Doce
SOMERHARDER:
El ambiente es mortalmente aburrido, tanto como para obligarme a aceptar una copa de champán rosa, por supuesto que en una Gala no es elegante ofrecer whisky. La mayoría de los presentes no se toleran, pero cada que voltean a verse entre sí hay una mueca hipócrita en sus rostros, es fastidioso observarlos y soportar una conversación superficial, aunque no me queda de otra. Tengo que permanecer en este sitio hasta las nominaciones, sé que este año he conseguido arrebatarles el primer lugar a un par de veteranos del Conglomerado, así que no podía perderme la satisfacción que me dará sonreírles y devolverles las palabras que me dedicaron cuando creyeron que era un simple novato y que lo único bueno en mí era el apellido de Caleb.
—¡Kirill!
Maldita sea.
Miro sobre mi hombro confirmando al dueño de la voz, detrás de este encuentro la desagradable presencia de dos personas que amargan mi vida. Ni siquiera me pregunto cómo Caleb se ha enterado porque seguramente le llego una invitación bajo la excusa de recaudar fondo para el próximo hospital en Oro Rosa, como si la benevolencia fuese alguna característica de estas compañías. Ciertamente, se recogen fondos gracias a los cheques que cada uno deposita dentro de la caja sellada en medio de la estancia, pero venir acá es solo para demostrar un punto: Quien es el que tiene más peso y capacidad.
Jimin Somerharder finalmente llega hasta mí, se sienta a mi izquierda y la sonrisa que me da es de orgullo sincero, lo que me hace devolverle el gesto por unos segundos, el adolescente viste un traje color azul oscuro, no dudo que se ha visto obligado a usarlo, ya es justo el mismo tono que le de nuestro padre, este se apodera del asiento vacío a mi lado derecho y me preparo para lo que sea que salga de su venenosa boca. Para mi sorpresa no habla, pero si lo hace Micah:
—¿Por qué no avisaste? —reclama con cólera, lo que me hace observarlo con una ceja elevada de manera inquisitiva, lleva un traje negro y camisa blanca sin corbata. Luce agitado, como si hubiese estado ocupado cuando le notificaron de la Gala, por lo que salió tan rápido que olvido ponerse su máscara de caridad.
—¿Falte a tu deseo de vestir igual que padre? —musito, Jimin se humedece los labios tratando se reprimir una risa—. Lo lamento, pero ya estas demasiado grande para combinarte.
—Hijo de… —dice, pero se interrumpe a sí mismo. Nacimos de la misma mujer, insultarme de esa forma significa también insultarla a ella—. Eres un imbécil, quieras o no debiste habernos comunicado tu nominación.
—¿Para qué? —musito desconcertado—. Eventos de este tipo no requieren la presencia de todo un clan, es solo una fachada humanitaria que se olvida dentro de unas semanas, ¿o es que te has tomado en serio tu papel de Santa Teresita?
El rostro de Micah se torna rojizo de la rabia, sus ojos me regalan una mirada que deja en claro su deseo de mi muerte, mientras aprieta los puños conteniéndose, ese detalle trae a mi consciente la última vez que nos enfrentamos a golpes, fue en una cena familiar en honor al décimo aniversario de nuestra difunta madre. Yo tenía 22 años y él solo 18, acabábamos de llegar del cementerio cuando Caleb decidió que era un buen para anunciar que estaba saliendo con Gabriela Hernández, la cual era nada más y menos que la doméstica que nos había visto crecer.
Una completa zorra.
Dentro de mi cabeza habían dado vueltas durante mucho tiempo el hecho de que esa mujer se escabullía en la oficina de mi progenitor por horas, incluso mientras nuestra madre estaba sana. Nunca he sido alguien con demasiado tacto, así que al escucharlo no pude ni quise contener mi opinión sobre ella, por supuesto Micah estaba demasiado a pegado a la idealización que esta le había mostrado como para creer que era amante de Caleb desde hace años y que en ese momento solo lo estaban haciendo oficial, por defenderla se atrevió a tirarse sobre mí con toda la intención de reventarme la nariz. No obstante, aunque logro darme un buen momento para liberar estrés y partirme el labio, termino noqueado y en el hospital Jefferson.
