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🌷11🌷



Soy mala para calcular la hora al llegar a un lugar. Dije que estaría en las calles de Carreras a las 7, pero llegué a las 7:35. Ahora dije que estaría a las 9:30, pero ya son las 10:00. Pero lo que cuenta es que estoy aquí —y obvio, porque aquí vivo —para disfrutar.

—Dios, esto es el paraíso, esto sí que se le llama fiesta —habla Melany bajando del auto en el asiento delantero.

—Emma... no se la ha visto desde hace años —dice Víctor nervioso—. ¿Por qué no me contaste que tu hermana había vuelto? —pregunta malhumorado.

—Sabía que no te atreverías a venir. Ella dijo que podía invitar a cualquier persona que yo quisiera. Así que no hay problema con ello, tranquilo —lo animo con una sonrisa.

—Vamos, Ana, necesito un trago por mi ruptura que tuve hace cuatro días —me jala del brazo caminando por el césped.

—¡Después las alcanzo, me quedaré fumando! —grita Víctor a nuestras espaldas. —Melany, cuidado con pasarte de tragos.

La castaña alza su brazo enseñando el pulgar. Al llegar y abrir la puerta, la gente parece hormiga en un dulce; están por doquier. Por lo visto, Emma contrató a camareras para un buen servicio de copas a mano. Pasa una a nuestro lado y Melany agarra dos copas; me entrega una y toma la otra sin pudor. Yo le doy solo un pequeño sorbo; tiene sabor a menta.

—¡Oh, por Dios, es Britney Spears! ¡Vamos a bailar, vamos a mover nuestro cuerpo! —grita cerca de mi oído.

Como he escuchado la palabra disfrutar un par de veces hoy, lo haré sin objeción. Antes de seguir a mi amiga, bebo todo el líquido de mi copa, refrescando mi garganta, y dejo la copa en una mesita cercana. Otra camarera pasa y agarro otra copa; esta es de color azul y tampoco está nada mal.

Alzo la vista para ver dónde están colocadas las bebidas; este día voy a probar cada una de ellas, pero es en vano, porque no veo nada y la gente no coopera. Sin perder más tiempo, comienzo a mover mi cuerpo al ritmo de la música.

—¡Ya vengo! —le grito; ella asiente con una gran sonrisa y sigue bailando.

Como estoy cerca de las escaleras, me dirijo a mi habitación para guardar mi celular y no perderlo. Hay mucha información en este teléfono que en mi cerebro. Abro la puerta de mi habitación, entro y cierro con seguro. Saco el celular de mi bolsillo delantero del jogger, sin fijarme en la pantalla, lo apago. Una vez apagado, me dirijo a mi armario; entro y camino hasta la parte de fondo, muevo el espejo y aprieto el botón escondido entre la ropa. Este se abre enseguida y entro.

Es un pequeño cuarto que me tomó años hacer. No iba a dejar que un desconocido hiciera la tarea; si lo quería, era porque quería mantenerlo oculto. Así que me puse a ver videos de cómo hacerlo, aprendí carpintería y me fue bien. Al principio, me martillé los dedos, fue muy doloroso, pero también divertido.

Aquí guardo todo lo necesario si algún día me animo a demandarla por todo lo que ha hecho. Solo espero que no sea tarde. Hay un mueble largo pegado a la pared derecha y al frente están los estantes de madera, además de pequeñas cosas de mi infancia y la de mi hermana. Hay papeles escritos sobre lo sucedido durante su presencia. También hay una pequeña mesa en el centro, una alfombra negra, y en la pared de fondo, un estante de madera con libros; en realidad, son códigos que tengo que descifrar, pero soy mala en eso. Y eso es otra parte que me da miedo en lo que pueda descubrir. Ella lo dejó con una nota. Por último, hay portarretratos colgando en las paredes blancas con fotos de mis hermanas y yo.

Me siento en el sofá negro y miro a mi alrededor, observando y contemplando las fotos. La verdad no sé cuánto tiempo me quedé sentada pensando; miro el reloj colgado en la pared donde está la puerta de salida del cuarto y marcan las 10:38 p.m. Pongo todo en orden como si nadie hubiera pasado por aquí y me retiro del armario. Entro a mi habitación, me acerco a la puerta para salir y no olvido dejarla con seguro.

—¡Bruno Mars! —grito emocionada y comienzo a cantar y bailar.

Llego hasta abajo bailando donde la fiesta está más intensa y la gente baila.

—¡Oye, oye, oye, oye, no te vayas! —llamo a una de las camareras sin saber su nombre.

