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Veintitrés

SOMERHARDER:

En cuanto terminamos la última escalera, Maya Visser envuelve en un caluroso abrazo a Ada Grey, como si fuesen amigas de años y no unas desconocidas que nunca se han visto hasta ahora. Enzo conociendo mejor que nadie que detesto las prolongadas muestras de afecto, se limita a darme un par de palmadas en la espalda.

—Joder, creí que tu visita era una mentira —insinúa, poniendo sus ojos verdes sobre la rubia que sufre en los brazos de su esposa y regresan a los míos brillando en desconfianza, en un susurro solo para ambos agrega—. Solo un favor para el ángel, ¿eh?

¿Ángel?

La princesa podría ser todo menos eso, evito mencionarle ese hecho y en su lugar me limito a devolverle una palmada en la espalda, justo cuando nos separamos, Maya observa hacia mí con la clara intención de leerme el alma, si Ada Grey se descuida podría caer en la locura que envuelve a la mujer de Enzo. Maldita sea, sus ojos avenilla pueden causar escalofríos, su cabello rojo sangre siempre ha atraído la atención, pero en lo personal solo la hacen lucir como una bruja.

Una bruja con 6 meses de embarazo.

—Kirill Somerharder, que agradable verte —musita con una sonrisa demasiado grande para considerarla sincera, su estómago esta tan hinchado que pareciera que lleva un globo debajo de la tela rosa pastel.

—Lamento no poder decir lo mismo.

—Siempre tan encantador —indica—. Espero nunca cambies.

—Despreocúpate, no lo hare —digo, acercándome a la princesa y colocando mi mano en su cintura, Ada se tensa, aunque simula una risita nerviosa—. Cariño, lo siento por la presentación tardía, ellos son Enzo y Maya Visser.

—Es un gusto —habla su voz es baja—. Soy Ada.

—Ada… —repite mi amigo, con una mirada le hago saber que no deseo preguntas innecesarias, estira su mano para estrecharla con ella—. El placer es nuestro.

—¡Y vaya que lo es! —exclama la bruja—. Eres hermosísima. ¿por qué estas con este idiota?

Esta vez la risita que sale de Grey al escuchar las palabras de Maya no es nerviosa, es de humor. Enzo carraspea tratando de ocultar su propia risa, pero el intento es un fracaso.

—Créame, señora Visser —dice Ada, cuando logra controlarse—. Ni siquiera yo lo sé.

Sus ojos miel colisionan brevemente con los míos, y lo que transmite es un: “Por supuesto que lo sé, ambos lo sabemos”. 

—¡No me digas, señora! —reprocha Maya—. Tutéame, somos contemporáneas… Además, la relación que nuestros hombres mantienen nos hacen amigas, ¿no?

—¡Amore! —riñe Enzo—. No seas indiscreta.

Pero ya es tarde, Grey tiene las mejillas sonrojadas y seguramente su cabeza es un huracán de amonestaciones y molestia porque ha sido llamada “mi mujer”, y por primera vez siento gratitud a la imprudencia e impulsividad de Maya. Aunque es una emoción que pasa rápido, porque en cuanto vuelve a abrir la boca me recuerda como es.

—¡Lo siento! —masculla—. Olvide que Kirill es un hijo de perra que no le va a la monogamia… Ada, en serio: ¿Qué diablos haces con alguien así? 

—¡Maya! —interviene Enzo, sus ojos verdes fijos en los avenilla—. ¿En qué quedamos?

—Que intentaría llevarme bien con él.

—¿Y qué estás haciendo?

—Todo lo contrario… —reconoce, se le acerca susurrando una disculpa y le da un beso sobre los labios, para después enfocarme—. Lo siento Kirill, culpo a las hormonas por actuar así —señala, pero los dos sabemos que es mentira, observa a la rubia y en esa ocasión hay honestidad en su voz—. Discúlpame Ada, a veces me comporto como una idiota.

—Entiendo, tranquila —le sonríe con amabilidad—. A todos nos pasa.

—¡Perfecto! —clama Enzo—. ¡Vamos a casa!

—¿Casa? —indago presintiendo lo que vendrá—. Ya tengo reservaciones. Te lo dije semanas antes de venir, Visser.

—¿En serio? —finge demencia, y he aquí otra de las razones por las que evito a toda costa inmiscuirme demasiado con las personas—. Lo olvide por completo, Somerharder, prepare habitaciones en nuestra casa, ¿vale?