Luego de ese suceso, deje de pasar a voluntad por la casa de Caleb y definitivamente la comunicación con Micah se perdió por completo, el único que siempre ha insistido es Jimin enviándome mensajes y compartiéndome foto o vídeos de lo que hace como si se lo solicitara.
Es un crío.
—¡Basta! —ordena Caleb—. Compórtense, ni siquiera el menor actúa como ustedes.
Se nota a kilómetros en los ojos de Micah que no quiere dejarme con la última palabra, pero cede ante nuestro padre, demostrándome que continúan siendo un zoquete que intenta ser un hijo dócil para este hombre, sentándose lo más lejos de mí –al lado izquierdo de nuestro hermano menor – pone su atención a nuestro alrededor.
—¿En qué espacio serás elegido? —masculla Jimin—. Papá, solo menciono que estabas nominado, pero que no importaba si tenías el primero o el tercer lugar, así que no te sientas presionado porque él…
—¡Cállate, niño! —lo interrumpe—. Maldita sea, si no tienes que hablar, guarda silencio.
—¿Dijiste eso? —indago sin ocultar mi burla, mirándolo de reojo—. ¿La edad te pone sentimental? ¿O estás enfermo?
—Ve a dejar esto en aquella caja —me ignora dirigiéndose a su hijo menor, este toma el cheque que le extiende, la cantidad darán de que hablar en los próximos días—. Lo metes, y te regresas.
El menor lo toma para después dirigirse hasta donde le han indicado, luce muy alto para su edad, algunos no disimulan al observarlo y no puedo evitar recordar que de los tres, él fue quien menos disfruto de nuestra madre. Pero no siento pena o lastima por su mala suerte, madre lo quiso mucho y decidió tenerlo aun sabiendo que moriría.
—¿Eres consciente de que ya no es un niño?—hablo dirigiéndome hacia Caleb—. Es un adolescente, dos años más y cumplirá 18.
—Para mí seguirá siendo un niño —articula, sacando su teléfono y entiendo la indirecta.
—Cuando llegue el momento… —continuo dejando claro un punto que he remarcado en mi mente por años—, déjalo decidir que desea ser.
—¿Te volviste su padre y no me di cuenta? —ironiza—. No me digas lo que tengo que hacer, ¿o se te olvida quién soy?
—¿El donante de esperma? —expreso con sarcasmo—. Ya hemos platicado de esto, Caleb, empieza a volverse tedioso.
—Exacto, Kirill Somerharder —concuerda, sus ojos grises brillan debido a la arrogancia que lo recorre, poniendo una mano sobre mi hombro y aparentándolo con fuerza—. Eres mi hijo mayor, lo quieras o no llevas mi sangre incluso si estas vivo o muerto.
Micah carraspea seguramente para aliviar la tensión, le doy una mirada fría a ambos para luego mirar el regreso de Jimin, trae una mano oculta en el bolsillo de su pantalón y la otra ocupada en su teléfono. Por supuesto que no ve por donde va hasta que es demasiado tarde, una fémina envuelta en un vestido dorado colisiona contra este y ella pierde el equilibrio debido a los tacones que porta, el menor hace lo posible para evitar su caída, agarrándola de la cintura, pero no sirve de nada, ambos caen haciendo un verdadero espectáculo para todos los presentes.
—Maldita sea —protesta Caleb, al mismo tiempo que Micah.
Me levanto sin dudarlo y ellos me imitan, empiezo a caminar y en el proceso detallo con más precisión a la mujer, cabello lo tiene entrenzado, el tono rubio me recuerda a alguien que he estado brindándole un espacio, su vestido es largo y de tela fina, tiene una abertura V en la espalda, dejando a la vista de todos su piel de porcelana, tacones de ajuga, mi cabeza trabaja rápido y mi sangre aumenta la velocidad de su recorrido.
¿Grey?
