Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Dieciocho


ADA:

Escucho a la lejanía un sonido, pero en lugar de abrirlos ojos y obligar a mi cerebro a identificar de donde viene, prefiero acomodarme en la almohada. Al instante me doy cuenta de que mi almohada no es de plumas ni algodón, pues desde atrás una murmuración le abandona, no comprendo lo que dice, tampoco le presto mucha atención, ya que mi cuerpo se tensa como una cuerda de hule, al percibir el cuerpo masculino que se presiona contra el mío. Un brazo rodea mi cintura y es casi imposible no enterarse del miembro duro y levantado que roza mi costado.

Joder.

¿Dormí con el diablo?

La interrogante me saca de balance, porque no recuerdo el momento en que regreso a la habitación ni mucho menos como entro en esta si la había asegurado –por supuesto que tenía llaves de repuesto–, parpadeo un par de veces para adaptarme a la iluminación, mi mirada se dirige debajo de la sabana hacia mi vestimenta y agradezco la camiseta grande y los bóxer que me coloque la noche anterior, confirmo que no soy la única vestida, pues Somerharder al estar casi sobre mí, puedo detallar que trae pantalones y una camisola gris.

—Maldita sea… —susurra con voz ronca en mi oído—, ¿quién está llamándote?

Por un segundo no entiendo a qué se refiere, mi cerebro todavía dormido y sin funciones capaces de analizar, al siguiente capto que el sonido que me ha despertado viene desde mi iPhone. Es una llamada y por el tono de este, sé que es un número desconocido. Es la primera vez en meses que recibo una de ese tipo, mi corazón acelera el ritmo sus latidos ante el pensamiento esperanzador y ansioso que se apodera de mi mente. Sin dudarlo demasiado me levanto, deshaciendo el agarre de Somerharder, quien vuelve a maldecir, pero que gira sobre su costado dándome la espada.

La pantalla iluminada con una vía telefónica fuera del país, no reconozco de donde eso, pero hace que me ponga nerviosa y las palmas de la mano me suden. Muerdo mi labio inferior al tiempo que deslizo la pantalla, dándole aceptar.

—¿Hola? —mi voz no es más que un susurro inseguro.

Hola, princesa —la voz masculina del otro lado de la línea es suave como si estuviera dirigiéndose a un ser delicado—. ¿Cómo esta, mi vida?

—¿Gael? —mi mirada se empaña de inmediato y un nudo se forma en mi garganta, camino hacia una sillón, en el que me dejo caer, porque mis piernas perdieron fuerza.

Sí, mi vida —afirma con dulzura y detecto la emoción en él—. ¿Estabas dormida? Lamento interrumpir tu descanso, pero tengo buenas noticias para ti.

—¿Cuándo regresas? —indago, pasando por alto lo que sea que quiere decirme porque dentro de mí solo quiero saber eso—. Te extraño, Gael, ¿vendrás pronto? Dime que si…

Por favor, dímelo.

Necesito saberlo.

Ada, mi vida —me interrumpe la seriedad en su tono lo detiene todo—. Escúcheme, tengo algo importante que decirte, ¿vale?

Le doy un asentimiento a pesar de que no puede verme.

» Somerharder se ha contactado conmigo… —anuncia ilusionado, mientras yo me hundo lentamente en un lodazal de desgracia al prever de que tratan sus buenas noticas. Mi mirada viaja hacia el jefe de mi novio, quien sigue de espalda como si hubiese vuelto a dormir, sin embargo dudo que lo esté—. De su propia boca estableció que tiene grandes anhelos para mi nuevo proyecto, considera que será todo un éxito y que su aceptación valdrá cada libra que se gaste en la inversión, ¿puedes creerlo?

Comprendo sin esforzarme demasiado el trasfondo de las palabras que le ha dado.

Hijo de…

—Oh, eso… Vaya—musito sin encontrar palabras que camuflen mi estado de ánimo, pero el silencio por parte de Gael hace que me ponga una máscara falsa—. ¡Es genial, mi vida! ¡Felicidades! 

Gracias, mi vida —se ríe, el sonido hace que mi corazón se fragmente un poco ante su inocencia—. Después de todo, sabía que mi amigo no era tan malo, sé que no te aspira buena fe, pero en cuanto vuelva lo invitaremos a cenar, ¿podrías darle otra oportunidad, por favor?

No.

No quiero.

No lo haré jamás.

El diablo no merece que le consideres amigo, no deberías tenerle tantas atenciones, no cuando ha propuesto algo tan bajo a cambio de esto.

Debido a mi falta de respuesta, insiste:

Hazlo por mí, ¿sí?

—¿Por ti? —pregunte retóricamente, aunque Gael da una afirmación, lo que me hace confesar—. Bien, por ti haría lo que sea.

Lo sé, por eso te amo —dice—. Cada noche pienso en ti, y al despertar eres el primer pensamiento que tengo, princesa.

—Te amo como no tienes idea —revelo, tragándome el nudo en la garganta—. ¿Cuándo vienes?

