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Ocho

ADA:

Santa Caridad.

Una ciudad que se ubica a tres horas de Helden, tiene cierto ambiente acogedor y se encuentra en constante expansión, aunque no es tan grande como las ciudades de mayor capital, definitivamente es un sitio que promete y que recién ha estado apareciendo en la TV con muy buenas referencias. Si no estuviera tan encantada con mi departamento y tan comprometida con mi trabajo en la empresa, me gustaría intentar a futuro abrir un espacio para mí en un sitio como este… Pensándolo de esa manera, no estaría del todo mal que el proyecto por el que hemos venido termine siendo nuestro, después de todo un hotel de Johnny Watson atraerá grandes personalidades y Enterprise Cavill alcanzara nuevos niveles.

—¿Puedo saber en qué estás pensando? —indaga Samantha desde su puesto en el asiento de copiloto. El conductor ha resultado ser nada más y nada menos que nuestro jefe.

Fue una absoluta sorpresa saber que no iríamos en el transporte privado de la compañía, sino en uno de los costosos vehículos de Simón Cavill, pero no fue solamente eso lo que me dejo con la boca abierta, puesto que era todavía más impactante el hecho de que no había un chofer desinado, pues quien conduciría sería él mismo.

—En nada —respondo, sintiendo la mirada de ambos sobre mí a través del espejo retrovisor. Reacomodo mis audífonos y trato de no pensar tanto en la sensación que nos rodea, el castaño no ha dicho más de dos palabras y la pelinegra solo se ha encargado de hablar conmigo como si nuestro jefe no existiera en este espacio y tiempo.

Por primera vez siento que estoy siendo un mal tercio, o en su defecto la hija de un matrimonio disfuncional.

—¿Tienes hambre? —mi mirada se encuentra con los ojos negros de Franco y noto la desesperación que hay en ella por aferrarse a cualquier cosa que no sea el silencio.

—Sí —miento, la observo buscar en su bolso y no soy la única que lo hace. Una barra gran de chocolate blanco, un tubo de galletas de mantequilla y una paleta de fresas, eso es lo que saca, me los muestra entusiasmada y ni siquiera ha dicho que tome algo, cuando ya estoy haciéndole saber: —Quiero el chocolate.

—Bien —accede, con el restante se gira hacia nuestro jefe—. ¿Usted quiere algo?

Simulo que estoy completamente concentrada en abrir el dulce, cuando la realidad presto toda mi atención a la interacción entre ellos. Sí, mi lado chismoso se activa en todo lo que respecta a mis superiores. Cavill no ve de inmediato lo que Samantha le esta ofreciendo, sino que se detiene en sus labios para luego bajar la mirada a las galletas.

—Gracias —serenidad es el tono del castaño, pero incluso cuando toma las galletas sus ojos grises no dejan de verla.

—De nada —dice ella, se acomoda en su asiento, mientras abre la golosina restante, le da un pequeño lametón antes de ponerla en su boca.

«Oh, mierda». La manera en que mi jefe traga grueso, me hace suponer que mi pensamiento es un eco del suyo. A continuación, Franco deja de intentar crear una conversación, Simón Cavill se concentra en la carretera, por mi parte me sumerjo en la música que coloco en mi iPhone, y lo que era un viaje de 3 horas, se reduce a solamente 2 horas.

El hospedaje al que llegamos es grande y acogedor, es de dos plantas y para tristeza de Cavill no tiene una suite presidencia, sino una habitación grado A.

En recepción nos recibió una chica baja y de mejillas sonrojadas, su aspecto me pareció muy tierno e inocente hasta que de sus labios salieron las indicaciones del local. Totalmente una profesional, nada de lo que su aspecto transmite, nos entregó las llaves y explico que en caso de perderlas tendríamos que pagar un precio adicional y esperar a que el mayordomo terminara sus ocupaciones o delegara a otro para abrir la habitación. El recorrido que nos dio no duro más de 30 minutos, las áreas sociales y los espacios verdes fueron lo que más capto mi atención.