Como si hubiese verbalizado la interrogante, eleva su cabeza ante la sombra que proyecto sobre ambos, la mirada miel esta delineada con un color ónix, luciendo exótica y atrevida, sus labios tienen un tono rojo que los hacen ver más atrayente. Todos sus rasgos interesantes están resaltados, Ada Grey siempre me ha parecido agradable de contemplar, porque posee rostro y cuerpo, decidí que era conveniente darle tiempo para su recuperación, así que nunca espere verla hoy pero bueno, tampoco esperaba encontrarla aquí.
Está bien.
—¿Somerharder? —confusión eso es su voz, pero se olvida de mi presencia al recordar su posición, Jimin tiene la cara roja de la vergüenza, su pecho está pegado al de ella, debido al escote y al estar sobre él, tiene una vista directa del valle de sus senos—. ¡Lo siento!
• • •
Matteo Grey me desprecia.
Lo supe desde que Caleb me presento como el nuevo presidente de la compañía que se disputa con la de él, desde entonces subestimo, saboteo y se burló de mí, pero meses después comenzó a tomarme en serio. Quitándome la etiqueta de novato, le arrebate cada escalón solo para fastidiarlo, lo logre, aunque él también consiguió sin pretenderlo ganarse mi respeto debido a que ha demostrado ser un rival interesante y digno de mi tiempo.
Por esa razón, cuando paso por su lado para colocarme en el primer lugar de mejor compañía. Le extiendo mi mano, la estrecha sin pensarlo demasiado, el color de sus ojos es muy parecido al de sus hijos, el gen de este hombre al igual que el de Caleb es dominante y eso se puede apreciar en la predominancia de nuestros ojos.
—Felicidades, Somerharder —musita, no detecto doblez en su tono.
—Gracias, Grey —digo, posicionándome su lado.
Una vez me ubico en medio de los dos ganadores, los camarógrafos disparan flashes como si alguno fuese a desaparecer, la luz no me enceguece porque mi mirada está puesta en Ada Grey. Se ha colocado el saco de su hermano para cubrirse del frío, en cuento logro estabilizarse tras la caída y aceptar las disculpas que Caleb le ofreció, puso la mayor distancia entre ambos. Como si fuese la lepra o algo peor evito que nuestras miradas se encontraran, entiendo su intento de huir, pero nada la salvara de irse conmigo esta noche.
He esperado mucho.
¿Para qué seguir retrasándolo?
Termina la sesión de fotos de los ganadores, para dar inicio a la familiar, Caleb se ubica a mi izquierda y a la derecha mis hermanos, no hay nada más falso que la mueca de sonrisa que pone Micah al posarse a mi lado, el único de los tres que es genuino en su gesto es Jimin. Observo de reojo la posee de los Grey, la incomodidad en el rostro de la rubia al aceptar el brazo de su padre provoca satisfacción en mí.
—¿Ella es hija de Matteo? —interroga Caleb, cuando el fotógrafo se aleja.
—Sí —contesta Micah, mirándola—. Es bastante guapa.
Caleb no dice nada, pero la forma reprobatoria en que ve a Jimin deja claro sus pensamientos: “¿Tenías que ser un zoquete con ella?”. Ni siquiera dudo que el menor tendrá que lidiar con la amonestación al llegar a casa. Dejo de cavilar sobre ello, porque Caleb empieza a caminar en su dirección, la princesa es la primera en darse cuenta y sus cejas se hunden con desconcierto.
—Buenas noches —saluda con cordialidad—. Matteo, ¿no vas a presentarme oficialmente a tus hijos?
—Hola, Caleb —musita este, en su pronunciación detecto gusto—. Por supuesto, mi hijo mayor Adex Grey y mi hija menor, Ada Grey.
—Es un placer —responde Adex Grey, estrechando la mano de mi padre, su mirada es afilada y se posa en Jimin con desagrado—. Oh, el niño que boto a Ada.
Micah eleva una ceja porque el cometario le toma por sorpresa, Caleb se ríe y Jimin observa a la rubia con las mejillas sonrojadas.
—Dejado, Adex —susurra la princesa su voz es baja y sumisa, lo que me causa curiosidad—. También fue culpa mía.