También te extraño, Ada. Yo… —duda en agregar—. Todavía no tengo una fecha exacta de mi regreso, te llamare en cuento lo sepa, ¿vale?

—Vale.

No guardes este número —pide—, es desechable y no estaré en este lugar mucho tiempo.

—¿Dónde estás?

No te preocupes, princesa —evada mi pregunta—. Estoy bien, por favor, cuida de ti.

—Lo hare…

Tengo que colgar —sisea, se oyen varias voces desde donde sea que este—. Ada, no olvides que te amo y que la noticia de hoy nos de buena fortuna a ambos. 

No puedo ni desearle lo mismo, porque la línea se cae y con ella la máscara que me había colocado. La noticia desde la boca de Gael es un recordatorio de lo que estoy haciendo para lograr alcanzar lo que quiero, pero no estaba preparada para recibirla sin previo aviso. Maldito sea Kirill Somerharder, el estómago se me revuelve con ganas de golpearlo. Por supuesto, que la alegría de Gael me da satisfacción, era justo lo que quería para él. No obstante, experimento miseria e ira al conocer cuál es el precio real que estoy pagando detrás de ello.

Paso las manos por mi cara, intentado que las ganas de llorar me dejen en paz, la sensación fastidiosa de que soy un infiel aparentado ser una buena novia. Una chica que cree estar haciendo lo correcto, pero que en realidad solo estoy ensuciándome como una mujer codiciosa y temo que el agua bendita ni el jabón puedan quitarme los pensamientos que rondan mi cabeza.

Debo confesarme.

Siendo más cólera que humana, me pongo de pie dispuesta salir de la habitación. Salir de esta casa y el camino marcarle a un uber. No confío en mí para enfrentar al diablo en este momento sin gritar, destruir cosas o llorar y ser lamentable, y no me apetece darle más herramientas para ridiculizarme. ¿Dejar que se burle de mí voluntariamente? Joder, no voy a permitirlo si me encuentro sobria. Una vez pongo la mano en la manigueta de la puerta con claras intenciones de irme, la voz del engendro me detiene:

—¿Adónde vas? 

Observo sobre mi hombro, se ha sentado en la cama, su rostro es indiferente, por supuesto que no estaba dormido como supuse y es obvio que ha escuchado mi conversación. Su mirada gris azulada brilla como la de un depredador que encontró sin esfuerzo una presa con la cual divertirse. Tomo una respiración profunda intentado alinear todo el desastre que hay en mí. No me gusta cómo me ve, pero sobretodo no me gusta como eso me hace sentir.

—Tengo cosas importantes que hacer… —digo fingiendo serenidad.

—¿Cómo qué, cariño? —cuestiona irónico—. ¿Comer helado y ser depresiva? ¿Llorar hasta quedarte dormida?

La cara me arde porque esos eran justamente mis planes, aunque eso no le da el derecho de mencionarlos despectivamente. Ante mi silencio, el diablo se carcajea como si fuese un pequeña bufona a su disposición, y aunque no lo verbalice puedo imaginarme el rumbo de sus pensamientos: «Es patética».

—Mierda, tienes los hábitos de una verdadera princesa —señala, poniéndose de pie y avanzando hasta cerrar nuestra distancia—. ¿Quién eres? ¿Cenicienta? ¿O la bella durmiente?

Todo lo que siento da vueltas, debo de hacer puños mis manos y enterrar las uñas en mi carne para mantenerme anclada en espacio y tiempo, no estoy familiarizada con la sensación de estar acorralada, gran ejemplo fue la cachetada que deje caer en su mejilla ayer.

¿Acaso desea otra?

Pero en lugar de golpearlo como deseo, me río de lo estúpido que es al compararme con las princesas mencionadas. Me volteo para quedar frente a frente, odio tener que alzar la barbilla para no romper nuestro contacto visual.

—Mi personaje favorito de Disney siempre fue Maléfica —establezco cuando finalmente queda a centímetros de mí—. Las buenas intenciones están bien, pero no todos lo merecen, por lo que devolver las ofensas de vez en cuando no es tan malo. 

Se ha acercado tanto que un paso más y mis pechos rozan su torso, Somerharder asiente como si estuviera de acuerdo con lo que he dicho, esto provoca en mí una chispa de curiosidad por saber si ha visto las películas, pero de inmediato la ignoro recordando quien es él y quien soy. El papel que cada uno interpreta en este contrato deja muy claro cuál es la definición de ambos.

Amo y esclava.

No somos amigos ni lo seremos, podría pretender considerarlo como un conocido lejano dentro del mundo profesional. Fuera de eso, él no es nadie.

Kirill se inclinó hacia mi rostro y eleva una de sus manos para tocarme el hombro, por reflejo intento apartarme, la manera en que sus pupilas se dilatan me hizo saber que debía estar preparada para lo que se le ocurriera decretar a continuación. Solté un suspiro silencioso, cuadre mis hombros y me recordé a mí misma que todo esto tenía un propósito. Como si disfrutase de mi acción, una sonrisa maliciosa se formó en sus labios, eso me apresuro a preguntar:

—¿Qué quieres?

