracias por acompañar a la saga Cristal desde un comienzo. Por estar con Emma y Owen mientras ambos crecían. <3

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