La Diosa
Alalahe los observaba de lejos con gusto. Encontraba a la pareja excitante, la llenaban de vida y exaltación. Cuando vio que por temor y nervios se separaban, giró los ojos en frustración y cambió su apariencia. Era hora de intervenir.
Caminó rápidamente hasta llegar frente a ellos y se tropezó a propósitos casi cayendo al piso. Camdyn extendió los brazos apoyándola junto a su cuerpo firme.
-Señora, ¿está bien? - Le preguntaron unísonamente a la señora avanzada en edad de cabellos blancos.
-Sí, sí... Siéntame allí muchacho. - Respondió señalando a un conjunto de asientos.
El la sentó en una de las sillas de bambú, café mientras que Tiare pedía a uno de sus compañeros que tomara su puesto como árbitro del juego para poder asistir a la señora.
-¿Quiere que llame a su cuarto? ¿Algún familiar o amigo?
-No niña. Estoy sola por acá. Sólo dame un minuto para descansar.
-Tome el tiempo que necesite. - Se dirigió a Camdyn. -Si te tienes que ir puedes hacerlo. Yo me quedo con ella.
El tanteo considerando que a lo mejor, ella no lo quería allí. Tal vez tenía novio, o esposo.
Alalahe leyéndole el pensamiento, agarró de la mano al muchacho. -Quédense ambos por favor. Háganle compañía a esta pobre vieja.
-¡Que va a ser! - Contestó Tiare, -si usted está todavía muy joven.
Alalahe alzó su mano y le rozó la suave mejilla a Tiare. -Eres muy dulce. Para ti quiero que todos tus deseos, en el amor, se hagan realidad.
Una rápida mirada pasó entre Tiare y Camdyn y el vientre se le calentó, las mejillas se le enrojecieron y malició, a nadie en particular, bajo un respiro. ¿Qué le estaba haciendo este chico? Su cuerpo la traicionaba.
-Tiare, - dijo la Diosa, -qué bonito nombre tienes.
-Gracias. - Le sonrió.
-¿Me podrías traer unas frutas del bufete?
-Por supuesto.
Cuando Tiare estaba lo suficientemente lejos se dirigió al chico. -¿Sabes? Eres muy afortunado.
-¿Yo? ¿Por qué?
-Aparte de que Tiare es preciosa, tiene muy buen corazón. No le vayas a herir, ¿me escuchas? - Dijo entre una risa bromista.
-¡Oh! No, yo no la conozco así... Nosotros, yo acabo de...
-¿Y que esperas hijo? ¿Que te la lleve otro? Como ese que le está hablando ahora... - Señaló hacia ella con su cabeza.
Camdyn no contesto pero se volteo rápidamente a ver de qué hablaba la viejita. No le gustaba la idea de que un tipo, el que fuera, le estuviera hablando ni tampoco que los bellos ojos oscuros de Tiare le estuvieran dando atención al guapetón en traje de baño.
Al retornar con el platillo de frutas, caminaba con gracia. Camdyn le observaba el vaivén de las caderas que lo hipnotizaban mientras se dirigía hacia ellos con una sonrisa angelical entre labios que él deseaba besar. Se le aceleró el corazón y respiró profundo.
Mientras más Camdyn deseaba a Tiare, más Alalahe se llenaba de furor y apetito por su amante. El cual había dejado en la cama, listo y duro de deseo por ella. Se humedeció entre las piernas y decidió avanzar con su plan para poder regresar y tomarlo en su posición favorita. Sentada arriba de él, rotando las caderas con fuerza hasta que los dos culminarán en un orgasmo épico que movería la tierra.
-Aquí tiene. - Tiare le ofreció las frutas y ésta las tomó de su mano.
-Mira la hora, - observó su reloj. -Creo mejor me las llevo a mi habitación. Gracias hijos por ayudar a esta anciana. -Les dijo con cariño y con cuidado se paró y comenzó a caminar hacia el hotel. Una vez el encuentro de ellos terminara en sexo, ella podría marcharse.
-Pero la debo acompañar...
-Tiare, quédate aquí con tu amigo. Me imagino ni has cenado... ¿A qué hora sales de trabajar? Son casi las once.
En realidad tenía mucha hambre y su turno acababa de terminar. -Pues ahora.
-Aha, - sonrió, -pues qué bien que han decidido quedarse y compartir. La noche está perfecta para dar un paseo... Buenas noches preciosuras.
Tiare no recordaba haber dicho que compartiría con él, pero era lo que más deseaba en esos momentos. Y la señora había dicho que quería que todos sus deseos en el amor se cumplieran, ¿o no?
-Si no te molesta me gustaría quedarme un rato contigo. También me gustaría comer algo. - Él la miró con esperanza y le saltó el corazón cuando ella accedió.
Se miraban con profundidad y de repente, al acordarse de la señora, voltearon pero esta ya se había marchado.
-¿A dónde se fue? - Le preguntó ella mientras que él se encogía de hombros mirándole la boca. De seguro que esta noche la besaría.
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