—Solo quédate quieta… —ordena, agarrándome la cintura con la otra mano—. Voy a besarte.

No me da tiempo de procesar sus palabras, solo puedo sentir su boca cubriendo la mía con cruel delicadeza que no es propia de él. Me estrecha contra sí, demostrando como siempre lo pequeña que parezco ser en comparación con su musculatura. Acaricia mi labio interior con sus dientes y luego pasa la lengua por esa zona, no es la primera vez que el diablo me besa, sin embargo me quedo sin moverme a pesar de que todo en mi quiere hacer lo contrario, la mano que estaba en mi hombreo se desliza hacia abajo hasta llegar a las prominencias de mi trasero, entreabro la boca para señalar que está haciendo mucho más que solo besarme, pero Somerharder decide que aprovechar mi acto para profundizar su beso.

Su lengua se topa con la mía y no puedo quedarme sin moverme, uniéndome a su ritmo que comenzado a acelerarse, le devuelvo el beso con la misma intensidad. Mi intención era terminar esto lo más rápido posible, pero cuando el diablo me alza como si mi peso fuese nada, comprendo que he cometido un error. La puerta se convierte en el amortiguador de mi espada, mientras se mete entre mis piernas. El roce de su despierto miembro contra mi centro me arrebata a gemido, agarro de sus hombros para equilibrarme, al tiempo que la mano que estaba sobre mi trasero se apodera de uno de mis pechos por sobre el sostén y la camiseta blanca que él mismo me presto. 

—Te deseo, maldita sea —gruñe, descansando su frente contra la mía.

Debido a la falta de aire en mis pulmones aprovecho para respirar, tengo la cabeza y el cuerpo caliente, ¿soy una mala novia? ¿O me he convertido en una…? Tres golpes de nudillos en la madera contra mi espalda me ponen rígida y congelan mis pensamientos.

—¿Kirill, estas despierto? —habla una voz joven y masculina, lo que me recuerda que no estamos solos en esta casa, el mencionado maldice—. Lo siento por molestar, pero tengo hambre, ¿puedo pedir un desayuno? ¿O cocinaras algo?

Miro al pelinegro luce molesto, su mirada grita: «Que manía con joder». Me compadezco del adolescente, a quien creo que lo mandara al infierno, pero para mi sorpresa vuelve a maldecir, antes de depositarme sobre mis propios pies. Se acomoda el pantalón de dormir, en un fallido intento de disimular la erección, al darse cuenta que no bajara con simplemente eso, sus ojos grisáceos recaen en los míos.

Trago grueso y junto los muslos, mi centro pulsa, pero finjo que estoy bien. Pero en realidad, me encuentro igual de frustrada que él.

—Prepara el desayuno, cariño —ordena en voz baja solo para los dos, gira sobre sus talones hacia su armario y agrega lo suficientemente alto para que su hermano escuche—.Tomare una ducha. Ve a la cocina, Jimin.

—Pero yo… —lo que sea que el menor iba a decir se dispersa en cuanto abro la puerta, lista para huir de esta habitación, los ojos grises del adolescente son una tonalidad más clara que los de su hermano mayor, reflejan con trasparencia vergüenza y asombro al mirarme—. Joder, lo-o siento, señorita-a… —repara mi vestimenta y su rostro se colorea—. Yo-o no…

—¡Maldita sea, deja de tartamudear! —demanda Kirill desde donde está.

El menor agacha su cabeza completamente avergonzado, detallo que sus orejas se han puesto rojas, lo que me da gracia y ternura a la vez.

Es mono.

—Ignóralo, es un idiota —susurro, haciendo que me observe entre los mechones negros que han caído sobre su frente—. ¿Cuántos años tienes? ¿Te gustan los panqueques?

Su respuesta afirmativa es también un susurro. En la concina me encargo de hacer un desayuno balanceado, me esmero por que le guste al adolescente, mismo que se encargó de contribuir con una agradable conversación. El hijo menor de Caleb Somerharder es todo lo opuesto a Kirill, honesto y sociable, fue capaz de darme información sobre su vida sin necesidad de preguntar. Se mantuvo al margen acerca de mí, no cuestiono ni menciono nada de mi relación con su hermano, Jimin Somerharder es un chico fácil de apreciar, tiene 16 años y posee mucha energía y al parecer es un estrés para sus hermanos. Dos horas más tarde estoy en mi departamento, adelantado un trabajo que Samantha me ha encomendado, mi teléfono suena, por lo que lo tomo creyendo saber de quién puede tratarse, después de todo salí de su casa sin siquiera darle una mirada.

Pero no es el diablo.

Es la persona que ha obligado constantemente a Gael a esforzarse para mi pedida de mano. ¿Por qué está llamándome Matteo?

—Buenas tardes, niña.

—Buenas tardes, señor Grey.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro