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Catorce



ADA:

Durante un segundo solo puedo ser capaz de percibir la forma en que mis paredes se abren para darle espacio. Arde y escuece, pero es un dolor dulce. Tomo una bocanada de aire, mientras le entierro mis uñas en sus hombros, mordiéndome el labio inferior, evitando que un sonido humillante me abandone. Sus manos que están en mi cadera mantienen un agarre sólido, cediendo una pulgada más cuando lo creen conveniente. Doblo los de dedos de mis pies ante otro avance, ¿cuándo va a acabar? Abro los ojos –que no entiendo en que momento cerré–, encontrándome su mirada brillando de lascivia centrada en nuestra unión.

—Joder —gruñe—, como me aprietas y ni siquiera está completa. 

Es… Mi pensamiento se dispersa debido al progreso de otra pulgada, el sabor a sangre en mi boca me avisa que me he herido con mis propios dientes, pero ni siquiera le presto la atención necesaria porque observo la mandíbula tensa y cejas negras ligeramente fruncidas, Somerharder denota concentración, lo que me exaspera e irrita, porque aunque es lo suficientemente grande para cuestionarme si puedo recibirlo por completo, está tomándole demasiado tiempo que mi dilatación se adapte a su tamaño.

No me interesa su consideración.

Ni su control.

Impulso mi cuerpo hacia abajo, forzándome a recibirle, pero solo puedo permitirle entrar un poco más, pues el dolor se vuele tan fuerte que grito. Kirill de inmediato me maldice en un gruñido y comenta algo que no puedo entender, ya que una nube lacerante me nubla los sentidos. Como si no fuese bastante lo que siento, con una mano toma mi cabello y un segundo después soy estampada contra la pared de azulejos, el movimiento me roba el aliento, sin embargo solo siento su miembro en mí. Me tenso al darme cuenta, quedándome quieta al igual que él, el diablo me mira con intenciones de descifrarme y no quiero ese tipo de miradas en este momento, intento removerme pero el rugido que deja salir ante mi intento me detiene. ¿Rugió?

Si, joder.

—No te muevas, carajo…

El tono ronco y dominante de su voz me empapa, nunca había escuchado un sonido así. Comprendo que le percibe el cambio en mí, porque una sonrisa salvaje se apodera de su boca.

Espero que diga algo ya sea para señalarlo o burlarse, pero lo que obtengo es una estocada que lo deja completamente dentro. Arqueo la espalda, gimoteo ante la abrumadora sensación de poder recibirlo sin dejar un solo espacio, me pierdo entre el dolor y el placer que provoca. Entonces, cuando estoy acostumbrada al tamaño y él se ha acomodado a mi estrechez, Somerharder empieza a embestirme como un animal.

Con vigor.

Me inclino apoyando mi cabeza en su hombro, consciente de que se me escapan gemidos bajos y que la manera en la que está tomando dejara varias marcas, el sonido de la ducha es lejano, el agua en su mayoría cae sobre él, las pequeñas gotas que llegan a mi piel, solo sirven para darme cuenta de lo sensible que me he puesto, el cubículo se llena de un olor dulce y pegajoso.

—Mírame —demanda, y lo hago—. Que obediente, princesa.

Sin pretenderlo, una sonrisa traviesa se dibuja en mis labios, haciendo que los ojos grisáceos se oscurezcan aún más. Ceder al deseo ha estado bien, ambos sabemos que es lo único que existe. La idea que tenía de Kirill en el acto sobre “Control y rudeza” es confirmada, la mano en mi cabello y la otra en cadera me mantiene en el sitio que desea, pero olvide agregarle dos detonante más “Voltaje y peligro”, mientras sigue embistiéndome con tanta fuerza que debo sujetarle la nuca para sostenerme.

Ah… —gimo, cuando su miembro va tan profundo que toca un punto que ni siquiera imagine.

