La Diosa salió de la casa de Tiare por la puerta en que entró. Liberada y llena de felicidad. Alimentada del aroma a sexo, rubor y acaloramiento. Subiendo la mirada al cielo esperó unos segundos hasta que su cuerpo transmutó y se desvaneció de la tierra.

En la cama despertaban dos nuevos amantes, llenos de ardor, vida y esperanza. Con pereza rozaban sus cuerpos y sonreían por tan sólo existir y haberse encontrado.

-¿Quieres salir para algún lado? - Le preguntaba él mientras removía el cabello que cubría sus bellos ojos café.

Estirando el cuerpo Tiare le dijo que no.

-¿No tienes hambre?

Con sonrisa maliciosa le dijo que sí. -De ti, de tu cuerpo.

Camdyn soltó una carcajada. -Soy todo tuyo.

Tiare agradeció su suerte a los Dioses y repitió del exquisito platillo que es el cuerpo de Camdyn.