Ciertamente la arquitectura del lugar no era ostentosa, pero la decoración le hacía lucir atrayente. El número de inquilinos era bastante considerando que no era una época festiva en SC o día asueto. La chica nos mostró el interior de las habitaciones y entendí todavía más porque este local me resultaba tan cómodo. Tenía toques minimalistas sin resultar perturbadores, no estaba lleno ni vacío, el cuarto desprendía un olor a limpio y los tonos eran suaves y combinaban entre sí.

Mi habitación queda a solamente dos de la de Samantha en la primera planta, la de nuestro jefe quedo en una especie de cabaña no muy lejos de la casa principal. Su rostro al detallar el lugar casi me saca una carcajada. Definitivamente, lo humilde no está dentro de sus estándares. Sin embargo, tanto a la pelinegra como a mí nos encantó, parecía una casita lista para ser habitada.

Termine de colocarme los aretes y retoco mi labial. La reunión para el hotel Watson es a las 2 pm, no obstante aunque no son ni siquiera las 11:30, el jefe ha decidido que almorcemos juntos. Así que solicito en recepción la preparación de todo en una de las áreas sociales. Y por segunda vez en el día sufro un ataque de sorpresa cuando en lugar de solo comer los tres, encuentro que en la mesa hay dos personas más, las cuales reconozco como amigos de mis superiores.

Leonardo y Victoria James.

Mellizos, ojos verdes y cabello castaño oscuro.

—Buen día —saludo algo cohibida, no estaba preparada para conocerlos.

—Buenos días —responden, poniéndose de pie a la vez.

—Ada, ellos son Leo y Vicky parte de nuestros amigos. Te he hablado de ellos… —los presenta Franco—. Chicos, ella es Ada Gey, les he hablado de ella.

—Un gusto conocerte Ada —Leonardo tiene una voz tranquila y amable. Viste de manera informal, es alto, tan alto como Cavill.

—Gracias e igualmente.

—Joder, eres hermosa Ada. Samantha siempre nos dice que la salida contigo está en proceso, ¿para cuándo será? —habla Victoria, inevitablemente siento como me sonrojo y sus ojos verdes brillan con diversión—. ¿Hermosa dije? Esa palabra jodidamente no es suficiente para describirte.

Oh, my God —susurro con vergüenza. Me he sonrojado como una adolescente.

—Carajo, Vicky… Déjala en paz. —escucho a Samantha y la castaña se carcajea, los ojos negros se posan sobre mí—. Lo siento, Grey, el embarazo la tiene intensa. No quería presentarlos sin avisarte, pero cierta persona olvido mencionar que los mellizos estaban de paso por SC.

¿Embarazada? ¿Otra vez? Mi mente solo procesa esa información. Victoria James era parte de las chicas más populares en UCM, causante de muchos corazones rotos. Fue un impacto para la sociedad universitaria saber que durante su último semestre estaba esperando un hijo de uno de los playboy más codiciados. Le observo el vientre con asombro, detallando la leve prominencia. Mi cara debe hablar por si sola, ya que otra risa sale de la amiga de Franco.

—¿Cuánto…? —me interrumpo, no debo ser una cotilla—. ¡Felicidades! Un niño siempre es una bendición.

—Con los padres que le toco, lo pongo en duda —las palabras de mi jefe son apenas una murmuración, pero todos lo escuchamos.

Después de tomar asiento y conversar un poco, la comida es entregada, canelones de cerdo, arroz, lentejas, ensalada y pan. El plato es grande y el sabor es delicioso, lo que me hace suponer que esta es otra razón por la que este sitio tiene tantos huéspedes. En el trascurso de la comida me doy cuenta que la castaña es muy agradable y la idea de que no le soy de su agrado se desvanece poco a poco, pues sus gestos son genuinos. Paso un buen rato con ellos, mi lado fangirl sale a flote al mirar como mis superiores actúan con sus amigos, pero se frustra al notar que ellos no se relacionan demasiado. Los mellizos James se retiran, debido a que regresan a Helden y tanto Leonardo como Victoria se despiden de mi como su fuese también una amiga cercana de ellos. Esta última me asegura que tengo una invitación para su babyshower.

• • •

El señor Jhonny Watson se detiene frente a mi jefe y sé lo que eso significa.

Los otros prospectos lo saben, por lo que el ambiente se pone denso. No es un secreto que Enterprise Cavill es una amenaza, así que tiene varios enemigos. Especialmente aquellos que están dentro de la bolsa y constantemente compiten por el primer lugar. La presentación ha sido una de las dos mejores, entre Franco y yo respondimos cada interrogante que se les ocurrió hacer. Otra mejor fue la de empresa de Thomas Montealto, su CEO al igual que el nuestro está aquí y no ha dejado de lanzar miradas despectivas hacia Cavill desde que Watson se levantó para hacer saber su elección.

—El hotel estará en las manos de Enterprise Cavill —estira la mano hacia Cavill con una sonrisa amigable dibujada en los labios—. Fueron el proyecto más alto en costo, pero tengo a certeza y corazonada de que no es un gasto, sino una inversión.

—No lo dude ni por un segundo —ambos estrechan la mano y cuadro los hombros cuando sus miradas recaen en nosotras—. Mi regente de Diseño, Samantha Franco y su valiosa secua, Ada Grey, encargadas oficiales de hacer este sueño, una realidad.

—Es un verdadero placer conocer el talento de estas mujeres.

Minutos más tarde leemos los documentos que nos compromete legalmente a trabajar en este hotel. Me tomo mi tiempo en las cláusulas del cliente y en la copia que nos entregaron resalto detalles importantes y las fechas de inicio, fases y fin. Cavill nos informa que la firma oficial será mañana y firmaremos en su nombre y el señor Watson destaca ese detalle, pues deja en evidencia la seguridad y confianza que tiene en nosotras. Sin embargo, la manera en que Samantha Franco aprieta los puños detrás de su espalda, indica que está molesta por esa acción. Pero en donde ella se forma molesta, en mí solo existe curiosidad, ¿cuál era el propósito de venir? ¿Apoyo moral?

—Simón Cavill —la voz masculina que escucho hace que tanto mi jefe como yo detengamos nuestro andar. De reojo veo a Samantha conversar con Watson, totalmente ajena a lo que sucederá a continuación.

—Montealto —aunque es un apellido, lo percibo como un insulto.

—¿Desde cuándo te interesan los hoteles? —pregunta estrechando su mirada. Es un tipo agraciado, cabello negro, unos centímetros más bajo que mi jefe, tiene una barba de unos tres días. Sus hombros están tensos y por la forma en que sus manos se hacen puños entiendo que está molesto. Muy molesto—. Una vez dijiste que proyectos de este tipo no eran lo tuyo.

—¿Desde cuándo te debo explicaciones? —se burla mi jefe. Doy un paso atrás y aparento que soy parte de la decoración de lugar.

—No seas un maldito —sisea Thomas—, acordamos que no cruzaríamos nuestros caminos. Cada quien en lo suyo, ¿quieres guerra?

— No te creas tan importante, Montealto—establece Cavill—. Gane, porque tengo empleados capaces de esto y más. No me meto con lo tuyo, ni siquiera sabía que participarías para esto. Yo no estoy en tu camino, quizás eres tú el que está en el mío, reflexiona sobre ello.

La cara del mencionado adquiere un tono rosado, pero es difícil identificar si es de cólera o de vergüenza. Simón por su parte, deja la conversación en el aire y se aleja de él.

• • •

Tres horas más tarde estoy con mi compañera de trabajo en un club nocturno llamado “Cielo rojo”, le debía una salida desde hace un tiempo, y había prometido que saldríamos esta noche.

Ella pide una botella vodka y casi me voy de espaldas, no tengo mucha resistencia al alcohol, ni siquiera me gusta demasiado su sabor, pero después de seis tragos, ya no me importa el ardor en el estómago. El ambiente en el local es bueno, la pista central está llena y todos se mueven como si la música fuese parte de su ser. La barra está casi por desbordarse, el consumo de licor no para y al terminar la botella, soy yo la que solicita la otra.

Varios chinos nos regalan tragos, y aunque no suelo aceptarlos, termino cediendo ante la mirada de la pelinegra. A diferencia de mí, Samantha luce perfectamente bien y me ayuda a llegar al sanitario, mojo mi cara después de orinar y a través del espejo veo a una pareja encerrarse en un cubículo. Apresuro a la pelinegra y justo cuando ella camina hacia los lavamanos, el sonido de gemidos inunda la estancia. Compartimos miradas, la mía de asombro y la suya de diversión. Con la cabeza me anima a salir y olvido lo sucedido mientras bailados un reggaetón.

Mi cabeza en algún punto recuerda que esto no está bien, que no debería estar riendo y disfrutando tanto de una salida, porque Gael ha decidió pausar lo nuestro.

Toda mi mente se llena de él.

Ni siquiera sé dónde está.

Desde que se fue no he recibido ni un mensaje o llamada de su parte. Entiendo que necesita concentrarse, que un proyecto de su rama demanda mucho, que este para él es su última esperanza. Porque aunque no lo haya dicho conozco bien a Gael Loaisiga, mi novio ha dado todo de sí en sus postulaciones, cada rechazo causo una marca lacerante en él, y aunque finja que todo está bien, no es cierto… Lo sé, pero eso no significa que no me duela.

Porque lo hace.

No saber su paradero o si está alimentándose bien, me revuelve el estómago. 

¿Piensa en mí tanto como yo en él?

—¿Estás bien, Grey? —el volumen de la música no me deja oír las palabras de Franco.

—¡¿Qué?!

—¡¿Estás bien?! —grita, frunzo mis cejas confundida—. ¡Estás llorando!

Al escucharla mis manos van a mi rostro, las lágrimas mojan mis palmas y es cuando me doy cuenta que estoy llorando. Pero no puedo culpar al alcohol, ni al ambiente, pues la razón es el vacío que se instala en mi pecho y que he estado ignorando con tanta insistencia.

¿Me extraña? ¿Cuándo va a regresar?

Salimos de la multitud y tomo asiento en nuestra mesa. Lloro como si no lo hubiera hecho en días y Franco me abraza, no sé cuánto tiempo pasa. Samantha pide un vaso de agua helada y me pasa servilletas para sorberme la nariz. Llama a alguien para que venga por nosotras y luego, saca su tarjeta para cancelar nuestra cuenta.

Cierro los ojos un momento y al otro, estoy acostada en el asiento trasero de un auto. Una puerta se abre y veo a Simón Cavill junto a mi compañera, me arde la cara y ellos hablan pero no puedo comprender lo que dicen. La pelinegra se acerca a mí, me ayuda a salir del vehículo y mi jefe actúa como guarda de seguridad en caso de que me vaya a pique. La chica de recepción me repara de pies a cabeza, pero no me importa ya que todo en mi da vueltas, Cavill abre la puerta de mi habitación, se queda en el umbral mientras Samantha me quieta los zapatos y arropa, ambos de despiden deseándome un buen descanso, mi respuesta es una murmuración.

Entre dormida y despierta mi iPhone suena, lo busco, el reloj marca las 11:45 pm, es una notificación de mensaje, al leerlo mi cabeza empieza a dar vueltas y debo levantarme a tropezones hacia el baño para poder devolver todo lo que ingerido este día.

«¿Dónde estás, princesa? Iré por ti».

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