—¿Lo sientes, Grey? —pregunta, moviéndose y volviendo a tocar ese lugar, asiento con la cabeza—. ¿Te gusta ahí?

Incapaz de hablar sin gemir, vuelvo a asentir.

Somerharder gruñe y se hunde hasta el fondo rozando es mismo punto, en mí ya no hay dolor, pues estoy lo bastante húmeda y lubricada ante cada penetración. Justo ahí, comenzaba mi orgasmo, la anticipación me hizo estremecer. De repente Kirill soltó mi cabello para agarrar mi trasero con ambas manos y adentrarse con mayor poderío, sin mediar palabras y con solo detallar el aumento de su velocidad y temperatura lo entendí, también estaba llegando liberación.

Que bien se siente.

Gimo, elevándome un poco sobre él y antes de siquiera preverlo, pega su boca a mi pezón izquierdo y sin avisarme lo muerde. Grito con todas mis fuerzas y le jalo del cabello, pero ni aun enterándole las uñas en la espalda me suelta.

Maldito animal.

Lo chupa y la sobreestimulación me arroga al clímax antes que él, los temblores me recorrieron de pies a cabeza, acariciándome por todas partes dejándome un insano deleite. Con tres embestidas diestras, sentí como se hincho y se corrió en mi interior. La sensación de su esperma caliente me hizo recordar que ignoramos en uso del preservativo, para mi sorpresa no creció un gran reproche por el descuido, ya que la tibieza de este solo prolongo mi estado de excitación y relajación. Ni siquiera me preocupo la manera lenta en que comenzó a deslizarse hasta el suelo conmigo todavía entre sus brazos, dejándome sentada sobre él.

Un par de minutos después lo enfoque, esto me permitió darme cuenta que no era la única que temblaba, tenía el rostro pegado a mi seno y respiraba entrecortadamente sobre el pezón, este ardía debido a la herida. Saque mis uñas de su espalda, estaban rojas gracias a la sangre, mire las medias lunas que deje sobre su piel, eran lo bastante profundas para causarle dolor.

—Eso… —hable, mi voz es baja y suave—. Esto fue…

¿Abrumador? ¿Muy bueno?

—Lo sé —susurro sobre mi piel, paso la lengua en el pezón, estremeciéndome y me observo desde ahí—. ¿Te dolió?

Sabe que sí. 

En vez de afirmarle lo obvio, le puse las palmas de las manos contra su pecho e intente levantarme, pero por supuesto que lo impidió.

—¿Dónde vas?

—Quiero lavarme —y luego desparecer, no agrego eso último.

—Bien… —accede, pero sus manos toman mi cintura contradiciendo sus palabras, siento su miembro ponerse duro, me mece sobre este aprovechando que aún estoy caliente y mojada.

Estoy sensible por el orgasmo y por la manera en que Somerharder me contempla, sé que no tiene intenciones de dejarme ir en este instante, mi cabello rubio está pegado a mi piel, mis labios están hinchados, mis pechos pesan, mis pezones están duros y lastimados por sus mordidas, mi centro palpita anticipando lo que vendrá, pero si nos quedamos en esta posición será algo ardua y punzante para mí, por esa razón que antes de que pueda darme una orden o tome el mando de la siguiente entrega, me muevo lentamente hacia arriba sin perder su mirada.

—Voy a guiarnos —establezco, descendiendo poco a poco, una mueca soberbia es lo que obtengo de su parte, cuando creo que le importaran un bledo mis palabras, sus manos sueltan mi cintura y se adueñan de mis pechos, los estruja y aprieta mis pezones con el pulgar y el índice, provocándome un jadeo.

Una queja y maldición nace en la punta de mi lengua, pero muere al escucharlo decir:

—Muévete.

• • •

Leonardo James –el mellizo de Victoria– se pasea por la cafetería de Enterprise Cavill, luce un traje color negro y corbata roja, el castaño de ojos verdes finge escoger entre los postres que hay en el menú, mientras que la despachadora lo ve como si acabara de bajar del cielo. Ha tenido una reunión con nuestro jefe debido a un proyecto en el que han puesto parte de sus acciones, por lo que escuche de Samantha, los dos hombre van a apostar por un incierto dentro de una compañía extranjera del área de tecnología. Realmente no comprendo el propósito oculto ni el beneficio en ello, sin embargo, es una elección que han considerado y que al parecer llevaran a cabo.

Dejo de observan en su dirección cuando se voltea y comienza a caminar hacia donde lo espera una chica pelirroja de curvas despampanantes. El color de los ojos de ella son marrones, estos están delineados y cuidadosamente maquillados con tonos pasteles que quedan bien con el vestido crema de estilo casual que lleva. No trae tacones, sino sandalias bajas y cómodas, no luce nada cohibida por estar en una empresa en donde todos visten de manera formal y profesional. Rebecca Larson,  ese es su nombre, sé quién es, porque pertenece a la generación de graduados y  al círculo social de Franco, por esa razón trato de escabullirme lo más lejos de la mirada de la pelinegra.

No tengo ánimo de ser presentada a nadie hoy.

Mucho menos en estas condiciones.

—¡Ada Grey! —en cuanto escucho mi nombre me detengo e internamente deseo volverme invisible—.  ¿Puedes permitirme un momento?

Comprendo la sonrisa de disculpas que me brinda Samantha cuando la enfoco, pero no impide que me sienta un poco sofocada al acercarme con las miradas del castaño y la pelirroja en mí, las sorpresas no me gustan y no estoy segura de caerle bien a ella justo como con Victoria. Paso una mano por mi frente, enterándome que estoy sudando, podría suponer que es de los nervios, pero también podría ser debido a que estoy usando una blusa manga larga y de cuello alto en un día en que el clima de Helden ha decidido ser caluroso. 

—Hola de nuevo, Ada —me saluda James, le doy un asentimiento y de inmediato entiendo que él es el responsable del por qué estoy aquí—, le pedí a Sam que te llamara, porque quiero presentarte a Rebecca Larson —señala a la nombrada, quien estira su mano y me sonríe—. Es mi novia y también es amiga de Victoria, escucho que te conocimos en Oro Rosa y ella deseo también conocerte, aprovecho para hacerlo hoy. 

—Hola, soy Ada —digo, aceptando su mano—. Encantada de conocerte.

—Gracias, soy Rebecca —habla su voz es dulce y cariñosa—, el sentimiento es mutuo, ¿ya almorzaste?

—No, acabamos de salir a nuestra hora de almuerzo —responde por mí, Franco—. ¿Por qué? ¿Vas a invitarnos a comer?

La pelirroja asiente se ríe de la pregunta, pero luego cabecea un si con entusiasmo.

—¿Quieres venir? —indaga para mí—. Sé que puede parecer que es una emboscada, pero Victoria dijo que eras difícil de encontrar y me dije a mi misma que debía acelerar el proceso, aunque si lo deseas podemos salir y conversar un poco en otro momento, ¿vale?

—Vaya, cuando lo manifiestas así… —dice James—, se ve un poco intenso.

—Joder, lamento si esto es extraño —musita Larson, en su tono hay vergüenza—. Puedes negarte, si no quieres ir.

Negarme sería aceptar que lo percibo como una emboscada. Negarme podría hacerme ver como una odiosa. Negarme significa darle un día para salir, y puede que cuando llegue el día mi batería social este rojo. Samantha seguramente debe ser escuchar el retumbar que hay en mi cabeza, porque sus ojos negros reflejan cierta culpa.

—Chicos, creo que estaría bien otro día… —habla con lentitud—. Ada y yo...

—No, vamos a comer juntos ——la interrumpo en un impulso—. ¿Les gusta el restaurante Ray of Sunshine?

Media hora más tarde me atrevo a decir que tome una buena decisión, la comida esta deliciosa y la compañía una vez en el lugar dejo de ponerme nerviosa. Lo mejor de todo es que entiendo que Rebecca es bastante transparente y puedo saber que no le que caído mal, sino lo contrario, me ha dicho que le llama Becca e intercambiamos números telefónicos. El aire acondicionado ayuda con mi tortuosa vestimenta, y doy gracias a que nadie hace comentarios sobre esta.

¿Qué usa ropa cerrada con tanto calor?

Solo aquellos que guardan algún secreto.

La hora del almuerzo pasa rápido, nos despedimos de la pareja para regresar al trabajo, quedo en la oficina sola, pues Franco es convocada a una reunión de emergencia, justo cuando va a dar la salida, me pongo de pie y abro la puerta, la mayoría ya ha dejado sus puestos, pero algunos caminan de arriba hacia abajo, estoy intrigada así que me dirijo hacia el área del CEO, la asistente principal no está, pero si el asistente secundario, este en cuanto me observa, cuadra los hombros y se pone de pie para decir:

—Buenas tardes, señorita Grey.

—Buenas tardes —contesto—, ¿ya ha finalizado la reunión?

West Park hace una mueca de pesadez y observa hacia la oficina de Cavill. Es un buen chico, solo que algo despistado, cuando Simón lo presento ante todos como su asistente, apareció una bola de chismes, pero fue destruida al ver el trato igualitario que nuestro jefe le daba. Decir que no le ha costado nada sería mentira, aunque la batuta es de la asistente principal, el secundario debe estar dispuesto a correr, saltar y resolver de manera inmediata las indicaciones de Cavill.

—No, y no creo que acabe pronto —dice, me muerdo la lengua para no preguntar la razón de la junta, porque eso dejaría en evidencia me lado chismoso y porque de todos modos mañana Samantha me contara la primicia.

—Vale, me retirare —anuncio—. Que tengas un buen retorno a casa, Park.

—Gracias, señorita Grey.

Estaciono, apago el motor y veo mi imagen por el espejo retrovisor, a simple vista no hay nada diferente en mí, pero si observas fijamente mi mirada luce extraña y a través del labial rojo que me coloque hoy, se esconde una herida que yo misma me provoque. Dedo de reconocerle a Franco que no hizo preguntas ni comentarios, aun cuando estoy segura de que noto esas distinciones.

¿Debería dar gracias o temer?

Mi compañera de trabajo no suele guardarse nada para sí, por lo que no puedo evitar sentir que en cualquier momento caerá con sus interrogantes. Entiendo que no lo hace apropósito, sino es solo que su personalidad es así. Abro la puerta del carro, al tiempo que mi iPhone suena, leer el nombre del remitente me revuelve el estómago.

En contra de mi voluntad, descuelgo. No saluda, no dice un hola ni nada, únicamente dispara una interrogante. 

¿Qué tipo de anticonceptivo usas?

—¿No es esa pregunta demasiado tarde? —mascullo, empezando a caminar hacia el ascensor, espero que diga algo pero por supuesto no lo hace—. Me inyecto.

¿Mensual o trimestral?

—¿Por qué te importa? ¿Eres doctor? Inyección trimestral —presiono el botón de mi piso, imaginándome la cara que debe haber puesto—. No voy a concebir, he usado este método siempre. Por el contrario, tengo que solicitarte que utilices un…

No voy a usar condón —me interrumpe, su tono es firme—. Estoy limpio, y por tus resultado médicos sé que también lo estas.

Lo siento Somerharder, pero no confió en tu palabra —reconozco—, el preservativo me dará mayor seguridad.

Te enviaré mis exámenes para que lo compruebes —establece, de fondo estuvo la bocina de un vehículo, lo que me hace suponer que habla mientras conduce—.  El uso del condón debiste establecerlo antes… No puedes poner límites ahora, cariño.

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