Se acerca y, no sé cómo, agarro cuatro copas y me las tomo una tras otra, sintiendo un pequeño ardor en mi garganta.

—Este sí está fuerte —murmuro y muevo mi cabeza—. ¡Aghh! ¡Ahora sí con todoooooooo!


El último día que vi a Louissa fue cuando estaba en la cafetería comiendo su dona. Qué mala suerte que no pudo terminarse la última porque la quité y la tiré a un tacho de basura. Fui con toda la buena intención, como me dijo mi hermanita, pero no pude evitarlo; me gusta cuando se molesta. Se veía contenta comiendo su dona hasta que cambió su expresión al quitársela.

Le dije que tenía que ir a mi casa esta vez porque no podía ir a la suya debido a un problema que tuvo mi hermana. Mi madre me había llamado para decirme que Bianca había tenido una pequeña pelea con un niño de su curso. Sin duda no se iba a dejar y le lanzó un puñetazo. No le sacó sangre, pero el niño fue corriendo a la enfermería. Por mi parte, la felicité por no dejarse de nadie y al día siguiente le di un regalo.

Tenía la esperanza de que llegaría, pero no fue así, ni los días siguientes. Me preocupé porque faltó los días siguientes. Hablé con su mejor amigo y me dijo que se había tomado unas vacaciones. Ni el hijo del rector se toma unas vacaciones, fue mi primer pensamiento.

El viernes por la noche, me llegó un mensaje de Emma invitándome a una fiesta que haría el sábado por la noche. No tenía pensado ir, pero ahora estoy parado frente al espejo acomodando mi camisa de botones. Llevo una pantaloneta negra y unos zapatos blancos, al igual que la camisa. Me pongo mi reloj, dejo mi cabello mojado por mis rizos y me rocío perfume.

Agarro mi celular y salgo de mi habitación.

—Ya me voy, mamá —aviso al llegar a la sala.

—¿A dónde vas, rojizo? —interroga mi hermana poniendo sus codos en el respaldo del sofá.

—A una fiesta —respondo y me acerco para darle un beso en la frente.

—¿Y cuándo viene Ana? —pregunta cruzando los brazos—. Me dijiste que vendría el martes, miércoles, jueves o viernes y no vino.

—Quizás mañana la traiga.

Veo de reojo cómo mi madre tiene una sonrisa en su cara que me contagia y sonrío también.

—Eso espero —dice y se acomoda en el sofá.

—Regresa con cuidado y no te pases de las doce —informa enarcando las cejas.

—Mamá, no es Cenicienta —dice mi hermana burlona—. Y creo que ya van a ser las once.

Me río.

—Está bien, solo llega a casa, o si no, enviaré a la policía —me señala riendo mi madre.

Me acerco y le doy un beso de despedida. Salgo de casa y pido un taxi. Ya dentro, le envío un mensaje a Rafael y a Enzo para que vayan a la fiesta, enviando la dirección.

Ya en una esquina, antes de llegar a la mansión que se me hace conocida, veo la hora: 11:35 p.m. Me bajo cerca de la mansión y comienzo a caminar. La música está demasiado fuerte. No entro por la puerta principal, sino que rodeo la casa y llego al área de la piscina. Las personas bailan al ritmo de la música, otras beben, fuman, se besan y manosean.

—¡Llegaste! —grita Emma abrazándome con su copa en mano. Ella lleva un traje de baño y un short. Parece que está en forma, como si no hubiera tomado ni una sola gota de alcohol.

Asiento con una sonrisa.

—Ven, quiero presentarte a alguien, aunque está pasada de copas. Acaba de preguntar por ti, así que vamos —me agarra de la mano para no perderme entre el gentío—. ¿Dónde la vi? ¡Allá está!

Da pasos rápidos conmigo atrás, intentando no tropezar o empujar a alguien.

—¡Louisiana, mira, aquí está el chico del que te hablé! —grita Emma a la chica que está de espaldas.

Ella se gira y yo me quedo con la boca abierta al ver que la chica que está frente a mí está llena de sudor y claramente ha bebido demasiado.

—Lou —murmuro con preocupación al ver su estado.

—La conoces —se gira Emma hablando cerca de mi oído, sin saber cómo logró escucharme.

—Ehh, sí, de la universidad.

—¡Perfecto! ¡Louisiana, él es Hugo! —grita hacia ella—. ¡Hugo, ella es Louisiana! —se dirige hacia mí.

—¡Mucho gusto, Hugo! —grita Louissa por la música y me estira la mano. Yo le respondo.

—¡Igualmente!

—Puedes ir a la parte de arriba si quieres conversar —Emma se acerca y habla cerca de mi oído.

—Bien —digo por último y me acerco a la chica que no he visto en días.

—¡Te me haces parecido a un chico que odio en la universidad que voy, pero ciertas veces me...! —habla arrastrando las palabras, pero no termina porque una chica torpe derrama su bebida en su blusa.

—Lo siento —se disculpa la chica y se va.

—¡Ya vengo, espérame aquí, no te vayas! —grita y se aleja.

—¡Te acompaño! —me acerco a ella y paso mi mano por su cintura. La veo moverse por mi acción, así que decido quitar mi mano. La sigo hasta que ella sube por la escalera derecha. Al llegar arriba, gira a la derecha y en la tercera puerta abre y entra.

—Si quieres, puedes pasar, pero si no quieres, no...

—Si quieres que entre, entro —la interrumpo y ella asiente.

Cierro la puerta detrás de mí y pongo el seguro. Ella se sienta en el retrete y esconde su cara con sus manos. Yo me siento frente a ella en el suelo y la miro sin saber cómo actuar.

Hasta que empieza a sollozar. Me acerco con cuidado a ella, arrodillado. Le quito las manos de la cara con cuidado, agarro su mentón y lo levanto lentamente, quedando frente a mi cara. Se ve tan vulnerable que me acerco y la abrazo. Ella reacciona al segundo, me abraza fuerte y comienza a llorar con más intensidad.

—Está bien, está bien —le digo mientras le froto la cabeza y la espalda.

—Yo... yo no quería que muriera... Es mi culpa, no sabía y sigo sin saber por qué... hizo eso. Caroline dice ser mi madre... mi padre lo extraño, pero veo que le importa más su trabajo que su propia hija... estoy harta de esto... intenté suicidarme una vez, pero no pude... ¡No pude hacerlo! ¡Maldición! —balbucea y por último grita con enojo.

Dejo que se desahogue. Después de un rato, me alejo y me vuelvo a sentar en el suelo. Ella se limpia los ojos y la nariz con toallitas que saca de un ropero cerca del retrete.

—¿Y tus lentes? —pregunto curioso.

—No los necesito, nunca los necesité —responde—. Tienes cierto parecido a un chico, la verdad —cambia de tema y acerca su rostro al mío, achina sus ojos analizando mi rostro.

—Creo que no puedes sacártelo de la cabeza, ya que tienes la imagen de su rostro grabada en tu mente —me burlo, ganándome una risita de ella.

—Te digo algo —se sienta en el suelo a mi lado—. Es lindo, pero es un cabeza de ladrillo, hijo de Satán, cráneo de llamas, cabeza de zanahoria, pecoso, raquítico con masa muscular —se queda callada por un momento—. Me olvidé. Tenía algunos apodos para decirle cuando lo viera. Pero me agradan sus pecas, es como mirar las estrellas en el cielo —se gira al verme.

Me giro para tener una buena vista de su rostro y le doy una sonrisa. Esta chica está acabando con la poca paciencia que me queda de no lanzarme encima a besarla. Y simplemente, volvería a repetir el día en el que la conocí.

—Te gusta, lo puedo ver en tu rostro. Sabes que del odio viene el amor —le digo con una sonrisa—. Me gustaría besarte —fijo mi vista en sus labios.

—Puede ser, quizás —se encoge de hombros—. Aunque es raro, porque no han sido los días suficientes para que me guste o en mi caso, no soy de enamorarme rápido, aunque también soy de las que ocultan sus sentimientos, supongo, para no salir lastimada. Pero sin duda hay veces en que me hace falta cuando me molesta... internamente me saca una sonrisa y a veces odio eso. Pero no se lo vayas a decir —habla con torpeza y coloca su dedo índice sobre mis labios, yo solo fijo mi vista en ello en silencio—. Cierto, ¿por qué no me besas... uhm? Creo que voy a... —se levanta y alza la tapa del retrete, depositando todo en él.

Me arrodillo a su lado y le recojo los mechones sueltos de la cara. Me río al ver cómo se queja por haber tomado demasiado y le froto la espalda con mi mano libre.

—¿Por qué estás borracha? —susurro.





¿Qué les está pareciendo la historia?

Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...

Acerca de:

Louisiana

Hugo

Emma

Marcus

Victor

Enzo

Rafael

Sra. Caroline

Sr. Wilson

Sr. Reggie

Sr. Warren

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