—Concuerdo, el adulto también debe observar por donde va —hablo atrayendo la atención de todos, la mirada miel que me ha evitado colisiona con mis ojos—. ¿Verdad, Grey?
—En efecto, Somerharder —cede con facilidad.
—¿Ambos se conocen? —pregunta Matteo al mismo tiempo que Micah, el segundo me observa como si quisiera descifrar desde cuándo, cómo y por qué.
La princesa espera que de una contestación, pero yo no doy respuesta que no me interesan dar a conocer, al darse cuenta de que no voy a responderles, ella les hace saber que somos de la misma generación de egresados de la UCM. Los siguientes minutos pasan rápido luego de que nos presentemos, Caleb y Matteo conversan sobre sus empresas, Micah saca su celular, Adex le hace preguntas básicas a Jimin y vuelve a sacarle en cara que ha provocado la caída de su hermana, Ada mira hacia cualquier lado menos hacia mi dirección.
Una sonrisa se dibuja en mi boca.
—Grey, te espero a fuera en 10 minutos —le anuncio en un tono que solo los dos podemos oír, sus ojos se posan en mí.
—¿Qué?
—No voy a repetirlo —me ajusto la corbata para después dirigirme a los demás—. Me retiro, tengo cosas importantes que hacer.
—Pero… Papá dijo que todos iríamos a cenar —masculla Jimin, Caleb se lo come con los ojos, para remediar la situación el menor agrega—. Deberíamos invitar a los Grey, un signo de disculpa por el espectáculo que provoque esta noche.
Como si la idea fuera la mejor, Matteo sonríe:
—Justamente teníamos planeado ir a cenar —menciona—. ¿Por qué no vamos todos juntos?
Todos vuelven a verme. Incluso Micah despeja su mirada de la pantalla del celular, pero no me importa. Mi cabeza ha fijado un objetivo.
—Tal vez otro día —digo para mi asombro—. Esta noche no puedo, vayan sin mí.
Jimin quiere insistir, pero Caleb lo manda a callar con la vista.
—Espero que realmente valga la pena lo que sea que tienes pendiente—habla Matteo.
Claro.
Voy a follarme a su hija.
—Oh, claro que lo vale —le aseguro sonriendo con malicia, estiro mi mano y la estrecha, repito el gesto con su hijo, este mantiene la desconfianza que poco me importa, para despedirme de la princesa me acerco más de lo normal solo con el fin de susurrarle—. 10 minutos.
• • •
Abre la puerta del vehículo y al cerrarla la azota con fuerza. La princesa está molesta. El aroma de su perfume inunda todo, todavía trae puesto el saco de su hermano, lo que me disgusta porque obstruye la vista del vestido sobre su cuerpo.
—Quítatelo.
Espero una contracción, lo que tengo es solo docilidad fingida, de lejos encontré que la falta del vestido tiene una abertura del lado izquierdo, debido a que no camino demasiado la piel de sus piernas no se podía apreciar. Los tirantes del vestido dorado son delgados, el corpiño es de corte recto, pero no hace nada por ocultar el nacimiento de sus pechos. Lo que me hace recordar el sonrojo de Jimin al estar debajo de ella, seguramente ha desbloqueado un crush con la rubia. A los 16 años, uno es tono y estúpido, no puedo culparlo. El color dorado contrasta con su piel blanca y el tono de su cabello, la trenza me hace soltar mi segunda orden
—Suéltate el cabello.
Nuevamente Grey realiza la sentencia, pero aunque trata de aparentar que no le importa, la manera en que contiene la respiración y observa con irritación hacia mí, sé que estoy provocándole el efecto que tanto me divierte de ella. Su cabello es liberado y los rizos que le deja la trenza le rosan la piel descubierta, despeja la espalda del asiento para acomodarlos detrás de sí, en el proceso solo me da un vistazo del tono níveo que me gustaría enrojecer.
—Listo —habla llena de rabia—. ¿Algo más que desees?
Le doy una sonrisa de labios cerrados, antes de decir:
—Sí, dame tus bragas.
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