—¿Y qué hago con las reservaciones? —pregunto irritado, ciertos ojos miel se posan en mí— He cancelado los días, no perderé mi dinero por tu limitada memoria.

—Joder, actúas como no fueses billonario… Sabía que eras un idiota, pero no un tacaño —me insulta, escucho de nueva cuenta la risa de Grey, mientras que la bruja aplana los labios para no carcajearse—. Estarás más cómodo en nuestra casa que en un hotel, deja que Ada conozca el invernadero cristalino de Maya.

No habrá comodidad.

La mansión Visser es grande, su familia es completo un dolor de cabeza. Tampoco es un secreto que ninguno es de mi agrado. Existe mucha hipocresía en ellos para que yo pueda cambiar de parecer, las cenas a las que fui invitado mientras estábamos de vacaciones siempre terminaban con alguno de los miembros abandonado la mesa antes de siquiera acabar la comida, esto debido a los comentarios que suelen iniciar por parte de la ex esposa de Erick Visser. Aunque ciertamente Enzo no vive en la casa principal, puesto que decido construir y mudarse a un anexo que es gigantesco, ubicado en lo más lejos del terreno, la idea de pasar bajo el techo con ellos tampoco es muy entusiasta, porque no habrá privacidad, Maya nunca ha conocido el significado de esa palabra y le ha transmitido sus malos hábitos a Enzo.

—¿Tienes un invernadero de cristal? —cuestiona Ada hacia la mencionada.

—¡Si! —afirma—. Enzo me lo regalo al casarnos, ¿quieres verlo?

Maldita sea.

• • •

Había pasado tres años desde la última vez que pise la mansión Visser, exactamente el día en que Enzo se unión de manera legal a la loca de Maya, aunque no deseaba estar frente al altar y mucho menos dejar que mi único y verdadero amigo contrajera nupcias con una mujer tan enfermiza, entendí que él también estaba flechado por la ambigüedad de la pelirroja. Tampoco es como que el castaño sea totalmente un santo, por supuesto que no, en su época fue un completo hijo de puta con las mujeres, pero desde que comenzó a ser acosado y hostigado hasta el cansancio por una sombra –que al final se convirtió en su mujer–, que seguía cada uno de sus pasos, dejando mensajes un tanto perturbadores y haciendo cosas todavía peores.

Más allá de lo demente.

Aún no he comprendido como es que la pelirroja logro permanecer tan normal y sin revelar nada, mientras Enzo se quejaba y maldecía a su sombra por estar siendo tan invasivo en su vida. Incluso hasta el punto de colocar cámaras en el departamento que vivía. Había locura brillado en sus ojos al escuchaba como se expresaba, joder. Todos estábamos ciegos.

—¿Tienen hambre? —pregunta Maya, desde el asiento trasero, a su lado Grey se acomoda el cabello, Enzo acelera su deportivo por las calles de Florencia.

—Si —responde ella por los dos.

—¡Perfecto! —celebra la pelirroja, y antes de que diga algo, ya se lo que hará—. Amore, deberíamos pedirle a Joe que prepare un platillo, que ellos se acomoden en la habitación y luego, comemos un aperitivo en la terraza.

—Bien, en cuanto lleguemos se lo ordenare —accede Enzo, sus ojos verdes observa a la rubia brevemente—, ¿alguna petición especial?

—No, me gusta todo —revela sin trasfondo—. Con la comida no soy quisquillosa.

—¿En serio? —indaga una voz femenina que me resulta irritante—. Ojala todo el mundo fuese así, no como otros…

Volteo los ojos y dejo de prestar atención cuando la pelirroja envuelve a Grey en una conversación sobre mariscos, misma que después se convierte en la pelirroja siendo guía turística de la rubia. Enzo insistió tanto que me fue imposible subir a mi vehículo, ese mismo que ordene estar listo al aterrizar, me observa de reojo con claras intenciones de cuestionarme muchas cosas, no obstante, no le permitió abrir la boca, ya que marco el número del asistente que Caleb le ordeno estar preparado con los documento que debo revisar, este ya estaba en el hotel, pero ahora debe moverse hasta la otra punta de la cuidad, lo que le tomara alrededor de una hora.

Joder, no estoy acá de vacaciones.

Cuando finalizo la llamada estamos entrando en la residencia, en la entrada de la casa principal está la madre y la hermana de Enzo, ambas voltean a ver el auto con gesto despectivo. 

—Oh, Ada —susurra Maya, por lo que la observo por el espejo retrovisor—. A tu derecha, puedes apreciar a una víbora ponzoñosa con su cría de 19 años, ¿conocías esta especie?

Los ojos miel se lucen asombrados por lo que ha dicho, pero con un murmullo le responde:  

—Sí, también se les conoce como familia.

Maya se carcajea, porque la princesa ha dado en el blanco y entendido el mensaje sin siquiera poseer información sobre la situación. Mis labios se curvan hacia arriba de forma involuntaria, pero deshago el gesto de inmediato, ya que el castaño enuncia:

—¿Sonreíste?

—No.

—¿Seguro?

Mierda, se ha vuelto un chismoso.

—Completamente.

—¿Kirill, sonreír? —dice con incredulidad su esposa—. Es más probable que lluevan sapos.

Aunque lo que ha mencionado es incoherente, Grey nuevamente se ríe como si estuviese escuchando un chiste bueno. El sonido de su risa desde hoy se convirtió en uno de los más relajantes que he podido presenciar. Nunca le había escuchado reír de esa forma, no es ensayada, ni escandalosa o forzada, es solo natural.

• • •

Escucho los pasos de la princesa detrás de los míos, pero a pesar de que vamos a la misma habitación no espero por ella, entro y dejo la puerta abierta. Cuando Enzo reconoció que solo preparo una habitación, la rubia menciono que no había ningún problema, no puedo negar que fue una sorpresa su actitud, esperaba al menos algo de reticencia por la situación, aunque entiendo que estaría actuando fuera de su papel.

Observo nuestras maletas a los pies de la cama, la rosada baja es un poco más grande que la mía, mi mente evoca el recuerdo de Grey arrastrándola hasta mi vehículo cuando pase por ella hace menos de 24 horas. Abro la puerta del sanitario, aunque Florencia goza de un buen clima, el cambio de aires me hace sentir pesado y las tres horas que pase con el asistente de Caleb dejaron a mi cargo nuevas ocupaciones, observo el jacuzzi en la esquina de la estancia, lo suficientemente grande para caber cuatro personas sin rosarse, sin pensarlo demasiado, comienzo a desvestirme, mientras se llena hasta tope con agua tibia.

Detallo los recipientes de jabón, shampoo y otros productos, escojo uno alzar y lo dejo caer en el agua para luego entrar en esta, al tiempo que de reojo veo a la rubia moverse por la habitación, ordenando su maleta, un par de minutos después entra en el sanitario para lavarse los dientes. Parece que a diferencia mía, ella si ha venido de vacaciones, puesto que mientras trabajaba, esta pasaba tiempo con la loca en el invernadero, donde comió y platico con Maya hasta aburrirse.

Al menos está disfrutando.

Por el reflejo del vidrio siento su mirada, nuestros ojos colisionan y desvía la mirada al darse cuenta que la he descubrieron, sus mejillas se sonrojan y no puedo no reírme por el gesto, Grey se gira para mirarme con intenciones de discutir, pero enmudece, al detallar lo cómodo y relajante que luce el jacuzzi, entrecierra sus ojos, como si así fuese a desaparecer, es claro que considera entrenar en el jacuzzi, pero se detiene. Su cabeza es un conflicto constante con respecto a lo que siente cuando estamos solos, no puedo culparla por ser precavida, todo lo contrario es inteligente de su parte mantener una línea entre ambos. Pero nunca me ha interesado demasiado lo que los otros deseen ni las limitaciones que se imponga asimismo, es por esa razón que le pregunto:

—¿Vas a entrar?

Espero que se tome su tiempo para contestar, pero lo hace al instante, casi como si estuviera esperando mi invitación.

—Sólo si prometes no tocarme —responde.

No tocarla.

Difícil luciendo como lo hace, siendo quién y cómo es. Aunque por hoy haré una excepción, después de todo cumplió lo que pacto por las firmas para su hermano.

—Prometo no hacer nada que no me ruegues que haga.

Sus ojos miel reflejan lo que piensa: “Yo no ruego”.

Le doy una sonrisa torcida, trasmitiendo lo que ha iniciado: “Eso, lo juzgaré por mí mismo”.

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